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jueves, 3 de febrero de 2011

Comentario Bíblico y Pautas para la Homilía: V Domingo del T.O. (Mt 5, 13-16) - Ciclo A


“Vosotros sois la luz del mundo”
Publicado por Domiinicos.org

El Evangelio de este domingo nos sitúa en el contexto del sermón de la montaña. Estamos al inicio de la aventura de Jesús. Ha comenzado en Galilea reclutando discípulos. Ahora los instruye. Su doctrina es provocadora por inaudita. Los pobres, los que lloran, los pacíficos, los que responden al mal con el bien son los dichosos y felices.

Con las bienaventuranzas ha marcado el perfil de sus seguidores. El hombre, la humanidad que Jesús propone y exige a los suyos es la auténtica, aquella que salió de las manos del Creador, la modelada a su imagen y semejanza, la que Jesús mismo representa.

Ahora culmina la catequesis con unas afirmaciones ricas en simbolismo, sus seguidores, los que escuchan su palabra y la siguen, son sal y son luz y lo son no sólo para sí mismos sino para el mundo, por su medio la luz de Cristo alumbrará a todos y darán sabor y sentido a todo vivir.

Isaías adelanta lo que será la predicación de Jesús, el mensaje de las bienaventuranzas: ”Parte tu pan con el hambriento, hospeda al sin techo, viste al desnudo y no te cierres a tu propia carne.” La bondad, la misericordia, la compasión serán la luz que destruirá toda tiniebla y serán el reclamo que nos hará presente al Señor: “Aquí estoy”, su presencia se manifiesta en aquellos que hoy la crisis económica nos ha vuelto a traer cerca. (Cfr.Isaías 58, 7-10).

Por su parte el salmista nos habla de una luz, la luz aportada por el Mesías. Será vana la predicación que no vaya avalada por gestos de compasión y liberación.

San Pablo advertirá al predicador, al testigo que no es con elocuencia y sabiduría humana con la que llegará al corazón del hombre. No es la valía del predicador, no es su fuerza persuasiva, es el poder del Espíritu y lo avala con su conmovedora experiencia: “me presenté a vosotros débil y temblando de miedo”.

La liturgia de este domingo condensa todo el hacer y todo el ser cristiano. Los textos propuestos están coordinados por una idea, la que define el programa cristiano, es decir, la idea de hacer el bien.

Sor Aurea Sanjuán Miró O.P.
Monasterio de la Consolación. Xátiva (Valencia)



COMENTARIO BÍBLICO

Primera lectura: (Isaías 58,7-10)

Marco: Estamos leyendo en el libro del Tercer Isaías. Hace un tiempo que el pueblo de Dios ha vuelto del exilio de Babilonia. Al primer entusiasmo de la vuelta ha sucedió una etapa difícil. La situación de los repatriados no es ni gloriosa ni fácil en todos los sentidos. Este profeta anónimo levanta la voz para alentar y consolar a los desolados repatriados. Es necesario volver a un estilo de vida coherente con la voluntad de Dios. El fragmento que hoy proclamamos forma parte del conjunto dedicado a describir el ayuno que agrada a Dios. El tema de la lectura de hoy es que a Dios le agrada más la justicia, la solidaridad, la atención a los desvalidos que un ayuno ritual y vacío de contenido. Sólo desde una justicia solidaria y desde un compartir sincero se puede dirigir el hombre a Dios y entonces será escuchado.

Reflexión

¡Misericordia y solidaridad!

Este fragmento tiene tres partes íntimamente entrelazadas: solemne declaración; contenido de la misma; su motivación. Llama la atención y sobrecoge la expresión con que abre esta sección el profeta: Esto dice el Señor. No se trata de una opinión personal por muy válida que pudiera ser. Es una declaración solemne de la voluntad de Dios que no admite apelación, sino que espera ser acogida y puesta en práctica. Esta forma tajante está justificada por la importancia del mensaje que se va a transmitir. Todo el conjunto de la obra isaiana muestra una especial predilección por los pobres, desheredados y desposeídos. En general los profetas censuran al pueblo de Dios que centren demasiados esfuerzos y atención en un culto sin alma y sin vida. Dios se siente mejor atendido cuando lo es en sus criaturas, que son imágenes suyas. Con recursos literarios vivos y muy pedagógicos el profeta advierte dónde busca el Señor a sus criaturas. La religión que predicaban los profetas era concreta y aterrizaba a la realidad cotidiana y a las situaciones sociales reales. Todos los hombres coincidimos en la misma naturaleza. Este sería el sentido de la frase “no te cierres a tu propia carne”; los hebreos para decir que alguien pertenece a la misma familia utilizan una doble expresión: “tú eres de mi carne y sangre” o “eres hueso de nuestros huesos y carne de nuestra carne”. Cualquier miembro del pueblo de Dios forma parte integrante de una misma familia con las consiguientes urgencias, obligaciones y privilegios. El realismo de la expresión desborda cualquier cálculo o disquisición. Ese que está en medio de ti y carece de todo es, en cierto modo, otro tú mismo. Y el profeta insiste que la paz es un fruto preciado de la justicia y del amor sincero y operante entre los hombres. Una invitación válida para el hombre de hoy en todas sus situaciones. En medio del vértigo de vacío que padece, con frecuencia, el corazón de los hombres de nuestro tiempo, esta palabra del profeta alienta la esperanza y da sentido humanizador a nuestras vidas.

Segunda lectura: (1Corintios 2,1-5)

Marco: Ahora el apóstol centra la atención en el modo de comportarse cuando llegó a Corinto. Su conducta fue intachable ¿por qué y de dónde arranca o surge la situación actual? Él es el fundador de la comunidad y estableció la misma sobre sólido fundamento ¿qué ha ocurrido en la comunidad? No olvidemos que las cartas a los Corintios (no menos de seis en total, fundidas en las dos actuales que conocemos) reflejan la situación de las relaciones del apóstol con la comunidad que llegaron a ser muy tensas, incluso violentas. Llegaron a dudar de la autenticidad de su apostolado y de su honorabilidad y sinceridad. Estos versículos son el primer peldaño y la primera entrega de su larga, sinuosa y escabrosa defensa.

Reflexión

¡El secreto de la fuerza testimonial del apóstol!

Pablo repite con frecuencia en sus cartas que se siente un embajador de Cristo pero envuelto en flaquezas. Dejemos que hoy Pablo mismo haga el comentario a este fragmento. A esta misma comunidad, pero más adelante y después de graves tensiones y crisis entre la comunidad y él, escribe: Al parecer, a nosotros los apóstoles, Dios nos ha destinado al último lugar, como condenados a muerte; nos ha convertido en espectáculo para el mundo, tanto para los ángeles como para los hombres. Así que nosotros somos unos necios por Cristo, y vosotros sabios en Cristo; nosotros débiles, vosotros fuertes; vosotros llenos de gloria, nosotros despreciados. Hasta el presente no hemos padecido más que hambre, sed, desnudez y malos tratos... nos insultan y nosotros bendecimos; nos persiguen y lo soportamos; nos difaman y respondemos con bondad. Nos hemos convertido en la basura del mundo, como el deshecho de todos hasta ahora. No os escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos muy queridos (1Cor 4,9.14). Y en la Segunda Carta, después de narrar todas las dolorosas aventuras o desventuras que le acarreó su ministerio pastoral concluye: “Pablo, te basta mi gracia, ya que la fuerza se pone de manifiesto en la debilidad. Gustosamente, pues, seguiré presumiendo de mis debilidades, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Y me complazco en soportar por Cristo flaquezas, oprobios,, necesidades, persecuciones y angustias, porque cuando me siento débil, entonces es cuando soy fuerte (2Cor 12,9-10). El garante definitivo que da la fuerza necesaria y el arrojo valiente del apóstol para seguir anunciando el Evangelio hasta el final es el Espíritu Santo.

Evangelio: (Mateo 5,13-16)

Marco: Entre las bienaventuranzas y el sermón propiamente dicho, el evangelista intercala este fragmento sobre la sal y la luz que recoge algunos dichos aislados de Jesús. De modo plástico y utilizando dos imágenes familiares y que inciden en la vida cotidiana, el evangelista propone dos realidades esenciales que definen el verdadero discipulado de Jesús. Los discípulos son llamados a ser, en medio del mundo, sal y luz. Sólo desde la comprensión de estas dos imágenes se puede entender la tarea del discípulo en medio de las gentes entre las que ha sido llamado a vivir o de entre las que ha sido elegido por el Maestro.

Reflexión

¡La sal que conserva, sazona y mantiene el calor!

