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lunes, 25 de abril de 2011

Decálogos de los personajes de la resurrección


Publicado por Ecclesia Digital
Por Jesús de las Heras Muela

La resurrección de Jesucristo es el acontecimiento más extraordinario y excepcional de la historia de la humanidad, en la línea de la encarnación y de la pasión. La gloria de la resurrección estaba ya en las entretelas de la cruz.

El Señor crucificado y resucitado lo había anunciado tantas: "Es preciso que el Hijo del Hombre suba a Jerusalén, muera y al tercer día resucite". Y es que no podía ser de otra manera: el condenado, el crucificado, el ajusticiado, que había vivido los caminos de la cruz como maestro, como juez, como rey, como salvador y como buen pastor y sumo y eterno sacerdote, había de resucitar de entre los hombres como triunfo y como gloria con que el Padre exaltaba su redención y como prenda y esperanza para toda la humanidad. No cabía otra alternativa: la cruz irradiará en una luz sin ocaso, el madero de la cruz, árbol fiel y único en nobleza, florecerá, al rayar el alba, en una primavera radiante, plena y permanente. Y al igual que los apóstoles y las mujeres de aquella tan memorable primera hora de la nueva y definitiva humanidad e historia, instauradas en el resurrección del Señor, también nosotros debemos ser testigos del crucificado y del resucitado, descubriéndolo, sintiéndolo y transmitiéndolo en la Galilea de nuestro afán de cada día, en el lago de Tiberíades de nuestra travesía, de nuestra pesca y de nuestro quehacer cotidianos. La pascua no puede esperar, la resurrección es nuestro reto y nuestro destino. Para descubrirla, sentirla y transmitirla nos ayudarán quizás estos Decálogos de Resurrección. En ellos, aún en los personajes de pecado o de sombra, podremos encontrar la gracia y la luz del seguimiento alegre y comprometido al Señor Resucitado.

DÉCALOGO DE LOS PERSONAJES DE LA RESURRECCIÓN
Jesucristo es el gran personaje de la resurrección, el gran protagonista. Junto a El, a aparecen otros diez personajes o grupos de personajes, que nos interpelan:

1.- Dos hombres -dos ángeles- con vestidos resplandecientes, de aspecto como el relámpago, vestidos como la nieve:
"¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive. No está aquí. Ha resucitado. Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado y al tercer día resucite".
(Mt. 28, 2; Mc., 16,5; Lc. 24, 4-6)

2.- Los soldados guardianes del sepulcro y los sumos sacerdotes:

"Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, se produjo un gran terremoto y rodó la piedra que cerraba el sepulcro... Los guardias, aterrorizados, se pusieron a temblar y quedaron como muertos... Algunos de los guardias marcharon a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado". Estos, reunidos con los ancianos, tomaron bastante dinero y se lo dieron a los soldados diciéndoles: Decid que, viniendo los discípulos de noche, le robaron mientras vosotros dormíais. Y si llega la cosa a oídos del gobernador, nosotros le convenceremos y haremos que no se os inquiete". (Mt. 28,1-5 y 12-15)

3.- María Magdalena, junto a María la de Santiago, Juana, Salomé y las demás mujeres que estaban con ellas:
"Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarle, y muy de madrugada, el primer día de la semana, al salir el sol, van al sepulcro... Jesús resucitó el primer día de la semana y se apareció primero a María Magdalena... Ella fue a comunicarlo a los que había vivido con El, que estaban tristes y llorosos". (Mc. 16,1-2 y 9-10)
"Jesús les salió al encuentro, diciéndoles: ¡Salve! Ellas, acercándose, asieron sus pies y se postraron ante El. Les dijo entonces Jesús:
"Diciendo esto (María Magdalena), se volvió para atrás y vio a Jesús que estaba allí, pero no conoció que fuera Jesús. Le dijo Jesús: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscáis? Ella, creyendo que era el hortelano, le dijo: Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo lo tomaré. Le dijo Jesús: ¡María! Ella, volviéndose le dijo en hebreo, ¡Rabboni!, que significa Maestro. Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido al Padre, pero ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. María fue anunciar a los discípulos: He visto al Señor". (Jn. 20, 14-18)

4.- El apóstol San Pedro:
"Salieron, pues, Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro... Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro. Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte". (Jn. 20, 3-7)
"Después de esto se apareció Jesús a los discípulos junto al mar de Tiberíades y se apareció así: Estaban juntos Simón Pedro y... Les dijo Simón Pedro: Voy a pescar... Salieron y entraron en la barca y en aquella noche no pescaron nada. Llegada la mañana estaba Jesús en la playa, pero los discípulos no se dieron cuenta de que era Jesús. Les dijo Jesús: muchachos, ¿no tenéis nada a mano nada que comer? Le respondieron: no. El les dijo: echad las redes a la derecha de la barca y encontraréis. La echaron y ya no podían arrastrar la red por la multitud de los peces. Dijo entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba: ¡Es el Señor! Así que oyó Simón Pedro que era el Señor, se ciñó la sobretúnica -pues estaba desnudo- y se arrojó al mar". (Jn. 21, 1-8).
"Cuando hubieron comido, dijo Jesús a Simón Pedro (por tres veces): Simón hijo de Juan, ¿me amas más que estos? El le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Le dijo Jesús: apacienta mis corderos... En verdad, en verdad, te digo: cuando eras joven, tú te ceñías e ibas donde querías; cuando envejezcas, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieres. Esto lo dijo indicando con que muerte había de glorificar a Dios. Después añadió: Sígueme". (Jn. 21, 15-19)
"Viéndole (a Juan), pues, Pedro dijo al Señor: Señor, ¿y este qué? Jesús le dijo: Si quisiera que este permanecería hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú, sígueme". (Jn. 21, 21-22)

5.- El apóstol San Juan:
"Salieron, pues, Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y asomándose, vio las vendas en el suelo, pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro. Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no había entendido las Escrituras: que él había de resucitar de entre los muertos". (Jn. 20, 3-9)
"Después de esto se apareció Jesús a los discípulos junto al mar de Tiberíades y se apareció así: Estaban juntos Simón Pedro y... Le dijo Simón Pedro: Voy a pescar... Salieron y entraron en la barca y en aquella noche no pescaron nada. Llegada la mañana estaba Jesús en la playa, pero los discípulos no se dieron cuenta de que era Jesús. Les dijo Jesús: muchachos, ¿no tenéis nada a mano nada que comer? Le respondieron: no. El les dijo: echad las redes a la derecha de la barca y encontraréis. La echaron y ya no podían arrastrar la red por la multitud de los peces. Dijo entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba: ¡Es el Señor! (Jn. 21, 1-7)
"Se volvió Pedro y vio que seguía detrás el discípulo a quien amaba Jesús, en el que en la cena se había recostado en su pecho y le había preguntada: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar? Viéndole, pues, Pedro dijo al Señor: Señor, ¿y este qué? Jesús le dijo: Si quisiera que este permanecería hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú, sígueme". Se divulgó entonces entre los hermanos la voz de aquel discípulo no moriría; mas no dijo Jesús que no moriría, sino: si yo quisiera que éste permaneciese hasta que venga, ¿a ti qué? Este es el discípulo que da testimonio de esto, que lo escribió y sabemos que su testimonio es verdadero". (Jn. 21, 21-24)

6.- Los demás apóstoles, excepto Tomás:
"La tarde del primer día de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se hallaban los discípulos por temor a los judíos, vino Jesús y puesto en medio de ellos les dijo: la paz sea con vosotros. Y diciendo esto les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron viendo al Señor. Les dijo otra vez: la paz sea con vosotros. Como me envió mi Padre, así os envío yo. Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos". (Jn. 20, 19-23)
"Mientras esto hablaban, se presentó en medio de ellos y les dijo: la paz sea con vosotros. Aterrados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. El les dijo: ¿Por qué os turbáis y por qué suben a vuestro corazón esos pensamientos? Ved mis manos y mis pies: soy yo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo. Dicho esto, les mostró las manos y los pies." (Lc. 24, 36-41)
"Entonces les abrió la inteligencia para que entendiesen las Escrituras... Vosotros daréis testimonio de esto. Pues yo os envío la promesa de mi Padre; pero habéis de permanecer en la ciudad hasta que seáis revestidos del poder de lo alto" (Lc. 24,45-49).
"Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado, y viéndole, se postraron... Jesús les dijo: se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra: id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo". (Mt. 28,16-20)

7.- El apóstol Santo Tomás:
"Tomás, uno de los doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: Hemos visto al Señor. Pero él les contestó: si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado no creo. A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo sino creyente. Tomás contestó: ¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo: ¿por qué me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto". (Jn. 20,24-29)

8.- Los dos discípulos de Emaús:
"Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unas dos leguas; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. El les dijo: ¿qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?... Lo de Jesús el Nazareno que fue profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo... Nosotros esperábamos... Entonces Jesús les dijo: ¡qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó todo lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante, pero ellos le apremiaron diciendo: ¡Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída! Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: ¿no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros..." (Lc. 24,13-35)

9.- Los otros más de quinientos:
"Pues a la verdad os he transmitido, en primer lugar, lo que yo mismo he recibido, que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día, según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, luego a los doce. Después se apareció una vez a más de quinientos hermanos, de los cuales muchos permanecen todavía y otros durmieron; luego se apareció a Santiago, luego a todos los apóstoles, y después de todos, como a un aborto, se me apareció también a mi". (I Cor. 15,3-8)

10.-María Santísima, la Madre del Resucitado:
La Sagrada Escritura no refiere ningún pasaje en el que Jesús Resucitado se apareciera a su Madre, María Santísima. Con todo, toda la tradición de la Iglesia ve en María el modelo que su hijo Jesús propone al apóstol Tomás, al dudar de su resurrección, cuando dice "Dichosos los que crean sin haber visto". María es así prototipo y modelo de aquellos bienaventurados que creen sin ver. María creyó y esperó. De este modo, "Jesús siempre estuvo resucitado en su corazón sin necesidad de aparición alguna". (José Luis Martín Descalzo)

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