Cuando los israelitas salieron de su tierra iba Jacob en cabeza. Era un grupo pequeño. Emigraron hacia las tierras de Egipto porque el hambre los acuciaba. Al principio no tuvieron problema para instalarse en Egipto, hasta el faraón les ofreció las tierras de Gosen para que habitaran en la región y pastorearan sus rebaños. Fueron bienvenidos en tierra extraña. (Gen. 46-47).
Pero años más tarde aparecieron los problemas: Los israelitas habían crecido mucho, el faraón desconocía el por qué estaban allí aquellos extranjeros y fueron sometidos a dura esclavitud (Ex. 1).
Algo semejante pasó con los emigrantes que vinieron a nuestro país. Durante varios años fueron bienvenidos porque faltaba mano de obra; si lograban permiso de residencia cotizaban en la seguridad social y esto era muy bueno para las arcas de esta institución y para los españoles en general.
Hacían los trabajos que los del país no querían. Poco a poco se fueron situando. Los primeros venidos llamaron a otros que como ellos pasaban mucha necesidad en sus países de origen. De este modo los campos y las ciudades se llenaron de emigrantes que buscaban una mejor condición de vida.
Hasta que llegó esta crisis tan fuerte que ya no puede absorber tanta mano de obra. La reacción de muchos ante la falta de trabajo es que los emigrantes regresen a sus países de origen. Dicho de otra manera, los que así piensan, tratan a los extranjeros no como personas sino como mercancías. ¿Dónde queda la dignidad humana? Ante esta actitud el Señor puede que diga: “He oído el clamor de mi pueblo”.
Texto: Hna. María Nuria Gaza.
Publicado por Mi Vocación
Pero años más tarde aparecieron los problemas: Los israelitas habían crecido mucho, el faraón desconocía el por qué estaban allí aquellos extranjeros y fueron sometidos a dura esclavitud (Ex. 1).
Algo semejante pasó con los emigrantes que vinieron a nuestro país. Durante varios años fueron bienvenidos porque faltaba mano de obra; si lograban permiso de residencia cotizaban en la seguridad social y esto era muy bueno para las arcas de esta institución y para los españoles en general.
Hacían los trabajos que los del país no querían. Poco a poco se fueron situando. Los primeros venidos llamaron a otros que como ellos pasaban mucha necesidad en sus países de origen. De este modo los campos y las ciudades se llenaron de emigrantes que buscaban una mejor condición de vida.
Hasta que llegó esta crisis tan fuerte que ya no puede absorber tanta mano de obra. La reacción de muchos ante la falta de trabajo es que los emigrantes regresen a sus países de origen. Dicho de otra manera, los que así piensan, tratan a los extranjeros no como personas sino como mercancías. ¿Dónde queda la dignidad humana? Ante esta actitud el Señor puede que diga: “He oído el clamor de mi pueblo”.
Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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