NO DEJES DE VISITAR
GIF animations generator gifup.com www.misionerosencamino.blogspot.com
El Blog donde encontrarás abundante material de formación, dinámicas, catequesis, charlas, videos, música y variados recursos litúrgicos y pastorales para la actividad de los grupos misioneros.
Fireworks Text - http://www.fireworkstext.com
BREVE COMENTARIO, REFLEXIÓN U ORACIÓN CON EL EVANGELIO DEL DÍA, DESDE LA VIVENCIA MISIONERA
SI DESEAS RECIBIR EL EVANGELIO MISIONERO DEL DÍA EN TU MAIL, DEBES SUSCRIBIRTE EN EL RECUADRO HABILITADO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA

domingo, 21 de agosto de 2011

Dom 21 8 11. Tú eres Pedro. El Papa en la JMJ 2011 y en Mt 16, 17-19


Publicado por El Blog de X. PikazaEnlace

Dom 21 tiempo ordinario. Mt 16, 13-20. Estos días han estado marcados en España y en parte del mundo católico por la visita del Papa Benedicto XVI a Madrid, para celebrar la JMJ o Jornada Mundial de la Juventud católica.
Ha sido recibido por cientos de miles de católicos, en medio de un inmenso entusiasmo mayoritario y de ciertas protestas de grupos menores que se oponen a este tipo de visitas y demostraciones papales.
El tema de fondo es complejo, y he querido ir valorando en aportaciones anteriores la personalidad de Benedicto XVI y algunos aspectos de su venida y del tipo de pastoral juvenil que quiere potenciarse a través de ella. Agradezco su aportación a HPB (cuyo texto publiqué antes de “pedirle permiso”, sabiendo que después me lo agradecería) y el comentario de J.I. Calleja, que sigue colgado en RD, con la nota crítica de Mons. Agrelo y las aportaciones de los comentaristas, en uno y otro lado de la barrera papal.

JMJ 2011 ha sido una “demostración máxima” de presencia eclesial, en medio de una sociedad que parece olvidarse de un tipo de Dios y dar la espalda a un tipo de Iglesia. Han venido jóvenes de casi todo el mundo, impulsados por diversos grupos catequéticos, apostólicos y carismáticos, y merecen todo nuestro respecto. Han asistido miles de religiosas, dirigidas por sus congregaciones (con algunos religiosos, aunque menos).

Han estado en Madrid, y en especial en Cuatro Vientos, cientos de miles de españoles, para estar y rezar con el Papa, a todos nuestro mayor respeto. Es evidente que tienen algo que decirnos, por su simple hecho de venir, de pasar la noche al raso, de aguantar el calor del día al descampado, para culminar con la misa del Papa.


Dos son, a mi juicio, las cuestiones (aportaciones y temas, quizá incluso problemas) de esta gran demostración.
1) La figura y función del Papa, que ocupa el centro de la escena, entre curas y monjas, reyes y jóvenes.
(2) La misión evangelizadora de los jóvenes. Hoy quiero tratar de manera “tangencial” de la primera. Mañana o pasado trataré de la segunda.

Gracias a todos los que habéis entrado en el post de hace dos días, en especial a mis amigos HPB, PH, JI Calleja... y a todos los que habéis querido acompañar mi reflexión, que continúa este domingo, cuando el Papa acaba su visita y empieza la tarea verdadera de la juventud que ha de ir de los Cuatro Vientos (aeropuerto de Madrid) a los cuatro vientos de la tierra.

Quiero advertir a los lectores que se trata de una reflexión larga y que quizá, si no tienen interés de Mt 16, pueden quedarse sólo en la primera parte... y leer quizá mañana o pasado lo que sigo sobre Pedro en el evangelio de Mateo.

Un buen amigo, y un comentarista del blog anterior, me ha dicho que esta demostración del JMJ de Madrid 2011 ha sido impresionante, por su montaje y su multitud... pero que en España hay otra que reúne aún más gente, de un modo sencillo, popular, viniendo por todos los caminos de Andalucía hasta el Rocío de Almonte, donde se reúnen por Pentecostés, todos los años, casi dos millones de personas. Entre el Rocío de todos los años y la JMJ del 2011 puede haber algunas semejanzas, aunque también hay diferencias que hoy quiero resaltar.

