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domingo, 24 de abril de 2011

AMANDO SE ALCANZA LA VIDA - Domingo de Resurrección (Jn 20,1-9) - Ciclo A



Decíamos al principio de la cuaresma que no se podía entender ese tiempo litúrgico sin tener presente la Pascua. Hoy al celebrar la resurrección de Jesús, damos sentido a todo ese tiempo de preparación para este acontecimiento.

Naturalmente, so se puede resucitar si antes no se ha muerto. Tal vez sea este aspecto el más complicado para nosotros hoy. Por eso nos conformamos con celebrar externamente lo que sucedió a otra persona en una fecha histórica ya muy lejana.

El centro de esta vigilia no es directamente Jesús, sino el fuego y el agua como principios imprescindibles para la VIDA. Ya tenemos la primera clave para entender lo que estamos celebrando en la liturgia más importante de todo el año.

Son los dos elementos indispensables para la vida. Del fuego surgen dos cualidades sin las cuales no puede haber vida: luz y calor. El agua es el elemento fundamental para formar un ser vivo. El 80% de cualquier ser vivo, incluido el hombre, es agua.

Recordar y renovar nuestro bautismo, es pieza clave para descubrir de qué Vida estamos hablando. Hoy el fuego y el agua simbolizan a Jesús porque le recordamos como Vida.

En el prólogo del evangelio de Juan dice: “En la Palabra había Vida, y la Vida era la luz de los hombres”. La clave para entender el misterio del hombre no está en su conocimiento, sino en la Vida que se le comunica.

La vida que esta noche nos interesa, no es la física (bios), ni la síquica (psiques), sino la espiritual y trascendente. Por no tener en cuenta la diferencia entre estas vidas, nos hemos armado un buen lío con la resurrección de Jesús. La vida biológica no tiene ninguna importancia en lo que estamos tratando.

“El que cree en mí aunque haya muerto vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre”.

La biológica y la síquica tienen importancia, solo porque son la que nos capacitan para alcanzar la espiritual. Solo el hombre que es capaz de conocer y de amar, puede acceder a la Vida divina. Nuestra conciencia individual tiene importancia sólo como instrumento, como vehículo para alcanzar la Vida definitiva. Una vez que se llega a la meta, el vehículo pierde toda importancia.

Lo que estamos celebrando esta noche, es la llegada de Jesús a esa plenitud de Vida. Jesús, como hombre, alcanzó la más alta cota de esa Vida. Posee la Vida definitiva que es la misma Vida de Dios. Esa Vida ya no puede perderse porque es eterna.

Podemos seguir empleando el término “resurrección”, pero debemos evitar el aplicarla inconscientemente a la vida biológica y sicológica, porque es lo que nosotros podemos sentir, es decir, descubrir por los sentidos.

Pero lo que hay de Dios en Jesús no se puede descubrir mirando, oyendo o palpando. Ni vivo ni muerto ni resucitado, puede nadie descubrir su divinidad.

Tampoco puede ser el resultado de alguna demostración lógica. Lo divino no cae dentro del objeto de nuestra razón. A la convicción de que Jesús está vivo, no se puede llegar por razonamientos. Lo divino que hay en Jesús, y por lo tanto su resurrección, sólo puede ser objeto de fe pascual.

Para los apóstoles como para nosotros se trata de una experiencia interior. A través del convencimiento de que Jesús les está dando VIDA, descubren los seguidores de Jesús, que tiene que estar él VIVO. Sólo a través de la vivencia personal podemos aceptar nosotros la resurrección.

Creer en la resurrección exige haber pasado de la muerte a la vida. Por eso tiene en esta vigilia tanta importancia el recuerdo de nuestro bautismo. Cristiano es el que está constantemente muriendo y resucitan­do. Muriendo a lo terreno y caduco, al egoísmo, y naciendo a la verdadera Vida, la divina.

Tenemos del bautismo una concepción estática que nos impide vivirlo. Creemos que hemos sido bautizados un día a una hora determinada en un lugar concreto y que allí se realizó un milagro que permanece por sí mismo.

Para descubrir el error, hay que tomar conciencia de lo que es un sacramento. Todos los sacramentos están constituidos por dos realidades: un signo y una realidad significada.

El signo es lo que podemos ver, oír, tocar.
La realidad significada ni se ve ni se oye ni se palpa, pero está ahí siempre porque depende de Dios que está fuera del tiempo.

En el bautismo, la realidad significada es esa Vida divina que “significamos” para hacerla presente y vivirla. En tal día a tal hora, han hecho el signo sobre mí, pero el alcanzar y vivir lo significado, es tarea de toda la vida.

Todos los días tengo que estar haciendo mía esa Vida. Y el único camino para hacer mía la Vida de Dios que es AMOR, es superando el ego-ísmo, es decir, amando.


DOMINGO DE PASCUA

Jn 20, 1-9
Se han llevado al Señor y no sabemos dónde le han puesto.


JESÚS ALCANZÓ LA VIDA ANTES DE MORIR

En este día de Pascua, debemos recordar aquellas palabras de Pablo:

"Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe, somos los más desgraciados de todos los hombres."

Aunque hay que hacer una pequeña aclaración. La formulación condicional (si) nos puede despistar y entender que Jesús podía resucitar o no resucitar, lo cual no tiene sentido porque Jesús había alcanzado la VIDA antes de morir. Y él fue consciente de ello.

Él era el agua viva, dice a la Samaritana, Él había nacido del Espíritu, dice a Nicodemo; él vive por el Padre; él es la resurrección y la Vida... Ya en ese momento cuando habla con sus interlocutores, está en posesión de la verdadera Vida.

Eso explica que le traiga sin cuidado lo que pueda pasar con su vida biológica. Lo que verdaderamente le interesa es esa VIDA con mayúscula que él alcanzó durante su vida, con minúscula.

En ningún caso debemos entender la resurrección como la animación de un cadáver. Esta interpretación es posible gracias a una antropología griega (alma–cuerpo), que no es la judía.

Además da por supuesto que el cuerpo es algo estable y fijo, lo cual es falso. El cuerpo se compone de unos sesenta billones de células. De ellas, unos quinientos millones se renuevan cada día. Parece que al cabo de unos diez años el cuerpo se ha renovado totalmente. ¿Qué es lo que permanece?

Por otra parte, la reanimación de un cadáver, da por supuesto que los despojos del fallecido mantienen una relación especial con el ser que estuvo vivo. La realidad es que la muerte devuelve al cuerpo al universo de la materia de una manera irreversible. La posibilidad de reanimación es la misma que existe de hacer un ser humano partiendo de los elementos atómicos y moleculares que componen su cuerpo, lo cual no tiene ningún sentido ni para los hombres ni para Dios.

Pero no debo quedarme en la resurrección de Jesús. Debo descubrir que yo estoy llamado a esa misma Vida.

A la Samaritana le dice Jesús: El que beba de esta agua nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá en un surtidor que salta hasta la Vida eterna.

A Nicodemo le dice: Hay que nacer de nuevo; lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es Espíritu. El Padre vive y yo vivo por el Padre, del mismo modo el que me coma, (el que me asimile), vivirá por mí. Yo soy la resurrección y la Vida, el que cree en mí aunque haya muerto vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre.

¿Creemos esto? Entonces, ¿qué nos importa todo lo demás?

Jesús, antes de morir, había conseguido, como hombre, la plenitud de Vida del mismo Dios, porque había muerto a todo lo terreno, a su egoísmo, y se había entregado por entero a los demás, llega a la más alta cota de ser posible como hombre mortal.

Este admirable logro fue posible, después de haber descubierto que esa era la meta de todo ser humano, que ese era el único camino para llegar a hacer presente lo divino. Esta toma de conciencia fue posible, porque había experimentado a Dios como Don.

Una vez que se llega a la meta, es inútil seguir preocupándose del vehículo que hemos utilizado para alcanzarla. Lo fisiológico no es más que un instrumento que debemos utilizar para conseguir el fin.

Es de capital importancia que entendamos bien la liturgia de Pascua. No está diciéndonos algo sobre Jesús que tenemos que celebrar y agradecer. Está diciéndonos mucho sobre nosotros mismos aquí y ahora.

Nos está diciendo que en cada uno de nosotros, hay muchas zonas muertas que tenemos que resucitar.

Nos está diciendo que debemos preocuparnos por la vida biológica, pero no hasta tal punto que olvidemos la verdadera Vida y así arruinemos la misma vida natural.

Nos está diciendo que tenemos que estar muriendo todos los días y al mismo tiempo resucitando, es decir pasando de la muerte a la Vida.
Si al celebrar la resurrección de Jesús no experimentamos nosotros una nueva Vida, es que nuestra celebración ha sido un folclore más de tantos como representamos en la vida.




Meditación-contemplación

Yo soy la resurrección y la Vida.
Resurrección y Vida expresan la misma realidad, no son cosas distintas.
No hay Vida sin resurrección y tampoco resurrección sin Vida.
En la medida que haga mía la Vida,
estoy garantizando la resurrección.
..................

No te preocupes de lo que va a ser de ti en el más allá.
Además de ser inútil, te llevará a una total desazón.
Lo importante es nacer de nuevo y vivir desde esa nueva VIDA.
Todo lo demás ni está en tus manos ni debe importarte.
...................

Deja que la VIDA que ya está en ti, se haga algo real en tu vida.
Deja que todo tu ser quede empapado de ella.
Deja que Dios Espíritu (fuerza) sea tu verdadero ser.
Entonces podrás decir como Jesús:
Yo y el Padre somos uno.


Fray Marcos

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