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domingo, 22 de agosto de 2010

XXI Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 13, 22-30) - Ciclo C: ¿SON POCOS LOS QUE SE SALVAN?



DIFICIL ESTA LA SALVACION

¿Está realmente difícil? Si tenemos en cuenta que ser seguidor de Jesús y estar salvado son una misma cosa y si son cristianos todos los que lo dicen que lo son... no parece que sea demasiado difícil. ¿No estaremos engañados -y engañando- acerca de lo que es ser cristiano?

¿SON POCOS LOS QUE SE SALVAN?

Camino de la ciudad de Jerusalén, enseñaba en los pueblos y aldeas que iba atravesando. Uno le preguntó:

-Señor, ¿son pocos los que se salvan?

Por culpa de equivocadas respuestas a esta pregunta, mu chos creyentes han vivido angustiados en los últimos dos mil años, y esa angustia les ha impedido gozar de la alegría de la salvación: el miedo al castigo eterno, la imagen de un Dios justiciero y vengativo, les ha impedido gozar de la dicha de saber que Dios es un Padre bueno que no es capaz más que de hacer el bien a sus hijos.

La salvación, como el reino de Dios, no es una realidad perteneciente a la otra vida, al más allá, y que, por consiguien te, sólo se puede alcanzar después de la muerte; la salvación del hombre consiste en participar de la vida de Dios, por lo que, desde el momento en que un individuo acepta la fe en Jesús y se incorpora a la comunidad cristiana, desde el momen to en que recibe el Espíritu de Dios y puede llamar a Dios «Padre», desde ese mismo momento puede decir que ya está salvado; así, Lucas, en la parábola del sembrador, hace coin cidir el momento de llegar la fe y el de alcanzar la salvación

-«Los de junto al camino son los que escuchan, pero luego llega el diablo y les quita el mensaje del corazón para que no crean y se salven» (8, 12)-, como en su segundo libro, los Hechos de los Apóstoles, en el que, refiriéndose a los nuevos miembros de la comunidad, dice: «El señor les iba agregando a los que día tras día se iban salvando» y la carta a los Efesios se expresa así: «Estáis salvados por pura genero sidad» (Ef 2,5.8; véase también 1 Cor 1,18; 2 Cor 2,15, y en especial, Lc 19,9).

Por supuesto que salvación se refiere también a la vida después de la muerte; pero no es algo que tengamos que conseguir, puesto que ya lo tenemos; Dios ya nos lo ha dado, y El no se va a volver atrás; si nosotros no nos suicidamos, la vida que hemos recibido de nuestro Padre Dios nadie nos la va a quitar; poca cosa es la muerte de un cuerpo para conse guir acabar con la vida de Dios.



UNA PUERTA ESTRECHA

Forcejead para abriros paso por la puerta estrecha, porque os digo que muchos van a intentar entrar y no podrán. Una vez que el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, por mucho que llaméis a la puerta... Entonces os pondréis a decirle: «Si hemos comido contigo... y tú has enseñado en nuestras plazas»; pero él os responderá: «¡Lejos de mí todos los que prac ticáis la injusticia!»



El proyecto de Jesús, construir un mundo de hermanos, es una empresa capaz de entusiasmar a cualquiera; pero el entusiasmo, por sí solo, no basta; por otro lado, no hay ya ningún tipo de pase de favor; lo hubo en una etapa de la historia de la salvación, en la que el pueblo de Israel fue elegido para dar comienzo a la historia de la liberación de toda la humanidad. Durante esa etapa los israelitas, aunque esperaban que el Señor hiciera notar de manera más clara que ejercía su reinado (1s2,1-4; 24,23; 33,22; Sal 44,5.8), eran su propiedad particular entre todos los pueblos (Ex 19,5; Dt 29,12); sólo tenían que nacer para formar parte del pueblo de Dios; pero, declara Jesús, esa etapa era provisional y está ya terminada, y a partir de ahora lo que franqueará el paso por la estrecha puerta que da a la salvación será el esfuerzo, el compromiso personal -por esa puerta sólo se puede pasar de uno en uno con la apasionante pero dura y conflictiva tarea (véase comentario anterior) de convertir este mundo en un mundo de hermanos. La estrechez de la puerta no es un filtro para que sólo pasen algunos privilegiados, sino el símbo lo de las dificultades, que en las circunstancias presentes ten drá que superar cada uno de los que decidan dar la espalda al mundo este y esforzarse para que pueda nacer un mundo nuevo.



SON POCOS, PERO PUEDEN SER TODOS

Y también de oriente y de occidente, del norte y del sur, habrá quienes vengan a sentarse en el banquete del reino de Dios. Y así hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos.



Esa puerta, aunque sea estrecha, no cerrará el paso a nadie que sinceramente quiera atravesarla; al contrario: la puerta de la salvación se abre ahora a los cuatro puntos cardinales, a toda la humanidad, y los israelitas podrán gozar de ella si, personalmente, deciden incorporarse también a esta tarea. Pero, a partir de ahora, en las mismas condiciones que cual quier otro: Dios ofrece su vida, su salvación, a todo el que quiera aceptarla, a todo el que esté dispuesto a esforzarse para conquistarla él y para toda la humanidad. Dios quiere ser Padre de todos los que estén dispuestos a luchar para que, cueste lo que cueste, todos podamos vivir como herma nos.

Reflexionemos un momento sobre nuestra situación pre sente: ¿es realmente estrecha la puerta de acceso a la comu nidad cristiana? ¿No somos cristianos simplemente porque nuestros padres lo son, porque nuestra sociedad, de nombre al menos, es mayoritariamente cristiana? ¿No será que esta mos desvirtuando la salvación que Dios nos ofrece? ¿No estaremos renunciando a esa salvación al retrasaría hasta des pués de la otra vida? ¿No estaremos reduciendo el ser hijos de Dios a un papel oficial, a la inscripción de nuestro nombre en un registro?

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