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jueves, 14 de abril de 2011

Domingo de Ramos (Mt 26,14-27,66) - Ciclo A: Nos amó hasta el final


1. Situación y contemplación

La liturgia del domingo de Ramos se caracteriza por el contraste entre la procesión triunfal, que aclama al Rey mesiánico, y la celebración de la Pasión, entrada en la figura del Mesías «siervo de Yahvé», humilde y tratado como maldito.

El contraste refleja la situación-límite del hombre y sus cuestiones últimas: ilusión y frustración, triunfo y fracaso, adhesión y rechazo, vida y muerte, etc.

El contraste refleja el drama íntimo de las relaciones entre Israel y su Mesías: ¡tantas expectativas puestas en el Reino y tanta ceguera cruel ante los caminos de Dios!
El contraste refleja el plan de Dios, que primero ofreció el Reino pacífico y no-violento a los hombres; pero sólo lo entendieron «los pequeños». A través de la cerrazón del corazón humano, el Dios fiel hizo lo inaudito: transformó el fracaso y la injusticia en fuente de Salvación.

En ese punto de apoyo, la obediencia de Jesús hasta la muerte (primera lectura, salmo y segunda lectura), hecho uno de nosotros, se concentra la historia de Dios y del hombre: el amor fiel de Dios, que asume el infierno del hombre (representado por cada escena: traición de Judas, negación de Pedro, juicio arbitrario de los judíos, venalidad de los romanos, violencia y sarcasmo de todos, sufrimiento físico y soledad de Jesús, etc.), y el amor de Jesús al Padre y a los hombres, que «todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta», incluso cuando su Dios le abandona a su propia suerte (Evangelio).

¿Era necesario llegar hasta aquí? La respuesta siempre estará velada a los racionalistas o a los que no aceptan la condición humana. Sólo los que, al sufrir, confían y, confiando, descubren en sí mismos la fuerza del amor, están «en la onda» de la Pasión.


2. Reflexión

La meditación de la Pasión ha sido desvirtuada con frecuencia:

- o bien porque ha quedado reducida al acontecimiento de la Redención, ocurrida hace dos mil años, es decir, a una creencia abstracta y dogmática;

- o bien porque está asociada al recuerdo piadoso y sentimental del héroe del sufrimiento (como en el teatro clásico, cumple una función catártica: proyectamos en él nuestros dramas interiores y sociales);

- o bien porque la interpretamos sólo como memoria crítica de tantas situaciones de opresión del hombre de hoy, haciendo de Jesús el modelo más significativo del militante social.


La meditación de la Pasión debe integrar:

la Lectura realista, plenamente humana, de lo que ocurrió en Jerusalén: conflicto exacerbado con las autoridades religiosas y políticas; contexto mesiánico, en torno a la Pascua, que propiciaba situaciones límite...

En este sentido, actualizar la Pasión significa ver retratada en cada escena de la Pasión tantas realidades que nos rodean (la violencia irracional, el manejo de las masas por parte de los poderosos, los inocentes siempre perdedores...).

La lectura teologal, que percibe en esa dinámica tenebrosa la presencia salvadora de Dios.

Sólo hay una realidad que dignifica e ilumina con un nuevo sentido tanto horror: la fe en Jesús, el Mesías que cargó sobre sí nuestros crímenes y nos reveló el amor inaudito de Dios.

Es difícil dar la vida incluso por un hombre de bien. Dios nos ha mostrado su amor haciendo morir a Cristo por nosotros cuando aún éramos pecadores (Rom 5,6-11).


3. Praxis

Que vaya resonando estos días en tu corazón alguna de estas frases:

«Me amó y se entregó por mí» (Gál 2).

«Nos amó hasta el final» (Jn 13).

«Ofrecí el rostro como pedernal, pero no quedaré avergonzado» (Is 50,7).

- «Realmente, éste era Hijo de Dios» (Mt 27,54).

Por J. Garrido

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