Por Jairo del Agua*
¿Estáis casados? ¿Seguro? ¡Ah, ya entiendo! Os dijisteis palabras bonitas ante una autoridad civil o religiosa, formalizasteis vuestra convivencia socialmente, seguro que hasta compartisteis tarta de pisos… Pero todo eso no es más que la bandera que se pone al “cubrir aguas” en una casa o, si queréis, la inscripción en el registro de la propiedad. Cuando lo realmente importante es: ¿Existe la construcción? ¿De qué materiales está hecha?
Por desgracia la sociedad y la religión han dado más importancia a la “inscripción” que a la “construcción” del matrimonio, a lo formal que a lo real. Se ha buscado la formal seguridad jurídica del matrimonio más que la “unión real” de la pareja (triste espejismo porque sin unidad no habrá seguridad, como la realidad nos está demostrando). Por eso hay -en mi opinión- un porcentaje enorme de matrimonios nulos, de apariencia social de matrimonio, de banderas sin construcción alguna debajo. Casarse es un paso fundamental para la vida del individuo, de la pareja, de los futuros hijos y de la sociedad. Sin embargo, es más fácil casarse que obtener el permiso de conducir. De ahí la enorme y dramática cantidad de accidentes: un divorcio cada cuatro minutos en España, por ejemplo.
Esta realidad me ha empujado a describir brevemente los sillares del matrimonio, las piedras que nunca pueden faltar en su construcción, ésas que después habrá que conservar con tesón y cuidado para que no les entre el mal de la piedra.
Empezaré diciendo que existen auténticos matrimonios sin formalizar ya que el matrimonio es una institución de derecho natural (no recuerdo haber leído cuándo y dónde se casaron Adán y Eva o sus descendientes). También existen matrimonios muy bien formalizados y registrados que son una verdadera ruina, puro escombro, que no puede dar cobijo ni a la pareja, ni a los hijos; no hay matrimonio más que en los papeles. Felizmente también hay matrimonios formalizados sobre una sólida edificación, permanentemente cuidada y asistida por un magnífico mantenimiento.
Si tienes vocación matrimonial, esta guía que hoy comienzo quiere proporcionarte los pedruscos básicos para construir un matrimonio humano, sólo eso. Las ventanas y las puertas, la pintura, los muebles y las cortinas, con todo lo demás, lo dejo a tu imaginación creativa. Pero te aseguro que sin estas grandes piedras no podrás construir con solidez tu hogar. Podrás atar a tu pareja con contratos, papeles, formalidades, ritos y condenas religiosas. Pero, sin una sólida construcción, todas las formalidades, banderas y celebraciones con que quieras vestir tu matrimonio no conseguirán resistir la realidad de la vida.
Es un tema que me duele especialmente y ante el que no puedo quedar callado. En mi actividad de “asesoramiento de parejas” he sufrido, llorado y, a veces, gozado con confidencias y filigranas de vida. En ocasiones, me he despedido de ella, de él o de ambos, con mi propio corazón sangrando. ¿Cómo podemos los humanos ser tan cortos de inteligencia y sentido común? ¿Cómo estudiamos los manuales del móvil, del ordenador o del coche y dejamos a la improvisación o al instinto la fundación de una familia?
Con estas líneas pretendo ayudar a ver lo esencial, el esqueleto del matrimonio. Sé que hay muchos libros de gente mucho más sabia que yo. Pero, fiel a mi estilo de aguador, ofreceré unos sorbos de agua limpia -sólo eso- a los que hasta aquí se llegaren. No quiero caer en explicaciones prolijas, ni complejas teorías. ¡Vayamos al grano, concreto y comestible, del matrimonio humano! Éste es el esencial, el terreno donde sembrar después el matrimonio religioso. Más adelante intentaré compartir lo que para mí significa y aporta este último. Ya adelanto que, sin el primero, el religioso no germinará por falta de tierra.
1. ¿Qué es un matrimonio?
Antes de nada el matrimonio es UN GRUPO, un grupo de dos personas, de un hombre y una mujer. Parece una respuesta muy simple pero tiene muchas consecuencias. De esa realidad se derivan parte de los elementos esenciales del matrimonio y sus problemas.
Más tarde, cuando llegan los hijos, ese grupo se amplia y crecen los problemas. Sin el sólido “grupo-pareja” bien constituido y bien asentado en sus elementos esenciales, la familia tenderá a desmoronarse y, por desgracia, en muchos casos se hundirá.
2. ¿Cuál es el cimiento de un grupo?
EL RESPETO
¿Qué respuesta tan simple, verdad? Sin embargo es la base de cualquier grupo humano (pareja, familia, trabajo, vecinos, ciudad, nación, etc.) Sin ese requisito el grupo se autodestruye.
Sólo como ejemplo, para darnos cuenta de la importancia de ese elemento, os diré que casi todas las leyes nacionales e internacionales pretenden -básicamente- exigir respeto. Diré más, casi todas las llamadas “leyes divinas” tienen como única finalidad preservar el respeto entre los seres humanos.
Cuando en una pareja comienza a hacer agua el respeto mutuo, ha empezado su autodestrucción. Por eso conviene estar muy atentos a este elemento básico pero muy frágil. Hay muchas formas de hundir el respeto en una pareja:
No respeto de palabra (palabras despectivas, tonos de voz, silencios, etc.).
No respeto de obra (actos, gestos, actitudes, unión sexual forzada, negada, distanciada, indiferente o interesada, etc.).
No respeto por omisión (omisión de saludos, de detalles, de cortesía, de manifestaciones de amor, de unión sexual, de diálogo, ignorar al otro, etc.).
