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domingo, 23 de octubre de 2011

Dom 23 X 2011. Creer es amar (2): Dios prójimo


Publicado por El Blog de X. Pikaza

Evoqué ayer la nueva Carta Apostólica del Papa (Porta Fidei, Puerta de la Fe: 11 X 2011), en la línea de su primera encíclica (Dios es amor). Se trata de un documento riguroso, valiente, que recoge y expone de un modo magistral (no sólo magisterial) los aspectos principales de la fe, en la línea de una tradición cristiana.
Desde hade dos siglos y medio, desde el tiempo de su predecesor P. Lambertini (Benedicto XIV: 1740-1758), la Iglesia no había tenido un Papa más capacitado y brillante como pensador y teólogo.
Sigo saludando admirado esa Carta (lección de buen Magisterio, en la mejor línea de una Tradición romana), pero, a mi humilde entender, se trata de un documento que se encuentra de algún modo fuera de tiempo, y que además es “secundario”, .

Es secundario, no busca lo primero (la palabra de Jesús, según el evangelio), sino que toma el hilo de una tradición teológica muy importante, pero en parte ya superada, no porque sea falsa (que no lo es), sino porque no empalma con el origen de Jesús.

Es un documento fuera de tiempo: Parece que no es ya momento de elaborar “visiones bien construidas”, pero separadas de la vida real(que parece marchar por otro lado), sino de volver a las fuentes de la Vida, como Jesús, al escuchar (con el Shema) al Dios de Amor, pues el amor al prójimo (todo prójimo, por encima de credo y religión particular) es amor a Dios (del mismo Dios), porque el prójimo es (como: homoios) Dios.

En este “segundo” mandamiento (igual al primero) se condensa todo el cristianismo, como religión (praxis de vida) universal, divina. Por eso, más que un Año de la Fe (reinterpretando así, quizá en forma sesgada el Vaticano II), pienso que podría haberse proclamado un Tiempo Universal de Amor al Prójimo.

Quiero que este post (continuación del de ayer) sea un homenaje al Papa Benedicto XVI, de gran humanidad, de inteligencia clara, el mejor Papa posible para mantener y restablecer un pasado "por encima del tiempo".

Lamento muchísimo que le cueste andar (¡pido por él!), necesitando no sólo un “papamóvil”, sino un “estrado-papamóvil”, para así moverse por el suelo de San Pedro. Él está guiando con gran inteligencia la Iglesia que hay. Pero pienso que debería buscar (dejar que surja) la Iglesia de este evangelio del "amor en dos amores", superando así un tipo de teología-oficial-romana, a la que él mismo criticaba el año 1967 como "no-teología"(en vísperas del 68).

En sus clases de de Tubinga (1967, preparando su Introducción al Cristianismo), al comentar las dos grandes escuelas teológica del siglo IV-V (Alejandría y Antioquía), el Prof. J. Ratzinger añadía con humor, a los que le preguntaban por Roma: ¡En Roma se hace, no se piensa! Pues bien, ha llegado el momento de "pensar" (y hacer) según el evangelio claro de Jesús, superando un tipo de tradición, para volver a la Tradición fundante, que es la raíz del evangelio, como quería el Card. Y. M. Congar.

Mandato 2º Amarás al prójimo. Dos amores consubstanciales

Sobre el “primer mandamiento” (del que ayer traté) parecía que no hay problema en relación al judaísmo: Jesús acepta el Shema con el judaísmo rabínico: Hay sólo un Dios, un solo amor fundante… Dejarse amar por Dios, ésta es la religión, éste el principio de la vida.

Pero al lado de ese “primer” mandamiento Jesús ha situado un segundo (deuteros), que ya era conocido, pero que no había recibido la importancia que le da Jesús. Un mandamiento que es segundo (deuteros) y por tanto distinto, pero semejante al primero: “Amarás a tu prójimo…”.

Como el amor es “uno” (apapêseis) y el “objeto” del amor son dos (Dios y el prójimo) se plantea aquí una especie de “consubsancialidad”, esto es, de identificación entre Dios y el prójimo. Éste es en el fondo el mismo tema que plantearán más tarde los concilios de Nicea y Calcedonia:

a. Concilio de Calcedonia (451): Jesús es Dios y hombre… Siendo un hombre, Jesús es consubstancial a Dios, “homo-ousios”, de la misma ousía, de forma que en Jesús amamos, al mismo tiempo a Dios y al prójimo (dejándonos amar por Dios y el prójimo).

b. Mt 22, 39: “El segundo mandamiento (amar al prójimo) es igual al primero… (amar a Dios). Ciertamente, la palabra que emplea el evangelio es “homoios” (semejante) y no “homo-“ (igual), de manera que, según las controversias teológicas posteriores, podríamos hablar de un “homoiousios” en vez de un “homoousios”, como se dijo una y otra vez en la disputas arrianas.

La terminología puede ser algo distinta (y puede matizarse), pero el tema es el mismo, de manera que se encuentran y confunden (se identifican) a este plano el motivo de la fe (tan querido por Benedicto XVI, como indica su Porta Fidei) y el motivo de la acción práctica, el amor (tan querido por Jesús).

-- Para Benedicto XVI el tema está más en creer según esta Iglesia que él rige: Por eso plantea un “año de la fe”, en la línea del Concilio de Calcedonia, algo que es muy bueno y necesario (en una línea de restauración), pero que es “secundario” en el sentido original del término: Viene en un segundo momento, no llega a las raíces del evangelio…

--Para Jesús el tema es “hacer-vivir”, vinculando en amor a Dios y al prójimo. El tema está en esa semejanza-igualdad (homoios) entre el amor a Dios y al prójimo… El amor al prójimo no es algo que está fuera del amor a Dios, sino que forma parte del mismo amor a Dios. Según J. P. Meier, esto no lo habían dicho los maestros judíos anteriores, muy sabios. Esto lo dijo Jesús, con su palabra y con su vida.

Un desbordamiento: del Amor a Dios (Shema) al amor al Prójimo.

En este lugar de desbordamiento creador (donde Dios se hace prójimo) nos sitúa Jesús. Si sólo hubiera la primera parte (escuchar a Dios y responderle) el ser humano podría acabar en un espiritualismo teológico.

Pues bien, para superar ese “riesgo”, retomando, pero situando en un lugar nuevo una palabra clave del judaísmo de su tiempo (Lev 19, 18), Jesús interpreta y amplia el amor a Dios diciendo: amarás a tu prójimo como a ti mismo. El prójimo (todo hombre) es “homoios” a Dios, de manera que podemos hablar de una encarnación universal de Dios (de su amor) en el amor de los hombres.

La novedad de Jesús está en la fuerza que ha dado al término común agapêseis (amarás: hebreo 'ahabta) de Dt 6, 5 y Lev 19, 18, uniendo los dos mandamientos (amores) y diciendo que no hay "otro" mayor que estos. Son dos amores, pero forman uno solo, son aquello que el escriba llamaba el primero de todos (prôte pantôn de 12, 28).

a. En ese sentido, con el buen judaísmo, podemos y debemos decir que en el principio está la Unidad: Sólo Dios, sólo un Dios…

b. Pero es unidad aparece, ya desde el principio, como unidad dual “Dios con el prójimo”, es decir, con los hombres. Quizá pudiéramos decir que en el principio está la dualidad: la relación con Dios se vuelve relación con el prójimo, es decir, de persona con persona, en el mundo, en gesto de encarnación.

Desde aquí podemos precisar algo mejor los rasgos del amor al prójimo, en su referencia a Dios y al propio amante:

-- Amarás al prójimo. Lo primero es amarás a Dios, es decir, al principio de su vida. Pero ese amor resulta inseparable del amor al prójimo, en el que Dios se manifiesta (en el que Dios se encarna). Por eso, quien dice “amar a Dios” (religión) está diciendo “amar al prójimo” (compromiso de solidaridad humana)

-- Como a ti mismo. La medida del amor de Dios era no tener medida: experiencia de apertura infinita (con todo tu corazón, con toda tu alma). Pues bien, la medida del amor al prójimo es ahora mi propia medida: Yo mismo soy amor: me amo a mí mismo amando al prójimo y viceversa. En ese sentido hay un amor propio que no es egoísmo sino apertura y solidaridad: No puedo amar al prójimo sino soy amor (si no me amo).

--Amar a Dios y al prójimo como a mí mismo… Ciertamente, debo amar a Dios “con todo el corazón…”, por encima de mí mismo. Pero sólo puedo amar a Dios amando al prójimo…y sólo puedo amar al prójimo amándome a mí mismo. Eso significa que sólo puedo amar a Dios siendo yo amor, amándome a mí mismo.

Entre el amor a Dios y al prójimo (y el amor a mí mismo) hay una relación que todo el NT se esforzará por explicitar, desde el anuncio de Reino de Jesús y la experiencia eclesial de la pascua. Por ahora el tema queda abierto. Jesús lo ha planteado de forma general, de manera que cada uno de los grupos judíos lo puede interpretar en clave algo distinta, como indicará el siguiente tema.

Aplicación. Un creado activo. Ortopraxia en lugar de ortodoxia

Este credo del amor doble parece fácil y en principio pueden aceptarlo no sólo los cristianos, sino también los judíos, y otros creyentes (budistas, hindúes) e incluso no creyentes, siempre que 'Dios' sea símbolo de aquello que define y sustenta en plenitud a los humanos, sabiendo que ha llegado el 'tiempo' de la plenitud.