El lenguaje narrativo de estas imágenes es, cuanto menos, muy sorprendente: ¿Cómo puede perder la sal su ser de sal? ¿Cómo puede volverse sosa? Es necesario entretenernos siquiera un corto espacio en analizar la función de la sal. Entre esas funciones algunas se entienden hoy como ayer: sazonar, dar sabor a los alimentos. En este caso la sal debe desaparecer diluyéndose en los mismos. Sólo entonces realiza su tarea de dar sabor a los alimentos. Es el aspecto sapiencial de la imagen utilizada por Jesús. La sabiduría de los discípulos, siempre conectada con Jesús-Sabiduría personificada, podrá alcanzar a los hombres y dar sentido verdadero a la existencia humana (sentido del dar sabor a los alimentos, un condimento insustituible regularmente). Pero la sal cumple otra función importante: se aplica a ciertas carnes para evitar la corrupción. Muchos hemos podido ver la aplicación de esta función. Hay alimentos que, “salados” oportunamente, se conservan intactos, incorruptos y siempre útiles. La sal en este caso es necesaria para evitar la corrupción y conservar los alimentos. Todavía hay una tercera función que hoy no tiene vigencia, al menos que yo sepa. Se trata de una función que sí existe en el oriente y existía en tiempo de Jesús. Aquellos hombres utilizaban placas de sal que colocaban en el interior de los hornos donde cocían el pan. La función de esas placas de sal era la de mantener el calor a la adecuada temperatura para que la cocción del pan fuera posible y adecuada. Estas placas después de un tiempo perdían su virtualidad como conservadoras del calor y eran retiradas del horno, se arrojaban a la vera de los caminos y eran sustituidas por otras. Ya no sirven para nada. Esto se puede ver todavía hoy en la pequeñas aldeas palestinas que mantienen costumbres muy antiguas en su vida diaria. La sal mantiene el calor. Los discípulos son enviados al mundo para mantener el calor del Evangelio para facilitar la tarea de la salvación.

¡La luz que suavemente ilumina, orienta y da sosiego! Estas imágenes chocantes y sorprendentes poseen una capacidad evocadora y pedagógica extraordinaria. También hoy es necesario que los discípulos tomen conciencia real de que están destinados a diluirse en la sociedad, sin perder su identidad más auténtica ciertamente, en servicio de todos los hombres. Imitando al Siervo de Yahvé que no vocea por las calles, ni quiebra la caña cascada, ni apaga el pabilo vacilante. También es necesario que los discípulos tengan conciencia de que son enviados a un mundo tentado por la inclinación a la corrupción en muchos flancos. La sal advierte y preserva de la misma. Tarea sumamente arriesgada, difícil y provocadora. Pero urge imperiosamente en nuestra sociedad. También los discípulos de hoy son llamados a mantener el calor del Evangelio en medio del mundo, en definitiva el calor del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús y alentado constantemente por el Espíritu. Las relaciones humanas corren el peligro de ser cada día más frías, a pesar del ruido del mundo a través de múltiples formas. Es necesario contribuir a mantener el calor entre todos y en los ambientes que nos toca en suerte compartir.

La tarea de los discípulos es la propia de los embajadores. El Señor que les envía garantiza la eficacia de su tarea iluminadora de la humanidad. Es necesario vivir el discipulado de Jesús con esta amplia esperanza, esta ardua tarea y esta noble misión. Jesús confía su luz a los enviados para que la transmitan al mundo. Hoy es necesario, acaso como nunca, la presencia de estas lámparas en medio de un mundo inquieto y a la vez necesitado de la verdadera luz del Evangelio. Las personas quedan implicadas en la tarea. No se nos invita sólo a proclamar una palabra, se nos urge hoy a acompañar la proclamación con la coherencia de la vida. A estas enseñanzas de Jesús preceden inmediatamente las bienaventuranzas que son un programa incomparable de vida. La vida de los creyentes de hoy ha de ser como la. Pero no podemos perder de vista que somos seres referenciales, es decir, transmisores de una luz que no poseemos en exclusiva sino la tenemos recibida para compartirla, de una luz qua nadie podrá apagar. ¡El protagonista es la gloria de Dios y la salvación de los hombres! Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)


PAUTAS PARA LA HOMILÍA

Ha comenzado la misión de Jesús. Ha reclutado discípulos, ha curado enfermedades y dolencias. La gente se agolpa a su alrededor, ha encontrado el filón para su felicidad. Pero la felicidad no está allí donde todos imaginamos, las cosas no son como nosotros las apreciamos. Jesús lo ha estado explicando a lo largo de todo el sermón, la felicidad no está en la liberación de todo los males, en la ausencia de dificultades, en la riqueza sino en la posesión de la bondad.

