Publicado por El Blog de X. Pikaza
Ayer puse un post muy largo, ofreciendo una visión de conjunto del agua en la Biblia. Hoy quiero retomar el tema del final, recordando la existencia de dos aguas.
-- Una más espiritual (y personal), propia del evangelio místico de Juan, agua de amor (de enamorados, que sacian su sed uno en el otro), agua de creación, agua "bendita" de la Iglesia (en pila santa, rociada con Hisopo), agua de fuente bautismal, primero de los "sacramentos" espirituales.
-- Y hay otra agua más material, que sacia la sed del sediento, que riega los campos y enriquece (ennoblece) la vida de los hombres y mujeres; ésta es agua que se debe dar a los que tienen sed (como a Jesús en la Cruz),sagrado líquido de vida, como ha puesto de relieve el agua de Mateo. Un mundo donde casi media humanidad no tiene buen agua va en contra de la creación de Dios, de la justicia humana. Ésta es el agua del primero de los "sacramentos" materiales de la vida.
Como destacaba ayer mi estudio, las dos aguas se vinculan: el agua material se vuelve espiritual, y el agua espiritual sólo es de Cristo si se convierte en agua material para miles y millones (miles de millones) de sedientos de la tierra.
Hoy no he querido poner imagen, sino citar sólo un you tube que me ha mandado Elías P: http://www.youtube.com/watch?v=A2cPVckXRk4&feature=youtube_gdata_player . Gracias, amigo. Y buen día a todos, con espiritual bendita (de pila o de hisopo) y agua material también bendita (de buena fuente, buen río, de manantial o grifo abundante en la casa, junto al fuego del hogar y a la mesa del pan compartido.
A) AGUA ESPIRITUAL (DAME DE BEBER). EVANGELIO DE JUAN
1. Agua de Caná. Nuevo Israel:
Ante el ruego de su Madre (¡María, la buena aguadora!) Jesús convierte el agua de las seis tinajas de las purificaciones (seis es siempre el número imperfecto de este mundo que no alcanza la plenitud) en vino de bodas, es decir, de alegría mesiánica (cf. Jn 2, 1-11). Sin ese paso del agua de la purificación al vino de la vida no existe evangelio.
2. Agua de Nicodemo. Nueva Creación
“En verdad, en verdad te digo que a menos que uno nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede nacer un hombre si ya es viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Respondió Jesús: En verdad, en verdad te digo que a menos que uno nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Jn 3, 3-5).
3. Agua del pozo de Siquem. Agua del templo espiritual
Todo el que bebe del agua de ese pozo (de Siquem) volverá a tener sed. Pero cualquiera que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna (cf. Jn 4, 13-14).
Este pasaje nos sitúa cerca de la disputa de Jesús con el diablo en los sinópticos. Puede haber un diablo que ofrece comida y bebida, para esclavizar mejor a los hombres y tenerlos sometidos, como sabe bien cierto capitalismo moderno. Por eso, Jesús ha respondido: “no sólo de pan (y de agua) vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (cf. Mt 4, 4). No basta el pan y agua, es necesario además (al mismo tiempo) el Espíritu y la Palabra (como supone Gen 1, 1-3), es decir, la libertad y dignidad. Pero un Espíritu-Palabra sin pan-agua real es también mentira, sería un desprecio al Creador del mundo.
4. Agua del templo de Dios, agua del costado de Cristo
– El último y gran día de la fiesta, Jesús se puso de pie y alzó la voz diciendo: Si alguno tiene sed que venga a mí; y que beba aquel que cree en mí; pues, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su interior. Esto dijo acerca del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él, pues todavía no había sido dado el Espíritu, porque Jesús aún no había sido glorificado (Jn 7, 37-39).