Y cito sólo ejemplos del “respeto fino” porque me abochorna hablar del “respeto grueso” cuyos navajazos -violencia e infidelidad- son impropios de cualquier ser humano civilizado.
Continuará…
* Jairo del Agua es laico y padre de familia.
Por desgracia la sociedad y la religión han dado más importancia a la “inscripción” que a la “construcción” del matrimonio, a lo formal que a lo real. Se ha buscado la formal seguridad jurídica del matrimonio más que la “unión real” de la pareja (triste espejismo porque sin unidad no habrá seguridad, como la realidad nos está demostrando). Por eso hay -en mi opinión- un porcentaje enorme de matrimonios nulos, de apariencia social de matrimonio, de banderas sin construcción alguna debajo. Casarse es un paso fundamental para la vida del individuo, de la pareja, de los futuros hijos y de la sociedad. Sin embargo, es más fácil casarse que obtener el permiso de conducir. De ahí la enorme y dramática cantidad de accidentes: un divorcio cada cuatro minutos en España, por ejemplo.
Esta realidad me ha empujado a describir brevemente los sillares del matrimonio, las piedras que nunca pueden faltar en su construcción, ésas que después habrá que conservar con tesón y cuidado para que no les entre el mal de la piedra.
Empezaré diciendo que existen auténticos matrimonios sin formalizar ya que el matrimonio es una institución de derecho natural (no recuerdo haber leído cuándo y dónde se casaron Adán y Eva o sus descendientes). También existen matrimonios muy bien formalizados y registrados que son una verdadera ruina, puro escombro, que no puede dar cobijo ni a la pareja, ni a los hijos; no hay matrimonio más que en los papeles. Felizmente también hay matrimonios formalizados sobre una sólida edificación, permanentemente cuidada y asistida por un magnífico mantenimiento.
Si tienes vocación matrimonial, esta guía que hoy comienzo quiere proporcionarte los pedruscos básicos para construir un matrimonio humano, sólo eso. Las ventanas y las puertas, la pintura, los muebles y las cortinas, con todo lo demás, lo dejo a tu imaginación creativa. Pero te aseguro que sin estas grandes piedras no podrás construir con solidez tu hogar. Podrás atar a tu pareja con contratos, papeles, formalidades, ritos y condenas religiosas. Pero, sin una sólida construcción, todas las formalidades, banderas y celebraciones con que quieras vestir tu matrimonio no conseguirán resistir la realidad de la vida.
Es un tema que me duele especialmente y ante el que no puedo quedar callado. En mi actividad de “asesoramiento de parejas” he sufrido, llorado y, a veces, gozado con confidencias y filigranas de vida. En ocasiones, me he despedido de ella, de él o de ambos, con mi propio corazón sangrando. ¿Cómo podemos los humanos ser tan cortos de inteligencia y sentido común? ¿Cómo estudiamos los manuales del móvil, del ordenador o del coche y dejamos a la improvisación o al instinto la fundación de una familia?
Con estas líneas pretendo ayudar a ver lo esencial, el esqueleto del matrimonio. Sé que hay muchos libros de gente mucho más sabia que yo. Pero, fiel a mi estilo de aguador, ofreceré unos sorbos de agua limpia -sólo eso- a los que hasta aquí se llegaren. No quiero caer en explicaciones prolijas, ni complejas teorías. ¡Vayamos al grano, concreto y comestible, del matrimonio humano! Éste es el esencial, el terreno donde sembrar después el matrimonio religioso. Más adelante intentaré compartir lo que para mí significa y aporta este último. Ya adelanto que, sin el primero, el religioso no germinará por falta de tierra.
1. ¿Qué es un matrimonio?
Antes de nada el matrimonio es UN GRUPO, un grupo de dos personas, de un hombre y una mujer. Parece una respuesta muy simple pero tiene muchas consecuencias. De esa realidad se derivan parte de los elementos esenciales del matrimonio y sus problemas.
Más tarde, cuando llegan los hijos, ese grupo se amplia y crecen los problemas. Sin el sólido “grupo-pareja” bien constituido y bien asentado en sus elementos esenciales, la familia tenderá a desmoronarse y, por desgracia, en muchos casos se hundirá.
2. ¿Cuál es el cimiento de un grupo?
EL RESPETO
¿Qué respuesta tan simple, verdad? Sin embargo es la base de cualquier grupo humano (pareja, familia, trabajo, vecinos, ciudad, nación, etc.) Sin ese requisito el grupo se autodestruye.
Sólo como ejemplo, para darnos cuenta de la importancia de ese elemento, os diré que casi todas las leyes nacionales e internacionales pretenden -básicamente- exigir respeto. Diré más, casi todas las llamadas “leyes divinas” tienen como única finalidad preservar el respeto entre los seres humanos.
Cuando en una pareja comienza a hacer agua el respeto mutuo, ha empezado su autodestrucción. Por eso conviene estar muy atentos a este elemento básico pero muy frágil. Hay muchas formas de hundir el respeto en una pareja:
No respeto de palabra (palabras despectivas, tonos de voz, silencios, etc.).
No respeto de obra (actos, gestos, actitudes, unión sexual forzada, negada, distanciada, indiferente o interesada, etc.).
No respeto por omisión (omisión de saludos, de detalles, de cortesía, de manifestaciones de amor, de unión sexual, de diálogo, ignorar al otro, etc.).
Y cito sólo ejemplos del “respeto fino” porque me abochorna hablar del “respeto grueso” cuyos navajazos -violencia e infidelidad- son impropios de cualquier ser humano civilizado.
Continuará…
* Jairo del Agua es laico y padre de familia.
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