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De cuando en cuando unos medios califican a católicos de nuestra diócesis como intolerantes, porque alguna comunidad indígena pone trabas a protestantes en la práctica de su fe y les impide hacer proselitismo; incluso les han expulsado y hasta les han dañado en sus propiedades. A pesar de que hemos insistido en el derecho que todos tenemos a practicar la religión de nuestra preferencia, en algunos lugares ni a mí me han hecho caso y lamentamos que hayan sucedido esas injusticias. Son decisiones que no pasan por la diócesis y las parroquias, sino que dependen de las asambleas ejidales, que ven la divergencia religiosa como un atropello a su unidad ancestral, unidad que es esencial en la cultura indígena. También los católicos sufrimos ofensas y descalificaciones por hermanos de otras confesiones, en sus emisoras no autorizadas y en sus visitas insistentes a los hogares católicos.
Por otra parte, cuando los obispos decimos que las leyes no respetan plenamente nuestro derecho a la libertad religiosa, responden que los artículos 24 y 130 de la Constitución ya reconocen ese derecho, y que lo que realmente ambicionamos es imponer nuestros dogmas y nuestra moral a todos los ciudadanos. Esto es falso. No quieren aceptar que esos artículos limitan la libertad religiosa al culto y la creencia, pero no garantizan libertad de expresión y participación. Pretenden reforzar el laicismo oficial, para impedirnos esas libertades.
JUZGAR
El Papa Benedicto XVI ha dedicado su Mensaje de la Jornada de la Paz, este 1 de enero de 2011, precisamente a “La libertad religiosa, camino para la paz”. Entre otras cosas, afirma: “Se puede constatar con dolor que en algunas regiones del mundo la profesión y expresión de la propia religión comporta un riesgo para la vida y la libertad personal. En otras regiones, se dan formas más silenciosas y sofisticadas de prejuicio y de oposición hacia los creyentes y los símbolos religiosos. Los cristianos son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de su fe. Muchos sufren cada día ofensas y viven frecuentemente con miedo por su búsqueda de la verdad, su fe en Jesucristo y por su sincero llamamiento a que se reconozca la libertad religiosa. Todo esto no se puede aceptar, porque constituye una ofensa a Dios y a la dignidad humana; además es una amenaza a la seguridad y a la paz, e impide la realización de un auténtico desarrollo humano integral… Es inconcebible que los creyentes tengan que suprimir una parte de sí mismos -su fe- para ser ciudadanos activos. Nunca debería ser necesario renegar de Dios para poder gozar de los propios derechos”.
Y describe lo que implica la libertad religiosa: “Toda persona ha de poder ejercer libremente el derecho a profesar y manifestar, individualmente o comunitariamente, la propia religión o fe, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, las publicaciones, el culto o la observancia de los ritos. No debería haber obstáculos si quisiera adherirse eventualmente a otra religión, o no profesar ninguna”.
ACTUAR
Reitero mi insistente llamado a las comunidades donde persisten conflictos de intolerancia religiosa, en Chiapas y en otras latitudes, a respetar el justo derecho de todos a practicar su propia religión. Transcribo lo que dije el 21 de noviembre de 2001, en un evento de las Sociedades Bíblicas, al entregar la Biblia traducida al tsotsil de Chamula: “Hemos de aprender a respetarnos en nuestras legítimas diferencias y a no repetir agresiones y ofensas. No aprobamos ni promovemos expulsiones de quienes deciden profesar una religión diferente a la de la mayoría en una comunidad. Aunque sea un acuerdo tomado en asamblea comunitaria, es violatorio de derechos fundamentales de la persona humana. Toda expulsión o discriminación por motivos religiosos no es acorde con el Evangelio ni con nuestra ley civil, y por tanto la Iglesia Católica la rechaza y no la alienta. Los niños tienen derecho a ser aceptados en cualquier escuela, sean de la religión que fueren. Y para lograr este nuevo clima de libertad religiosa para todos, los líderes cristianos y las autoridades civiles debemos inculcar y exigir un gran respeto a la diversidad religiosa de las personas, de los grupos y de las comunidades”.
Esperamos mayor madurez de nuestros legisladores, para que hagan avanzar el derecho de todos, creyentes y no creyentes, católicos y de otras confesiones, a la plena libertad religiosa.
De cuando en cuando unos medios califican a católicos de nuestra diócesis como intolerantes, porque alguna comunidad indígena pone trabas a protestantes en la práctica de su fe y les impide hacer proselitismo; incluso les han expulsado y hasta les han dañado en sus propiedades. A pesar de que hemos insistido en el derecho que todos tenemos a practicar la religión de nuestra preferencia, en algunos lugares ni a mí me han hecho caso y lamentamos que hayan sucedido esas injusticias. Son decisiones que no pasan por la diócesis y las parroquias, sino que dependen de las asambleas ejidales, que ven la divergencia religiosa como un atropello a su unidad ancestral, unidad que es esencial en la cultura indígena. También los católicos sufrimos ofensas y descalificaciones por hermanos de otras confesiones, en sus emisoras no autorizadas y en sus visitas insistentes a los hogares católicos.
Por otra parte, cuando los obispos decimos que las leyes no respetan plenamente nuestro derecho a la libertad religiosa, responden que los artículos 24 y 130 de la Constitución ya reconocen ese derecho, y que lo que realmente ambicionamos es imponer nuestros dogmas y nuestra moral a todos los ciudadanos. Esto es falso. No quieren aceptar que esos artículos limitan la libertad religiosa al culto y la creencia, pero no garantizan libertad de expresión y participación. Pretenden reforzar el laicismo oficial, para impedirnos esas libertades.
JUZGAR
El Papa Benedicto XVI ha dedicado su Mensaje de la Jornada de la Paz, este 1 de enero de 2011, precisamente a “La libertad religiosa, camino para la paz”. Entre otras cosas, afirma: “Se puede constatar con dolor que en algunas regiones del mundo la profesión y expresión de la propia religión comporta un riesgo para la vida y la libertad personal. En otras regiones, se dan formas más silenciosas y sofisticadas de prejuicio y de oposición hacia los creyentes y los símbolos religiosos. Los cristianos son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de su fe. Muchos sufren cada día ofensas y viven frecuentemente con miedo por su búsqueda de la verdad, su fe en Jesucristo y por su sincero llamamiento a que se reconozca la libertad religiosa. Todo esto no se puede aceptar, porque constituye una ofensa a Dios y a la dignidad humana; además es una amenaza a la seguridad y a la paz, e impide la realización de un auténtico desarrollo humano integral… Es inconcebible que los creyentes tengan que suprimir una parte de sí mismos -su fe- para ser ciudadanos activos. Nunca debería ser necesario renegar de Dios para poder gozar de los propios derechos”.
Y describe lo que implica la libertad religiosa: “Toda persona ha de poder ejercer libremente el derecho a profesar y manifestar, individualmente o comunitariamente, la propia religión o fe, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, las publicaciones, el culto o la observancia de los ritos. No debería haber obstáculos si quisiera adherirse eventualmente a otra religión, o no profesar ninguna”.
ACTUAR
Reitero mi insistente llamado a las comunidades donde persisten conflictos de intolerancia religiosa, en Chiapas y en otras latitudes, a respetar el justo derecho de todos a practicar su propia religión. Transcribo lo que dije el 21 de noviembre de 2001, en un evento de las Sociedades Bíblicas, al entregar la Biblia traducida al tsotsil de Chamula: “Hemos de aprender a respetarnos en nuestras legítimas diferencias y a no repetir agresiones y ofensas. No aprobamos ni promovemos expulsiones de quienes deciden profesar una religión diferente a la de la mayoría en una comunidad. Aunque sea un acuerdo tomado en asamblea comunitaria, es violatorio de derechos fundamentales de la persona humana. Toda expulsión o discriminación por motivos religiosos no es acorde con el Evangelio ni con nuestra ley civil, y por tanto la Iglesia Católica la rechaza y no la alienta. Los niños tienen derecho a ser aceptados en cualquier escuela, sean de la religión que fueren. Y para lograr este nuevo clima de libertad religiosa para todos, los líderes cristianos y las autoridades civiles debemos inculcar y exigir un gran respeto a la diversidad religiosa de las personas, de los grupos y de las comunidades”.
Esperamos mayor madurez de nuestros legisladores, para que hagan avanzar el derecho de todos, creyentes y no creyentes, católicos y de otras confesiones, a la plena libertad religiosa.
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