Buen fin de semana a todos, buen comienzo de la última semana de agosto.
1. Figura y función del Papa

En el fondo de toda la JMJ ha estado la figura del Papa como “icono de Dios” (como gran sacramento-vicario de Cristo). Es un hombre determinado, de fuerte personalidad (Joseph Ratzinger), pero ya no aparece como tal (como individuo), sino como signo sagrado, de nombre sagrado: Benedicto XVI (el Bendito de Dios, en una lista de benditos).

Nos hallamos ante una fuerte Papa-Dulía (no quiero hablar de Papa-Latría). Llevado tras unos cristales de Santo Ostensorio (Papa-Móvil), como una especie de Hostia Sagrada Ben-diciente, el Papa ha recorrido las calles de Madrid ante cientos de miles de personas, como si fuera la Hostia Sagrada, rodeado de Guarda-Espaldas, con una corte de Obispos, con cientos de miles de espectadores y participantes.

Si, ciertamente, este Papa-Santo ha venerado y adorado a la Hostia-Pan que es Cristo, en la Custodia de Arfe (y le ha venerado en la Misa-Millonaria), pero la gente se ha fijado quizá más en el Papa que en el mismo Cristo de Galilea, con el valor y el riesgo que ello implica, pues nos invita a pensar si el Papa Benedicto, actuando de esa forma, es la mejor imagen (Icono) de Jesús Galileo en nuestro tiempo. Al Cristo-Pan le tenemos todos los días en la Eucaristía; al Cristo de los hermanos (y en especial de los hambrientos: Mt 25, 31-46) le tenemos cada hora, en cada esquina, aunque quizá pasemos de largo. Al Cristo Papa de la JMJ le tenemos sólo en ocasiones especiales como ésta.

Aquí reside la cuestión. Como medio para “evangelizar” a los jóvenes y para hacer que ellos se vuelvan evangelizados, la Iglesia ha traído a Madrid al Papa y le ha expuesto en público y le ha hecho hablar (y ha dicho cosas admirables). Es evidente que su signo ha servido para cientos de miles de jóvenes, al menos por un tiempo… y quisiéramos que fuera para mucho tiempo, para que todos vuelvan (volvamos) mejor al evangelio. Pero quedan algunas cuestiones pendientes, sobre el carácter “evangélico” de esa visita y de esa forma de presencia del Papa Ostensorio.

Para ayudar a plantear esas cuestiones quiero exponer hoy el tema clave de la liturgia del domingo (21 del tiempo Ordinario; Mt 16, 13-20), que habla precisamente de la función de Pedro en la primera iglesia, conforme al testimonio de Mateo. Recordemos para empezar cinco cosas:

1. Principio. Simón Bar-Yona fue un discípulo importante de Jesús, el más significativo de los Doce que él escogió como signo de su misión salvadora, dirigida en primer lugar a las Doce tribus de Israel. El mismo Jesús le llamó posiblemente Kefas, Roca-Piedra, para poner de relieve su carácter… Este Simón Pedro realizó una función muy importante en el principio de la Iglesia.

2. Tres tendencias eclesiales, tres líderes. Entre los años 30-60 dC (los primeros treinta años de la Iglesia) destacaron en entre (entre otras) tres tendencias, expresadas por tres líderes.

--Santiago (el hermano de Jesús) creó y lideró una iglesia judeo-cristiana, centrada en Jerusalén. Muchos le tomaron como el verdadero representante-vicario de Cristo (el primer papa), como aún atestigua el evangelio de Tomás. Fue condenado a muerte por el sacerdote de Jerusalén el año 62, como Jesús, su hermano, lo había sido 32 años antes. Su figura fue importante, pero su misión quedó marginada, quizá por su tendencia legalista y también por su apertura a un tipo de gnosis intimista.
-- Pablo asumió y lideró desde el año 35 dC (y especialmente del 49 al 64) una iglesia abierta a los gentiles, “liberada” de la Ley de Israel. Se opuso a Santiago, pero mantuvo siempre comunión con él y fue a visitarle hacia 59 dC. para mantener la comunión cristiana, en plano espiritual y económica (con una gran ayuda para los pobres de Jerualén). Fue ajusticiado hacia el 64 dC, en Roma. Sus seguidores le tomaron como auténtico “papa”, creador de la Iglesia (cf. Ef y 2 Tim). Su recuerdo se ha mantenido en la Iglesia, pero reinterpretado desde otras tradiciones.
-- Pedro actuó como mediador entre Santiago y Pablo, ya en el año 49 (Concilio de Jerusalén: Hch 15), y su figura vino a presentarse en el evangelio de Mateo (y de algún modo en los de Lucas y Juan) como la del “mediador eclesial”, el hombre de los pactos, en garante de la unidad cristiana. Así lo mostrará mi comentario al evangelio del Domingo.

