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miércoles, 8 de diciembre de 2010

Evangelio Misionero del Dia: 9 de Diciembre de 2010 - SEMANA II° DE ADVIENTO - CICLO A


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 11, 11-15

Jesús dijo a la multitud:
Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos es combatido violentamente, y los violentos intentan arrebatarlo. Porque todos los Profetas, lo mismo que la Ley, han profetizado hasta Juan. Y si ustedes quieren creerme, él es aquel Elías que debe volver.
¡El que tenga oídos, que oiga!

Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL

Es la hora de la confianza
“No temas, gusano de Jacob, gente de Israel:
yo te ayudo, tu redentor es el Santo de Israel”


Muchas veces en la vida sentimos una gran impotencia, nos sentimos pequeñitos como un “gusano” frente a los demás, con la sensación de que no vamos a poder salir adelante porque los problemas y desafíos nos sobrepasan.

Frente a esta realidad nos coloca hoy el profeta Isaías. Él nos muestra ―a cada uno y a la comunidad― cómo podemos dar pasos de superación si nos dejamos agarrar y levantar por la mano creadora de Dios.

Al leer la profecía mesiánica de hoy, notemos que Dios nos habla directa e insistentemente en primera persona como si estuviera tratando de inculcarnos la certeza de su cercanía, de su ternura, a través de las formas concretas como Él se ocupa de nosotros: “Yo.. te tengo agarrado... te ayudo... te convierto en trillo nuevo... les responderé... no los desampararé... abriré... convertiré... pondré”. Desde el comienzo hasta el final el Señor se presenta como el autor de la salvación: “Yo, Yahveh tu Dios”.

La profecía tiene dos partes: (1) los versículos 13 al 16 se ve cómo Dios va sacando a una persona de sus miedos, cómo la conduce del “temor” a la “alegría”; (2) los versículos 17 al 20 observan de nuevo a Dios en acción, transformando los desiertos en bosques paradisíacos; en este teatro de la acción creadora de Dios el pobre y el sediento comprenden cómo se les ofrece la salvación.

En ambas partes se parte de la toma de conciencia de una necesidad profunda y se termina con una expresión de reconocimiento de la salvación de Dios.

En la lectura del texto dejémonos guiar por la fuerza de las imágenes.


1. Superar los miedos: “No temas, yo te ayudo”

Veamos tres pasos:

(a) la imagen de la “mano”

La primera vez que Dios dice “No temas, yo te ayudo” (v.13d), se coloca ante uno la imagen de una mano que agarra otra mano: “te tengo asido por la diestra” (v.13b).

El contacto con una mano calientica y poderosa, transmite la ternura que infunde confianza. De esta manera se aproxima Dios al hombre atribulado, mientras que le dice al oído: “no tengas miedo”.

La expresión es maravillosa porque el que tiende la mano es el mismo Dios, de ahí que Él mismo se presente: “soy yo quien te lo digo” (13c).

Pero el contraste entre los dos es grande: por una parte está la fragilidad del hombre representada en el “gusanito” y la “oruguita”, y por otra está el poder de Dios “el redentor” y “el Santo”. Los nombres “Jacob” e “Israel” designan al pueblo de Dios entero, pero éste aparece aquí en su calidad de pueblo que no es nada sin su Dios. ¡Qué gran ternura manifiesta Dios en este pasaje bíblico!

(b) la victoria sobre las “montañas”

Una vez que ha sido tomado de la mano, el pueblo es poco a poco levantado por Dios y el gusanito que andaba atribulado supera la grandeza de las montañas. El gusanito que vivía arrastrado ahora es rastrillo que arrastra con su juicio las montañas como si fueran paja de trigo (ver el v.15), para luego separa el trigo de la paja (ver el v.16ab).

Los montes y los cerros representan todo aquello que es adverso dentro de la historia humana, son imagen del orgullo humano que se levanta contra Dios y de los obstáculos que se le ponen a pueblo en su caminar liberador y triunfante en el desierto sobre las fuerzas oscuras que le oprimían (como se vio el martes pasado en Isaías 40,4). De esa manera los obstáculos son superados.

(c) Brota la alegría y la alabanza

Enseguida viene la celebración. El pueblo canta y aclama a Dios porque todo ha sido obra de su cercanía. El Dios tremendo y exigente (“Santo”) es ahora el motivo de una alegría extraordinaria. El poderío y la ternura de Dios encuentran su síntesis en la alabanza del pueblo en fiesta.


2. Saciar la sed: “Los humildes y los pobres buscan agua... les responderé... no los desampararé”

Teniendo en vista al pueblo humilde que camina por el desierto, lleno de miedos y venciendo sus obstáculos en la experiencia de la tremenda cercanía de Dios, la profecía observa ahora a “los humildes y los pobres” (v.17ª). Su dificultad ahora está relacionada con la muerte a que lo amenaza la falta de agua en el desierto (ver el v.17b).

El “gusanito” que sentía amenazado por las montañas aparece entonces como el pobre que tiene en juego su sobrevivencia. La situación es dramática: “la lengua se les secó de sed” (v.17c).

Dios responde ahora con su palabra creadora (ver el v.17d). Ante la vista del humilde que suplica, el escenario se transforma. Los cambios que se realizan son increíbles. Mediante la obra del Señor (“abriré”, “convertiré”, “pondré”) la aridez del amenazador barranco y del inhóspito desierto se transforma en espacio de vida.

El escenario nos recuerda el paraíso bañado por cuatro fuentes de agua (ver el v.18). Vemos allí una lista de siete árboles selectos que ofrecen lo mejor de sí mismos para la vida del hombre (ver el v.19). La exuberancia de la vegetación sumada a la abundancia de agua que mana por los montes y los valles, todo con gran cantidad y calidad, remiten a los ideales de la plenitud humana, los cuales no son posibles si no es por la “mano” creadora de Dios.

Entonces el hombre responde con su fe que reconoce y agradece la acción creadora de Dios (ver el v.20). Viendo la obra se reconoce a su protagonista. Los cuatro verbos describen el dinamismo de esta fe: (1) el “ver” la obra de Dios, (2) el “conocer” que se deriva de la constatación de los hechos, (3) el “reflexionar” que implica, para finalmente (4) “aprender” que la salvación de Dios es la mayor creación de Dios. Esta profunda toma de conciencia permite descubrir, valorar y acoger lo “nuevo” de Dios en todos los momentos de la vida.


Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

Hay imágenes fuertes y bellas en la profecía de hoy que podrían ayudarnos en el ejercicio de oración. Por ejemplo, la mano que agarra otra mano, que transmite calor e infunde confianza en el poder de Dios, nos sitúa desde ya ante la experiencia que Juan canta en la navidad: “lo que contemplaron y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de Vida”, 1 Juan 1,1).

1. ¿Qué imágenes de esta profecía son dicientes para mí?

2. Frente a los obstáculos de la vida, ¿cómo la experiencia de Dios descrita por el profeta Isaías me puede ayudar para dar pasos de superación?

3. ¿De qué tengo sed? ¿Cuáles son mis necesidades fundamentales? ¿Cómo responde Dios a ellas?

3. Hoy la liturgia de la Iglesia quiere también invitarnos a contemplar la figura de Juan Bautista, precursor del Mesías. ¿Qué frase de esta profecía está relacionada con su misión?

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