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miércoles, 1 de diciembre de 2010

Evangelio Misionero del Dia: 2 de Diciembre de 2010 - SEMANA I° DE ADVIENTO - CICLO A


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 7, 21. 24-27

Jesús dijo a sus discípulos:
No son los que me dicen: «Señor, Señor», los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó, porque estaba construida sobre roca.
Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: ésta se derrumbó, y su ruina fue grande.

Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL

Actitudes ante la venida del Señor (I): Construir nuestro proyecto con base en el de Dios
“Confiad en Yahveh por siempre jamás, porque en Yahveh tenéis una Roca eterna”

Los dos primeros días de esta semana nos condujeron por medio de este itinerario: el pueblo mesiánico, la persona del Mesías y los signos del Mesías en medio de su pueblo. En estos tres días que vienen las lecturas nos conducen por un nuevo itinerario que enfatiza las actitudes que nos corresponde tomar ante la venida del Señor.

La profecía de hoy nos introduce en una nueva serie de tres lecciones de “Adviento” y nos inculca las actitudes que nos corresponde adoptar frente a la venida del Señor a nuestras vidas. Todas ellas están relacionadas con la fe y nos exigen compromisos concretos. Sólo así podremos hacer del “Adviento” el ejercicio de la espera activa de un Dios salvador que viene a nuestro encuentro.

La enseñanza de hoy es presentada por el profeta Isaías mediante la didáctica de un canto que hay que aprenderse. Lo interesante es la dinámica interna que nos presenta.


1. Aprender la segunda canción: “Aquel día se cantará este cantar en tierra de Judá” (v.1a)

Partamos de esta realidad humana: el problema no es tanto el alcanzar una meta sino conseguir que los logros no se deshagan. Con este propósito el profeta Isaías, después de la canción de la victoria que celebraba las primeras emociones, le enseña ahora una segunda canción al pueblo. Los asuntos de Dios, la espiritualidad, no son cuestión de emociones pasajeras sino de solidez de vida.

La primera canción celebraba la obra salvífica de Dios y expresaba la felicidad porque las cosas salieron bien, por su parte, la segunda, trata de inculcar en el pueblo el compromiso que le corresponde. Hay que aprenderla de memoria y practicarla en el ejercicio cotidiano de la fe.


2. De las manos poderosas y misericordiosas de Dios a los pies del peregrino: “Él derroca a los habitantes de los altos... la pisan pies, pies de pobres, pisadas de débiles” (v.5-6)

La descripción de la ciudad (v.2) y la invitación a abrir sus puertas (v.3), indica que se trata de una canción de caminantes que llegan a su ciudad.

El profeta se inspira en la escena de los peregrinos, quizás antiguos exiliados, desplazados de sus tierras y casas, despojados de sus bienes básicos, que regresan contentos a su espacio vital. El regreso no ha sido fácil, para lograrlo han tenido que enfrentar y superar los factores adversos.

El primer coro alegre no deja de resonar y le da pautas a la nueva composición.

• Virtualmente se traza una especie de eje vertical que comienza en las manos poderosas de Dios (25,10) y culmina en la tierra, en los pies descalzos de los humildes peregrinos -pobres y mendigos- que participan de la victoria obrada por Dios (26,6).
• Al desplazamiento horizontal del caminante se le yuxtapone el desplazamiento vertical que expresa la acción de Dios (26,5).

La acción de Dios (“derroca”, “hace caer”, “abaja”, “hace tocar”) se conjuga con la acción del hombre (“la pisan pies de pobres”). En la medida en que caminan, con sus pasos firmes los humildes van afirmando la victoria.

Pero, ¿contra qué o quién es la confrontación?


3. Dos proyectos en conflicto: la ciudad del hombre y la ciudad de Dios

El canto está siendo entonado por un solista y es él quien hace la descripción. El juglar expone ante todo lo que capta en el trasfondo espiritual del escenario. Para ello se vale de la comparación entre dos ciudades:
• la ciudad santa (26,1-4) y
• la ciudad rebelde (26,5-6).

El cantor invierte el orden: primero exalta la victoria de la ciudad de Dios y luego cuenta el fracaso de la ciudad pérfida. La segunda ciudad se viene al piso, mientras que la primera tiene garantizada su firmeza.

En ambas ciudades se destaca la “muralla”. En la antigüedad una muralla le daba identidad a la ciudad, no sólo externa sino también internamente, es decir, por cuanto garantizaba la unidad y la defensa de la misma, la muralla es el símbolo del proyecto de sociedad que allí se quiere construir.