3. La Iglesia de Roma ha querido fundarse de un modo especial (casi exclusivo) en la figura y misión de Pedro, tal como aparece expresada en el evangelio de este domingo, interpretado de una forma canónica e intemporal, que no ha sido compartida por ortodoxos y protestantes. Desde ese fondo, la Iglesia Católica ha interpretado al Papa (Obispo de Roma) como Sucesor de Pedro (como Vicario de Cristo, Pontífice Máximo), con todos los poderes en la Iglesia (con la potestad suprema, ejecutiva y sacral, representativa y judicial). Lo que Pedro hijo una vez según Mateo (unificó a la Iglesia) lo han de hacer los papas a lo largo de la historia de la iglesia, por su mismo cargo. Por eso ellos son signo de Cristo, expresión del valor inmutable de la Iglesia.

4. El Papa Benedicto XVI ha venido a Madrid como nuevo Pedro, portador del Evangelio de la Roca de Cristo, con las Llaves de la Iglesia… Benedicto XVI ha venido como “icono de Dios”, casi como objeto de veneración, expuesto por las calles de la ciudad, celebrando en la gran Plaza de los Cuatro Vientos de la tierra (norte-sur, oriente-occidente…), la fiesta de Dios. Es Pedro y Pedro es Cristo (signo de Dios). Los otros rasgos de la Iglesia (línea de Santiago, de Pablo, de las mujeres del origen, de los galileos etc. etc.) han quedado marginadas. Es como si sólo existiera esta iglesia, que se muestra de un modo triunfante, militante, con afirmación externa, al estilo de los iconos mediáticos mundiales del deporte o de las mass-media. Se trata de una “apuesta” por un tipo de Iglesia, es apuesta “a una carta”, la Carta del Papa.
El Jesús de Mt 16 ratifica lo que Pedro hizo al servicio de la Iglesia... En esa línea, la Iglesia católica supone que el Papa de ha hacer lo mismo actuando como puente entre Santiago y Pablo, entre las mujeres y los galileos, aceptando y potenciando todas las tendencias de la Iglesia, con unas llaves que abren a todos el acceso a la Casa de Cristo.

5. Es bueno aceptar esta apuesta… ver cómo actúa, cómo influye en la dinámica futura de la iglesia y de la juventud… si va a ser un viento más de esos que pasan y dejan sólo hojas caídas en otoño, o si es la expresión del Viento-Espíritu de Dios (los cuatro vientos de Pentecostés…). Esperemos, recemos… Mientras tanto, en un blog como éste es también bueno pararse y pensar… Pensar si este estilo de Papa-Icono de Dios (Cristo encarnado, Dulce Cristo en la Tierra) es medio de evangelización, para llegar al mensaje de Jesús que se transmite por Pablo y Santiago (su carta), por Mateo y por Marcos (¡tan crítico como Pedro) y por Lucas y Juan… Es bueno pensar si éste es el modo de evangelizar a la nueva juventud… Muchos de nosotros (los que pasamos muy mucho de los cincuenta años) hemos tenido una vida hermosa, pero sabemos que la Palabra ha de estar en manos de la juventud; por eso esperamos, rezamos, razonamos…

Éste es el argumento de hoy: Una visión de conjunto de la función de Pedro en Mt 16, según el evangelio del domingo. Dentro de un par de días, ya con más calma, cuando el Papa descanse en Roma (ahora está volando sobre el Mar Mediterráneo, creo) trataré de la crisis y apuesta de la juventud cristiana (y católica), la juventud del Papa en Cuatro Vientos, y la juventud de otros lugares y circunstancia.