Pero es también un credo exigente, pues implica descubrir al prójimo y amarle (es 'como yo'). Teóricamente parece más fácil creer en la Trinidad y otros 'dogmas' cristianos, judíos o musulmanes, pues lo que ellos piden puede (podría) aceptarse básicamente, sin cambiar vida de los fieles. Pero, de hecho, este mandato de amor al prójimo, unido al del amor de Dios, es más exigente y define toda la vida y acción de los fieles.

Éste es un credo de amor o comunicación y supone que los hombres pueden y deben comunicarse, pues se encuentran fundados en una Gracia antecedente de Amor que es Dios, a quien conciben como principio de toda unión de amor. Este es un credo de comunión inter-humana: el creyente encuentra a Dios como Amor en las raíces de su vida (en su corazón y en su mente), descubriendo que puede y debe amar a los demás como 'otro yo', aceptarles como diferentes.

Éste es un credo universal, que supera todo tipo de razón clasista e impositiva que actúa por talión o ley y quiere que amemos sólo a los demás en cuanto sirven o valen para nuestros intereses. De esa forma ratifica el valor incondicional de los otros (los prójimos), a quienes debemos amar como a nosotros, pero sabiendo que son diferentes.

De esa forma emergen en amor, al mismo tiempo, el prójimo, a quien se debe amar, y el propio yo (que aparece como destinatario y fuente de amor).

Este credo rompe unas estructuras de seguridad y separación social, nacional, económica o religiosa, pues afirma que cada prójimo es presencia de Dios y fuente de identidad para el creyente (he de amarle como 'a mí mismo'), de modo que puede suscitar problemas a los judíos que defienden una elección particular de Dios y a los musulmanes capaces de justificar la guerra santa.

Identidad del prójimo. Dos posibles lecturas del credo

1. Tendencia nacional, grupal.

Prójimo sería ante todo el cercano, aquel que forma parte de mi grupo social y religioso. Con él me debo vincular, a él he de amar de modo peculiar, al menos mientras dura el tiempo de prueba y división de nuestra historia. De esa forma, el shema (escucha...) puede encerrar a quien lo afirma en los muros de un grupo (Israel, la propia Iglesia), de manera que el amor a Dios confirme y ratifique la identidad de los elegidos de la alianza (los judíos).

El amor se interpreta así en sentido restrictivo y se aplica conforme al talión: "Habéis oído que se ha dicho: amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo" (Mt 5, 43). Prójimo sería el hermano israelita: es 'como yo', es de mi pueblo. El mandato del amor ratifica, según eso, la propia distinción y justicia de los 'justos', construyendo una muralla en torno a la Ley de Israel (o a un tipo de Iglesia, que apela a Jesús, pero tiende a cerrarse en su propia dinámica sacral).

2. Tendencia más universal.

Jesús ha expandido el alcance de prójimo, abriéndolo a todos los humanos y de un modo especial a los excluidos de la 'alianza pura': publicanos y pecadores, enfermos y excluidos. En esa línea sigue el texto: "Yo, en cambio, os digo: amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial que hace brillar el sol sobre malos y buenos..." (Mt 5, 45 par). Sólo es universal el amor ofrecido al enemigo, favoreciendo así, de un modo gratuito y desinteresado, a los expulsados del propio pueblo, iglesia o conjunto social.

Ésta es la interpretación mesiánica del shema: ha llegado el tiempo. Jesús y sus seguidores aman y ayudan en concreto a los expulsados, superando así la amistad o solidaridad de grupo. Amar a los demás 'como a uno mismo' supone buscar el bien de ellos, en cuanto distintos, con su propia identidad individual o de grupo (como musulmanes o paganos...), no para obligarles a ser como yo, integrarles en mi grupo.

La confesión mesiánica tiene, según eso, un contenido práctico y ha de interpretarse desde el compromiso de Jesús a favor de los expulsados del sistema del templo de Jerusalén. Por eso, el cristiano es un israelita que traduce la experiencia del amor de Dios como amor a los impuros, que parecen y son un peligro para el sistema. La confesión cristiana supera la identidad anterior de la Ley y los grupos de sacralidad cerrada, desde una experiencia superior de gratuidad, que es fuente de comunión entre todos los hombres.

Amor cerrado, amor universal. Reinterpretación de Lucas (Lc 10, 25-37)

Ciertamente, hay un amor cerrado: de hermanos a hermanos, de buenos a buenos, conforme a una circularidad sagrada o conveniencia de conjunto. Ese amor vale para triunfar y puede interpretarse como inversión económica (amar para que te amen, dar para que te den, como un en banco: cf. Mt 5, 43-48 par; Lc 14, 7-14) y calcularse según ley, pero deja fuera de su círculo a los otros, los caídos a la vera del camino, como el que bajaba de Jerusalén a Jericó (cf. Lc 10, 30) y los hambrientos, exilados, enfermos y encarcelados de Mt 25, 31-46, que no caben en el buen sistema.

