Leí el relato de la creación y comencé a pensar en Dios de forma diferente. Se me ocurrió contemplarlo, no como Dios de actos religiosos, sino como un genio, una persona superexperta en matemáticas, en físico-química, en biología y anatomía, o en geología y oceanografía, o en astronomía, o en arte, no en novelística… Me resultó fascinante mirarlo de esta manera.
Fueron seis largos, larguísimos días, de trabajo. Bueno, de creatividad, de imaginación, de proyectos, de artesanía, de fantasía. Esa fue su primera presentación en sociedad. Estaba todo Él asaltado por las fórmulas matemáticas más complejas, preocupado por los diseños más excepcionales, exaltado por una creatividad artística exhuberante. El mundo de la universidad, de la investigación, de los laboratorios y experimentos, de los escritores y artistas es un pálido reflejo de aquel Comienzo excepcional. Todo se fue desplegando a partir de su corazón, de su fantasía. Dios estaba más enamorado que nunca. Su resplandor era excepcional. Su gracia se derramaba a borbotones. Estaba más fuera de sí, que dentro de sí. Hizo realidad sus sueños. Cuidadosamente fue llevando su proyecto a realidad, hasta en los últimos detalles. Y vió Dios… que todo era muy bello, excelente… Y descansó … contemplándolo.
Es verdad que el pecado introdujo una catástrofe dentro del gran Proyecto inspirado. Pero Dios no se deja vencer y no fracasa sin más ni más. Su sueño siguió realizándose en una creatividad continuada. Llegó a su culmen cuando se hizo realidad su mejor sueño, «Jesús». Entonces apareció en el universo como el mejor padre, la mejor madre, el mejor antropólogo, el más excelente educador.
¡Qué grande, qué maravilloso debe ser Dios ! Ningún concepto lo define. Ninguna experiencia lo absorbe. Todo rezuma su presencia. Para ser de Él hay que vivirlo todo. Debe ser buscado en todas las direcciones, en todas las experiencias.
¿De qué hablamos con Dios ? ¡Qué aburridos podemos ser los hombres y mujeres de religión ! Qué temas tan alicortos los nuestros, cuando nos referimos a El, cuando dedicamos horas y horas a hablar con Él. Nunca se nos ocurre discutir con Él una fórmula matemática, componer en su presencia una canción o una poesía, hablar con él de la trama de una novela, confrontar con Él nuestro pensamiento filosófico, comentarle los procesos de la tierra, de la metereología, de los cultivos. ¿Qué significa eso de «me he distraído en la oración» ? ¿No hay oraciones aparentemente muy religiosas, que son una auténtica distracción del verdadero Dios ? ¡Qué religión tan aburrida aquella que no valora el arte, la tecnología, la creatividad ! Nuestro Dios nos pide algo diferente. Vivir, gozar de su creación, darle gloria.
Hay una religión que tiene que resultarle a Dios muy aburrida. Me lo imagino en el cielo hablando con Pitágoras, con Newton o Einstein de matemáticas, cálculo y física, o con Beethoven, Chopin o Louis Amstromg de música, o con Shakespeare, Cervantes, Dante de literatura, o con Buda, Mahoma de religión, o con Miguel Angel y Picasso o Dalí de pintura, o con Hitchkock, Felini o Cecil de Mille de cine… Quienes conocen y cultivan la tierra, quienes saben y ejercitan el arte culinario, quienes colaboran en el gran proceso de la evolución, tienen en Dios a su mejor cómplice y admirador.
¿Quiénes son entonces las personas con capacidad de contemplación ? ¿Quiénes son los auténticos orantes ? ¿Dónde entrar en comunión con nuestro Dios ? Perdone, pero Dios no es tan religioso como a algunos parece…
Fueron seis largos, larguísimos días, de trabajo. Bueno, de creatividad, de imaginación, de proyectos, de artesanía, de fantasía. Esa fue su primera presentación en sociedad. Estaba todo Él asaltado por las fórmulas matemáticas más complejas, preocupado por los diseños más excepcionales, exaltado por una creatividad artística exhuberante. El mundo de la universidad, de la investigación, de los laboratorios y experimentos, de los escritores y artistas es un pálido reflejo de aquel Comienzo excepcional. Todo se fue desplegando a partir de su corazón, de su fantasía. Dios estaba más enamorado que nunca. Su resplandor era excepcional. Su gracia se derramaba a borbotones. Estaba más fuera de sí, que dentro de sí. Hizo realidad sus sueños. Cuidadosamente fue llevando su proyecto a realidad, hasta en los últimos detalles. Y vió Dios… que todo era muy bello, excelente… Y descansó … contemplándolo.
Es verdad que el pecado introdujo una catástrofe dentro del gran Proyecto inspirado. Pero Dios no se deja vencer y no fracasa sin más ni más. Su sueño siguió realizándose en una creatividad continuada. Llegó a su culmen cuando se hizo realidad su mejor sueño, «Jesús». Entonces apareció en el universo como el mejor padre, la mejor madre, el mejor antropólogo, el más excelente educador.
¡Qué grande, qué maravilloso debe ser Dios ! Ningún concepto lo define. Ninguna experiencia lo absorbe. Todo rezuma su presencia. Para ser de Él hay que vivirlo todo. Debe ser buscado en todas las direcciones, en todas las experiencias.
¿De qué hablamos con Dios ? ¡Qué aburridos podemos ser los hombres y mujeres de religión ! Qué temas tan alicortos los nuestros, cuando nos referimos a El, cuando dedicamos horas y horas a hablar con Él. Nunca se nos ocurre discutir con Él una fórmula matemática, componer en su presencia una canción o una poesía, hablar con él de la trama de una novela, confrontar con Él nuestro pensamiento filosófico, comentarle los procesos de la tierra, de la metereología, de los cultivos. ¿Qué significa eso de «me he distraído en la oración» ? ¿No hay oraciones aparentemente muy religiosas, que son una auténtica distracción del verdadero Dios ? ¡Qué religión tan aburrida aquella que no valora el arte, la tecnología, la creatividad ! Nuestro Dios nos pide algo diferente. Vivir, gozar de su creación, darle gloria.
Hay una religión que tiene que resultarle a Dios muy aburrida. Me lo imagino en el cielo hablando con Pitágoras, con Newton o Einstein de matemáticas, cálculo y física, o con Beethoven, Chopin o Louis Amstromg de música, o con Shakespeare, Cervantes, Dante de literatura, o con Buda, Mahoma de religión, o con Miguel Angel y Picasso o Dalí de pintura, o con Hitchkock, Felini o Cecil de Mille de cine… Quienes conocen y cultivan la tierra, quienes saben y ejercitan el arte culinario, quienes colaboran en el gran proceso de la evolución, tienen en Dios a su mejor cómplice y admirador.
¿Quiénes son entonces las personas con capacidad de contemplación ? ¿Quiénes son los auténticos orantes ? ¿Dónde entrar en comunión con nuestro Dios ? Perdone, pero Dios no es tan religioso como a algunos parece…
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