Publicado por Fe Adulta
Creemos, Señor y Dios nuestro que estás en nuestro interior,
que nos sostienes y nos das la vida.
Por eso queremos dirigirte esta plegaria y darte gracias de todo corazón.
Es justo que todos juntos te demos gracias, Padre santo,
porque nos has hecho una gran familia de hermanos,
en la que nadie se puede considerar ni más fuerte ni más hijo tuyo.
Todos somos iguales ante Ti, hombres y mujeres, cultos y analfabetos,
blancos y negros, grandes y pequeños, ricos y pobres.
Solamente quieres de nosotros que nos respetemos y nos queramos,
que nos llevemos bien y cuidemos unos de otros.
Porque por más que nos cueste creerlo, sabemos Señor que nada te importan
nuestras creencias y dogmas, ni nuestro mejor incienso.
Desde el fondo de nuestro corazón agradecido te bendecimos, Padre,
y unidos a todos tus hijos, sintiéndonos hermanos,
entonamos a tu mayor gloria este himno de alabanza.
Santo, santo…
Dios y Señor de todos,
te agradecemos la presencia en esta tierra de tu hijo Jesús.
Nos ha enseñado cómo debemos vivir, sin privilegios, en perfecta igualdad,
que debemos velar por mantener el amor entre nosotros
y garantizarnos unos a otros fidelidad y leal amistad.
Nos ha insistido una y otra vez
en que no podemos olvidarnos de los más pequeños,
de los que primero hemos empobrecido y después hemos apartado y marginado.
Nos ha descubierto que dar y repartir enriquece,
que nuestra mayor satisfacción personal la encontraremos en el amor generoso,
en sabernos útiles a los demás, en liberarles de sus angustias y problemas.
Nos ha dejado su palabra, pero además ha plasmado el mensaje en su vida,
para que lo entendamos bien y no tengamos dudas.
Jesús comprometió su vida al servicio de todos
y su mayor preocupación fue atender a sus prójimos más necesitados.
Le costó la vida muriendo en una cruz de esclavos.
Padre de Jesús y Padre nuestro, tratamos ahora de recordar su total entrega,
partiendo y repartiendo este pan y brindando con este vino.
El mismo Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
te dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».
Te damos gracias, Dios santo,
por el misterio de la vida, muerte y resurrección de tu hijo Jesús.
Su atractivo y liderazgo nos ha reunido en torno a Ti
Por él hemos conocido que eres puro amor, pura bondad y generosidad,
en él te has revelado a nuestros ojos como Padre
y nos hemos sentido verdaderos hermanos.
Pero nos has hecho depender unos de otros, y como en toda buena familia,
los que se ven mayores han de cuidar de sus hermanos más pequeños,
y los que más bienes tienen, deben repartirlos con los que menos dones poseen.
Sabemos que no haces milagros, que los milagros los debemos hacer nosotros,
porque has delegado en nosotros la responsabilidad de gobernar este mundo.
Necesitamos tu Espíritu, tu inspiración, tu fuerza,
porque somos débiles y tendemos a ser irremediablemente egoístas.
Pero seríamos injustos si no reconociéramos los esfuerzos de tanta buena gente
que, a lo largo de la historia y repartidos por toda la tierra,
han entregado lo mejor de sí mismos en servicio a los demás.
Gracias, Padre, por su testimonio. Gracias también, Señor, por lo poco o mucho
que hemos sido capaces de hacer nosotros mismos en favor de los demás.
Te ofrecemos el amor desinteresado con que nos hemos regalado unos a otros,
y sobre todo el amor que nos ha tenido a todos Jesús,
el hijo en quien siempre te has complacido.
Por él y con él, a Ti, Padre, honor y gloria.
AMÉN.
PRINCIPIO
Venimos, Padre, a tu mesa porque estamos hambrientos, manchados,
necesitados de tu presencia, de tu palabra, de tu pan.
Gracias porque nos recibes, nos invitas, nos comprendes.
Gracias, Padre,
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
OFRENDA
Ponemos en tu mesa, Padre, nuestro pan y nuestro vino,
nuestro trabajo, nuestro esfuerzo, nuestro dolor, toda nuestra vida.
Queremos expresar así nuestro deseo de que sea como la de Jesús,
una completa entrega a tu Reino.
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
DESPEDIDA
Gracias, Padre por tu Palabra, por tu pan.
Gracias porque nunca olvidas a tus hijos.
Gracias porque la vida es un continuo regalo tuyo.
Y gracias por el mejor de tus regalos,
por Jesús, tu Hijo, nuestro Señor.
CÁNTICO DE MARÍA
Hoy es un buen día para recordar a la madre de Jesús,
y para hacer presente el mensaje de Lucas en su cántico: una iglesia
en la que no reina el poder ni el dinero ni la acepción de personas.
Proclama mi alma la grandeza del Señor
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador
porque ha mirado la pequeñez de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones
porque el poderoso ha hecho en mí grandes obras.
Su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo
dispersa a los soberbios de corazón
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel su siervo
acordándose de su misericordia
como lo había prometido a nuestros padres
en favor de Abraham y su linaje para siempre.
Creemos, Señor y Dios nuestro que estás en nuestro interior,
que nos sostienes y nos das la vida.
Por eso queremos dirigirte esta plegaria y darte gracias de todo corazón.
Es justo que todos juntos te demos gracias, Padre santo,
porque nos has hecho una gran familia de hermanos,
en la que nadie se puede considerar ni más fuerte ni más hijo tuyo.
Todos somos iguales ante Ti, hombres y mujeres, cultos y analfabetos,
blancos y negros, grandes y pequeños, ricos y pobres.
Solamente quieres de nosotros que nos respetemos y nos queramos,
que nos llevemos bien y cuidemos unos de otros.
Porque por más que nos cueste creerlo, sabemos Señor que nada te importan
nuestras creencias y dogmas, ni nuestro mejor incienso.
Desde el fondo de nuestro corazón agradecido te bendecimos, Padre,
y unidos a todos tus hijos, sintiéndonos hermanos,
entonamos a tu mayor gloria este himno de alabanza.
Santo, santo…
Dios y Señor de todos,
te agradecemos la presencia en esta tierra de tu hijo Jesús.
Nos ha enseñado cómo debemos vivir, sin privilegios, en perfecta igualdad,
que debemos velar por mantener el amor entre nosotros
y garantizarnos unos a otros fidelidad y leal amistad.
Nos ha insistido una y otra vez
en que no podemos olvidarnos de los más pequeños,
de los que primero hemos empobrecido y después hemos apartado y marginado.
Nos ha descubierto que dar y repartir enriquece,
que nuestra mayor satisfacción personal la encontraremos en el amor generoso,
en sabernos útiles a los demás, en liberarles de sus angustias y problemas.
Nos ha dejado su palabra, pero además ha plasmado el mensaje en su vida,
para que lo entendamos bien y no tengamos dudas.
Jesús comprometió su vida al servicio de todos
y su mayor preocupación fue atender a sus prójimos más necesitados.
Le costó la vida muriendo en una cruz de esclavos.
Padre de Jesús y Padre nuestro, tratamos ahora de recordar su total entrega,
partiendo y repartiendo este pan y brindando con este vino.
El mismo Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
te dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».
Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».
Te damos gracias, Dios santo,
por el misterio de la vida, muerte y resurrección de tu hijo Jesús.
Su atractivo y liderazgo nos ha reunido en torno a Ti
Por él hemos conocido que eres puro amor, pura bondad y generosidad,
en él te has revelado a nuestros ojos como Padre
y nos hemos sentido verdaderos hermanos.
Pero nos has hecho depender unos de otros, y como en toda buena familia,
los que se ven mayores han de cuidar de sus hermanos más pequeños,
y los que más bienes tienen, deben repartirlos con los que menos dones poseen.
Sabemos que no haces milagros, que los milagros los debemos hacer nosotros,
porque has delegado en nosotros la responsabilidad de gobernar este mundo.
Necesitamos tu Espíritu, tu inspiración, tu fuerza,
porque somos débiles y tendemos a ser irremediablemente egoístas.
Pero seríamos injustos si no reconociéramos los esfuerzos de tanta buena gente
que, a lo largo de la historia y repartidos por toda la tierra,
han entregado lo mejor de sí mismos en servicio a los demás.
Gracias, Padre, por su testimonio. Gracias también, Señor, por lo poco o mucho
que hemos sido capaces de hacer nosotros mismos en favor de los demás.
Te ofrecemos el amor desinteresado con que nos hemos regalado unos a otros,
y sobre todo el amor que nos ha tenido a todos Jesús,
el hijo en quien siempre te has complacido.
Por él y con él, a Ti, Padre, honor y gloria.
AMÉN.
Rafael Calvo Beca
PRINCIPIO
Venimos, Padre, a tu mesa porque estamos hambrientos, manchados,
necesitados de tu presencia, de tu palabra, de tu pan.
Gracias porque nos recibes, nos invitas, nos comprendes.
Gracias, Padre,
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
OFRENDA
Ponemos en tu mesa, Padre, nuestro pan y nuestro vino,
nuestro trabajo, nuestro esfuerzo, nuestro dolor, toda nuestra vida.
Queremos expresar así nuestro deseo de que sea como la de Jesús,
una completa entrega a tu Reino.
Por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.
DESPEDIDA
Gracias, Padre por tu Palabra, por tu pan.
Gracias porque nunca olvidas a tus hijos.
Gracias porque la vida es un continuo regalo tuyo.
Y gracias por el mejor de tus regalos,
por Jesús, tu Hijo, nuestro Señor.
CÁNTICO DE MARÍA
Hoy es un buen día para recordar a la madre de Jesús,
y para hacer presente el mensaje de Lucas en su cántico: una iglesia
en la que no reina el poder ni el dinero ni la acepción de personas.
Proclama mi alma la grandeza del Señor
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador
porque ha mirado la pequeñez de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones
porque el poderoso ha hecho en mí grandes obras.
Su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo
dispersa a los soberbios de corazón
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel su siervo
acordándose de su misericordia
como lo había prometido a nuestros padres
en favor de Abraham y su linaje para siempre.
José Enrique Galarreta
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