2. Introducción al texto. Mt 17, 17-19

Entre los comentarios: U. LUZ, El evangelio según san Mateo I-IV, Sígueme, Salamanca 2001/5; I. GOMA, El evangelio según san Mateo, I-II, Facultad de Teología de Cataluña, Barcelona 1980; P. BONNARD, El evangelio según san Mateo, Cristiandad, Madrid 1976; W. TRILLING, El evangelio según san Mateo I-II, NTM, Herder, Barcelona 1970. Entre los estudios: W. TRILLING, El verdadero Israel. La teología de Mateo, Actualidad Bíblica, Fax, Madrid 1974; X. PIKAZA, Hermanos de Jesús y servidores de los más pequeños (Mt 25,31-46), BEB 46, Sígueme, Salamanca 1984; J. L. SEGUNDO, El caso Mateo. Los comienzos de una ética judeocristiana, Sal Terrae, Santander 1994.

Hacia el año 80 d.C., un autor a quien llamamos Mateo (Mt) retoma retomó el evangelio de Marcos, completándola con elementos del Q y con sus propias aportaciones, desde la nueva situación de su comunidad. De esa forma asume las tradiciones más helenistas de Marcos, pero las integra en una iglesia (¿Antioquia?) que se esfuerza por superar el judeo-cristianismo de Santiago y que se sigue definiendo a sí misma como auténtico Israel, pues en ella se cumple de un modo universal (abierto a todos) la verdadera ley judía (cf. Mt 5-7). De esa manera, llevando hasta el final las tensiones y estímulos de la iglesia de Santiago, la comunidad de Mateo ha recorrido un camino que le ha permitido alcanzar una visión universal, asumiendo para ello la perspectiva "más paulina" de Marcos, cuyo material ha recibido en su evangelio.

Da la impresión de que Mateo quiere unir las dos grandes tradiciones ya indicadas: la de Santiago (de fidelidad estricta a la ley judía) y la de Pablo (de apertura universal del evangelio). Para ello, partiendo del texto de Marcos, recrea la figura de Pedro a quién, sin separarle del resto de los primeros discípulos (los Doce, sin Judas), concede ahora una función específica, muy importante: la de interpretar la Ley judía e iniciar una misión universal cristiana, apareciendo así como piedra base de la iglesia y portador de las llaves del Reino.

Leído así, el evangelio de Mateo evoca la existencia de unas posibles "contradicciones" interiores de la Iglesia (simbolizadas en Santiago y Pablo), pero piensa que ellas no son tales, pues han quedado asumidas y superadas por Pedro que es, al mismo tiempo, testigo de la misión universal de Jesús (línea de Pablo) y garante de la ley judía (como Santiago). Es evidente que Mateo no «inventa» esa función de Pedro, sino que interpreta y ratifica lo que ha sido su gran tarea al servicio de la iglesia, cuando asumió la misión universal de los helenistas y Pablo y la vinculó con la misión israelita de los judeocristianos, garantizando así (desde la tradición de Jesús) la unidad de las iglesias, que se funda en la confesión de Jesús como «Cristo, Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16). En contra de lo que sucede en Mc 8, 29, el Jesús pascual de Mateo asume esta confesión y responde:

Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás,
porque no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Y yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta «piedra» edificaré mi iglesia,
y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella.
Y a ti te daré las llaves del Reino de los cielos:
todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos,
y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos (Mt 16, 17-19).

Este es un texto pascual, una palabra que Jesús resucitado dirige a Pedro (¡a un Pedro que ya ha muerto!), ratificando la función que ha realizado en la iglesia, conforme a la visión de Mateo. Este es el texto clave de una comunidad que, habiendo estado por un tiempo más ligada a Santiago, ha asumido después una interpretación más universal del evangelio, en la línea de Pablo, apoyándose para ello en el recuerdo y la misión mediadora de Pedro, quien ha sido capaz de abrir con la llave de Jesús las puertas de la ley (para que los gentiles puedan entrar en Reino de los cielos).

