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viernes, 22 de octubre de 2010

Evangelio Misionero del Dia: 23 de Otubre de 2010 - SEMANA XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 13, 1-9

En cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él respondió:
«¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera».
Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: "Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Entonces córtala, ¿para qué malgastar la tierra?" Pero él respondió: "Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás"».

Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL

No aplazar la conversión
“Si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo”

El pasaje de hoy nos invita a no aplazar la conversión. La invitación del Señor ha resonado, no podemos echarla en saco roto.

Con tres exhortaciones, Jesús nos hace el llamado:
(1) En Lc 13,1-3: A partir del caso de la masacre protagonizada por Pilato, Jesús saca como enseñanza: “Si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo” (12,3).
(2) En 13,4-5: A partir del caso de la tragedia de la torre de Siloé, Jesús dice: “Si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo” (13,5).
(3) En 13,6-9: Con la parábola de la higuera que no produce frutos, Jesús recalca el mismo mensaje anterior y se le coloca un límite a la paciencia con aquél que es renuente a la conversión.

Ayer vimos cómo Jesús nos educaba en la lectura de los “signos de los tiempos” y hoy vemos cómo el mismo lo realiza.

Jesús toma dos acontecimientos de la primera plana de las noticias frescas del país, descubre en ellas la voz de Dios que le advierte a cada uno sobre la inseguridad de su propio destino y, finalmente, con el método de la reflexión parabólica, anuncia la misericordia (y longanimidad) del corazón de Dios, pero también su justicia. Es como si nos dijera: “El hecho que todavía estés aquí es una oportunidad que Dios te está dando. Él te ha tenido paciencia. Pero no abuses de la misericordia de Dios. Llegará un tiempo en que ya no podrás hacer nada”.

1. La masacre obrada por Pilatos (13,1-3)

Aunque la historia no lo confirma con absoluta certeza (pero hay algunos datos), Pilato reprimió a un grupo de terroristas zelotas judíos con un acto de público escarmiento. El procurador romano tenía sus métodos para deshacerse de personas sospechosas de atentar contra su autoridad. Pero Jesús no está, en este caso, haciendo una reflexión sobre si en el acontecimiento hubo alguna injusticia, sino sobre el hecho de que, puesto que ninguno puede decir que es una persona completamente “justa”, todos necesitan arrepentirse.

2. El accidente del edificio de Siloé (13,4-5)

La muerte puede llegar por mano de otras personas –como el caso de Pilato- pero también por un accidente. Este es el caso de una tragedia dolorosa que los de la época no podían olvidar (el lugar todavía puede ser identificado en el valle Cedrón, al pie de la ciudad de David).

Tampoco aquí Jesús está reflexionando sobre “dónde está Dios en las calamidades de la naturaleza”, sino en el hecho de que las calamidades individuales no indican responsabilidades individuales, éstas más bien son “signos”, esto es, avisos del juicio divino que amenaza a una humanidad pecadora.

Hay que corregir la idea simplista según la cual las enfermedades y las calamidades le ocurren a uno como un castigo de Dios por un pecado concreto; hay que ver el asunto al revés: en realidad es el pecado en general el responsable del mal que hay en el mundo.

3. La parábola de la higuera (13,6-9)

Jesús nos dice: “Si Ustedes no se arrepienten, serán derribados y perecerán, como la higuera estéril”. Dentro de un sembrado, todo árbol que no sirve, que simplemente ocupa espacio, es abatido.

Jesús interpela a todo aquel que está siempre dejando “para mañana” las decisiones importantes de la vida, particularmente la conversión, el dejar definitivamente un mal hábito, el corregir una conducta dañina.

El retraso de la conversión nos coloca en una situación peligrosa. El Señor da un tiempo de espera, y no lo hace de brazos cruzados, Él hace todo lo que puede para que por fin la higuera comience a fructificar. Pero al final, “si no da fruto, se corta” (13,9).

Recordemos la predicación de Juan Bautista: “Dad, pues, frutos dignos de conversión... ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego” (3,8-9).


Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿Por qué mucha gente ve algunos accidentes como “castigo de Dios”? ¿Dios es responsable de los males de la naturaleza?

2. ¿Por qué el propietario de la higuera estéril es tan paciente?

3. La paciencia de Dios no quita la urgencia: ¿Cuál es finalmente el mensaje del evangelio de hoy? ¿Cómo llevarlo al campo de la evangelización?

“Aspira a lo celeste, que siempre dura;
fiel y rico en promesas, Dios no se muda”
(Santa Teresa de Jesús)

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