Jesús está en la fiesta judía de los Tabernáculos y en ella se realizaba una liturgia del agua que evoca los grandes textos ya citados del Antiguo Testamento: el agua de la roca en el desierto, el agua que brota del templo (al final de Ezequiel). Pues bien, conforme al testimonio de Juan, todas esas aguas se concentran ahora en Cristo. El agua de Cristo es, sin duda, un agua mística abierta a la contemplación de Dios. Pero, al mismo tiempo, es el agua de la curación de los enfermos (como indica el milagro de la piscina probática, en Jn 5, 3-7, y el de la fuente de Siloé, en Jn 9, 7), el agua del servicio mutuo que consiste en lavarse los pies unos a otros, empezando por los señores a los siervos (cf. Jn 13, 1-17), el agua de vida que bota, con la sangre, del costado del Cristo (Jn 19, 34; cf. 1 Jn 5, 8).
5. Jesús tiene sed, Jesús es fuente de agua
En el lecho de muerte en la cruz Jesús dijo: “Tengo sed”, la sed de todos los hombres y mujeres del mundo…, el hambre y sed de justicia, del reino de Dios que es amor (cf. Mt 5, 6). Ésta es la palabra clave de Jesús al final de su vida, en Jn 19, 28
Pero el mismo Jesús sediento da de beber a todos, pues de su costado atravesado por la lanza salió sangre agua (Jn 19, 34), la sangre de la vida que se entrega a favor de los demás, el agua de la nueva creación… agua universal, para compartir entre todos.
B. AGUA MATERIAL (EVANGELIO DE MATEO)
El tema del agua en la Biblia cristiana culmina en Mt 25, 31-46, donde la exigencia de “dar de beber al que tiene sed” se convierte en sentido y clave de la vida humana. El motivo de dar de beber al sediento aparece con cierta frecuencia en la Biblia, aunque casi siempre de un modo indirecto, como algo que se supone (junto a la exigencia de dar de comer al hambriento). Por eso, a Job le acusan diciendo: no diste agua al sediento… (Job 22, 7).
En ese contexto, el libro de los Proverbios habla incluso de dar de beber al enemigo: “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer pan; y si tiene sed, dale de beber agua; pues así amontonas carbones encendidos sobre su cabeza y Yahvé te recompensará” ( Prov 25, 21; cf. Rom 12, 20). Uno de los grandes "delitos" del desierto (en la Biblia) era cegar o envenenar los pozos, incluso de la tierra de los enemigos. Eran tiempos duros, se podía hacer guerra (en ciertos casos), pero quien cegara los pozos de las estaciones de la estepa era reo de muerte.
El Nuevo Testamento ha desarrollado esta exigencia, situándola en el centro de su mensaje. Jesús confía en la bondad de los hombres y mujeres, que darán agua a sus discípulos, pues jamás se había oído que hubiera personas que no dieran agua al caminante:
“Cualquiera que os dé un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, en verdad os digo que jamás perderá su recompensa” (Mc 9, 41; Mt 10, 42).
Jesús está seguro de que sus enviados recibirán pan y agua suficiente para vivir. Yo lo he sentido, en propia carne, caminando por zona de estepa en Palestina, al llegar jadeante ante una puerta de casa o de tienda: Sin yo decir nada, ha salido un hombre o mujer a darme agua. Sólo después que hemos bebido hemos hablado, pues es bueno compartir la conversación, cuando hay agua compartida.
Pues bien, ampliando ese motivo, Mt 25, 31-46 supone que todos los pobres-sedientos son presencia de Cristo:
Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber…
En verdad os digo: cada vez que disteis de beber a los más pobres, me disteis a mi el agua que necesitaba(cf. Mt 25, 31-46).
Las primeras necesidades del hombre son la comida y bebida (sólo después viene el vestido y la casa, la salud y libertad). Ciertamente, hay otras carencias dolorosas (de cariño, cultura, palabra...; cf. Mt 4, 4). Pero la más honda, la más dura, es la falta de comida y de bebida. Allí donde este mundo lleno de riquezas condena al hambre y sed (pan tasado y agua contaminada) a millones de personas (o las pone en situación de inseguridad permanente) no sólo se vuelve injusto, sino contrario a la voluntad de Dios.
En este contexto Jesús ha querido presentarse como Mesías del Agua (de los hambrientos y sedientos).
