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jueves, 8 de septiembre de 2011

XXIV Domingo del T.O. (Mt Mt 18,21-35) - Ciclo A: USTED PERDONE



Hace 10 años exactamente: el 11 de septiembre de 2001 Estados Unidos sufrió dos atentados brutales. El sucedido en las Torres Gemelas, en Nova York con casi 3.000 muertos fue el más espantoso. Los autores materiales de esta tragedia fueron 19 militantes de la organización Al Qaeda.
En el evangelio de hoy, ante la pregunta de Pedro a Jesús si se puede perdonar siete veces, Jesús responde que no solo siete veces, sino setenta veces siete, esto es, 490 veces. Con lo que en realidad quiere expresar que hay que perdonar “siempre”.
Ahora bien, ¿nosotros perdonaríamos a esos 19 terroristas que llevaron a cabo el atentado de Nova York? ¿Jesús cómo reaccionaría?.

A nosotros se nos plantea ahora, teniendo en cuenta los movimientos políticos, que se están dando, cómo reaccionar, cómo actuar ante la esperada retirada definitiva de ETA. Ante esas más de 800 muertes y otros daños colaterales que se han producido ¿qué actitud tomar? ¿perdonar como si no hubiera pasado nada?, ¿demostrar quién es el vencedor?, ¿dejar a la justicia que cumpla con su deber?.

Quizá comprendamos que hay que perdonar una vez, incluso cuatro veces como marcaba la ley judía. Por eso la cifra de Pedro: siete veces, no parece mezquina. Es aceptable, pues se da al ofensor una oportunidad. ¿Pero perdonar siempre?. El problema creo que radica en cuántas veces se debe perdonar. Cuando el ofensor no siente que ha obrado mal y, por tanto, no busca ser perdonado, cuando incluso rechaza la mano tendida., ¿qué pasa?.

El capítulo del perdón es uno de los espacios más original y más característico del cristianismo. A él dedicó Jesús muchas parábolas, muchos gestos, muchos comentarios. En suma, es una de las señales más significativas del mensaje cristiano.

El perdón no tiene por qué desterrar a la verdad y a la justicia. No vale decir: “aquí no ha pasado nada”. Es un asunto delicado. Si los ladrones son perdonados sin más, si los políticos corruptos se mueven libremente, si a los asesinos no se les pide cuentas, entonces ponemos a la zorra para que cuide el gallinero.

Entre la aplicación rigurosa del ojo por ojo y el perdón sin límites, parece que tiene que haber posturas intermedias, si bien la respuesta de Jesús hoy no apoya esta actitud conciliadora, pues afirma que hay que perdonar “siempre”. No obstante, Jesús denunció, ridiculizó, se defendió, puso en su sitio a los escribas, a los fariseos y a otros grupos y personas. Para Jesús había una cosa absoluta: el Reino de Dios, el amor al Padre y el amor al prójimo. Todo lo demás es relativo. Por ejemplo, el perdón no puede prescindir de la justicia y la verdad.

Este es un tema en el que no sirven las recetas, ni el sí o el no escueto. Por eso me limito a enumerar algunos reflexiones:

Primera: Lo que Jesús no acepta es el odio, la venganza, la represalia, la enemistad, la envidia, el rencor.

Segunda: el escritor Izasz declaraba que: “el estúpido ni perdona, ni olvida; el ingenuo perdona y olvida; y el inteligente perdona, pero no olvida”. El cristiano, si sigue los pasos del Maestro, “perdona y olvida”. Se parece, por tanto, al ingenuo. Con razón afirmaba Maquiavelo que “el perdón nace del alma generosa”.

Tercera: una sociedad, una familia, una persona que sabe perdonar es más feliz y constructiva.

Cuarta: nosotros debemos estar dispuestos a perdonar por aquello de que “el que esté sin pecado que tire la primera piedra” y porque Dios, nuestro Padre, es misericordioso y compasivo.

Quinta: siempre que rezamos el Padrenuestro exigimos a Dios que nos perdone argumentando que nosotros perdonamos a nuestro prójimo.

Sexta: los problemas del perdón no se plantean con personas lejanas, sino con las que convivimos, con las más cercanas, a veces con las que compartimos el mismo techo.

Séptima: está bien y es necesario insistir en el perdón. Pero es más lógico que nos esforcemos para no herir, para no ofender o dañar a los demás.

Octava: en este apartado del perdón todos tenemos alguna historia –grande o pequeña- que arreglar. Por ello podemos hacer nuestra la petición del salmista: ”El Señor perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades y te colma de gracia y de ternura. El Señor no está siempre acusando, ni guarda rencor perpetuo”.

Novena: Nosotros solemos pedir perdón con mucha frecuencia por detalles mínimos. Pero no nos resulta tan fácil cuando nos toca alguna fibra íntima.

Décima: la cumbre del perdón es el amor a los enemigos. Jesús nos dice, si amamos solamente a los que nos quieren ¿qué mérito tenéis?. Sin embargo, hay cristianos que han practicado este tipo de perdón.

“Gracias, Señor, porque tú renuevas nuestro corazón y transformas los corazones de piedra en corazones de carne”

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