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sábado, 3 de octubre de 2009

Comentario Bíblico y Pautas Homiléticas: XXVII Domingo del T.O. (Marcos. 10, 2-16) - Ciclo B


Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre
Publicado por Dominicos.org

Introducción

Nos encontramos, en este domingo 27º TO, unas lecturas harto complicadas de predicar. Lo primero que hemos de tener claro es que no podemos hacer nunca fundamentalismo con la Sagrada Escritura. Las lecturas de este domingo pueden hacernos deslizar por la pendiente del sentido literal de la Escritura, con respecto al matrimonio, y ello nos llevará a sembrar la incertidumbre en el pueblo de Dios.

El segundo punto de Perogrullo en el que no debemos caer, pero que no está mal recordar es que el relato de la creación que hoy escuchamos en la 1ª lectura no es un relato donde se pone de manifiesto la superioridad del hombre sobre la mujer. Lo que se quiere destacar es el equilibrio y la armonía en las relaciones humanas.

¡Que Dios ponga en nuestros labios palabras suyas!




Comentario bíblico

El amor verdadero, meta del hombre y la mujer

* Iª Lectura: Génesis (2,18-24): Amor verdadero frente a la soledad

I.1. El relato de Génesis 2,18-24 -desde una cultura religiosa de la época, por lo tanto, no de manera científica-, nos diseña la aparición de la pareja humana. Y debemos recalcar ese verbo “diseñar”, porque no se trata de otra cosa. Es la mano de Dios la que lo hace y la que permite un diseño de amor. El creador de este relato –o una escuela catequética que llamamos «yahvista», porque desde el principio le da a Dios el nombre propio de Yahvé, que aparecerá con Moisés-, parte de la experiencia humana, de eso que se ha llamado la media naranja, y que responde a una cultura bien determinada del Oriente. Pero por encima de las imágenes casi infantiles en que se expresa el relato, se nos ofrece un mensaje que es muy digno de mérito en este tiempo de reivindicaciones de la dignidad humana, de la mujer y de los pequeños.

I.2. El hombre, el varón, no es nada sin la mujer; es o sería la pura soledad. Dios, lógicamente, no ha creado a la mujer del hombre, sino que es una forma de poner de manifiesto que tienen la misma dignidad y mutuamente encuentran en el diálogo, en el afecto, en el amor, lo que en Dios es pura unidad de paternidad y maternidad a la vez. Eva, como Adán, son nombres genéricos, no significan una pareja exclusiva al principio de la humanidad. Dios, pues, ha comprometido todo su ser en la creación del hombre y la mujer, de la humanidad, que han de unirse en amor creador de paternidad y maternidad, para que este mundo sea ámbito de felicidad.



* IIª Lectura: Hebreos (2,9-11): El Hijo que viene a ser “nuestro hermano”

II.1. El texto de la segunda lectura, de la carta a los Hebreos (2,9-11), es la conclusión de un himno con que comienza esta famosa carta neotetamentaria. Precisamente en ese himno se había puesto de manifiesto la grandeza de Cristo, lo que se llama su preexistencia, porque estaba junto a Dios, es el Hijo de Dios. Sin embargo, el autor de la carta quiere acercar este Hijo de Dios a los hombres, hasta ponerlo a nuestra altura (un poco inferior a los ángeles) para que sintamos en él la fuerza de nuestro hermano.

II.2. En la fe cristiana es tan importante confesar a Jesús como Hijo de Dios, que como hermano nuestro, que se compadece de nosotros y da la vida por nosotros. Su muerte en favor de toda la humanidad nos habla de la solidaridad de Dios con nosotros, como se había comprometido a ello desde la misma creación. El, Jesús, es el que nos ha abierto el camino de la salvación.



* Evangelio: Marcos (10,2-16): La ruptura del amor no es evangélica

III.1. El evangelio de hoy nos muestra una disputa, la del divorcio, tal como se configuraba en el judaísmo del tiempo de Jesús. La interpretación de Dt 24,1, base de la discusión, era lo que tenía divididas a las dos escuelas rabínicas de la época; una más permisiva (Hillel) y otra más estricta (Shamay). Para unos cualquier cosa podía ser justificación para repudiar, para otros la cuestión debería ser más sopesada. Pero al final, alguien salía vencedor de esa situación. Naturalmente el hombre, el fuerte, el poderoso, el que hacía e interpretaba las leyes.

III.2. Pero a Jesús no se le está preguntando por las causas del repudio que llevaba a efecto el hombre contra la mujer, o por lo menos desvía el asunto a lo más importante. Recurrirá a la misma Torah (ley) para poner en evidencia lo que los hombres inventan y justifican desde sus intereses, y se apoya en el relato del Génesis de la primera lectura. Dios no ha creado al hombre y a la mujer para otra cosa que para la felicidad. ¿Cómo, pues, justificar el desamor? ¿Por la Ley misma? ¿En nombre de Dios? ¡De ninguna manera!

III.3. Por ello, todas las leyes y tradiciones que consagran las rupturas del desamor responden a los intereses humanos, a la dureza del corazón; por lo mismo, el texto de Dt 24,1 también. Jesús aparece como radical, pero precisamente para defender al ser inferior, en este caso a la mujer, que no tenía posibilidad de repudio, ni de separación o divorcio. Como la mujer encontrada en adulterio que no tiene más defensa que el mismo Jesús (Jn 8,1ss). Jesús hace una interpretación profética del amor matrimonial partiendo de la creación, que todos hemos estropeado con nuestros intereses, división de clases y de sexo. Y es que el garante de la felicidad y del amor es el mismo Creador, quiere decirnos Jesús.

Fray Miguel de Burgos Núñez



Pautas para la homilía

Me parece interesante empezar por el Evangelio, continuar con la primera lectura y recapitular con la carta a los Hebreos.

* Mujeres y niños: problema a resolver y a discutir.

En el pasaje que leemos este domingo, nos encontramos dos enseñanzas de Jesús diferentes, pero que convergen en un punto. La primera, que versa sobre el tema de la mujer, dirigida a los fariseos. Y la segunda, sobre los niños, dirigida a los discípulos. Mujeres y niños son la predicación de Jesús en este pasaje. Podríamos pensar, en un primer momento, que la enseñanza va focalizada simplemente al matrimonio y a ensalzar la unidad del matrimonio. No.

Los fariseos conocían perfectamente la ley de Moisés sobre el matrimonio. Que querían ponerlo a prueba, es algo evidente y que nos dice el evangelista sin tapujo alguno, pero lo que maravilla del mensaje, es como Jesús aprovecha la ocasión para ofrecer una interpretación de la ley de Moisés más allá del sentido literal-moral-jurídico del que tenía.

Esto cuadra perfectamente con el pasaje de Jesús donde se le acusa de querer abolir la ley. Contestándoles Jesús que Él no ha venido a abolir la ley, sino a cumplirla. Jesús no ha venido a abolir la ley del matrimonio de Moisés, sino a cumplirla en profundidad, con su pleno sentido.

¿Cómo podemos actualizar este pasaje? Me parece interesante destacar dos puntos:

Hoy nos encontramos en la calle comentarios en la gente como: ¡Eso son normas de la Edad Media! o ¡Eso no hay quien lo entienda!; o ¡Una cosa son las normas de Jesucristo y otras las de la Iglesia, que no se parecen en nada!

Estas frases reflejan una realidad: nuestras normas y ritos, para el mundo de hoy, son en muchas ocasiones inaccesibles y causa, por tanto, de alejamiento de la Iglesia. Tristemente la gente ve la forma y no el fondo, pero, esto se convierte en un reto para todos los cristianos, ya que, nuestra predicación debe ir a recuperar el sentido auténtico de las normas de la Iglesia. Por ello, hemos de mostrar al mundo, que la Iglesia (que es corporal y espiritual) con sus normas pretende apuntar a Cristo. Y unas normas, lo hacen más claramente y otras, necesitan de explicación. Esto fue lo que hizo Jesús con los fariseos, recordar el sentido auténtico de la ley de Moisés. Jesús recordó algo que se había perdido por el paso de la historia por el pueblo de Israel: la ley está hecha para el ser humano. Así pues, las normas de la Iglesia hemos de verlas en su sentido profundo y no en el sentido literal y ritual con el que hoy se encuentran revestidas. La historia ha ido recubriendo de capas algunas cuestiones fundamentales de la fe, impidiendo así el reconocimiento de la Verdad profunda a la que apuntan. Ya decía Santo Tomás que lo importante no son los enunciados, las letras, sino hacia lo que apuntan los enunciados, a Dios.

Por ello, nosotros debemos hacer lo mismo con la cantidad de normas jurídicas de la Iglesia. Hemos de intentar buscarles un sentido pleno, el sentido que sirve para el desarrollo de la persona, a lo que apuntan. Y si se diera el caso de no apuntar a Dios, es que esa norma no es fundamental.

En segundo lugar. ¿Por qué mujeres y niños? Hay una ley detallada hasta límites impensables en los primeros libros de la Sagrada Escritura. El sentido que nos propone Jesús sobre la ley de Moisés es de recuperación del lugar de la mujer. La mujer no es un apósito del hombre. Sin un hombre rechaza a una mujer, rechaza a una propia parte. Y viceversa, si una mujer rechaza a un hombre rechaza a una parte de ella misma. Hombre y mujer son partes integrantes recíprocas. Y son partes integrantes recíprocas porque comparten un mismo latir, unos mismos lazos de ser, de Vida. El matrimonio auténtico es aquel que se hace en base a los lazos de ser, a una corriente de vida que une a las dos personas. Es ahí donde el matrónimo y toda relación adquieren solidez.

Los niños son presentados por Jesús a sus discípulos como imagen para entender un poco más a fondo el Reino de Dios. ¿Por qué? Porque los niños carecen de privilegios y no tienen poder. Así, para Jesús apuntan a ciertas características del Reino: la desprovisión de todo poder y de toda manipulación. Los niños se convierten en ejemplo, predicación, testimonio para los discípulos, ya que estos, se encuentran con ciertas ambiciones y pretensiones egoístas. Esto les imposibilita ver la realidad del Reino, que es don. Por ello, de los adultos que se encuentran desprovistos de toda pretensión de poder y de manipulación es el Reino de los cielos.

* El matrimonio

Ya se advirtió en la Introducción del peligro en el que podemos caer al predicar este domingo. Predicar sobre el divorcio en vez de en el matrimonio, me parece ir en contra de la Vida y de la propia Iglesia.

Como idea a desarrollar en la predicación sugiero una idea teológica clásica. La Trinidad, modelo del matrimonio. La Trinidad es el misterio de la unidad en la diferencia, de la comunión de Vida en la diversidad. El matrimonio, como referente, tiene el amor trinitario, que es un amor en lo profundo, en lo que es la persona y no un amor en la superficialidad. Un amor en la diferencia.

* El sufrimiento y el dolor no es el fin, sino el camino hacia la Vida.

En la segunda lectura de la carta a los Hebreos encontramos una lectura complicada de leer y de entender a primera vista. Si la leemos varias veces, encontramos una idea muy buena para predicar: el sufrimiento y el dolor es el paso necesario para la Vida. Detrás del sufrimiento se encuentra la Vida. Esta es una promesa hecha por Dios y ratificada por Cristo en la cruz.

Quedarnos en el sufrimiento es optar por la muerte. Pasar por el sufrimiento “de puntillas”, huyendo, es optar por la muerte. Pero vivir el sufrimiento en clave orante y personal (¿este dolor qué me quiere decir?, ¿qué me dice de la Vida y de mi mismo?) es opta por la Vida.

Fray José Rafael Reyes González

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