-- Es Mesías porque comparte el hambre y sed de los hombres.
-- Es Mesías porque inicia un movimiento de comunión (liberación) que empieza dando de comer y de beber a los hambrientos y sedientos.
El hambre y sed son la primera de las necesidades y deberían ser fáciles de remediar, pues la tierra puede ofrecer alimento y agua suficiente para todos. Más todavía, mundo moderno sabe producir, de manera que hay (puede haber) comida y agua sufriente para remediar el hambre y sed universal.
Pero este mundo nuestro no sabe o, mejor dicho, no quiere compartir: no quiere que todos los hombres se sienten ante la bendición del agua (en hebreo, bendición y estanque de agua se dicen de la misma forma). La primera bendición de Dios es que haya agua para todos.
Birkak, beraka... y (al-berka, baraka en árabe), son lo mismo:
Bendición de vida, signo de Dios,
agua abundante....
Por eso, mientras haya sed en el mundo (agua sucia y tasada para millones de personas), mientras unos acaparen y posean a costa de los otros seguirá habiendo hambre y sed, no habrá justicia, ni se cumplirá la voluntad de Dios en la tierra.
Por eso, el cielo del principio (Gen 2) y el cielo del final (Ap 21-22) son unos ríos, una fuente de vida hecho río de agua potable, alameda de sombra junto a las aguas (cf. también Sal 1), agua espiritual y material, que al fin es lo mismo. Pero no agua para el egoísmo de algunos, sino para el amor de todos.
Esta palabra de Jesús (¡tuve sed y me disteis de beber!) es principio de interpretación del evangelio. Es una palabra que no se puede espiritualizad: aquí se trata de la sed material, de la necesidad de aquellos que carecen de agua para beber y vivir en libertad. Sólo allí donde todos los hombres y mujeres tierra pueden comer y beber con dignidad e higiene puede hablarse de un comienzo de Reino. Ciertamente, el agua tiene otros sentidos, como hemos podido señalar en todo lo anterior. Pero el agua primera, agua de Dios (bendita o sagrada) es aquella que debemos dar a los pobre.
-- Una más espiritual (y personal), propia del evangelio místico de Juan, agua de amor (de enamorados, que sacian su sed uno en el otro), agua de creación, agua "bendita" de la Iglesia (en pila santa, rociada con Hisopo), agua de fuente bautismal, primero de los "sacramentos" espirituales.
-- Y hay otra agua más material, que sacia la sed del sediento, que riega los campos y enriquece (ennoblece) la vida de los hombres y mujeres; ésta es agua que se debe dar a los que tienen sed (como a Jesús en la Cruz),sagrado líquido de vida, como ha puesto de relieve el agua de Mateo. Un mundo donde casi media humanidad no tiene buen agua va en contra de la creación de Dios, de la justicia humana. Ésta es el agua del primero de los "sacramentos" materiales de la vida.
Como destacaba ayer mi estudio, las dos aguas se vinculan: el agua material se vuelve espiritual, y el agua espiritual sólo es de Cristo si se convierte en agua material para miles y millones (miles de millones) de sedientos de la tierra.
Hoy no he querido poner imagen, sino citar sólo un you tube que me ha mandado Elías P: http://www.youtube.com/watch?v=A2cPVckXRk4&feature=youtube_gdata_player . Gracias, amigo. Y buen día a todos, con espiritual bendita (de pila o de hisopo) y agua material también bendita (de buena fuente, buen río, de manantial o grifo abundante en la casa, junto al fuego del hogar y a la mesa del pan compartido.
A) AGUA ESPIRITUAL (DAME DE BEBER). EVANGELIO DE JUAN
1. Agua de Caná. Nuevo Israel:
Ante el ruego de su Madre (¡María, la buena aguadora!) Jesús convierte el agua de las seis tinajas de las purificaciones (seis es siempre el número imperfecto de este mundo que no alcanza la plenitud) en vino de bodas, es decir, de alegría mesiánica (cf. Jn 2, 1-11). Sin ese paso del agua de la purificación al vino de la vida no existe evangelio.
2. Agua de Nicodemo. Nueva Creación
“En verdad, en verdad te digo que a menos que uno nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede nacer un hombre si ya es viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Respondió Jesús: En verdad, en verdad te digo que a menos que uno nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Jn 3, 3-5).
3. Agua del pozo de Siquem. Agua del templo espiritual
Todo el que bebe del agua de ese pozo (de Siquem) volverá a tener sed. Pero cualquiera que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna (cf. Jn 4, 13-14).
Este pasaje nos sitúa cerca de la disputa de Jesús con el diablo en los sinópticos. Puede haber un diablo que ofrece comida y bebida, para esclavizar mejor a los hombres y tenerlos sometidos, como sabe bien cierto capitalismo moderno. Por eso, Jesús ha respondido: “no sólo de pan (y de agua) vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (cf. Mt 4, 4). No basta el pan y agua, es necesario además (al mismo tiempo) el Espíritu y la Palabra (como supone Gen 1, 1-3), es decir, la libertad y dignidad. Pero un Espíritu-Palabra sin pan-agua real es también mentira, sería un desprecio al Creador del mundo.
4. Agua del templo de Dios, agua del costado de Cristo
– El último y gran día de la fiesta, Jesús se puso de pie y alzó la voz diciendo: Si alguno tiene sed que venga a mí; y que beba aquel que cree en mí; pues, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su interior. Esto dijo acerca del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él, pues todavía no había sido dado el Espíritu, porque Jesús aún no había sido glorificado (Jn 7, 37-39).
Jesús está en la fiesta judía de los Tabernáculos y en ella se realizaba una liturgia del agua que evoca los grandes textos ya citados del Antiguo Testamento: el agua de la roca en el desierto, el agua que brota del templo (al final de Ezequiel). Pues bien, conforme al testimonio de Juan, todas esas aguas se concentran ahora en Cristo. El agua de Cristo es, sin duda, un agua mística abierta a la contemplación de Dios. Pero, al mismo tiempo, es el agua de la curación de los enfermos (como indica el milagro de la piscina probática, en Jn 5, 3-7, y el de la fuente de Siloé, en Jn 9, 7), el agua del servicio mutuo que consiste en lavarse los pies unos a otros, empezando por los señores a los siervos (cf. Jn 13, 1-17), el agua de vida que bota, con la sangre, del costado del Cristo (Jn 19, 34; cf. 1 Jn 5, 8).
5. Jesús tiene sed, Jesús es fuente de agua
En el lecho de muerte en la cruz Jesús dijo: “Tengo sed”, la sed de todos los hombres y mujeres del mundo…, el hambre y sed de justicia, del reino de Dios que es amor (cf. Mt 5, 6). Ésta es la palabra clave de Jesús al final de su vida, en Jn 19, 28
Pero el mismo Jesús sediento da de beber a todos, pues de su costado atravesado por la lanza salió sangre agua (Jn 19, 34), la sangre de la vida que se entrega a favor de los demás, el agua de la nueva creación… agua universal, para compartir entre todos.
B. AGUA MATERIAL (EVANGELIO DE MATEO)
El tema del agua en la Biblia cristiana culmina en Mt 25, 31-46, donde la exigencia de “dar de beber al que tiene sed” se convierte en sentido y clave de la vida humana. El motivo de dar de beber al sediento aparece con cierta frecuencia en la Biblia, aunque casi siempre de un modo indirecto, como algo que se supone (junto a la exigencia de dar de comer al hambriento). Por eso, a Job le acusan diciendo: no diste agua al sediento… (Job 22, 7).
En ese contexto, el libro de los Proverbios habla incluso de dar de beber al enemigo: “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer pan; y si tiene sed, dale de beber agua; pues así amontonas carbones encendidos sobre su cabeza y Yahvé te recompensará” ( Prov 25, 21; cf. Rom 12, 20). Uno de los grandes "delitos" del desierto (en la Biblia) era cegar o envenenar los pozos, incluso de la tierra de los enemigos. Eran tiempos duros, se podía hacer guerra (en ciertos casos), pero quien cegara los pozos de las estaciones de la estepa era reo de muerte.
