Lecturas: 1 Samuel 16, 1b.6-7.10-13a; Salmo 22, 1-6; Efesios 5, 8-14
Evangelio: Juan 9, 1-41:
Evangelio: Juan 9, 1-41:
"En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo:
-«Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).» Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:
-«¿No es ése el que se sentaba a pedir?» Unos decían:
-«El mismo.» Otros decían:
-«No es él, pero se le parece.»
Él respondía:
-«Soy yo».
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó:
-«Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»
Algunos de los fariseos comentaban:
-«Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado. »
Otros replicaban:
-«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
-«Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»
Él contestó:
-«Que es un profeta.» Le replicaron:
-«Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?»
Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
-« ¿Crees tú en el Hijo del hombre?»
Él contestó:
«¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dijo:
-«Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»
Él dijo:
-«Creo, Señor.»
Y se postró ante él.
Jn 9, 1-41
vv. 1-5: Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: “Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?” Respondió Jesús: “Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios. Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo.”
Jesús se escondió para evitar las piedras de los enemigos (Jn 8,59).
Esta curación supone un nuevo enfrentamiento con los teólogos de entonces.
Ciego de nacimiento. Denota la magnitud del milagro o señal.
La curación de los ciegos es una propiedad del Mesías según Is 35,5.
Caso típico y se desarrolla en Jerusalén.
En la época no se podía entender un castigo tan grande que no fuera producto del pecado. Los discípulos quiere saber quién/quiénes pecaron.
Jesús se sale de la época y mira al Padre y conecta la ceguera con las obras de Dios Padre. Toda una lección para nosotros.
Lo contrario al ciego de nacimiento es ese Yo soy la luz del mundo.
vv. 6-7: Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego y le dijo: “Vete, lávate en la piscina de Siloé” (que quiere decir Enviado). El fue, se lavó y volvió ya viendo.
Se decía por esa época que la saliva tenía muchos poderes curativos. Jesús es hijo de la época.
Con ese trabajo el ciego se fue preparando para creer en Él, confiar en Jesús.
El ciego obedece ciegamente a su mandato y así verá la Luz del mundo.
Shiloah, el manantial que fluía de la única fuente que tenía Jerusalén, llamada Gihon. Un canal construido a toda prisa en tiempos del rey Ezequías (721-693 a.C.).
Enviado o Mesías (del verbo Shah)
Más que piscina era un depósito donde se recogía esa agua potable.
La acción de Jesús y un sencillo gesto de obediencia bastaron.
vv.8-11: Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían: «¿No es éste el que se sentaba para mendigar?» Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino que es uno que se le parece.» Pero él decía: «Soy yo.» Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?» El respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: "Vete a Siloé y lávate." Yo fui, me lavé y vi.»
Juan insiste en identificarlo. No hay duda que fue el ciego de nacimiento.
Alrededor del ¿Cómo se te han abierto los ojos? se dará la situación de fe valiente o incredulidad práctica
v. 12: Ellos le dijeron: «¿Dónde está ése?» El respondió: «No lo sé.»
Jesús lo cura y desaparece del escenario de magnificencia; se esfuma.
El ex-ciego aún no ha visto a Jesús.
Jesús se le hará el encontradizo.
vv. 13-17: Lo llevan donde los fariseos al que antes era ciego. Pero era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. El les dijo: “Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.” Algunos fariseos decían: “Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.” Otros decían: “Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes señales?” Y había disensión entre ellos. Entonces le dicen otra vez al ciego: “¿Y tú qué dices de él, ya que te ha abierto los ojos?” El respondió: “Que es un profeta.”
Comienza la carrera hacia la ceguera de los fariseos inquisidores.
Los sabios teólogos quedan cegados en estrechez.
El ciego curado llega a la conclusión obvia que el que lo ha curado es un profeta, un gran piadoso de Dios.
vv. 18-23: No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista y les preguntaron: “¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?” Sus padres respondieron: “Nosotros sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego. Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto los ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí mismo.” Sus padres decían esto por miedo por los judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Cristo, quedara excluido de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: “Edad tiene; preguntádselo a él.”
Los fariseos, obstinados, se van cerrando más y más a la evidencia.
Sus padres 1) afirma que es su hijo y que nació ciego, pero 2) se niegan a responder quién lo curó. No se atreven a dar un testimonio de esa buena nueva para su hijo.
Por miedo de los judíos. Todos eran judíos en esta escena; judíos aquí significa autoridad judía, líderes judíos opuestos a Jesús, judío también Él.
vv. 24-27: Le llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: “Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.” Les respondió: “Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo. Le dijeron entonces: “¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?” El replicó: “Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado. ¿Por qué queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros haceros discípulos suyos?”
Da gloria a Dios. Los inquisidores vuelven a la carga con algo que suena a blasfemia porque toman el nombre de Dios en vano.
El ex ciego no quiere entrar en teologías, pero una cosa la tiene muy clara: Yo era ciego, ahora veo gracias a ese hombre.
Tiene capacidad para ser irónico.
vv. 28-34: Ellos le llenaron de injurias y le dijeron: «Tú eres discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ése no sabemos de dónde es.» El hombre les respondió: «Eso es lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha. Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada.» Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero en pecado ¿y nos da lecciones a nosotros?» Y le echaron fuera.
Sentimos el gozo del evangelista que da palabras y sabiduría a nuestro personaje que de la ceguera ha llegado a las puertas de la Luz del mundo.
Gozamos de una disputa teológica en la que los fariseos quedan derrotados.
Es tan obvia la victoria que ni merece la pena narrarla.
Cuando no se tienen razones se lanza uno al improperio como estos fariseos.
Lo echaron fuera. Lo excomulgaron de la Sinagoga. Borraban su nombre del elenco de los hijos de Israel.
Estamos hacia el 94 d. C cuando en Jamnia el nuevo Consejo Judío con predominio fariseo introdujeron una bendición entre las 18 Bendiciones que se recitaban en las sinagogas. Esta nueva bendición venía a pedir la maldición de Dios sobre los romanos y los cristianos. Ningún judeo-cristiano podía decir: Amén, amén.
vv. 35-38: Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le dijo: “¿Tú crees en el Hijo del hombre?” El respondió: “¿Y quién es, Señor, para que crea en él?” Jesús le dijo: “Le has visto; el que está hablando contigo, ése es.” El entonces dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.
Es la escena más bella de todo este hermoso evangelio:
Jesús sale al encuentro del excomulgado.
Le hace la pregunta fundamental del judeo-cristiano: ¿Tú crees en el Hijo del hombre? El título de Hijo de hombre era el que se daba Jesús a Sí mismo.
Lo has visto, lo estás viendo, con la nueva vista material y de fe que te estoy regalando.
El que está hablando contigo… ¡Qué bello! No hay palabras para narrar la belleza de esta escena.
Creo, Señor… y se postró ante él. Es una adoración divina; el sanador Jesús es el Señor ante quien sus fieles se postran como ante Dios.
vv. 39-41: Y dijo Jesús: “Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos.” Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: “Es que también nosotros somos ciegos?” Jesús les respondió: “Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: "Vemos" vuestro pecado permanece.”
Hay una graduación:
Los que no ven, ven y creen en Jesús
Los que creen ver, se vuelven ciegos.
Los que permanecen en el pecado.
El dicho popular de que No hay peor ciego que el que no quiere ver, se cumple aquí con creces.
Pero se nos da un aviso… es duro pensar que no querer ver la gracia y la misericordia de Dios conlleva una situación de estar en PECADO.
Cerrándonos a la Luz nos convertimos en una bola compacta donde no entra ni la Gracia ni la Luz ni el Amor.
Señor Jesús, concédenos la gracia de la humildad de vernos en la relación de criatura-Creador, de hijos-Padre para poder abrirnos a tu Luz para que toda nuestra conducta esté impregnada de Luz y de Verdad. No permitas que nos instalemos en el pecado de creer que vemos fuera de tu Luz. Amén.
