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domingo, 15 de mayo de 2011

Contexto del Discernimiento I

Publicado por AMDG

Discernimiento es palabra tan importante y tan deseada, que no puede andar suelta, sin su contexto. A mi entender, existen riesgos de deformar el discernimiento por descontextualizarla. Por ejemplo, en ámbitos ignacianos suele escucharse que una desolación es mala y, por tanto, hay que sacársela cuanto antes, como dice el Nº 336 de los Ejercicios. Pero es distinta una desolación en el proceso de quien transita la primera semana, que la desolación de quien vivencia como en su propia carne la Pasión de Jesús, propio de la tercera semana. Lo mismo ocurre con la consolación: suele identificársela como señal del cielo y confirmación del camino emprendido, sin tener en cuenta la sospecha que el mismo Ignacio plantea como tentación bajo especie de bien (EE 331), en quienes transitan la segunda semana. Dentro del mismo texto de los EE podemos reconocer algunos contextos para el discernimiento: el Principio y Fundamento sería el contexto para bien interpretar las reglas de primera semana. Como que estas pautas están preparadas para quien camina en la tónica del magis, “solamente deseando y eligiendo lo que más conduce al fin que somos creados” (EE 23). Por eso este primer cuerpo de reglas están hechas para quien camina “en el servicio de Dios de bien en mejor subiendo” (EE 315). Asimismo, las reglas de segunda semana tendrían como contexto otro aspecto del magis, la Oblación de mayor estima y momento, como que están hechas para quienes “más se querrán afectar y señalar en todo servicio” (EE 97). Cuando Ignacio apunta que una elección de vida y estado se hace “juntamente contemplando” los misterios de la vida de Cristo, está dando el contexto donde realizar el discernimiento vocacional. Es el contexto de la contemplación de los misterios de la Humanidad de Cristo al calor del “conocimiento interno del Señor, para que más le ame y le siga” (EE 104) [1]. Las reglas para ordenarse en el comer, orientadas al fino discernimiento del placer, se entienden dentro de la Tercera Semana, adonde se ingresa movido por el deseo de “imitar y parecer más actualmente a Cristo nuestro Señor” (EE 167). En la Cuarta Semana se ofrecen pautas de discernimiento en las Reglas para Sentir con la Iglesia, solamente entendibles desde “tanta gloria y gozo de Cristo nuestro Señor” (EE 221). Entonces tenemos que es el MAGIS el contexto adecuado para entender y aplicar las reglas de discernimiento.Fuera del proceso de un retiro, en el ámbito del seguimiento cotidiano del creyente “de a pie”, el discernimiento también posee un contexto de generosidad. Darío Mollá, en otro artículo, lo inscribe dentro del contexto de una respuesta a dos llamadas: la llamada al amor (el mandamiento de Jesús), y la llamada a la vigilancia evangélica[2]. Discernir, en estos contextos, significa buscar y encontrar cómo amar más y mejor, y como percibir y dejarse encontrar por el Señor que viene a mi encuentro. Normalmente nuestra tarea del discernimiento se inscribe en este contexto de lo cotidiano, del descubrir la suave conducción del Espíritu en los pequeños pasos de cada día. Sin embargo, el generoso magis no puede vivirse desencarnadamente. Mollá apunta muy bien que el discernimiento es una destreza del discípulo, y que responde a necesidades básicas del ser humano. Es decir, el discernimiento es necesario para ser humanos y para ser cristianos. En este mismo sentido, Carlos Cabarrús elabora unos requisitos humanos básicos para el discernimiento espiritual, y el primero de ellos es la opción por la Vida[3]. No sería desacertado, entonces, decir que el contexto “madre”, la matriz donde el Espíritu nos fecunda, nos conduce y encuentra, es la misma VIDA entendida como el acontecer divino y humano en el que nos movemos y somos. VIDA que palpita en nuestro ser más hondo, como aquel soplo original del Creador que estamos llamados a descubrir y desplegar todos y cada uno de nuestros días. El discernimiento está al servicio de esta VIDA de peregrinos que somos, es la herramienta que nos ayuda a desentrañar nuestra identidad más honda, es la destreza que ayuda a responderme “¿quién soy?”, “¿quién voy siendo?”. Y al mismo tiempo, el discernimiento necesita vivirse desde la pasión por la vida, es decir, dentro de un magis ignaciano que integra todas las dimensiones de mi identidad.
Agustín Rivarola, SJ

[1] Cfr. Darío Mollá, SJ, El discernimiento, realidad humana y espiritual, Revista Manresa 82, enero – marzo 2010, [2] Cuadernos Eides Nº 59,”Horizontes de Vida (vivir a la ignaciana)”, marzo 2009. [3] Cfr. “La mesa del banquete del Reino”, DDB, Bilbao, 1998, pág. 153.

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