Por Angel Moreno - Domingo 27 de Marzo del 2011
Publicado por Ciudad Redonda
(Ex 17, 3-7; Sal 94; Rm 5, 1-2. 5-8; Jn 4, 5-42)
Publicado por Ciudad Redonda
(Ex 17, 3-7; Sal 94; Rm 5, 1-2. 5-8; Jn 4, 5-42)
TEXTO PARA MEDITAR
“Era alrededor del mediodía.
Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice:
-Dame de beber.
La Samaritana le dice: -¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?
Jesús le contesto: -Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.”
REFLEXIÓN
No debemos perder las perspectiva de las lecturas de los domingos anteriores para comprender mejor las de este domingo, especialmente la del Evangelio. El primer domingo se nos ofrecía el testimonio de Jesús, venciendo en el desierto al Tentador, en comparación con la quiebra del primer Adán. Una nueva humanidad aparecía, que restaurará el desierto, convirtiéndolo en jardín. El segundo domingo, la Transfiguración de Jesús nos revelaba quién era en verdad el nuevo Adán, el Hijo amado de Dios. Este domingo, el texto evangélico nos invita a una relación especial, por el significado de las palabras que Jesús dirige a la Samaritana.
Además del sentido progresivo de las lecturas, encontramos una particular finalidad en la solicitud que Jesús hace a la mujer: “Dame de beber”. En el lenguaje rural, las palabras de un varón a una mujer, en la fuente o el pozo, pidiéndole agua, se convertían en una auténtica declaración de amor. Así se refleja en otros textos bíblicos, y en otras historias rurales.
Jesús nos invita a una relación de intimidad, que tendrá su manifestación cumbre en la hora de la muerte, cuando clame: “Tengo sed”. Ni el agua que pide a la samaritana ni la sed que expresa en la cruz tienen sólo significación literal, sino que se convierten en una declaración asombrosa. Jesús nos llama a la mayor pertenencia posible, la de formar un solo cuerpo con Él, realidad que acontece al participar en la Eucaristía.
ORACIÓN
“El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.
La mujer le dice: -Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.”
PROPUESTA
“Se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así.
“Era alrededor del mediodía.
Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice:
-Dame de beber.
La Samaritana le dice: -¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?
Jesús le contesto: -Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.”
REFLEXIÓN
No debemos perder las perspectiva de las lecturas de los domingos anteriores para comprender mejor las de este domingo, especialmente la del Evangelio. El primer domingo se nos ofrecía el testimonio de Jesús, venciendo en el desierto al Tentador, en comparación con la quiebra del primer Adán. Una nueva humanidad aparecía, que restaurará el desierto, convirtiéndolo en jardín. El segundo domingo, la Transfiguración de Jesús nos revelaba quién era en verdad el nuevo Adán, el Hijo amado de Dios. Este domingo, el texto evangélico nos invita a una relación especial, por el significado de las palabras que Jesús dirige a la Samaritana.
Además del sentido progresivo de las lecturas, encontramos una particular finalidad en la solicitud que Jesús hace a la mujer: “Dame de beber”. En el lenguaje rural, las palabras de un varón a una mujer, en la fuente o el pozo, pidiéndole agua, se convertían en una auténtica declaración de amor. Así se refleja en otros textos bíblicos, y en otras historias rurales.
Jesús nos invita a una relación de intimidad, que tendrá su manifestación cumbre en la hora de la muerte, cuando clame: “Tengo sed”. Ni el agua que pide a la samaritana ni la sed que expresa en la cruz tienen sólo significación literal, sino que se convierten en una declaración asombrosa. Jesús nos llama a la mayor pertenencia posible, la de formar un solo cuerpo con Él, realidad que acontece al participar en la Eucaristía.
ORACIÓN
“El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.
La mujer le dice: -Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.”
PROPUESTA
“Se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario