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miércoles, 31 de marzo de 2010

JUEVES SANTO (Jn 13,1-15): SE BUSCAN “LAVADORES DE PIES”


1.- Dentro de un momento repetiremos el gesto de Jesús de lavar los pies de sus discípulos. Fue una acción simbólica de Jesús, pero fue reflejo de aquello a lo que dedicó toda su vida: lavar pies “sucios”, corazones “sucios”, personas “sucias”. Jesús iba siempre con los “sucios”: pecadores, publicanos, enfermos, pobres, prostitutas…; y había muchas suciedades que lavar: hambre, violencia, exclusión, enfermedad, tristeza...

Cuando Jesús hace este gesto les dice a sus discípulos: se buscan “lavadores de pies”, ¿quién quiere serlo? Hoy de nuevo hace el mismo gesto delante de nosotros y nos vuelve a preguntar: necesito “lavadores de pies”, ¿tú quieres serlo?

2.- AL SERVICIO DE LA HUMANIDAD. - Los “lavadores de pies” que Jesús busca han de ponerse a los pies de la humanidad, a la altura de los más pequeños, de los más necesitados, a los pies del hermano que necesita ayuda. Caritas, en un día tan señalado como hoy, nos recuerda que Dios es amor, que un cristiano que no ama, no está a la altura de Jesucristo. El amor de Jesús por los más pobres nos hace tratar con veneración al prójimo, procurar los cuidados necesarios que toda persona merece, comprometernos con los más necesitados. “Lo que hagáis a uno de estos, a mi me lo hacéis”.

La Eucaristía está unida a la Caridad. “Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”. Y la Caridad va de la mano con el Servicio. Por eso San Juan sustituye el relato de la institución de la Eucaristía por el gesto del lavatorio de los pies. El “lavador de pies” alimenta su fe y su amor en la Eucaristía, y lo desgasta en el servicio a los demás. Se buscan “lavadores de pies” que no tengan miedo de mancharse las manos en el barro de la vida, ¿tú quieres ser uno de ellos?

3.- COMO PARTE DE UNA COMUNIDAD DE HERMANOS. - El Jueves Santo es el día de la unidad, de la comunidad. Jesús nos invita a vivir su amor en comunidad, fraternalmente, con las manos unidas a las de nuestros hermanos, a los que están a nuestro lado en este momento, uniendo las manos y el corazón y haciéndonos prójimos. Jesús, “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.

El “lavador de pies” que busca Jesús, promueve y procura la unidad. Jesús nos invita a afrontar solidariamente los retos de la vida, a ser Iglesia viva en el corazón del mundo, en comunión, haciendo parroquia, haciendo Iglesia, haciendo comunidad. Se buscan “lavadores de pies” que no vayan a la suya, sino que lo hagan con otros, que inviten a otros a unirse, que siempre sumen y no resten, que acojan a todas las personas sin mirar sus papeles, el color de su piel, su condición sexual, legal, civil o política. “Haced esto en memoria mía”. ¿Quieres ser un “lavador de pies” al estilo de Jesús?

4.- CELEBRANDO LA FE YLA VIDA. No hay nada más grande que vivir la fe con el corazón de par en par, agradecidos por descubrir la presencia de Dios en nuestras vidas, su paso, su Pascua. El pueblo de Israel recordaba cada año el acontecimiento que les había marcado para siempre, la intervención de Dios a favor suyo liberándolos de la esclavitud de Egipto. “Decretaréis que sea fiesta para siempre”.

Nosotros recordamos su Pascua, pero celebramos la nuestra, la de Jesús, la resurrección. Y lo celebramos hoy y siempre, cada día, en cada Eucaristía, porque Dios sigue vivo y presente en medio de nosotros, en nuestra comunidad, en nuestra familia, entre nuestros amigos y compañeros. Se buscan “lavadores de pies” que den gracias a Dios cada día por poder hacerlo, que tengan por guía la Palabra de Dios, que se sientan acompañados y acompañantes de otros cristianos que también leen la Palabra, que vivan a Dios en su vida de cada día y lo muestren a los demás con un testimonio valiente y agradecido. “Cada vez que coméis de este pan y bebéis de la copa, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva”. ¿Estás dispuesto a responder con generosidad a la invitación de Jesús a ser “lavador de pies”?

Nada de esto ha de ser impuesto, sino como fruto del encuentro amoroso con Jesucristo. En ese momento nos convertimos en “lavadores de pies”, de manera natural, sin forcejeos, sino sólo y únicamente por amor. Por amor a los más pobres, a los más necesitados, a los “sucios”, a los favoritos de Dios, a aquellos con los que iba Jesús. En este momento del lavatorio, que vamos a hacer a continuación, se nos invita a sentir esa cercanía amorosa de Dios con cada uno de nosotros. Siente como te llama y te invita a remangarte las manos, a ser “lavador de pies”. Pero antes, déjate lavar por él. No seas reacio, si quieres ser de los suyos, déjate lavar. Dile como Pedro: “Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza”. Ahora eres “lavador de pies”, lavador especialmente de los más pobres, por puro amor, como Dios hace contigo.

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