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sábado, 9 de julio de 2011

Dom 10 7 11. Cuatro tipos de tierra, una misma Palabra

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Publicado por El Blog de X. Pikaza

DOMINGO 15 TIEMPO ORDINARIO, CICLO A. MT 13, 1-23
El evangelio del domingo es muy largo, y lo he comentado en este blog varias veces, fijándome de un modo especial en el texto base de Mc 4. Hoy he querido prescindir de sus dos primeras partes (la parábola del sembrador y la diferencia entre aquellos que escuchan y no escuchan), para detenerme en los cuatro tipos de tierra, cuatro tipos de personas, hombres o mujeres (Mt 13, 18-23).

1. Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla (=sin acogerla), viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino o sobre el camino (Hombres lisos: Diablo ladrón de la Palabra).

2. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe (hacerse de piedra, robar a otros la tierra).

3. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril (en un mundo donde las zarzas ahogan al trigo.

4. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno

De esos cuatro tipos de hombres-mujeres habla este evangelio: hombres lisos (camino pisado), hombres piedra sin humus de vida, hombres zarza ahogados por una vida sin rumbo… Pero hay hombres-mujeres buena tierra, que reciben la semilla y fructifican.

Ésta es una división universal, que marca cuatro tipos de personas, una división psicológica y religiosa… No es la división entre clero y laicado, entre jerarquía y pueblo, entre hombres y mujeres… Es una división entre “personas”. A todos se les ofrece la “palabra”, unos la acogen de una forma, otros de otra... Unos dan fruto, otros no lo dan, ni dejan que otros puedan darlo (haciéndose Diablo).

Una división muy significativa

Evidentemente, al lado de esta división el evangelio ofrece otras… Están aquellos a los que se margina, para que no puedan escuchar la palabra, están los que parecen deficientes (enfermos psicológicos, neurológicos… que parecen menos aptos para la palabra…). Hoy hemos querido destacar estos cuatro tipos de tierra, de personas…, según el evangelio

1. Hombres puro borde, tierra pisada.
Satanás, el ladrón la Palabra

Éstos “escuchan” la palabra, son capaces de oírla, no están sordos o impedidos. Pero ellos se encuentran a merced de Satanás, que acecha y roba, devorando la semilla de Palabra, que no ha podido calar en una tierra que se ha vuelto dura como roca. El Sembrador ha regalado generosamente la palabra, sembrándola incluso en los terrenos duros, a lo largo del camino; pero viene Satanás, ladrón de la palabra, que se acerca y la roba (la come, la devora).

Este Satanás, adversario de la Palabra es el primer “enemigo” del hombre (del Reino de Dios). Él no cultiva ni siembra en tierra alguna (a diferencia del “enemigo” de Mt 13, 39, que es el Diablo que siembra cizaña). Éste Satanás vive de robar lo que otros han sombrado, como las aves de la parábola (Mt 13, 4), que están esperando el momento para devorar los granos.

Así es Satán, ave que acecha y vive de la siembra ajena. Todos los hombres son “siembra” de Dios, pero si no cuidan y protegen en sí mismos la semilla acaban quedando a merced de la pasión devoradora de Satán… Evidentemente, este es un Diablo de Parábola. Jesús no dice si existe o no, como espíritu separado (como persona): Diablo son los que devoran la semilla de los otros. Del Diablo son aquellos que no acogen la semilla, no abre su tierra… y dejan que venga el Diablo de cualquier propaganda de turno y les robe la semilla.

Satanás es el que roba a los demás la palabra: El que no deja que la reciban, el que no permiten que piensen por sí mismo, el que impide que los otros maduren… Satanás es aquel que se cree dueño de la palabra de todos, y así va y la roba… para decir que él sólo tiene la palabra, pensando por todos, decidiendo por todos. Dios, en cambio, es el que ofrece a todos la palabra, para que todos piensen, para que todos sean.

(Nota: evidentemente, algunos críticos de nuestro tiempo podrían condenar a Jesús porque habla aquí de la personalidad del Diablo y de su existencia espiritual, sino que habla de un diablo de parábola).

2. Hombres piedra, pedregal sin tierra.
Son los que se secan a la primera.

Son hombre-piedra, sin tierra de fondo. Por eso, ellos reciben la semilla e incluso dejan que germine… Pero carecen de raíces; son tierra superficial donde la semilla no puede arraigarse. La parábola afirmaba que se encuentran a merced del sol que sale con fuerza y les quema (4, 5-6), pues no tienen fondo donde refugiarse de su calor inclemente. Este comentario añade que son “proskairoi”, es decir, que están a merced de los cambios del tiempo, y no dejan que la Palabra sembrada les conceda fortaleza, de manera que no pueden ser dueños de sí mismos.

El sol es necesario y tiene que salir, para que la semilla germine. Pero si la tierra no es honda, si no mantiene la humedad (el humus)… el sol destruye la planta. En este contexto, Jesús habla de dos peligros especiales: la tribulación y las persecuciones.

(a) La tribulación (thlipsis) es una dificultad que puede expresarse de diversas formas, en un plano social y personal, de falta de salud o de terror y miedo, algo que el libro del Apocalipsis ha vinculado a la gran crisis del fin de los tiempos (cf. Ap 1, 9). Las tribulaciones son importantes, y ayudan a madurar. Pero si uno carece de fondo le queman.