Desde este mismo fondo ha de entenderse la reinterpretación de Lucas (que añade a este pasaje de los dos amores la parábola del Buen Samariano). En el texto de Lucas, es un escriba quien pregunta y quien responde, reasumiendo toda la Ley (de la Escritura) en estos dos mandatos. Pero después el mismo escriba pregunta: ¿quien es mi prójimo?

Da la impresión de que sabe quién es Dios y el modo de amarle rectamente. Pero no sabe quien es mi prójimo y cómo debe amarle. La respuesta de Jesús introduce aquí la revolución cristiana de Dios, con la parábola del buen samaritano, que da un sentido nuevo a todo lo anterior. Esa parábola nos permite descubrir la exigencia del amor al prójimo. Aquí está el sentido radical del credo cristiano, de los dos amores… Un credo que, al final, se condensa y se cumple en el amor al prójimo.

Desde ese fondo se puede decir: quien sólo ama a Dios, no ama ni a Dios (pues en el verdadero Dios se incluye también el prójimo). Por el contrario, quien ama al prójimo ama también a Dios (aunque no lo sepa, pues Dios está en el prójimo). Aquí está la novedad del evangelio: sólo el que ama de verdad al prójimo (el que se hace prójimo como el buen samaritano) conoce de verdad a Dios.

Tema abierto (en la línea de Benedicto XVI: Porta Fidei)

El tema es crear Iglesia desde este doble y único mandamiento, que es su credo fundamente (mucho antes que el Credo de Nicea, que es secundario, en línea de evangelio). El tema es desplegar y mantener una iglesia-institución desde el Dios-Amor, para el amor universal...

Parece que Benedicto XIV quiere "restaurar" (mejorándola) una Iglesia en su forma actual... Otros pensamos que la restauración creadora que propone Porta Fidei resulta insuficiente.

Es aquí donde se sitúa el tema... en la línea de una Iglesia Samaritana (como quiere de un modo tan inteligente J.I. Calleja), sin dejar de ser Paulina, iglesia de Mateo...), como muchos están (estamos) buscando en nuestro tiempo. No se trata de romper sin más lo que hay, de negar la historia, sino de volver a su principio, esta doble palabra y testimonio de amor de Jesús.

BIBLIOGRAFÍA

Sobre el transfondo israelita cf. bibliografía introductoria sobre el Dios del judaísmo y además:

R. Trevijano, Orígenes del cristianismo. El transfondo judío del cristianismo primitivo, UPSA, Salamanca 1995;
K. Hruby, L´amour du prochain dans la pensée juive, NRTh 91 (1969) 493-516;
A. Nissen, Gott und die Nächste im antiken Judentum, WUNT 15, Tübingen 1974.

Sitúa el tema en su contexto cultural y religioso G. Bornkamm, El doble mandamiento del amor, en Id. Estudios sobre el NT, Sígueme, Salamanca 1983, 171-180. En esa línea han de leerse los comentarios "clásicos" (antiguos y modernos) a Mt, Lc y Mc.

Bibliografía general:

K. Berger, Die Gesetzesauslegung Jesu I, BibS, Neukirchen 1972, 56-257;
V. P. Furnish, The love command in the NT, SCM, London 1973, 22-90;
W. Klassen, Love (NT and Early Judaism), ABD IV, 381-196;
H. Merklein, Gottesherrschaft als Handlungsprinzip, FB 34, Würzburg 1981, 100-104;
A. Nygren, Erôs et apagè I-II, Aubier, Paris 1952/62;
Ph. Perkins, Love Com¬mands in the NT, New York 1982;
K. H. Schelkle, Teología del NT III, Herder, Barcelona 1975, 167-200;
R. Schnackenburg, Mensaje moral del NT, Herder, Barcelona 1989, 100-113;
W. Schrage, Ética del NT, Sígueme, Salamanca 1987, 8-112;
S. Spicq, Agapè dans le NT. Analyse des Textes I, EB, Gabalda, Paris 1969.

Estudios especiales sobre el texto:

Ch. Burchard Das doppelte Liebesgebot in der frühen christlichen Ueberlieferung, en Fests. J. Jeremias, Vandenhoek, Göttingen 1970, 409-432;
R. H. Fuller, Das Doppelgebot der Liebe, en Fests. Conzelmann, Mohr, Tübingen 1975, 317-329;
W. Grundmann, Das Doppelgebot der Liebe, ZZ 11 (1957) 449-455.

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