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martes, 23 de noviembre de 2010

Evangelio Misionero del Dia: 24 de Noviembre de 2010 - SEMANA XXXIV DEL TIEMPO ORDINARIO


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 21, 10-19

Jesús hablaba a sus discípulos acerca de su venida:
Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes: se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.
Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados: los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.
Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque Yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir.
Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.

Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL

Aprender a vivir la esperanza (II)
“Todos los odiarán por causa mía, pero ni un cabello de su cabeza perecerá”

La actitud con la cual se espera el fin no es el de la pasividad de los que se sobrecogen temerosamente ante las dificultades, sino el ponerle la cara a los desafíos. ¡Hay que saber testimoniar a Jesús en tiempos difíciles!

Los primeros cristianos no fueron ajenos a la gran crisis política y religiosa que reventó en Palestina y que llevó a la guerra entre los años 66 y 70 dC, ni tampoco al caos político y militar del imperio romano en los dos años siguientes a la muerte de Nerón, entre el 68 y el 70 dC. Todas estas “guerras” y “revoluciones” (v.9) eran, como vimos ayer, motivo de análisis.

Tampoco fueron ajenos a los desastres de la naturaleza que generaban muertes masivas, como los “terremotos, peste y hambruna” (v.11). La realidad de muerte que veían a su alrededor y que los golpeaba también a ellos no les era indiferente. Por eso buscaban una explicación y tomaban una actitud profética.

Pero el sufrimiento y la muerte no sólo rondaba en la calle, también se les metió en la casa. Por su vida nueva en el Señor, “por causa del nombre” de Jesús (vv.12 y 17), las comunidades se vieron incomprendidas y perseguidas.

En materia de persecuciones los primeros cristianos sabían bastante, ellos aprendieron rápidamente a vivir su fe en medio de la contestación que los líderes políticos y religiosos le hacían a su proclamación, a su vida nueva, a sus reuniones, a sus trabajos en beneficio de los demás. Así lo había vivido el Maestro, el grupo apostólico y las comunidades nacientes, frente a los mecanismos de poder de su tiempo.

Los cristianos aprenden esta lección: el tiempo que va entre la primera venida de Jesús y el tiempo final de su venida, en medio de los tiempos difíciles de la historia, es el espacio para vivir a Jesús, dando testimonio de la opción radical por él.

El mismo término que el Evangelio aplica a la pasión del Señor, se la aplica también a los cristianos: “seréis entregados”. Hay un “a quién” y un “por quién”:
- El “a quién”: a los tribunales religiosos (“sinagogas y cárceles”) y a los tribunales políticos (“reyes y gobernadores”) (v.13).
- El “por quién”: por las personas más cercanas, y esto es desconcertante (como vimos en 12,51-53), aquellas que no comprendieron su nueva vida (v.16). Al final se generaliza: “seréis odiados por todos” (v.17).

La fe se vive en medio de peligros. Pero esto no es para desesperarse, Jesús enseña con palabras contundentes que:
- Él mismo, como Señor, resucitado estará siempre al lado de su discípulo perseguido colocando sus propias palabras en sus labios. Por eso: “proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa” (v.14). Esta comunión profunda con Jesús es decisiva.
- Un discípulo debe tener siempre presente esta promesa de su Señor: “no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza” (v.18). Es decir, que pase lo que pase, el destino eterno del discípulo no se verá comprometido, puesto que él está siempre en los brazos amorosos y providentes de Dios.
- Junto a la confianza en la protección de Dios, de cada discípulo se espera también una contribución: la PERSEVERANCIA (v.19).

La frase final “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas” (v.19), nos invita a la resistencia y nos inculca que quien supere las pruebas de las persecuciones y el odio hasta el final de su vida en la tierra, ciertamente heredará la vida eterna. No hay que bajar la guardia ante las dificultades, más bien hay que hacer brillar la fuerza de la fe.


Para cultivar la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

1. ¿He tenido que enfrentar algún conflicto “por el nombre de Jesús”?

2. ¿Habitualmente cómo manejo mis problemas?

3. ¿Qué lecciones me da Jesús para que, desde mi vida de discípulo, pueda superarlos?

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