Ciertamente, este Jesús pascual dice y ratifica aquí algo que Pedro ha realizado ya en las comunidades, asumiendo y ratificando la función de otros misioneros: Pedro ha justificado y avalado el gesto de apertura universal del evangelio, asumiendo así la misión y teología de los helenistas y de Pablo, como supone el fin de su libro (cf. Mt 28, 16-20).

Para las comunidades que están al fondo de Mateo, el gesto de Pedro ha resultado fundamental en su visión del evangelio. Esta ha sido la «segunda oportunidad» de Pedro y la ha cumplido.

La primera fue al comienzo de la experiencia cristiana, al principio de la pascua, cuando, al lado de las mujeres y a la cabeza de los Doce, inició una misión cristiana dirigida a las ovejas perdidas de Israel (cf. Mt 10, 6).
Esta es la segunda, cuando, avanzado ya el camino de la iglesia, iniciada la disputa entre los más legalistas (partidarios de un cristianismo judío) y los más universales (partidarios de un cristianismo abierto a todos los pueblos), Pedro asume y defiende la misión universal de la iglesia, ofreciéndole unas bases cristianas (el testimonio de Jesús) y unas justificaciones israelitas (desde la línea de la Ley). Así aparece como el auténtico «rabino cristiano», con llaves que •«abren y cierran» las puertas del Reino, permitiendo de hecho que entren en la iglesia los excluidos de la sociedad, los pobres de Jesús, sin necesidad de cumplir la ley nacional judía.

No todos los grupos cristianos (¡pensemos en Pablo!) necesitaban un testimonio como éste. Pero la comunidad que está al fondo de Mateo lo ha necesitado, vinculando de esa forma la misión universal de la iglesia con el mensaje de la vida de Jesús, a partir del testimonio de Pedro, cuya vida y misión recoge este pasaje. Jesús mismo ha ofrecido a Pedro las «llaves del Reino», para que lo siga abriendo a los pobres y expulsados de Israel y de un modo especial a los gentiles. Estas palabras han sido esenciales para que una determinada iglesia, que ha tendido a cerrarse en el nacionalismo de sus orígenes judíos, pueda abrirse a los gentiles, vinculando los caminos de Santiago y de Pablo. Este será un texto clave para el papado posterior:

a. Esas palabras de Jesús ratifican lo que Pedro ha realizado ya, una vez y para siempre, hacia el 75/85 dC.

Hubo un momento en que las diversas comunidades corrieron el riesgo de escindirse, por su forma de entender la ley judía. Fue necesaria la aportación de mediadores y, sobre todo, la de Pedro a quien hallamos diciendo su palabra en los momentos fundantes de la iglesia (cf. Hech 15). Había sido discípulo de Jesús y formó parte del grupo de los Doce, iniciando la misión intrajudía en Jerusalén y quizá en Galilea, pero no se cerró en un judaísmo sacral, como Santiago, sino que asumió la apertura de los helenistas, impulsando (desde su propia perspectiva) la misión universal del evangelio. Así pudo aparecer como garante de la nueva identidad supra-judía de la iglesia.

Eso significa que Mt 16, 16-19 debe entenderse desde su contexto histórico: los autores y lectores de Mateo provienen de una iglesia judeo-cristiana cercana a la de Santiago a quien tomaron en un tiempo como intérprete del mensaje y de la obra de Jesús; pues bien, en un momento dado, sin negar el valor de lo anterior, ellos asumieron la perspectiva de Pedro y vieron que la iglesia no se puede fundar sólo en una ley nacional judía (Santiago), ni en una experiencia pascual como la que algunos atribuyen a Pablo (que no conoció al Jesús de la historia y que parece negar toda la ley judía), sino en un hombre como Pedro, que había conocido a Jesús y que supo vincular las diversas tendencias eclesiales. Según eso, esas palabras forman parte de una «decisión histórica» de la iglesia de Mateo que, sin rechazar a Santiago y a Pablo, toma a Pedro como el intérprete autorizado de Jesús.

b. Sobre esta piedra fundaré mi iglesia.