(b) A su lado viene la persecución (diôgmos) estrictamente dicha, suscitada por aquellos que se oponen de manera activa al evangelio

Tanto la tribulación como las persecuciones surgen por la fidelidad a la Palabra: por ser fieles a ella, a la Palabra y Obra de Jesús, sus seguidores han tenido que sufrir dificultades (como seguiremos viendo). Pues bien, algunos, que no tenían las raíces firmes se han escandalizado (skandalidsontai), es decir, han tropezado y caído, siendo incapaces de producir fruto.

Uno mismo puede hacerse pedregal… Pero hay casos en que son otros los que le convierten a uno en pedregal, desierto puro… robándole el agua y la tierra. En el este contexto, el Diablo es aquel que quita la tierra de los otros, queriendo tenerla toda para sí… dejando a los pobres solamente la piedras…

3. Hombres zarza. El gran zarzal del mundo
Hombres confusos, confundidos, que confunden

Son los que escuchan y, estrictamente hablando, no se escandalizan (no caen, ni dejan la comunidad), pero están inmersos en un mundo de preocupaciones y deseos que ahogan la Palabra, como las espinas y zarzas ahogan la semilla e impiden que fructifique (cf. 4, 7). De esa forma pasamos de la persecución externa que se daba en el caso anterior (pedregal) al ahogo interno, que es propio de una vida que se dispersa, perdiendo su fuerza, de manera que triunfan en ella otras semillas, que impiden que triunfe la Palabra. Las espinas/zarzas, que no dejan fructificar la Palabra, son tres, según el texto.

(a) Las preocupaciones (merimnai) de este mundo. De ellas habla la tradición de Q, según la cual Jesús ha dicho: no os preocupéis por aquello que habéis de comer o vestiros… (Mt 6; Lc 12, 22-24 par). No todas las preocupaciones son contrarias a la Palabra, sino aquellas que brotan de los poderes de este mundo (aiôn), contrarios a la Palabra del evangelio.

(b) El ansia desordenada de riqueza (apatê tou ploutou), que hace al hombre esclavo de aquello que quiere tener. Más que el tema del dinero en sí, Jesús ha destacado la experiencia y exigencia de la entrega generosa de la vida al servicio de los demás. Pero es evidente que, a su juico, en un hombre que vive al servicio del dinero no puede fructificar la Palabra.

(c) Los deseos de todo lo demás. Jesús condena aquí la epithimia, es decir, el deseo que sobreviene al hombre y de domina. Ciertamente, ni Jesús ni el resto de la tradición cristiana ha condenado el deseo sin más (como parece suceder en el budismo), pero ha puesto en guardia contra el poder de los deseos que irrumpen (eisporeuomenai) y ahogan la Palabra, haciendo así que el hombre se vuelva esclavo de sus mismos deseos, un juguete de poderes que le traen y le llevan.

Tanto Pablo (Rom 7,7; 13, 9), como la carta de Jacob/Santiago (1, 13-15) han analizado el poder destructor de los deseos, que pueden separar al hombre de su “palabra”, no dejando que cultive y desarrolle el poder del evangelio.

También en este caso somos nosotros, cada uno de nosotros, los que podemos convertirnos en zarzal. Pero hay muchos casos en son otros (puras zarzas… ) lo que nos impiden fructificar… Las zarzas crecen a nuestro lado, miles de inmensas zarzas (de propaganda, de pura competitividad, de mentira social…) que nos permiten dar frutos.

Las zarzas dominan sobre el mundo, como reyes… como sabe una Escritura que, Dios mediante, comentaré mañana o pasado. En este mundo corremos el riesgo de volvernos zarzas… pero estamos también a merced de las zarzas de otros, de las zarzas de un sistema que no da trigo.

4. Los hombres fruto
Creadores, con el Dios creador

son buena tierra, que escucha la palabra, la acoge y producen fruto. Los primeros (hombres camino) no llegaban a formar parte de la iglesia; los segundos (hombres piedra) abandonaban la iglesia en las persecuciones; los terceros (hombres zarza) podían vivir en la iglesia, pero como si no formaran parte de ella, pues ahogaban la Palabra. Sólo estos últimos, los hombres-fruto son para Mateo los verdaderos oyentes de Jesús, pues la Palabra fructifica en ellos.

Sobre la cantidad externa del fruto hay poco que comentar. En general, en tiempo de Jesús, cada grano solía producir menos de un treinta por ciento, de manera que la cifra del ciento por uno resulta claramente exagerada y no se alcanza ni siquiera en el tiempo actual (con semillas y terrenos escogidos). Es posible que Mateo presente ese número por evocación del ciento por uno en familiares de que habla Mt 19. Pero más que la cantidad importa la calidad de la cosecha, la experiencia del evangelio como semilla de Dios que da fruto, pero dependiendo de la tierra de los hombres que la acogen o rechazan.

Los misioneros de Jesús a los que alude ya la interpretación de la parábola saben que ellos sólo cuentan con la Palabra, pues ella es todo su tesoro, el contenido y la raíz de su mensaje. Aquí se define de forma detallada su misión y las dificultades que ellos van a encontrar para realizarla, en una línea que puede compararse a la que hallamos en la vida y obra de Pablo. Estos nuevos misioneros realizan la misma tarea de Jesús (que está en el fondo de 4, 3-9), pero adaptada a las nuevas circunstancias y sabiendo ya que el mismo Jesús es la Palabra.

CONCLUSIÓN

QUIEN TENGA OÍDOS PARA OÍR QUE OIGA.

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