-«Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).» Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:
-«¿No es ése el que se sentaba a pedir?» Unos decían:
-«El mismo.» Otros decían:
-«No es él, pero se le parece.»
Él respondía:
-«Soy yo».
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó:
-«Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»
Algunos de los fariseos comentaban:
-«Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado. »
Otros replicaban:
-«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
-«Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»
Él contestó:
-«Que es un profeta.» Le replicaron:
-«Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?»
Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
-« ¿Crees tú en el Hijo del hombre?»
Él contestó:
«¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dijo:
-«Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»
Él dijo:
-«Creo, Señor.»
Y se postró ante él.
Jn 9, 1-41
vv. 1-5: Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: “Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?” Respondió Jesús: “Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios. Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo.”
Jesús se escondió para evitar las piedras de los enemigos (Jn 8,59).
Esta curación supone un nuevo enfrentamiento con los teólogos de entonces.
Ciego de nacimiento. Denota la magnitud del milagro o señal.
La curación de los ciegos es una propiedad del Mesías según Is 35,5.
Caso típico y se desarrolla en Jerusalén.
En la época no se podía entender un castigo tan grande que no fuera producto del pecado. Los discípulos quiere saber quién/quiénes pecaron.
Jesús se sale de la época y mira al Padre y conecta la ceguera con las obras de Dios Padre. Toda una lección para nosotros.
Lo contrario al ciego de nacimiento es ese Yo soy la luz del mundo.
vv. 6-7: Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego y le dijo: “Vete, lávate en la piscina de Siloé” (que quiere decir Enviado). El fue, se lavó y volvió ya viendo.
Se decía por esa época que la saliva tenía muchos poderes curativos. Jesús es hijo de la época.
Con ese trabajo el ciego se fue preparando para creer en Él, confiar en Jesús.
El ciego obedece ciegamente a su mandato y así verá la Luz del mundo.
Shiloah, el manantial que fluía de la única fuente que tenía Jerusalén, llamada Gihon. Un canal construido a toda prisa en tiempos del rey Ezequías (721-693 a.C.).
Enviado o Mesías (del verbo Shah)
Más que piscina era un depósito donde se recogía esa agua potable.
La acción de Jesús y un sencillo gesto de obediencia bastaron.
vv.8-11: Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían: «¿No es éste el que se sentaba para mendigar?» Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino que es uno que se le parece.» Pero él decía: «Soy yo.» Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?» El respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: "Vete a Siloé y lávate." Yo fui, me lavé y vi.»
Juan insiste en identificarlo. No hay duda que fue el ciego de nacimiento.
Alrededor del ¿Cómo se te han abierto los ojos? se dará la situación de fe valiente o incredulidad práctica
v. 12: Ellos le dijeron: «¿Dónde está ése?» El respondió: «No lo sé.»
Jesús lo cura y desaparece del escenario de magnificencia; se esfuma.
El ex-ciego aún no ha visto a Jesús.
Jesús se le hará el encontradizo.
vv. 13-17: Lo llevan donde los fariseos al que antes era ciego. Pero era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. El les dijo: “Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.” Algunos fariseos decían: “Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.” Otros decían: “Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes señales?” Y había disensión entre ellos. Entonces le dicen otra vez al ciego: “¿Y tú qué dices de él, ya que te ha abierto los ojos?” El respondió: “Que es un profeta.”
Comienza la carrera hacia la ceguera de los fariseos inquisidores.
Los sabios teólogos quedan cegados en estrechez.
El ciego curado llega a la conclusión obvia que el que lo ha curado es un profeta, un gran piadoso de Dios.
vv. 18-23: No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista y les preguntaron: “¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?” Sus padres respondieron: “Nosotros sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego. Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto los ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí mismo.” Sus padres decían esto por miedo por los judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Cristo, quedara excluido de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: “Edad tiene; preguntádselo a él.”
