Publicado por Entra y Verás
La diferencia entre un pesimista y un optimista es que el primero ve el vaso medio vacío, el punto en el folio en blanco o que todo cambio conduce al precipicio, mientras que el optimista ve el vaso medio lleno, un folio blanco con un punto y el cambio como una oportunidad y un reto.
Seguramente todos podemos escribir una lista de cosas que nos gustaría que fuesen de forma diferente sobre nuestra familia, nuestro puesto de trabajo, nuestros estudios, nuestra comunidad religiosa. ¿A quién no le gustaría cobrar más y trabajar menos o aprobar y sacar mejor nota sin tanto esfuerzo? Sólo quien no está en sus cabales no busca mejorar. No podemos quedarnos con los brazos cruzados o criticando. Estamos obligados a intentar cambiar, en la medida de nuestras posibilidades, aquello que no nos convence. Eso sí, sin perder de vista el bien común.
Si nos olvidamos a priori de lo exterior y miramos dentro de nosotros mismos, seguro que también encontramos cosas que no nos convencen y nos gustaría cambiar: actitudes, gestos, sentimientos, hábitos… Tampoco podemos aplatanarnos pensando que es difícil que cambiemos o escudarnos en el típico “yo soy así” que nos evita levantarnos del sofá de nuestras manías y obliga a los otros a amoldarse a nuestras rarezas.
Hoy da comienzo la Cuaresma y este es un verdadero tiempo para proponernos cambiar aquello que no nos convence, para hacer unos buenos propósitos, reales y evaluables, que nos ayuden a estar más a gusto, más conformes con nosotros mismos en nuestra relación con la familia, los compañeros de trabajo, de estudios, de comunidad y, lógicamente, más conformes con nuestra relación con Dios.
Si aceptamos que el cambio es un reto, que la mejoría genera satisfacción, vivamos la cuaresma como un salto a una vida mejor y no como el paso por un túnel con la cara larga. Aprovechemos este tiempo viviéndolo en primera persona convencidos de que lo importante no es lo externo de algunas normas que puede provocar risa porque responde a otras épocas y mentalidades, si no el fondo que nos ayuda a liberarnos, a soltar lastre de hábitos y costumbres que poco a poco van adocenándonos y adormeciéndonos.
Tenemos que estar convencidos que en la Cuaresma, al igual que de lunes a domingo, hay más vida que espinas. Dejemos de caminar entre oscuridades, “certecillas” e infusiones espirituales que intentan paliar el “mono” de piedad que afecta a muchos en estos días que hoy comienzan. No perdamos el rumbo y busquemos espinas y pedruscos como paso necesario hacia el seguimiento de Jesús. El 24 de abril, precisamente el mismo día del bautismo de Agustín de Hipona, renovaremos el bautismo. Nos sentiremos de nuevo lavados, renovados, porque hemos sido capaces de apartar ciertas cataratas que nos opacan la luz maravillosa de este mundo que se nos ha regalado, de esta vida que Dios ha echado encima de nuestro tapete para que la juguemos al máximo y la vivamos y la compartamos sin ahorros ni cicaterías.
Intentar cambiar y vivir mejor, sentirnos bien y hacer que los que comparten su vida con nosotros también se sientan así es la tarea principal de la vida de cada día y, por supuesto, de la Cuaresma. Veamos la vida como un reto a alcanzar diariamente y no como la sucesión de episodios de un culebrón que provoca bostezos entre los protagonistas. Luchemos por cambiar, convencidos de poder conseguirlo de esta forma el vaso estará medio lleno, el folio tendrá un punto, los cambios serán oportunidades, la flor ganará a los cactus y la “vida” ganará a las espinas. Feliz Cuaresma.
Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto. Colegio San Agustín (Valladolid, España)
Seguramente todos podemos escribir una lista de cosas que nos gustaría que fuesen de forma diferente sobre nuestra familia, nuestro puesto de trabajo, nuestros estudios, nuestra comunidad religiosa. ¿A quién no le gustaría cobrar más y trabajar menos o aprobar y sacar mejor nota sin tanto esfuerzo? Sólo quien no está en sus cabales no busca mejorar. No podemos quedarnos con los brazos cruzados o criticando. Estamos obligados a intentar cambiar, en la medida de nuestras posibilidades, aquello que no nos convence. Eso sí, sin perder de vista el bien común.
Si nos olvidamos a priori de lo exterior y miramos dentro de nosotros mismos, seguro que también encontramos cosas que no nos convencen y nos gustaría cambiar: actitudes, gestos, sentimientos, hábitos… Tampoco podemos aplatanarnos pensando que es difícil que cambiemos o escudarnos en el típico “yo soy así” que nos evita levantarnos del sofá de nuestras manías y obliga a los otros a amoldarse a nuestras rarezas.
Hoy da comienzo la Cuaresma y este es un verdadero tiempo para proponernos cambiar aquello que no nos convence, para hacer unos buenos propósitos, reales y evaluables, que nos ayuden a estar más a gusto, más conformes con nosotros mismos en nuestra relación con la familia, los compañeros de trabajo, de estudios, de comunidad y, lógicamente, más conformes con nuestra relación con Dios.
Si aceptamos que el cambio es un reto, que la mejoría genera satisfacción, vivamos la cuaresma como un salto a una vida mejor y no como el paso por un túnel con la cara larga. Aprovechemos este tiempo viviéndolo en primera persona convencidos de que lo importante no es lo externo de algunas normas que puede provocar risa porque responde a otras épocas y mentalidades, si no el fondo que nos ayuda a liberarnos, a soltar lastre de hábitos y costumbres que poco a poco van adocenándonos y adormeciéndonos.
Tenemos que estar convencidos que en la Cuaresma, al igual que de lunes a domingo, hay más vida que espinas. Dejemos de caminar entre oscuridades, “certecillas” e infusiones espirituales que intentan paliar el “mono” de piedad que afecta a muchos en estos días que hoy comienzan. No perdamos el rumbo y busquemos espinas y pedruscos como paso necesario hacia el seguimiento de Jesús. El 24 de abril, precisamente el mismo día del bautismo de Agustín de Hipona, renovaremos el bautismo. Nos sentiremos de nuevo lavados, renovados, porque hemos sido capaces de apartar ciertas cataratas que nos opacan la luz maravillosa de este mundo que se nos ha regalado, de esta vida que Dios ha echado encima de nuestro tapete para que la juguemos al máximo y la vivamos y la compartamos sin ahorros ni cicaterías.
Intentar cambiar y vivir mejor, sentirnos bien y hacer que los que comparten su vida con nosotros también se sientan así es la tarea principal de la vida de cada día y, por supuesto, de la Cuaresma. Veamos la vida como un reto a alcanzar diariamente y no como la sucesión de episodios de un culebrón que provoca bostezos entre los protagonistas. Luchemos por cambiar, convencidos de poder conseguirlo de esta forma el vaso estará medio lleno, el folio tendrá un punto, los cambios serán oportunidades, la flor ganará a los cactus y la “vida” ganará a las espinas. Feliz Cuaresma.
Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto. Colegio San Agustín (Valladolid, España)
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