Pedro está en la base de un edificio que sustituye al Templo de Jerusalén, el edificio de aquellos que creen en Jesús y que forman el «cuerpo mesiánico de Dios». En contra de Marcos, Mateo supone que Pedro ha cumplido ya su tarea en la iglesia y así le presenta como intérprete cristiano de la Ley judía y como primera piedra de la iglesia. Por eso, Jesús acepta su confesión (¡Tú eres el Cristo!: Mt 16, 17), añadiendo, en contra del Jesús de Mc 8, 33 (que le llamaba “Satanás”), que ha sido Dios quien le ha revelado su carácter mesiánico y filial.

El mismo Jesús resucitado proclama, de un modo solemne, pasados tres o cuatro decenios de historia cristiana, desde el interior del evangelio, estas palabras esenciales: «Y yo te digo: ¡Tú eres Pedro y sobre esta Piedra edificaré mi iglesia y los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella!». La comunidad mesiánica se funda sobre el testimonio de la fe de Pedro y de aquellos que asumen su camino, afirmando que Jesús no es sólo el Cristo de Israel, sino el Hijo de Dios para todas las naciones. El texto supone que Pedro ha cumplido ya esta función (de una vez y para siempre), de manera que ella puede y debe mantenerse, pero no necesita repetirse (pues ya está cumplida).

c. Las llaves del Reino de los cielos.

La función de Pedro como roca o base resulta inseparable de su tarea de «escriba experto en el Reino de los cielos» (cf. Mt 13, 51), capaz de vincular las palabras de la antigua ley israelita y la experiencia nueva de Jesús, que le ha ofrecido las llaves del Reino de los cielos que, como saben todos los lectores de la Biblia, significan las llaves de Dios ((Según costumbre judía, el evangelio de Mateo tiende a evitar el nombre de Dios que, según la Ley, no puede pronunciarse en vano (cf. Ex 20, 7). Las llaves del Reino de los cielos son, por tanto, las llaves de Dios).

Pedro ha sabido emplearlas, ratificando la interpretación verdadera del evangelio, que vincula la fidelidad a la ley (propia de Santiago; cf. Mt 5, 17-20) y la misión universal (destacada por Pablo; cf. Mt 28, 16-20). Así lo ha hecho de una vez y para todas: «Te daré las llaves del Reino de los Cielos, y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos» (16, 19). Tampoco aquí se dice lo que Pedro ha de hacer, sino lo que ha hecho, abriendo para siempre las puertas de Israel y de Jesús (las de Israel por medio de Jesús) a todos los pueblos de la tierra. Una tradición posterior de Roma ha referido estas palabras a cada uno de los papas, como si ellos siguieran teniendo la misma autoridad fundadora (¡piedra!) y doctrinal (¡atar y desatar!) que tuvo Pedro, cuando interpretó el judaísmo (línea de Santiago) de una forma universal (línea de Pablo). Ciertamente, esa aplicación es posible, pero no se deduce del texto de Mateo, que por otra parte parece más dirigido hacia oriente que hacia Roma (cf. Mt 2). Lógicamente, el texto final de la misión, abierta a todos los pueblos, no ha concedido un lugar especial (romano o no romano) a Pedro (cf. Mt 28, 16-20), pues la apertura universal de la iglesia se encuentra ya asegurada.

Otras líneas cristianas (la de Marcos o Pablo, la de Santiago o el Apocalipsis, la Juan y las pastorales) no han sentido la necesidad de apelar a un pasaje como este. De todas formas, una vez que ha sido recibido por el Nuevo Testamento, puede recibir un valor y suscitar una dinámica (una historia de la recepción) muy especial, como todo este libro irá mostrando. En esa línea, debemos recordar que este pasaje (Mt 16, 16-20) ha de entenderse en el conjunto del evangelio de Mt, donde hay otros tres pasajes que matizan e interpretan la función de Pedro.

d. Las tres llaves. Cada comunidad es Papa (Mt 18, 15-20).

Este pasaje vuelve a situarnos ante el tema de las llaves y concede a cada comunidad cristiana «las mismas llaves» de Pedro: «todo lo que atéis en la tierra será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra será desatado en el cielo» (Mt 18, 18). Desde ese fondo podemos recordar y mirar de un modo conjunto los tres textos de Mateo sobre el tema de las llaves.

