Los faros indican los errores

Por Cardenal Óscar Andrés Rodiguez Maradiaga

(Tomado del libro Hacerse a la mar, de Ciudad Nueva).- Hoy día hay una serie de faros prendidos en la travesía que intentamos realizar: uno es aquel que nos previene de jugar con el sentido y la esencia de la vida. Es el faro que nos indica la necesidad de saber que los problemas de la bioética deben ser asumidos como expresión absoluta del respeto a la dignidad de la persona humana y del Creador, que la ha colocado en el mundo. El faro de la bioética nos indica que es necesario enriquecer la certeza de que la vida es un don y no una mercancía.
Igualmente está encendido el faro que nos advierte sobre la necesidad de no debilitar –sino, por el contrario, fortalecer– el sentido de la institución familiar. Aceptar, debilitar o degradar la familia es condenarnos desde ya a un naufragio sin límites.
Está encendido el faro de la justicia social, porque no podemos pretender vivir en paz, crecer en tranquilidad y en bienestar si la inmensa mayoría de nuestros prójimos se debaten en la necesidad y en las urgencias inaplazables de la salud, del alimento, del vestido, de la casa, del empleo, que son las bases ciertas de su supervivencia.
Está encendido el faro de la solidaridad, que nos advierte que es preciso darle fin al «cainismo social» de aquellos que, con una vulgaridad existencial, se preguntan
si acaso son ellos «guardas de sus hermanos». El amor al prójimo es un imperativo de quienes vamos en esta nave que afrontará los riesgos del siglo XXI. Los pecados contra el prójimo, si bien es cierto que son de acción, más cierto es que fundamentalmente lo son de omisión.
Nos quejamos demasiado por lo que los injustos les hacen a los demás hombres, pero no nos quejamos lo suficiente por lo que los justos dejan de hacer en favor de ellos. Es preciso entonces preguntarnos en cada una de nuestras sociedades, en concreto: ¿cuáles son los faros que están encendidos para orientar nuestra navegación?
Hay ciertas sociedades nuestras que tienen innumerables luces de advertencia encendidas, debido a las tareas postergadas en el pasado y en el presente. Por ello es preciso, antes de navegar, ajustar en la carta de la navegación que vamos a emprender las señales que nos indiquen la ruta que debemos tomar, así como los escollos que debemos evitar.
Pedro, el marinero hondureño, me decía entonces que, cumpliendo todo lo anterior, era posible navegar.