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martes, 9 de noviembre de 2010

Evangelio Misionero del Dia: 10 de Noviembre de 2010 - SEMANA XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 17, 11-19

Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!»
Al verlos, Jesús les dijo: «Vayan a presentarse a los sacerdotes». Y en el camino quedaron purificados.
Uno de ellos, al comprobar que estaba sano, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.
Jesús le dijo entonces: «¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?» Y agregó: «Levántate y vete, tu fe te ha salvado».

Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL

La espiritualidad del “gracias”
“¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?”

La frase de Lucas, el narrador del evangelio, “Y sucedió que, de camino a Jerusalén” (17,11), nos indica que entramos en una nueva etapa del viaje didáctico a Jerusalén que Jesús emprendió con sus discípulos desde 9,51. Desde aquí hasta el final del viaje (en 19,48) nos vamos a encontrar con una serie de temas que gravitan en torno a la venida del Reino, es decir, de la salvación, tales como: la alabanza a Dios, la perseverancia en la oración, la humildad, la renuncia, la llegada de la salvación, el servicio a Dios, curaciones por misericordia.

Empezamos con la curación de diez leprosos (17,11-19; recordemos la curación de otro leproso en Lc 5,12-14). Este relato, en particular, quiere inculcarnos el deber de la gratitud, es decir, del reconocimiento de aquél de quien viene verdaderamente la salvación.

Notemos algunos aspectos importantes de este bello relato:

1. El v.11, al recordarnos que Jesús viaja en dirección de Jerusalén, la ciudad en la que va a ser crucificado, resucitar y derramar su Espíritu, no indica en qué clave debemos leer esta historia: la de la salvación que viene de Jesús.

2. El v.12 nos presenta la oración de los leprosos. Ellos se mantienen a distancia, porque no podían mezclarse con la población sana. La ley dice que el leproso: “se cubrirá hasta el bigote e irá gritando: ‘¡impuro, impuro!... Es impuro y habitará solo; fuera del campamento tendrá su morada” (Levítico 13,45-46). Los diez leprosos le piden con un grito a Jesús que tenga “misericordia” (v.13).

3. En el v.14 Jesús no se hace esperar, les responde inmediatamente. En su respuesta les pide un acto de fe (ver 17,5-6), ellos deben ir a Jerusalén como si ya estuvieran curados. Y efectivamente lo hacen, confían en el poder de su palabra y se curan.

4. A partir del v.15 Jesús queda frente a frente con uno de los diez leprosos. El leproso agradecido (1) se ve curado, (2) vuelve donde Jesús, (3) glorifica a Dios en voz alta, (4) adora a Jesús postrándose a sus pies y (5) le da repetidamente las gracias. Se destaca el tema de la alabanza y la acción de gracias festiva y expresiva.

5. En los vv.16-17 Jesús le plantea tres preguntas a los que lo circundan, de las cuales no espera respuesta (éstas vienen de la respuesta mental que le damos los lectores). Las preguntad de Jesús le hacen eco a una realidad que Lucas nos acaba de recordar: “éste era un samaritano”.

Las preguntas de Jesús suenan casi a reclamo, pero en realidad son una invitación para una profunda reflexión sobre la espiritualidad de la acción de gracias: el samaritano da gracias porque se ha dejado sorprender por la acción de Dios, en cambio los demás –los que han estado continuamente en contacto con las grandes obras de Dios- lo han tomado como algo “normal” y simplemente han seguido su camino. Agradece aquél que es capaz de admiración, que no se siente con “derechos adquiridos” con Dios, que descubre que todo es gracia, que nada es merecido.

A veces nos sucede en la familia y en las comunidades: estamos tan habituados a recibir servicios que poco a poco se nos va olvidando agradecer. Pero no debería ser así, cada día podríamos leer el pequeño gesto de amor como una inmensa novedad, con una invitación a la alegría.

Además, quien agradece queda, de alguna forma en deuda con el otro. Por eso, el reconocer –mediante el agradecimiento- un bien que nos han hecho, de alguna manera nos compromete con el otro. Quizás los otros diez leprosos sólo querían, como sucede tantas veces en las relaciones con Dios, el favor inmediato, pero no el compromiso del seguimiento hasta la Cruz.

Como conclusión, Jesús le dice al leproso: “Levántate y vete; tu fe te ha salvado” (v.19). Aparece así el tema de la salvación, que no consiste tanto en la curación física (que también recibieron los otros nueve leprosos) sino la recuperación de la vida en sentido pleno, el don de la vida recibido por las benditas manos de Jesús, presencia viva de Dios en medio de los hombres. El don de la salvación es para quien sabe reconocerla por el camino humilde de la gratitud.


Para cultivar la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

1. ¿Quiénes son los equivalentes de los leprosos del evangelio en nuestro contexto actual?

2. ¿Cómo sanó Jesús a los leprosos?

3. ¿Qué elementos caracterizan una espiritualidad de la acción de gracias? ¿Cómo lo voy a poner en práctica?

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