El Nuevo Testamento ha desarrollado esta exigencia, situándola en el centro de su mensaje. Jesús confía en la bondad de los hombres y mujeres, que darán agua a sus discípulos, pues jamás se había oído que hubiera personas que no dieran agua al caminante:
“Cualquiera que os dé un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, en verdad os digo que jamás perderá su recompensa” (Mc 9, 41; Mt 10, 42).
Jesús está seguro de que sus enviados recibirán pan y agua suficiente para vivir. Yo lo he sentido, en propia carne, caminando por zona de estepa en Palestina, al llegar jadeante ante una puerta de casa o de tienda: Sin yo decir nada, ha salido un hombre o mujer a darme agua. Sólo después que hemos bebido hemos hablado, pues es bueno compartir la conversación, cuando hay agua compartida.
Pues bien, ampliando ese motivo, Mt 25, 31-46 supone que todos los pobres-sedientos son presencia de Cristo:
Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber…
En verdad os digo: cada vez que disteis de beber a los más pobres, me disteis a mi el agua que necesitaba(cf. Mt 25, 31-46).
Las primeras necesidades del hombre son la comida y bebida (sólo después viene el vestido y la casa, la salud y libertad). Ciertamente, hay otras carencias dolorosas (de cariño, cultura, palabra...; cf. Mt 4, 4). Pero la más honda, la más dura, es la falta de comida y de bebida. Allí donde este mundo lleno de riquezas condena al hambre y sed (pan tasado y agua contaminada) a millones de personas (o las pone en situación de inseguridad permanente) no sólo se vuelve injusto, sino contrario a la voluntad de Dios.
En este contexto Jesús ha querido presentarse como Mesías del Agua (de los hambrientos y sedientos).
-- Es Mesías porque comparte el hambre y sed de los hombres.
-- Es Mesías porque inicia un movimiento de comunión (liberación) que empieza dando de comer y de beber a los hambrientos y sedientos.
El hambre y sed son la primera de las necesidades y deberían ser fáciles de remediar, pues la tierra puede ofrecer alimento y agua suficiente para todos. Más todavía, mundo moderno sabe producir, de manera que hay (puede haber) comida y agua sufriente para remediar el hambre y sed universal.
Pero este mundo nuestro no sabe o, mejor dicho, no quiere compartir: no quiere que todos los hombres se sienten ante la bendición del agua (en hebreo, bendición y estanque de agua se dicen de la misma forma). La primera bendición de Dios es que haya agua para todos.
Birkak, beraka... y (al-berka, baraka en árabe), son lo mismo:
Bendición de vida, signo de Dios,
agua abundante....
Por eso, mientras haya sed en el mundo (agua sucia y tasada para millones de personas), mientras unos acaparen y posean a costa de los otros seguirá habiendo hambre y sed, no habrá justicia, ni se cumplirá la voluntad de Dios en la tierra.
Por eso, el cielo del principio (Gen 2) y el cielo del final (Ap 21-22) son unos ríos, una fuente de vida hecho río de agua potable, alameda de sombra junto a las aguas (cf. también Sal 1), agua espiritual y material, que al fin es lo mismo. Pero no agua para el egoísmo de algunos, sino para el amor de todos.
Esta palabra de Jesús (¡tuve sed y me disteis de beber!) es principio de interpretación del evangelio. Es una palabra que no se puede espiritualizad: aquí se trata de la sed material, de la necesidad de aquellos que carecen de agua para beber y vivir en libertad. Sólo allí donde todos los hombres y mujeres tierra pueden comer y beber con dignidad e higiene puede hablarse de un comienzo de Reino. Ciertamente, el agua tiene otros sentidos, como hemos podido señalar en todo lo anterior. Pero el agua primera, agua de Dios (bendita o sagrada) es aquella que debemos dar a los pobre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario