“Lo amable de la humanidad que Dios ha tomado consigo mismo en amor, después de todo, ha de verse en la humanidad de nuestros amigos, nuestros hijos, nuestros hermanos, la gente que amamos y que nos ama. Ahora que Dios se ha encarnado, ¿por qué nos empeñamos tanto, todo el tiempo, en desencarnarle otra vez, en destejer la vestidura de carne y reducirle de nuevo a espíritu? Como si el Cuerpo del Señor no se hubiera hecho “Espíritu dador de Vida”.
Se puede ver la belleza de Cristo en cada persona individual, en lo que es más suyo, más humano, más personal en él, en cosas de que un asceta aconsejaría severamente prescindir. Pero esos apegos, también son importantes para nuestra vida en Cristo, y he observado que los novicios que tratan de desprenderse con demasiada severidad de sus parientes y amigos, y de las demás personas en general, a menudo carecen de una importantísima dimensión espiritual en sus vidas, y con frecuencia fallan en absoluto como monjes. Los que son más “humanos” son mejores monjes, precisamente porque son más humanos y porque no creen, sencillamente, las intimaciones de los que tratan de decirles que deben ser menos humanos”.
Thomas Merton
CONJETURAS DE UN ESPECTADOR CULPABLE, 198.
Thomas Merton
CONJETURAS DE UN ESPECTADOR CULPABLE, 198.
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