Es la alegría
que siente todo cristiano ante la llegada inminente
del que nos trae todo: JESUS.
Es la esperanza
que no defrauda al saber que, los hombres, no estamos solos.
Que Alguien sale nuestro encuentro. Que Dios apuesta
fuertemente por el hombre.
Es la inquietud de algo que nos impresiona y que nos conmueve:
EL AMOR DE DIOS EN UN PESEBRE
Es el hombre que,
por soñar, sueña con un mundo nuevo,
con un orden distinto: LA FRATERNIDAD
Es el deseo de mejorar, de perfeccionar nuestras actitudes
ante el nacimiento de un Niño
Es saber que, la Navidad, no es del color que nos
la pinta la sociedad. Que, la Navidad, tiene su tono divino:
DIOS SE HACE HOMBRE
Es comprender que,
ser hombre, es algo grande. Que despreciar la vida
o aniquilarla, es dejar muchos pesebres sin contenido
y muchos corazones destrozados
Es creer que,
Dios, se hace pequeño y, porque se hace pequeño,
es necesario construir una puerta humilde para entrar a verle
Es despertar
en nuestras familias los deseos de una Navidad
santa y cristiana; apartando de ella lo que la degrada y,
recuperando para esos días, lo que la santifica:
oración, Belén, caridad
Es ponerse en camino hacia Belén.
Es no detenerse a pesar de que, algunos, nos digan que Dios
se ha desentendido de nuestro mundo. Es saber que,
en el inmenso campo de nuestra vida, los ángeles nos darán
una buena noticia: para vosotros, Dios, ha nacido
Es sentirnos libres de muchas esclavitudes.
Es buscar al gran libertador. Al que, sin más armas que la inocencia
y el amor, será capaz de ganar las grandes batallas
que anidan en nuestros corazones
Es huir de la autosuficiencia. Es defender a Jesús
de tantos “Herodes” que intentan aniquilar su presencia en nuestro mundo.
El adviento nos convierte en centinelas. Nos hace permanecer en pie
para que, cuando el Señor aparezca en el horizonte, seamos capaces
de gritar a los cuatro vientos:
¡Gracias Señor! ¡Has venido a salvarnos!
P. Javier Leoz
que siente todo cristiano ante la llegada inminente
del que nos trae todo: JESUS.
Es la esperanza
que no defrauda al saber que, los hombres, no estamos solos.
Que Alguien sale nuestro encuentro. Que Dios apuesta
fuertemente por el hombre.
Es la inquietud de algo que nos impresiona y que nos conmueve:
EL AMOR DE DIOS EN UN PESEBRE
Es el hombre que,
por soñar, sueña con un mundo nuevo,
con un orden distinto: LA FRATERNIDAD
Es el deseo de mejorar, de perfeccionar nuestras actitudes
ante el nacimiento de un Niño
Es saber que, la Navidad, no es del color que nos
la pinta la sociedad. Que, la Navidad, tiene su tono divino:
DIOS SE HACE HOMBRE
Es comprender que,
ser hombre, es algo grande. Que despreciar la vida
o aniquilarla, es dejar muchos pesebres sin contenido
y muchos corazones destrozados
Es creer que,
Dios, se hace pequeño y, porque se hace pequeño,
es necesario construir una puerta humilde para entrar a verle
Es despertar
en nuestras familias los deseos de una Navidad
santa y cristiana; apartando de ella lo que la degrada y,
recuperando para esos días, lo que la santifica:
oración, Belén, caridad
Es ponerse en camino hacia Belén.
Es no detenerse a pesar de que, algunos, nos digan que Dios
se ha desentendido de nuestro mundo. Es saber que,
en el inmenso campo de nuestra vida, los ángeles nos darán
una buena noticia: para vosotros, Dios, ha nacido
Es sentirnos libres de muchas esclavitudes.
Es buscar al gran libertador. Al que, sin más armas que la inocencia
y el amor, será capaz de ganar las grandes batallas
que anidan en nuestros corazones
Es huir de la autosuficiencia. Es defender a Jesús
de tantos “Herodes” que intentan aniquilar su presencia en nuestro mundo.
El adviento nos convierte en centinelas. Nos hace permanecer en pie
para que, cuando el Señor aparezca en el horizonte, seamos capaces
de gritar a los cuatro vientos:
¡Gracias Señor! ¡Has venido a salvarnos!
P. Javier Leoz
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