(1) Las llaves de los escribas y fariseos (Mt 23, 13-14). Ellos no han de entenderse aquí como representantes de una autoridad ajena a la iglesia (en la línea del judaísmo rabínico posterior), sino como cristianos de línea farisea, cuya existencia e influjo ha destacado Hechos (cf. Hech. 15, 5). Mateo no critica por tanto a unos «judíos de fuera», sino a unos escribas y fariseos de la iglesia, que han querido tomar el poder de las llaves, para utilizarlas de un modo legalista, cerrando el Reino de Dios a los otros (es decir, a los que no cumplen sus normas, a los pobres de Jesús, a los impuros). Al actuar así, esos cristiano-fariseos no entran en el Reino (pues no aceptan la apertura de Jesús a los pobres), ni dejan entrar a los demás (pues les cierran el camino de la iglesia, que es portadora de ese Reino).

(2) Las llaves de Pedro (Mt 16, 17-19) sirven para abrir el reino a los pobres. Pedro las utilizó una vez y para siempre, en el momento clave de la iglesia, como clavero supremo, abriendo con esas llaves de Dios el mismo Reino de Dios para los pobres y expulsados de la ley judía, de manera que nosotros seguimos asentados sobre la roca de su fe, esto es, sobre su interpretación liberadora de Jesús.

(3) Las llaves de cada comunidad (18, 15-20). Este pasaje omite la primera función de Pedro (ser "roca"), quizá suponiendo que ella no puede repetirse, y atribuye la segunda, vinculada a las llaves de Dios (atar y desatar, cerrar y abrir), a cada comunidad, que aparece así como verdadero Pedro (auténtico Papa). De una forma que resulta lógica en la línea del judaísmo y cristianismo antiguo, pero que va en contra de una visión jerárquica posterior de la iglesia, el Jesús de Mateo no atribuye las llaves de Dios (atar–desatar) a un obispo o patriarca (ni siquiera al Papa o a un “concilio” de obispos), sino a cada una de las comunidades cristianas (donde estén dos o tres reunidos en mi nombre...).

Lo que hizo Pedro en su tiempo, de una vez por siempre, para el conjunto de la Iglesia (entendida de modo universal), pueden y deben hacerlo después los creyentes reunidos de cada iglesia particular, que así aparecen como herederos de su función constituyente o magisterial (que en el fondo es la misma).

El tema de las llaves de Pedro nos sitúa, por tanto, en el centro del evangelio, allí donde la iglesia debe superar el riesgo de los cristiano-fariseos, que toman el mensaje de Jesús como una finca particular que sólo ellos entienden y organizan. A diferencia de ellos, Pedro ha sabido abrir el Reino, de manera que en su nombre puede extenderse el evangelio a todos los hombres y mujeres. Sólo porque Pedro ha cumplido su función (Mt 16, 17-18) pueden y deben cumplirla las iglesias (cf. Mt 18, 18).

e. No llaméis a nadie Padre. Los pobres son Papa (Mt 23, 1-12).

Desde el contexto anterior se entiende la autoridad comunitaria de las iglesias, de manera que obispos y/o papas, de existir, serían secundarios, pues todos los creyentes son hermanos e iguales ante el Padre universal (Dios) y ante el Guía-Maestro de todos, que es Cristo (cf. Mt 23, 8-12). Cada una de las comunidades, formadas por hermanos-iguales (sin diferencia de varones y mujeres), ha recibido «las llaves de Pedro», esto es, su capacidad de discernimiento al servicio del Reino de Dios. Posiblemente había en ellas profetas, sabios y escribas (cf. Mt 23, 34); incluso podría haber ministros eclesiales en la línea de los obispos y presbíteros posteriores; pero el texto no habla de ellos, ni les concede autonomía, pues la autoridad de la iglesia se identifica con el discernimiento y diálogo fraterno de la comunidad.

Desde este fondo puede entenderse la crítica de Mt 23, 1-12 contra aquellos que buscan las «prôtokathedrias» o primeras cátedras (de honor y enseñanza) en las iglesias, pues todos los creyentes son hermanos y ninguno debe elevarse como padre, maestro o director sobre los otros. Más aún, en esa misma línea deben entenderse las afirmaciones programáticas donde (siguiendo en la línea de Mc 9, 35-38; 10, 13-13. 35-45) Mateo ha puesto de relieve la autoridad de los pobres y pequeños, que aparecen así como verdaderos «papas de la iglesia». «¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Jesús, llamando a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: En verdad os digo: si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt 18, 1-3).

