Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 4, 31-37
Jesús bajó a Cafamaúm, ciudad de Galilea, y enseñaba los sábados. Y todos estaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad.
En la sinagoga había un hombre que estaba poseído por el espíritu de un demonio impuro; y comenzó a gritar con fuerza: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios».
Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre». El demonio salió de él, arrojándolo al suelo en medio de todos, sin hacerle ningún daño. El temor se apoderó de todos, y se decían unos a otros: «¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!»
Y su fama se extendía por todas partes en aquella región.
La Palabra del Señor es “luz para nuestro caminar”, enseña el Salmo 119,105, nos abre horizontes, nos permite saborear la presencia viva de Dios en nuestra vida, nos ayuda a tomar conciencia del gran valor de nuestra propia vida, forma en nosotros el rostro vivo de Jesús. Además, la sensibilidad a la Palabra de Dios nos educa para la docilidad al Espíritu Santo. La escucha responsable de la Palabra de Dios pone a punto nuestra capacidad y prontitud para acoger la consolación del Espíritu con libertad de corazón.
El objetivo último de todo este ejercicio continuo de escucha de la Palabra del Maestro es lo lograr lo que muy bien señalaba san Juan Eudes: “Que el haga de nuestro ser un Evangelio vivo y un libro vivo, escrito por dentro y por fuera, en el cual la vida de Jesús esté perfectamente impresa” (OC III, 54).
La misión de Jesús en Cafarnaúm
Continuando con nuestra lectura de Lucas, hoy pasamos con Jesús de Nazareth a Cafarnaúm. En Nazareth vimos el discurso inaugural, ahora en Cafarnaúm vemos sus primeras obras de poder.
El ministerio de Jesús en Cafarnaúm comienza como el de Nazareth: enseñando en la sinagoga. Allí su enseñanza causa asombro porque “su Palabra tenía autoridad” (4,32). El poder de la Palabra está ligado a lo dicho en 4,18: “El Espíritu del Señor está sobre mí”; al inspirar la predicación de Jesús, el Espíritu Santo le da efecto de salvación. Las escenas que siguen muestran ejemplos concretos: el exorcismo de un hombre en la sinagoga (4,33-37), la curación de la suegra de Pedro (4,38-39) y muchas otras curaciones que se realizan el mismo día al atardecer (4,40-41).
Detengámonos en algunos puntos destacados del pasaje (tendremos en cuenta también el resto del capítulo):
(1) Jesús libera venciendo el demonio
El demonio dice “has venido a destruirnos” (4,34).
La escena parece representar un combate entre Jesús y el demonio. Jesús ejerce su poder sobre todo lo que oprime el hombre para liberarlo. En las tres escenas en que Jesús ejerce su poder podemos notar que se presenta la derrota del adversario de Jesús simbolizado en el demonio. En 4,34 y 4,41 los demonios gritan y se espantan porque saben quién es Jesús. En 4,38 Lucas ha descrito la situación de la suegra de Pedro con un término importante: “estaba oprimida por una gran fiebre”. Esto nos recuerda la historia de otra mujer de quien la enfermedad es calificada como una “ligadura de satanás” (13,16) y la curación como una “liberación” (14,12).
(2) Jesús libera venciendo la enfermedad
Los enfermos y endemoniados representan al hombre que sufre.
Las actitudes de Jesús con ellos permiten captar una particularidad que será tema importante en el Evangelio: la misericordia.
Notemos los pequeños detalles que son propios de Lucas, éstos a veces pasan desapercibidos pero reflejan mucho de lo que es el corazón de Jesús:
(a) La delicadeza: no maltratar (4,35)
(b) El inclinarse hasta la persona (4,39).
(c) El contacto: “les imponía las manos” (4,40)
(d) El respeto por el individuo “uno por uno” (4,40)
Cada una de estas actitudes se repite frecuentemente en el Evangelio y se proponen como modelo en las grandes parábolas: en la parábola del buen samaritano (10,29-37), las tres parábolas de la misericordia (todo el capítulo 15) y aún en forma negativa en la historia del “rico epulón” que no vio la miseria del que estaba a su puerta (16,19-30).
Los discípulos de Jesús serán educados de manera especial en este comportamiento: “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (22,27).
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿De dónde proviene el poder de la Palabra de Jesús?
2. ¿Cómo entender hoy la lucha y la victoria contra el demonio?
3. ¿Cuáles son las características de la misericordia de Jesús? ¿Las estoy viviendo? ¿En qué debería trabajarme más?
La Palabra de Dios hace cantar el corazón:
Acción de gracias al final de la Lectio Divina
“Es bello cantar al Señor,
Es el más grande bien nos ha sido dado,
Cantar a tu nombre, oh altísimo.
Tú nos has considerado dignos de celebrar tu bondad.
Tú has creado el universo, Señor, por medio de una simple palabra,
Pero el hombre es la obra de tus propias manos.
De esto yo me glorío:
Yo soy la cítara, dotada de palabra y de razón,
Para cantar la alabanza y el reconocimiento
Del universo creado por tu bondad.
Grandes son tus obras, Señor,
La más grande soy yo quien las descubre.
También yo quiero con todos mis sentidos cantarte
Y celebrar tu majestad.
Tú me llenas de alegría por tus obras, Señor,
Yo canto con alegría lo que tus manos han hecho”.
(Oración inspirada en el Salmo 92. Su autor es el monje Isaac de Antioquia, del siglo V dC)
En la sinagoga había un hombre que estaba poseído por el espíritu de un demonio impuro; y comenzó a gritar con fuerza: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios».
Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre». El demonio salió de él, arrojándolo al suelo en medio de todos, sin hacerle ningún daño. El temor se apoderó de todos, y se decían unos a otros: «¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!»
Y su fama se extendía por todas partes en aquella región.
Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL
En Cafarnaúm:
La revelación del poder de la misericordia de Jesús
“Su palabra tenía autoridad”
Por CELAM - CEBIPAL
En Cafarnaúm:
La revelación del poder de la misericordia de Jesús
“Su palabra tenía autoridad”
La Palabra del Señor es “luz para nuestro caminar”, enseña el Salmo 119,105, nos abre horizontes, nos permite saborear la presencia viva de Dios en nuestra vida, nos ayuda a tomar conciencia del gran valor de nuestra propia vida, forma en nosotros el rostro vivo de Jesús. Además, la sensibilidad a la Palabra de Dios nos educa para la docilidad al Espíritu Santo. La escucha responsable de la Palabra de Dios pone a punto nuestra capacidad y prontitud para acoger la consolación del Espíritu con libertad de corazón.
El objetivo último de todo este ejercicio continuo de escucha de la Palabra del Maestro es lo lograr lo que muy bien señalaba san Juan Eudes: “Que el haga de nuestro ser un Evangelio vivo y un libro vivo, escrito por dentro y por fuera, en el cual la vida de Jesús esté perfectamente impresa” (OC III, 54).
La misión de Jesús en Cafarnaúm
Continuando con nuestra lectura de Lucas, hoy pasamos con Jesús de Nazareth a Cafarnaúm. En Nazareth vimos el discurso inaugural, ahora en Cafarnaúm vemos sus primeras obras de poder.
El ministerio de Jesús en Cafarnaúm comienza como el de Nazareth: enseñando en la sinagoga. Allí su enseñanza causa asombro porque “su Palabra tenía autoridad” (4,32). El poder de la Palabra está ligado a lo dicho en 4,18: “El Espíritu del Señor está sobre mí”; al inspirar la predicación de Jesús, el Espíritu Santo le da efecto de salvación. Las escenas que siguen muestran ejemplos concretos: el exorcismo de un hombre en la sinagoga (4,33-37), la curación de la suegra de Pedro (4,38-39) y muchas otras curaciones que se realizan el mismo día al atardecer (4,40-41).
Detengámonos en algunos puntos destacados del pasaje (tendremos en cuenta también el resto del capítulo):
(1) Jesús libera venciendo el demonio
El demonio dice “has venido a destruirnos” (4,34).
La escena parece representar un combate entre Jesús y el demonio. Jesús ejerce su poder sobre todo lo que oprime el hombre para liberarlo. En las tres escenas en que Jesús ejerce su poder podemos notar que se presenta la derrota del adversario de Jesús simbolizado en el demonio. En 4,34 y 4,41 los demonios gritan y se espantan porque saben quién es Jesús. En 4,38 Lucas ha descrito la situación de la suegra de Pedro con un término importante: “estaba oprimida por una gran fiebre”. Esto nos recuerda la historia de otra mujer de quien la enfermedad es calificada como una “ligadura de satanás” (13,16) y la curación como una “liberación” (14,12).
(2) Jesús libera venciendo la enfermedad
Los enfermos y endemoniados representan al hombre que sufre.
Las actitudes de Jesús con ellos permiten captar una particularidad que será tema importante en el Evangelio: la misericordia.
Notemos los pequeños detalles que son propios de Lucas, éstos a veces pasan desapercibidos pero reflejan mucho de lo que es el corazón de Jesús:
(a) La delicadeza: no maltratar (4,35)
(b) El inclinarse hasta la persona (4,39).
(c) El contacto: “les imponía las manos” (4,40)
(d) El respeto por el individuo “uno por uno” (4,40)
Cada una de estas actitudes se repite frecuentemente en el Evangelio y se proponen como modelo en las grandes parábolas: en la parábola del buen samaritano (10,29-37), las tres parábolas de la misericordia (todo el capítulo 15) y aún en forma negativa en la historia del “rico epulón” que no vio la miseria del que estaba a su puerta (16,19-30).
Los discípulos de Jesús serán educados de manera especial en este comportamiento: “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (22,27).
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿De dónde proviene el poder de la Palabra de Jesús?
2. ¿Cómo entender hoy la lucha y la victoria contra el demonio?
3. ¿Cuáles son las características de la misericordia de Jesús? ¿Las estoy viviendo? ¿En qué debería trabajarme más?
La Palabra de Dios hace cantar el corazón:
Acción de gracias al final de la Lectio Divina
“Es bello cantar al Señor,
Es el más grande bien nos ha sido dado,
Cantar a tu nombre, oh altísimo.
Tú nos has considerado dignos de celebrar tu bondad.
Tú has creado el universo, Señor, por medio de una simple palabra,
Pero el hombre es la obra de tus propias manos.
De esto yo me glorío:
Yo soy la cítara, dotada de palabra y de razón,
Para cantar la alabanza y el reconocimiento
Del universo creado por tu bondad.
Grandes son tus obras, Señor,
La más grande soy yo quien las descubre.
También yo quiero con todos mis sentidos cantarte
Y celebrar tu majestad.
Tú me llenas de alegría por tus obras, Señor,
Yo canto con alegría lo que tus manos han hecho”.
(Oración inspirada en el Salmo 92. Su autor es el monje Isaac de Antioquia, del siglo V dC)
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