NO DEJES DE VISITAR
GIF animations generator gifup.com www.misionerosencamino.blogspot.com
El Blog donde encontrarás abundante material de formación, dinámicas, catequesis, charlas, videos, música y variados recursos litúrgicos y pastorales para la actividad de los grupos misioneros.
Fireworks Text - http://www.fireworkstext.com
BREVE COMENTARIO, REFLEXIÓN U ORACIÓN CON EL EVANGELIO DEL DÍA, DESDE LA VIVENCIA MISIONERA
SI DESEAS RECIBIR EL EVANGELIO MISIONERO DEL DÍA EN TU MAIL, DEBES SUSCRIBIRTE EN EL RECUADRO HABILITADO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA

lunes, 8 de noviembre de 2010

La identidad ignaciana en los Mártires de la UCA


Por Carlos Ayala Ramírez *
Publicado por Adital

La identidad ignaciana se estructura a partir de una experiencia: la experiencia de Dios en la vida de Ignacio de Loyola y la consecuente búsqueda de su voluntad en la propia historia personal y comunitaria. Esa experiencia lo llevó a la convicción "de un Dios que es bueno con él y con los seres humanos, de un Dios que quiere y se desvive por la salvación de todos los hombres y de un Dios que es siempre mayor que todo, cuya voluntad hay que buscar y poner por obra, por novedosa y arriesgada que fuera". Claro está que esa experiencia no es la de un Dios "genérico" y abstracto, sino de un Dios que se ha revelado plenamente en el Hijo (Jesucristo) y nos ha enviado su Espíritu como fuerza dadora de nueva vida. Por eso podemos afirmar que no hay identidad ignaciana sin identidad cristiana.
Ignacio de Loyola se constituyó en un modelo de vida cristiana; dejarse enseñar por Dios (ser su discípulo) significó para él aprender que conformarse a Jesucristo ya no consistía en escoger tal o cual ejemplo de los santos, sino en responder al llamamiento de Cristo, ofreciéndose en cuerpo y alma al trabajo, del mismo modo que se ofreció Cristo para la salvación del mundo. En esa experiencia ignaciana de Dios está el origen y modelo jesuítico. La experiencia fundante, entendida como principio de reestructuración (recreación, reinvención, "volver a nacer"), es decir, como una forma nueva de estar ante Dios, ante nuestros hermanos y ante el mundo.


Lo "ignaciano" nos remite a un tipo de inspiración y de práctica (carisma) con características muy definidas : aferrados a Dios siempre mayor (el ser humano ha sido creado por Dios y para Dios), seguidores de Jesús, pobre y humillado (se sigue al Jesús del Evangelio), apóstoles por esencia (los jesuitas existen para ser enviados a donde se espera mayor gloria de Dios y ayuda de las ánimas), disponibles a la universalidad y libres para el reino (ligeros de cargos y oficios y libertad máxima para el reino), contemplativos en la acción (encontrar la palabra íntima de Dios en todas las cosas), guiados por el Espíritu a través del discernimiento (desenmascarar las aparentes eficacias apostólicas y ubicar la eficacia real en un real seguimiento), sentir con la Iglesia (para reformarla desde adentro).


Ahora bien, ¿cómo se concretó esa inspiración y su correspondiente práctica desde la realidad en la que les tocó vivir a nuestros mártires? Jon Sobrino en uno de sus escritos nos ofrece una rápida descripción con el propósito de que todos podamos sentirnos cuestionados y animados.


Según Sobrino, los mártires de la UCA actualizaron el espíritu cristiano e ignaciano, y lo hicieron cada uno según sus talentos. Ellacuría, filósofo y teólogo, rector; repensó la universidad desde y para los pueblos crucificados; puso todo su peso para combatir la opresión y represión, y para conseguir una paz negociada. Segundo Montes, sociólogo, fundador del Instituto de Derechos Humanos de la UCA; se concentró en el drama de los refugiados dentro del país y, sobre todo, de los que tenían que abandonarlo huyendo de la represión violenta. Ignacio Martín Baró, psicólogo social, pionero de la psicología de la liberación, fundador del Instituto de Opinión Pública de la UCA, y pastor de comunidades eclesiales de base. Juan Ramón Moreno, profesor de teología, maestro de novicios y maestro del espíritu, acompañante de comunidades religiosas. Amando López, profesor de teología, antiguo rector del Seminario San José de la Montaña y de la UCA de Managua; en ambos países defendió a los perseguidos por regímenes criminales. Joaquín López y López, hombre sencillo y de talante popular; trabajó en el colegio Externado San José, fue el primer secretario general de la UCA y después fundó Fe y Alegría, institución de escuelas populares. Para Sobrino, todos ellos fueron seguidores de Jesús y jesuitas, es decir, reprodujeron en forma real, no intencional o devocionalmente, la vida de Jesús. Son mártires por la justicia.