Los fariseos, obstinados, se van cerrando más y más a la evidencia.
Sus padres 1) afirma que es su hijo y que nació ciego, pero 2) se niegan a responder quién lo curó. No se atreven a dar un testimonio de esa buena nueva para su hijo.
Por miedo de los judíos. Todos eran judíos en esta escena; judíos aquí significa autoridad judía, líderes judíos opuestos a Jesús, judío también Él.
vv. 24-27: Le llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: “Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.” Les respondió: “Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo. Le dijeron entonces: “¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?” El replicó: “Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado. ¿Por qué queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros haceros discípulos suyos?”
Da gloria a Dios. Los inquisidores vuelven a la carga con algo que suena a blasfemia porque toman el nombre de Dios en vano.
El ex ciego no quiere entrar en teologías, pero una cosa la tiene muy clara: Yo era ciego, ahora veo gracias a ese hombre.
Tiene capacidad para ser irónico.
vv. 28-34: Ellos le llenaron de injurias y le dijeron: «Tú eres discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ése no sabemos de dónde es.» El hombre les respondió: «Eso es lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha. Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada.» Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero en pecado ¿y nos da lecciones a nosotros?» Y le echaron fuera.
Sentimos el gozo del evangelista que da palabras y sabiduría a nuestro personaje que de la ceguera ha llegado a las puertas de la Luz del mundo.
Gozamos de una disputa teológica en la que los fariseos quedan derrotados.
Es tan obvia la victoria que ni merece la pena narrarla.
Cuando no se tienen razones se lanza uno al improperio como estos fariseos.
Lo echaron fuera. Lo excomulgaron de la Sinagoga. Borraban su nombre del elenco de los hijos de Israel.
Estamos hacia el 94 d. C cuando en Jamnia el nuevo Consejo Judío con predominio fariseo introdujeron una bendición entre las 18 Bendiciones que se recitaban en las sinagogas. Esta nueva bendición venía a pedir la maldición de Dios sobre los romanos y los cristianos. Ningún judeo-cristiano podía decir: Amén, amén.
vv. 35-38: Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le dijo: “¿Tú crees en el Hijo del hombre?” El respondió: “¿Y quién es, Señor, para que crea en él?” Jesús le dijo: “Le has visto; el que está hablando contigo, ése es.” El entonces dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.
Es la escena más bella de todo este hermoso evangelio:
Jesús sale al encuentro del excomulgado.
Le hace la pregunta fundamental del judeo-cristiano: ¿Tú crees en el Hijo del hombre? El título de Hijo de hombre era el que se daba Jesús a Sí mismo.
Lo has visto, lo estás viendo, con la nueva vista material y de fe que te estoy regalando.
El que está hablando contigo… ¡Qué bello! No hay palabras para narrar la belleza de esta escena.
Creo, Señor… y se postró ante él. Es una adoración divina; el sanador Jesús es el Señor ante quien sus fieles se postran como ante Dios.
vv. 39-41: Y dijo Jesús: “Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos.” Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: “Es que también nosotros somos ciegos?” Jesús les respondió: “Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: "Vemos" vuestro pecado permanece.”
Hay una graduación:
Los que no ven, ven y creen en Jesús
Los que creen ver, se vuelven ciegos.
Los que permanecen en el pecado.
El dicho popular de que No hay peor ciego que el que no quiere ver, se cumple aquí con creces.
Pero se nos da un aviso… es duro pensar que no querer ver la gracia y la misericordia de Dios conlleva una situación de estar en PECADO.
Cerrándonos a la Luz nos convertimos en una bola compacta donde no entra ni la Gracia ni la Luz ni el Amor.
Señor Jesús, concédenos la gracia de la humildad de vernos en la relación de criatura-Creador, de hijos-Padre para poder abrirnos a tu Luz para que toda nuestra conducta esté impregnada de Luz y de Verdad. No permitas que nos instalemos en el pecado de creer que vemos fuera de tu Luz. Amén.
Publicado por CIPECAR
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