Por Jesús Peláez
«Jesús dijo también a sus discípulos: Un hombre rico te nía un administrador, y le fueron con el cuento de que éste derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: -¿Qué es eso que oigo decir de ti? Dame cuenta de su gestión, por que quedas despedido.
El administrador se puso a echar cálculos: ¿ Qué voy a ha cer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, haya quien me reciba en su casa.
Fue llamando uno por uno a los deudores de su amo, y preguntó al primero: -¿Cuánto debes a mi amo? Aquél res pondió: -Cien barriles de aceite. El le dijo: -Aquí está tu recibo: date prisa, siéntate y escribe 'cincuenta'. Luego pre guntó a otro: -Y tú, ¿cuánto le debes? Este contestó:
-Cien fanegas de trigo. Le dijo: -Aquí está tu recibo: escribe 'ochenta'» (Lc 16,lss).
Los administradores no recibían en Palestina un sueldo por su gestión. Vivían de la comisión que cobraban poniendo intereses desorbitados, por lo general, a los bienes que administraban. El peligro y la tentación de enriquecerse era gran de. De esto parece ser que acusan al administrador de la pa rábola y ésta es la razón por la que su amo lo despide. Su actuación debe entenderse así: el que debía cien barriles de aceite había recibido prestados cincuenta nada más,. los otros cincuenta eran la comisión que percibía el administrador y a la que éste renunció con tal de ganarse amigos para el futuro. Renunciando a su comisión, el administrador no lesionaba en nada los intereses de su amo.
«El amo felicitó a aquel administrador de lo injusto por la sagacidad con que había procedido.» Y tras la parábola Je sús añadió: «Ahora os digo yo: -Ganaos amigos dejando el injusto dinero; así, cuando esto se acabe, os recibirán en las moradas eternas.
'Injusto dinero', porque el dinero acumulado o procede o lleva a la injusticia. Por eso Jesús recomienda a sus segui dores renunciar al injusto dinero.
Alguien pensará que esta explicación de la parábola es un tanto rebuscada, que hay un dinero que es justo y otro que es injusto. Pero basta con seguir leyendo para convencerse de que no es así: «Ningún criado -dice Jesús- puede estar al servicio de dos amos; porque o aborrecerá a uno y querrá al otro o bien se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero.»
Así de tajante. Así de radical. Así de exigente. Así de cla ro. Problema aparte seria analizar por qué, siendo el evan gelio tan claro, la Iglesia ha llegado adonde está: con un po der económico inmenso, con paquetes de acciones en empresas o en bonos del Estado, con fincas rústicas y urbanas, frecuen temente en el centro de las ciudades; con subvenciones esta tales para cl clero, centros de enseñanza, centros de benefi cencia, en connivencia con el capitalismo. Todo este poder está en manos de la jerarquía de una 'sociedad' cuyo fundamento es el evangelio de Jesús y cuya finalidad es llevar la Buena Noticia a los pobres...
Uno se explica por qué ha perdido la credibilidad del pue blo y cómo tiene que hacer verdaderos juegos malabares para convencernos de que su práctica económica está de acuerdo con el evangelio de Jesús, que es tajante en materia de dinero: o Dios o el capital.
El administrador se puso a echar cálculos: ¿ Qué voy a ha cer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, haya quien me reciba en su casa.
Fue llamando uno por uno a los deudores de su amo, y preguntó al primero: -¿Cuánto debes a mi amo? Aquél res pondió: -Cien barriles de aceite. El le dijo: -Aquí está tu recibo: date prisa, siéntate y escribe 'cincuenta'. Luego pre guntó a otro: -Y tú, ¿cuánto le debes? Este contestó:
-Cien fanegas de trigo. Le dijo: -Aquí está tu recibo: escribe 'ochenta'» (Lc 16,lss).
Los administradores no recibían en Palestina un sueldo por su gestión. Vivían de la comisión que cobraban poniendo intereses desorbitados, por lo general, a los bienes que administraban. El peligro y la tentación de enriquecerse era gran de. De esto parece ser que acusan al administrador de la pa rábola y ésta es la razón por la que su amo lo despide. Su actuación debe entenderse así: el que debía cien barriles de aceite había recibido prestados cincuenta nada más,. los otros cincuenta eran la comisión que percibía el administrador y a la que éste renunció con tal de ganarse amigos para el futuro. Renunciando a su comisión, el administrador no lesionaba en nada los intereses de su amo.
«El amo felicitó a aquel administrador de lo injusto por la sagacidad con que había procedido.» Y tras la parábola Je sús añadió: «Ahora os digo yo: -Ganaos amigos dejando el injusto dinero; así, cuando esto se acabe, os recibirán en las moradas eternas.
'Injusto dinero', porque el dinero acumulado o procede o lleva a la injusticia. Por eso Jesús recomienda a sus segui dores renunciar al injusto dinero.
Alguien pensará que esta explicación de la parábola es un tanto rebuscada, que hay un dinero que es justo y otro que es injusto. Pero basta con seguir leyendo para convencerse de que no es así: «Ningún criado -dice Jesús- puede estar al servicio de dos amos; porque o aborrecerá a uno y querrá al otro o bien se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero.»
Así de tajante. Así de radical. Así de exigente. Así de cla ro. Problema aparte seria analizar por qué, siendo el evan gelio tan claro, la Iglesia ha llegado adonde está: con un po der económico inmenso, con paquetes de acciones en empresas o en bonos del Estado, con fincas rústicas y urbanas, frecuen temente en el centro de las ciudades; con subvenciones esta tales para cl clero, centros de enseñanza, centros de benefi cencia, en connivencia con el capitalismo. Todo este poder está en manos de la jerarquía de una 'sociedad' cuyo fundamento es el evangelio de Jesús y cuya finalidad es llevar la Buena Noticia a los pobres...
Uno se explica por qué ha perdido la credibilidad del pue blo y cómo tiene que hacer verdaderos juegos malabares para convencernos de que su práctica económica está de acuerdo con el evangelio de Jesús, que es tajante en materia de dinero: o Dios o el capital.





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