Jesús con su mensaje ha vuelto nuestros criterios del revés. Sus criterios no coinciden con los nuestros. Acomodarnos a la mentalidad de Jesús supone dejar todo lo que estimamos nuestro pero el resultado será recuperar el verdadero perfil humano, lo que realmente es nuestro y que hemos ahogado bajo las capas de egoísmo, apariencia, vanidad, poder, con todo aquello que consideramos valores y que no son más que el disfraz, la careta que oculta nuestro auténtico ser. Ese ser que vemos representado en Jesús y cuyos rasgos él ha ido delineando a través de las bienaventuranzas.

No basta con sentirse seducido por Jesús. Seguirlo comporta un cambio radical de mentalidad y vida. Jesús ha expuesto su programa y su exigencia. Ser discípulo de Jesús no queda en la propia satisfacción y complacencia, ha de trascender hacia los demás. El discípulo ha de ser misericordioso, ha de llorar con los que lloran, ha de buscar la justicia, ha de ser limpio de corazón.

La misión y el sentido que ofrece Jesús están simbolizados por dos elementos cotidianos: la sal y la luz. Un simbolismo que no es pura fantasía ni un convencionalismo más. Dos elementos sencillos, humildes pero imprescindibles. Dos elementos que se hacen notables cuando faltan, que “brillan por su ausencia”.

“Vosotros sois la sal de la tierra”

La sal no vale para sí misma. No tiene belleza ni ostentación, pasa desapercibida pero es el elemento culinario más imprescindible.

No busca protagonismo ni poder. El poder, como la falta de sal corrompe. La sal tiene la cualidad de conservar, de preservar, por ella los alimentos más vulnerables se vuelven imperecederos. Algo aplicable a los cristianos a nuestras comunidades, a la iglesia. Cuando funcionan, cuando son sal, pasan casi inadvertidas, pero pasan, sin hacer ruido, haciendo el bien.

La sal conserva y purifica. Ser sal como nos pide Jesús es purificar en nuestro corazón y en nuestras iglesias aquello que no permite reconocernos como comunidad de Jesús.

No ha de turbarnos la cantidad, el número de cristianos, de religiosos sino la calidad. Una pizca de sal es suficiente para dar sabor y ennoblecer el guiso.

Pero también está el lado negativo. Jesús exige a sus discípulos ser sal. Sois sal, pero cuidado porque si la sal se desvirtúa ¿Con qué se la salará? Como inservible se tira al camino para que la pisen las gentes.

Un tema a reflexionar. Es fácil deslizarnos por la pendiente de los “valores” que nos presenta la sociedad y que mirados con los ojos de Jesús resultan ser un contravalor.

“Vosotros sois la luz del mundo”

Es la otra metáfora. Sin luz “andamos en sombras de muerte”. La luz ilumina las tinieblas, su simbolismo representa la verdad.

Ser luz, ser verdad, anunciar la verdad, vivir la verdad. Y la luz y la verdad no son para uno mismo. Hay que alumbrar a todos los de la casa, a los de cerca pero también al mundo.

El sentido de la luz es iluminar, ahogada debajo del celemín resulta tan inservible como la sal desvirtuada. El seguidor de Jesús lo es para los otros. La vocación del cristiano no es la del escondite, la del respeto humano y el complejo de inferioridad. Tampoco se esconde la ciudad construida sobre la cima del monte. La presencia del cristiano ha de ser transparente, como la de aquel que no tiene nada que ocultar y sí mucho que mostrar.

El cristiano ha de cuidar de no ostentar su propia luz, con ello ahogaría la auténtica. Nuestra luz, nuestro ser luz ha de ser manifestar la de Cristo.

En el evangelio de san Juan encontramos a Jesús identificado con la luz “Yo soy la luz del mundo”. Aquí en el evangelio de Mateo Jesús nos está invitando a identificarnos con él. “También vosotros sois la luz”.

.Así como la luz brilla, han de brillar vuestras buenas obras. No se trata de idealización fatua. Las obras corroboran “por sus frutos los conoceréis” nos dirá en otra ocasión. Obras que se ven y escuchan, no teorías vacías de contenido, de confrontación con la realidad.

Ser luz, ser la luz de Cristo que alumbra siempre, no en alguna ocasión. El seguidor de Jesús está al servicio. Su misión iluminar, dar sentido, el sentido de Jesús a todo hombre.

En el Evangelio de hoy comprobamos que no hay dicotomía entre el ser y el hacer. Jesús nos dice sois sal y sois luz, “alumbre vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo”.

Sor Aurea Sanjuán Miró O.P.
Monasterio de la Consolación. Xátiva (Valencia)

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