Pero entre los mártires de la UCA también tenemos a Julia Elba y Celina, madre e hija. Sobrino las identifica como mártires del pueblo crucificado, es decir, pertenecen a esas mayorías que sufren una muerte infligida por la opresión y la represión. Cargan con el pecado del mundo que las ha ido aniquilando poco a poco en vida y definitivamente en muerte. Son el siervo doliente de Yahvé, y expresan el gran sufrimiento de las víctimas que mueren indefensa, inocente y anónimamente.


Los mártires de la UCA siguen interpelando y animando. Interpelan la actitud de cerrazón ante el sufrimiento humano infligido por estructuras, grupos o personas. Animan a la puesta en práctica de la tradición y espiritualidad cristiana e ignaciana. Y si ambas se han de ejercer en un mundo que sigue definiéndose como injusto y excluyente, la misión ha de concretarse en la lucha por la justicia que implicará opción por los pobres, por la verdad y por la vida.


***************


La manera de enseñar del Padre Ignacio Ellacuría


Por Carlos Ayala Ramírez


Fui alumno del padre Ellacuría en la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas", durante mis estudios de filosofía. Si no recuerdo mal habré cursado con él unas cuatro materias; de una de ellas ciertamente tengo especial recuerdo. Hoy quiero contar, brevemente, por qué revivo esa experiencia que marcó mi visión sobre nuestro rector mártir en lo que respecta a su modo de enseñar.


El 18 de agosto de 1982 - lo tengo registrado en mis viejos apuntes- iniciamos las clases de Metafísica de la Realidad IV. El catedrático era el padre Ellacuría y se presentó el primer día de clases sin el programa de la materia. No se trataba de un olvido o de una improvisación, sino de un reto: ponernos a producir. El padre nos dijo más o menos estas palabras: "ustedes y yo vamos a pensar y a producir sobre una realidad problemática, fundamental, actual, y que tiene graves consecuencias para la vida social y política: la ideología". Luego, al mejor estilo socrático, formuló unas preguntas problematizadoras: ¿Qué tiene la inteligencia humana que permite la posibilidad de ideologías específicas? ¿Qué diferencias hay entre ideología, ideologización y desideologización? ¿Podrá darse en la realidad una ideología no ideologizada? También hizo algunas advertencias metodológicas: no partamos de respuestas planteadas en los manuales o en los catecismos ideológicos. Al contrario, ese tipo de respuestas son las que tenemos que poner en cuestión como punto de partida metodológico. Partamos, eso sí, conscientes de nuestra "ignorancia" respecto al tema y de nuestra necesidad de saber sobre él, por las consecuencias políticas, sociales, culturales, epistemológicas y éticas que supone.


El curso pretendía dos objetivos fundamentales: lograr un producto filosófico sobre el problema de la ideología y su vínculo con la inteligencia, e iniciarnos o avanzar en el proceso del filosofar personal. El padre Ellacuría dijo que si conseguían esos objetivos no sólo tendríamos un curso de mucho provecho para las personas que participábamos en él, sino que se habrá logrado también una cierta respuesta a un problema fundamental teórico-político que incide en las conductas sociales, tanto en los momentos de crisis como en los momentos de aparente estabilidad.


Cerró su primera clase de ese ciclo haciéndonos una sugerencia: hacer un diario en el que plasmáramos nuestras propias reflexiones en torno al tema de la ideología. Una especie de "diario filosófico". Al final del curso deberíamos mostrar en un trabajo sistemático el conocimiento producido. Por su parte, él se comprometía a una tarea similar. Y, en efecto, hoy conocemos ese escrito: "Ideología e inteligencia". Desde uno de los temas que sigue siendo espinoso (la ideología), el padre Ellacuría nos enseñó a los alumnos y alumnas de ese curso, a aprender a pensar y a aprender cómo saber. Dos aspectos que son condición de posibilidad para una inteligencia que pretende ser crítica, creativa y libremente parcial con la causa de los pobres. Y si alguno se pregunta cómo me fue en el trabajo que me tocó presentar, sólo diré que el padre me hizo observaciones interesantes que más tarde me llevaron a hacer mi tesis de pregrado sobre el tema: "Historización del concepto de democracia en los partidos políticos de El Salvador" (1985).

* Director de Radio Ysuca

No hay comentarios: