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sábado, 21 de mayo de 2011

Dom 22 V 11. Las obras que yo hago, y aún mayores


Publicado por El Blog de X. Pikaza

Domingo 5 de Pascua. Jn 14,2-12. Criticamos con frecuencia al “responsable” de turno (de la Iglesia o del Estado), diciendo que tiene la culpa, de forma que, si nosotros no somos como se debiera, es por culpa de ellos. Evidentemente, los "mandos" tienen su parte de culpa, pero no podemos excusarnos en ellos y hacerles responsables de todo. Así lo recuerda el evangelio de este domingo, situándonos ante nuestra propia responsabilidad y tarea: antes de echar la culpa a los otros, quizá debo preguntarme yo mismo si creo en la línea de Jesús y si haga “las obras de Dios”, incluso mayores que las de Jesús.
De eso trata este evangelio, que incluye una introducción, dos preguntas y una conclusión que han definido y definen de forma poderosa la vida cristiana, como indicaré, de un modo sencillo, para destacar al fin las últimas palabras de Jesús: Quien crea en mí hará las obras que yo hago, y aún mayores (añadiendo una reflexión más teórica sobre la verdad).
Estas palabras (quien crea en mí hará las obras que yo hago y aún mayores) resultan sorprendentes, de tal forma que me atrevo a pensar que muchos de nosotros, cristianos, no hemos creído de verdad ellas por tres razones principales:
a) Pensamos que Jesús ha sido más grande que nosotros, que ha hecho obras especiales, porque es Dios, obras que nosotros no podemos hacer. Pues bien, en contra de eso, el mismo Jesús dice que podemos y debemos hacer obras aún mayores que las suyas.
b) Pensamos que la auténtica fe implica un tipo de “humildad”: situarnos ante Jesús y pedirle a él que lo haga todo, porque es Señor y porque puede… mientras nosotros no podemos. Dejar que él sea en nosotros, que él actúe, como parece suponer un tipo de liturgia mal entendida.
c) Finalmente parece que "no queremos", no nos atrevemos a tomar como nuestra la herencia de Jesús, haciendo lo que haciendo, viviendo como vivía. Resulta más cómodo vivir como curiosos, no implicarnos en la tarea de Jesús, que según el evangelio es nuestra.
Pues bien, en contra de eso, de manera audaz, este mismo Cristo excelso del evangelio de Juan, que dice ser “igual a Dios” (¡quien me ha visto ha visto al Padre!), añadiendo que él mismo (¿sólo él?) es el camino, la verdad y la vida, termina su pequeño “discurso” de hoy asegurando que somos como él, de tal forma que podemos hacer lo que hizo, y cosas aún mayores. No tenemos que pedir permiso a nadie, de nadie dependemos.Jesús nos ha dado su tarea, de tal forma que podemos y debemos hacer obras mayores que las suyas.
Éste es el tema, el objeto de esta reflexión de principio. Quizá mañana, si algún lector o comentarista lo quiere, podríamos decir cuales son esas obras mayores que las de Jesús que nosotros, sus discípulos y amigos del siglo XXI, debemos realizar en este tiempo.
Texto
a. Introducción. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera
así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino."
b. Pregunta 1, con respuesta. -- Tomás le dice: "Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" Jesús le responde: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto."
c. Pregunta 2, con respuesta.-- Felipe le dice: "Señor, muéstranos al Padre y nos basta." Jesús le replica: "Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia.
d. Conclusión. -- El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre." (Jn 14, 1-12).
a. Introducción, las moradas del Padre.
En la casa de mi Padre hay muchas moradas o estancias; hay lugar para todos, quizá de formas distintas, por caminos diversos, pero hay lugar abundante. La casa de Dios es amplia, hay en ella lugar para altos y bajos, montes y ríos, llanuras. Es la casa de todos los hijos, es decir, de todos los seres humanos.
Alguien me decir que todos los caminos llevan al Padre del que venimos (no a un tipo de Roma o Cartago), nos dirigen a las Moradas del amor, que supo describir Santa Teresa desde una perspectiva de análisis de vida interna. Del Padre/Madre venimos y al Padre/Madre vamos… Esa es la experiencia suprema de la vida.
En esa línea debemos añadir que Jesús ha hecho el camino para que nosotros podamos recorrerlo con él, llegando incluso más lejos, descubriendo verdades y realizando tareas que él no pudo realizar en su tiempo. Jesús no ha hecho camino para dejarnos atrás (siempre atrás), sino para lanzarnos hacia nuevas metas, abriendo nuestros ojos y nuestro corazón para moradas nuevas de amor, porque Dios es siempre más grande.
Desde ese fondo, el nos dice de forma provocativa: ¡Donde yo voy ya sabéis el camino! Todo debería haber terminado aquí. Caminantes somos y con Jesús (por Jesús) caminamos, sabiendo el lugar, sabiendo el camino. Pero hay dos que preguntar y, por eso, el evangelio sigue.
En este momento central del evangelio escuchamos dos voces poderosas que preguntan: una es de Tomás, otra de Felipe. Significativamente, ellos aparecen más tarde (hacia mediados del siglo II d. C.) como autores de los dos evangelios apócrifos más significativos de la Iglesia, hombres en quienes se expresa la revelación oculta de Jesús. Pues bien, aquí no aparecen como autores de evangelio, sino como discípulos del único Cristo
b. Pregunta de Tomás:
"Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?".
Tomás es el discípulo sabio y comedido, como sabe la tradición de Juan (el que quiere meter la mano en el costado abierto), es el discípulo de los largos discursos místicos (como sabe el evangelio de su nombre, apócrifo). Pues bien, este Tomás dice a Jesús que no conoce la meta, que no ha visto el final, que no tiene seguridad de lo que vendrá… y que por eso no puede saber el camino.
Tomás quiere estar seguro del fin antes de ponerse a caminar, quiere conoce bien la meta (haber estado en ella) antes de arriesgarse. En el fondo no se arriesga a caminar. Quiere la seguridad, el dinero fijo, la soldada en el cinco… Si eso fuera así no habría ya necesidad de camino. Todo hecho y resuelto de antemano, eso es lo que quiere Tomás-
Pues bien, Jesús le responde diciendo que confíe en él, que no quiera quemar etapas, que no se aferre a las respuestas antes de hablar planteado bien las preguntas… Jesús le responde diciendo, en el fondo, que en el mismo camino está ya la meta, y lo hace de un modo personal, comprometido, atreviéndose a decir “yo”:
Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida…
Así nos habla el Jesús de la Pascua, que se atreve a decir “yo”, como el Dios del Antiguo Testamento (¡Yo soy el que soy!), pero no un modo aislado (un yo sin Dios, un yo sin otros), sino de un modo abierto y compartido:
El yo de Jesús se hace camino (un camino en el que se despliega la verdad y se abre la vida), un camino de “padre”, camino de Dios.
El yo de Jesús se hace camino para todos aquellos que confían en su movimiento, en su propuesta de vida. Donde Jesús dice “yo soy” podemos y debemos decir todos con él: Nosotros somos, nosotros podemos
En Jesús se abre de esa forma el “camino” de una humanidad que se dirige a la vida… es decir, al Padre que es fuente y compendio en amor de todo lo que existe.
c. Propuesta de Felipe:
Muéstranos al Padre.
Es en el fondo la misma de Tomás… Quiere tener al Padre antes de haber hecho el camino, quiere que le den las cosas hechas, resueltas, antes de haber camino y de asumir su propia tarea. Quiere tener al Padre sin haber sido hijo, quiere la meta sin haber hecho el camino, sin haberse forjado en la verdad y en la vida.
Jesús le responde diciendo que no hay un Padre más allá, fuera de su propio camino, sino en el camino que están haciendo. Por eso, después de haber dicho “yo soy el camino”, matiza y amplia la respuesta diciendo:
“Quien me ha visto ha visto al Padre…
Allí donde se hace el camino como lo hace Jesús se está revelando el Padre de la vida. Por eso, quien me ha visto, quien vive como yo (como nosotros, en amor abierto a la vida) ha visto al Padre. Se trata de “ver a Jesús” (ésta es la experiencia pascual), pero de verle caminando con él, asumiendo su verdad, explorando en la línea de su vida.
Ésta es la experiencia de los cristianos: ver a Jesús resucitado (caminar con él, vivir de su vida)… eso es ver a Dios. No hay un Dios “más allá”, separado del camino concreto de la vida de los hombres, tal como Jesús lo recorre con los suyos. En el camino de Jesús (en su verdad, en su vida) está Dios Padre.
d. Conclusión. “
El que cree en mí hará las “obras que yo hago y aún mayores…”.
Jesús no está cerrado, como jefe exclusivista, sino como maestro que ofrece y comparte, que enseña y promueve lo que tiene. Todo lo ha dado, todo nos lo ha dado, para que nosotros, sus seguidores, podamos hacer sus mismas obras y aún mayores….las obras del Espíritu de Dios. Ése es el enigma práctico de la vida cristiana:
1. Un enigma: “Obras aún mayores que las de Jesús.. Las cosas que hizo Jesús pueden y deben hacerlas los suyos, y aún más grandes”. Este pasaje resulta provocadoramente claro, tan claro, tan escandaloso, que la Iglesia en general ha tendido a olvidarlo…, quedándose en Jesús y diciendo que él solo hace las cosas superiores, que nosotros no podemos seguirle ni de lejos. De esa manera, la exaltación de Jesús ha servido muchas veces para “empequeñecer” a los cristianos, seguidores suyos.
2 Eso significa que nosotros, los creyentes, somos Jesús (en Jesús), somos la vida de Dios encarnada en la tierra, no en contra, sino a favor de todos los hombres.… La fe en Jesús se expresa en su forma de vida, en su acción poderosa al servicio de la libertad y la verdad, al servicio de la revelación del Padre.
Esto es algo que han sabido los grandes maestros cristianos, desde Ignacio de Antioquía hasta Eckhart, desde Teresa de Jesús hasta Monseñor Romero. Las cosas que hizo Jesús podemos hacerlas todos los creyentes, en amor y libertad:
-- En contra de una piedad cicatera, que nos hace siervos de Jesús (y siervos de sus siervos, los ministros eclesiales)
-- Desde la experiencia de la libertad y plenitud cristiana, podemos vivir como él y con él… repitiendo y recreando su misma historia.
32. Y aún mayores “porque voy al Padre”. Mientras Jesús está aquí, en este mundo, en su forma antigua, parece que estamos como ensombrecidos por su figura… Pero una vez que Jesús “se va” (culmina su obra en el Padre) nos abre un camino para nosotros mismos lo sigamos, con su Espíritu.
Una aplicación erudita. Yo soy la Verdad.
Jesús ha dicho, en este contexto, “yo soy el camino, la verdad y la vida”. Estas son palabras suyas, siendo nuestras, pues con él podemos y debemos decir:
yo soy (nosotros somos)
el camino, la verdad y la vida.
Sería conveniente desarrollar cada una de esos términos. Pero sólo me fijaré en uno (la verdad), pues ha sido el que más se ha puesto y se pone de relieve en cierta teología intelectual
1. En griego, verdad se dice aletheia:
desvelamiento del Ser (de Dios), que rompe el velo del engaño y olvido, para desplegarse en desnudez fundamental, en todo su misterio. Dos son sus aspectos o momentos principales:
a. Dios es voluntad y poder de manifestación: no se oculta primero y luego viene a desvelarse de manera caprichosa; no se esconde para burlar a los humanos, ofreciéndoles un rostro que varía según las circunstancias, de manera que ellos nunca pueden conocerle plenamente; no es esfinge indescifrable que jamás conoceremos porque nunca desvela totalmente su misterio. En contra de eso, Dios es verdad manifestada: descorre el velo de su rostro y nos deja penetrar en el misterio de su vida (cf. 2 Cor 3, 12-18).
b. El humano aparece en muchos mitos como viviente superior que puede desvelar enigmas, penetrando de esa forma en el misterio de las cosas. Pues bien, el ser humano puede conocer el gran Misterio no por ser más hábil, sino porque Dios mismo ha querido desvelarlo. El conocimiento ofrece a este nivel un signo religioso: no es dominio técnico del mundo, ni pensamiento caprichoso que inventamos según las conveniencias, sino aletheia: desvelamiento más profundo del misterio de Dios en nuestra vida.
Ciertamente, en un nivel de ciencia conocemos solamente aquello que nosotros mismos vamos construyendo con la mente. Pero, en el nivel más alto, conocemos a Dios porque Él mismo hace presente su Verdad en nuestra vida: su presencia es verdadera, porque Él mismo ha querido desnudarse en amor y claridad ante nosotros, en actitud fontal de gracia.
2. En hebreo verdad es "emuna" o fidelidad:
verdadero es lo firme, aquel que ofrece garantía y da confianza, tanto en plano activo como receptivo. Pues bien, Dios nos ofrece la máxima confianza; por eso nos sentimos seguros en su presencia. La verdad ha de entenderse así en clave personal: es fidelidad de Dios que asiste a los humanos a lo largo del camino; es fidelidad de los humanos que se fían de su gracia de Dios, viviendo su presencia. Por eso, ella es siempre dialogada:
a) La Verdad es Presencia fiel de Dios, que ofrece su palabra y la mantiene por encima de las dificultades y rechazos del humano. Dios es Verdadero, pues se afirma como Roca firme en la que pueden asentarse los creyentes. No es una ilusión de ensueño, un espejismo que nos deja vacíos cuando le queremos tocar con nuestras manos. No es mentira que va y viene, que se dice primero sin firmeza y después se niega o se retira, cuando llega el tiempo malo. La Verdad de Dios es Fidelidad, Presencia amistosa para siempre.
b) La Verdad ha de expresarse como Presencia fiel de los humanos, confianza entre personas. Sólo ellas, las personas, pueden ser en ese plano verdaderas. Así lo certifica la Biblia Hebrea cuando dice que el conocimiento más perfecto surge a nivel de relación interhumana, allí donde el varón y la mujer se encuentran y conocen como tales, en amor enamorado. Pues bien, Dios y el humano se vinculan en un tipo de Verdad de matrimonio, en Presencia de alianza, como sabe la tradición profética (Os, Jer, Is). Este es el Dios que se preocupa de los pobres, los perdidos y pequeños de su pueblo, siendo fiel, portador de emuna.
Sólo conoce quien ama, haciéndose presente. Dios conoce en verdad: se fía de los humanos, siendo Presencia para ellos. El humano conoce en verdad cuando, apoyado en la promesa de Dios, acoge su presencia y se acerca en amor a los hermanos. En este plano, la Presencia de Dios está ligada al despliegue de su propia Verdad como confianza creadora, suscitando para los humanos un camino fiable de existencia compartida.
3. En latín verdad es "veritas":
es la justicia en las relaciones interhumana. Para convivir sobre la tierra, los humanos tienen que aceptar la ley y respetarse mutuamente. Ésta es la verdad de la justicia que se aplica a todos, por encima de cada uno, como expresión de un orden social…Ésta es la verdad que ha querido expresarse en el proceso político y social de occidente, pero que ha corrido el riesgo de caer en manos de las diversas ideologías….
Marx ha demostrado que la verdad económica y social de la justicia se ha hecho ideologías. Esa pretendida verdad ha servido (y sirve) para tapar la boca a los pequeños. La misma estructura religiosa de los pueblos triunfadores se utiliza para sacralizar el poder establecido. Ellos dicen “yo tengo la verdad”, pero oprimen a los vencidos.
Nietzsche ha descubierto los mecanismos de proyección vengativa de algunos oprimidos que tienden a satanizar a los triunfadores, haciendo de la religión principio de venganza. Por eso, cuando ellos dicen “yo soy la verdad” están imponiendo su propia envidia y su resentimiento…
Freud ha hablado también de una verdad que es “mentira”, la verdad de un amor que es proyección de las propias envidias
d. Jesús, el Jesús muerto y resucitado, dice: Yo soy la verdad
Cuando Jesús dice “yo soy la verdad” está identificando esa verdad de Dios con el mismo camino de la vida humana. La verdad no está en la ciencia abstracta, ni en teorías más o menos racionales, ni en sistemas separados… La verdad es la vida humana, como despliegue del mismo ser de Dios.
Cuando Jesús dice “yo soy la verdad” nos capacita para decir “nosotros somos la verdad”, no en contra de nadie, sino a favor de todos… Nosotros somos la verdad, los que caminamos y sufrimos en amor, sabiendo que en nuestra vida se expresa la vida del Padre.
Nosotros somos la verdad, en un nosotros abierto, como el Jesús, abierto a todos los que van a vienen, de un modo especial a los más pobres, a los expulsados de todos los sistemas de verdad del mundo.
e. Nosotros podemos hacer las obras que ha hecho Jesús, y aun mayores… Ésa es nuestra verdad
Nosotros, no busquemos a otros. No esperemos en el poder de los grandes dineros… Ni en el sistema de las grandes ideología, ni en la perfección de las grandes estructuras sacrales (si aún existen)… Somos nosotros los que podemos y debemos hacer las obras de Jesús, que no están al servicio de la verdad y de la vida, sino que “son” verdad y vida.

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