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miércoles, 28 de julio de 2010

Un violinista en el metro

Por Alfredo Mª Pérez Oliver, cmf. - Iris de Paz
Publicado por Ciudad Redonda

Ensayo sociológico

Recientemente he leído una historia in terpelante que viene de Occidente y que me sirve para alertar a mis lectores. He aquí la historia un poco sintetizada:

«Un día invernal, a hora punta, un violi nista se situó a la entrada de una esta ción de Metro de Washington y se puso a tocar su violín. Durante cincuenta mi nutos los precipitados viajeros no para ban mientes en seis piezas de Bach que emitían las cuerdas del afinado violín. Se calcula que pasaron miles en esa ho ra y fueron muy pocos los que frenaban el paso, escuchaban unos segundos y algunos dejaban caer alguna moneda en el sombrero. Los que controlaban la ex periencia pudieron contabilizar que só lo unos seis pararon unos minutos y una mujer agradeció al músico su inter pretación. Pero no hubo aplausos y me nos alguien que pidiera un bis. En el fondo del sombrero se recogieron 32 dólares.

El violinista que accedió a la experien cia que quiso hacer y filmar el periódi co The Washington Post se llama Joshua Bell, uno de los mejores del mundo. Dos días antes de su presencia en el Metro, había llenado un Teatro de Bos ton con melómanos que –el que menos- había pagado cien dólares por asistir al concierto del afamado músico. Tanto en el teatro como en el Metro había ejecu tado las mismas seis piezas de Bach y usado el mismo violín Stradivarius, va lorado en tres millones y medio de dó lares.

La idea del periódico era realizar un en sayo sociológico sobre el comporta miento de las personas. Comprobaron que el personal puede pasar junto a be llezas o acontecimientos sublime sin captarlos. Si se llevan otras preocupa ciones en la cabeza (en este caso las prisas por llegar al trabajo o a alguna actividad), están prácticamente incapa citados para percibir lo que sucede al rededor. Y con frecuencia esta incapa cidad agravada por tópicos: “Estos po bres músicos fracasados tienen que re currir a estas estaciones de metro para sacar un pequeño sueldo”».

Esta historia me sonó a una señal de alarma. ¿Cuántas veces habré pasado de largo sin captar maravillas? ¿Será oportuno que un altavoz avise unos metros antes de llegar a la estación suburbana y grite: ¡Es tén al tanto!, el músico no es un pobretón, su violín vale tres millones y medio de dó lares y ayer llenó el teatro con gente que pagó más de cien dólares por la entrada?
La grande del carisma (o el país de las maravillas)
Daría un salto, olvidándome de la artrosis, si supiera encandilar al menos a al gunos lectores, como supo hacerlo Lewis Carroll, a incontables niños para volar con su imaginación corriendo detrás de un Co nejo Blanco y quedar entusiasmados con un maravilloso país en el que se aventuraba una inquieta niña llamada Alicia.
En artículos anteriores he intentado ex plicar que los llamados a la Vida Religiosa son llamados a seguir a Jesús de cerca y a configurarse con el proyecto existencial que quiso vivir al poner su tienda de cam paña entre los humanos, y así entrar en una país desconocido lleno de maravillas y también de responsabilidades Lo expre sa Juan Pablo II sin rodeos:
«A lo largo de los siglos nunca han fal tado hombres y mujeres que, dóciles a la llamada del Padre y a la moción del Espíritu, han elegido este camino de es pecial seguimiento de Cristo» (VC 1). «Todos somos conscientes de la riqueza que para la comunidad eclesial constitu ye el don de la Vida Consagrada en la variedad de sus carismas» (VC 2).
Quiero entender que ese “todos” ex presa un deseo del Papa.

El seguimiento de Cristo configurando la vida con su proyecto de vida en virgini dad, pobreza y obediencia, es lo que en teología llaman “Carisma genérico”. Intentaré ahora hablar del carisma específico. Sólo un preámbulo pues el espacio no da para más. Continuará en próximos artícu los.
Conocer el país que se esconde tras la palabra “Carisma”
Con perdón de la R.A.E, si me lo con cede, tengo que advertir que la defini ción que ofrece el diccionario es incom pleta y deja en la penumbra el significa do primario. Define así:”Don gratuito que Dios concede con abundancia a una cria tura”. Y no explicita que ese don es con cedido para el bien y el servicio de los hermanos. En cristiano decimos: “Para construir Iglesia”. Este sello de autentici dad aleja del sentido en lenguaje corrien te que achaca la posesión del carisma a un político o un actor que, principalmen te, administran su carisma para su propia gloria o intereses particulares..
Posible decepción
Tengo el complejo que sufrió Bell en el Metro. Se sintió decepcionado porque no supo atrapar la atención de los viandantes que pasaban delante sin hacerle caso.

Si nadie reacciona antes estos artículos y dedica unos minutos a conocer más y me jor las maravillas de la Vida Consagrada, quedaré decepcionado. Pero seguiré ha ciendo sonar mi pobre violín, para que “todos” conozcan lo que son y significan en la Iglesia sus hermanos religiosos. Aun que está claro que mi violín no es un Stradivarius.

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