Publicado por Entra y Verás
El acontecimiento del bautismo de Jesús supone un antes y un después. La misión tiene que comenzar y solo puede dar fruto si se posee el Espíritu. Podemos ver la salvación como un contrato ya firmado pero no es así, tenemos que ganárnoslo cada día.
En una sala de espera coincidieron un profesor con un antigua alumna. Tras reconocerse y saludarse, la alumna contó que había montado una empresa de telecomunicaciones y que necesitaba un profesional para el montaje de placas y microcircuitos. El profesor no dijo nada pero de vuelta a casa pensó que quizá ya llevaba demasiado tiempo en la docencia y podía cambiar de actividad. A los pocos días se presentó en la empresa de su alumna con el fin de que le hiciese la entrevista. Ésta muy contenta a la vez que sorprendida se negaba a hacerle una entrevista y quería darle el puesto al instante. El profesor dijo que él era uno más y debía pasar la prueba. La alumna accedió y una vez pasada la entrevista satisfactoriamente contrató a su antiguo profesor.
Jesús también acude hoy a una entrevista de trabajo a orillas del Jordán. Todos los que acudían a bautizarse manifestaban una intención de cambiar de vida, de ser purificados de sus pecados. El ser bautizado por Juan supone el paso previo y necesario para comenzar su camino profético de anuncio del Reino de Dios. Jesús, aunque luego no responde a lo que Juan había anunciado que iba a ser la tarea del Mesías como justiciero, sí comparte la idea de una necesaria conversión, un punto de partida que deje a un lado el pasado. Jesús supera un tipo mesianismo antiguo para descubrir el verdadero mesianismo, de manos abiertas y amor a los que sufren. Sólo en este contexto, allí donde se sabe que todo lo anterior se ha cumplido y terminado, puede hablarse de un nuevo comienzo, que empieza precisamente con la voz del Padre, que le dice “tú eres mi hijo”. Por fijarnos en un detalle curioso, el Espíritu Santo desciende sobre Jesús en forma de paloma, y se posa sobre su cabeza. Esto hace mucho más gráfico lo que se quiere decir, pues el hecho de posarse implica que Jesús es el nido del Espíritu, su casa. Jesús queda inundado por el Espíritu que le capacita para la misión: Sobre él he puesto mi espíritu para que traiga el derecho a las naciones nos dice Isaías.
En nuestra vida diaria muchas veces puede que también deseemos un enchufe, una mano que nos libre de ciertos pasos. En nuestro seguimiento de Jesús no valen los enchufes, no podemos aspirar a que nos lo den todo hecho pues somos nosotros quienes día a día tenemos que ir labrándonos el futuro. No hay lámparas de Aladino ni tíos funcionarios que puedan hacernos un huequecillo, aunque sean sacristanes. Si nos quedamos mirando al cielo con el rosario en la mano esperando un salvador lo único que encontraremos es una buena torticolis y un resfriado.
La salvación se alcanza en el día a día. Si ayudamos al que lo necesita, nos hacemos sus hermanos. Si luchamos contra la injusticia, compartiendo lo que tenemos y ayudando a cambiar el sistema que la genera, colaboramos a que se vaya superando. Si somos capaces de reconocer nuestros fallos y de pedir perdón, en ese mismo momento estamos construyendo la paz. Si compartimos nuestro pan, cerramos la boca de un hambriento. Si acogemos a los inmigrantes como a seres humanos, les borramos de un plumazo la condición de extranjeros.
Terminamos el tiempo de Navidad. El Mesías ya ha venido. No esperemos otro. Se han despejado las nubes, se han abierto los cielos: Dios nos ha mostrado a su Hijo, de carne y hueso como nosotros, para que cada uno sea el propio Mesías de sí mismo y para que entre todos realicemos el trabajo de construir el pueblo nuevo, que muestre la llegada definitiva del Reino. No busquemos el enchufe ni la prebenda, ni pensemos que lo tenemos todo asegurado. Aquí no hay profesores ni alumnos, pero todos tenemos que pasar la entrevista de trabajo en el trato diario, en medio de la dificultades y de las alegrías. La vida cristiana supone esfuerzo y deseo de mejorar, no es tan simple como el mero cumplimiento o la espera de la salvación en un reclinatorio acolchado. Jesús comenzó. Nosotros continuamos.
Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto. Colegio San Agustín (Valladolid, España)
En una sala de espera coincidieron un profesor con un antigua alumna. Tras reconocerse y saludarse, la alumna contó que había montado una empresa de telecomunicaciones y que necesitaba un profesional para el montaje de placas y microcircuitos. El profesor no dijo nada pero de vuelta a casa pensó que quizá ya llevaba demasiado tiempo en la docencia y podía cambiar de actividad. A los pocos días se presentó en la empresa de su alumna con el fin de que le hiciese la entrevista. Ésta muy contenta a la vez que sorprendida se negaba a hacerle una entrevista y quería darle el puesto al instante. El profesor dijo que él era uno más y debía pasar la prueba. La alumna accedió y una vez pasada la entrevista satisfactoriamente contrató a su antiguo profesor.
Jesús también acude hoy a una entrevista de trabajo a orillas del Jordán. Todos los que acudían a bautizarse manifestaban una intención de cambiar de vida, de ser purificados de sus pecados. El ser bautizado por Juan supone el paso previo y necesario para comenzar su camino profético de anuncio del Reino de Dios. Jesús, aunque luego no responde a lo que Juan había anunciado que iba a ser la tarea del Mesías como justiciero, sí comparte la idea de una necesaria conversión, un punto de partida que deje a un lado el pasado. Jesús supera un tipo mesianismo antiguo para descubrir el verdadero mesianismo, de manos abiertas y amor a los que sufren. Sólo en este contexto, allí donde se sabe que todo lo anterior se ha cumplido y terminado, puede hablarse de un nuevo comienzo, que empieza precisamente con la voz del Padre, que le dice “tú eres mi hijo”. Por fijarnos en un detalle curioso, el Espíritu Santo desciende sobre Jesús en forma de paloma, y se posa sobre su cabeza. Esto hace mucho más gráfico lo que se quiere decir, pues el hecho de posarse implica que Jesús es el nido del Espíritu, su casa. Jesús queda inundado por el Espíritu que le capacita para la misión: Sobre él he puesto mi espíritu para que traiga el derecho a las naciones nos dice Isaías.
En nuestra vida diaria muchas veces puede que también deseemos un enchufe, una mano que nos libre de ciertos pasos. En nuestro seguimiento de Jesús no valen los enchufes, no podemos aspirar a que nos lo den todo hecho pues somos nosotros quienes día a día tenemos que ir labrándonos el futuro. No hay lámparas de Aladino ni tíos funcionarios que puedan hacernos un huequecillo, aunque sean sacristanes. Si nos quedamos mirando al cielo con el rosario en la mano esperando un salvador lo único que encontraremos es una buena torticolis y un resfriado.
La salvación se alcanza en el día a día. Si ayudamos al que lo necesita, nos hacemos sus hermanos. Si luchamos contra la injusticia, compartiendo lo que tenemos y ayudando a cambiar el sistema que la genera, colaboramos a que se vaya superando. Si somos capaces de reconocer nuestros fallos y de pedir perdón, en ese mismo momento estamos construyendo la paz. Si compartimos nuestro pan, cerramos la boca de un hambriento. Si acogemos a los inmigrantes como a seres humanos, les borramos de un plumazo la condición de extranjeros.
Terminamos el tiempo de Navidad. El Mesías ya ha venido. No esperemos otro. Se han despejado las nubes, se han abierto los cielos: Dios nos ha mostrado a su Hijo, de carne y hueso como nosotros, para que cada uno sea el propio Mesías de sí mismo y para que entre todos realicemos el trabajo de construir el pueblo nuevo, que muestre la llegada definitiva del Reino. No busquemos el enchufe ni la prebenda, ni pensemos que lo tenemos todo asegurado. Aquí no hay profesores ni alumnos, pero todos tenemos que pasar la entrevista de trabajo en el trato diario, en medio de la dificultades y de las alegrías. La vida cristiana supone esfuerzo y deseo de mejorar, no es tan simple como el mero cumplimiento o la espera de la salvación en un reclinatorio acolchado. Jesús comenzó. Nosotros continuamos.
Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto. Colegio San Agustín (Valladolid, España)
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