Por eso, con la repetida referencia a las murallas, todo el canto apunta a la exaltación de la solidez del proyecto de Dios acogido por los humildes, mientras que en un segundo plano se nota la inconsistencia del proyecto de los orgullosos que creen poder hacer todo exclusivamente con sus propios esfuerzos.




4. Características de la ciudad de Dios: “Tenemos una ciudad fuerte” (v.1b-4)

La ciudad santa no es cualquier conglomerado de casas, ella aparece más bien como una construcción unificada, ideada por un único arquitecto que ha pensado en sus aspectos más importantes: “para protección se le han puesto murallas y antemuro” (26,1b).

Lo más bello es que de repente se nota una transposición metafórica que hace del corral de piedra y de los baluartes de defensa militar, una imagen del mismo Dios como salvador de su pueblo. En un momento dado, la construcción-refugio es lo de menos y lo que sobresale es la comunidad reunida por Dios, que se identifica con Él y con su proyecto.

El canto sigue: el río humano de los peregrinos llega entonces a las puertas del Templo, que es el corazón de la ciudad, y la procesión realiza su rito de entrada. En él, el pueblo declara sus compromisos. Se trata, ante todo, de tres actitudes que hay que vivir en la cotidianidad (26,2b-3a):
• “Gente que guarda la fidelidad”: se trata la constancia en el camino del Señor;
• “Gente de ánimo firme”: se trata de la “fuerza de voluntad”, para sostener la fidelidad;
• “Gente que conserva la paz”: se trata de los esfuerzos por mantener el siempre difícil equilibrio en las relaciones.

Se pone de relieve el esfuerzo que realiza el hombre. Pero no se trata de algo que proviene solamente de las propias fuerzas sino que está basado en la confianza en Dios.


5. La clave de todo es la confianza en Dios: “Confiad en Yahveh por siempre jamás” (v.4)

La confianza en Dios, que es una manera de expresar la experiencia de la fe, es lo más importante y es la garantía de las tres características de un pueblo justo. Por ello se habla en estos términos: “Porque en ti confió” (v.3b).

No perdamos de vista que este pueblo, humilde pero recto, que redescubre su proyecto en la historia a la luz de su fe, es el que luego exalta María en su Magníficat (ver Lc 1,50-53). La comunidad de los humildes no está sola, su fundamento es el mismo Dios, quien es “Roca” fuerte e inamovible, no cambia de idea de un día para otro, porque es siempre fiel. La firmeza del proyecto de justicia y fraternidad proviene de la solidez de Dios. No hay mejor ni más seguro apoyo.

La actitud de base está clara: a esta ciudad-comunidad, donde se realiza el sueño de Dios para su pueblo, sólo se entra mediante la práctica fiel de sus enseñanzas y la confianza total en Él. Sólo los que están dispuestos a ser justos pueden atravesar el umbral de sus puertas.


Y esta profecía se realiza en Jesús (Mateo 7,21.24-27)

La parábola que contrapone la casa construida sobre la roca con la casa construida sobre la arena (Mt 7,24-27), traslada a la persona de Jesús, el MESÍAS, la profecía isaíanica. Como enseña el mismo Jesús en Mt 7,21, no basta la oración vocal, es necesario el compromiso de vivir según el querer de Dios (la “fidelidad”). Es en el seguimiento del Maestro, esto es, mediante la escucha y la puesta en práctica de sus enseñanzas, que se forma la nueva y definitiva comunidad, el pueblo justo que inaugura el mundo nuevo. Esta es la verdadera Roca que siempre se sostendrá.


Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

La venida del Señor nos pide la actitud de la fe: acoger su Palabra y hacerla parte de nuestros proyectos, porque sólo en Él nuestra vida tiene consistencia. La motivación más profunda de nuestros esfuerzos debe ser la de permanecer fieles a los proyectos de Dios, fundados en la fe-confianza en Él. Esta confianza se concreta en compromisos.

1. ¿Cuál es mi proyecto de vida? ¿Está identificado con el proyecto que Dios tiene para mí y para el mundo?

2. ¿Qué tan sólido es mi camino con el Señor?

3. ¿Sobre qué se apoyan mis esfuerzos en la vida? ¿Qué busco con ellos?

4. En estos días en que el paisaje urbano se transforma con arreglos de Navidad, ¿cómo relaciono esta realidad con la profecía sobre la ciudad de los pobres de Dios?

5. ¿Qué compromisos me pide el Señor de manera que pueda contribuir en la construcción de su proyecto de ciudad?

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