Estas palabras forman la introducción y ofrecen el sentido de conjunto del discurso eclesial de Mateo (Mt 18). Normalmente se han interpretado en un sentido parenético, como simple invitación piadosa (mientras que Mt 16, 17-19) se ha tematizado en forma canónica, apareciendo como base del poder de los papas. Pues bien, esa distinción resulta totalmente insatisfactoria: sólo si los niños (que después aparecen como pequeños-pecadores) constituyen el centro y «papa» verdadero de la iglesia puede hablarse de evangelio, como veremos en la tercera parte de este libro.

f. Haced discípulos a todas las naciones. La iglesia misionera es Papa (Mt 28, 16-20).

A diferencia del texto inspirador y paralelo de Mc 16, 16-19, Mt 28 ha omitido toda referencia a Pedro, de manera que las mujeres del sepulcro vacío deben dirigirse a los «discípulos» de Jesús, es decir, a sus «hermanos», para que vayan a Galilea (cf. Mt 28, 7.10). Cumplida su misión, desaparece Pedro y sólo quedan con las mujeres los discípulos-hermanos, que se reúnen con Jesús en la Montaña de Galilea, desde donde él les envía: «Id y haced discípulos a todos los pueblos...» (28, 19). Pedro ha realizado, sin duda, su tarea: ha participado en el comienzo de la iglesia, ha trazado el buen camino, ha ofrecido la recta interpretación del mensaje de Jesús. Pero en el momento clave, cuando empieza la misión universal no tiene ya tarea propia, ni aparece como separado (y mucho menos por encima) de los otros hermanos de Jesús.

La expansión del discipulado cristiano (lo mismo que la organización eclesial en Mt 18) pertenece a todos los enviados de Jesús, que inician su misión desde la Montaña de Galilea y no desde Jerusalén (como supone Lucas). El mismo signo de los Doce ha desaparecido de manera que los discípulos primeros se definen simplemente como "once" (cf. Mt 28, 16), un número de fracaso, convertido en principio de misión universal cristiana. La Iglesia entera es la que debe ofrecer su discipulado a (y compartirlo con) todos los pueblos de la tierra.

En contra del judaísmo nacional (y de la iglesia de Santiago), el principio y centro de unidad de la iglesia no está ya Jerusalén, sino en la misión universal, iniciada simbólicamente en Galilea (como sabía ya Mc 16, 1-8), donde puede hallarse Pedro, pero no como cabeza o primado, sino como uno entre otros, de manera que no ha sido preciso nombrarle. La misma función que Pedro ha realizado en el principio, abriendo con sus llaves el Reino a los gentiles y a los pobres-impuros de Israel, hace que ahora sea secundario. Jesús ha ofrecido a sus enviados pascuales (a todos los creyentes) su autoridad o exousia, no para imponerse sobre los demás, ni para organizar unas iglesias jerarquizadas, sino apara ofrecer a todos el bautismo de Dios y el mensaje del Sermón de la Montaña.

Esa misión la realizan "los once" (no los Doce), pues el tiempo de Israel como pueblo aparte ha terminado y se inicia el tiempo de una misión universal. Desde ese fondo, Mateo no ha negado la posibilidad de que existan obispos o Papas en la iglesia, pero ello le parecería secundario. Lo que Pedro tuvo que hacer ya lo hizo, lo que tuvo que ser ya lo ha sido. Por eso, lo importante no es Pedro en singular (como primer clavero), ni siquiera las comunidades posteriores (en cuanto aisladas, aunque tengo el poder de las llaves). Lo que importa es que se abran las puertas de la iglesia, hacia todas las direcciones de los pueblos, como muestra el signo poderoso de Ap 21, 12-15. En este contexto parece difícil conceder un tipo de prioridad a Roma, pues el evangelio es universal y el Jesús de Mt parece abrirse de un modo particular hacia el oriente (cf. Mt 2, 1-12).

No hay comentarios: