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domingo, 23 de octubre de 2011

Elogio de la amistad (parte II y última)

Por Josep Rovira, cmf
Publicado por Ciudad Redonda


Quisiera concluir cuanto escribí en el artículo anterior, a propósito del valor humano y cristiano de la amistad. Veamos algunos testimonios, comenzando por la Palabra de Dios:
“Hay compañeros que se pelean, / y amigos más unidos que hermanos” (Pro 18, 24).
"Mas valen golpes leales de amigo, / que besos falaces de enemigo” (Pro 27, 6).
"Si te echas un amigo, hazlo con tiento / y no tengas prisa en confiarte a él. / Porque hay amigos de ocasión, / que te abandonan el día de la desgracia. / Hay amigos que se convierten en enemigos, / y te avergüenzan descubriendo tus riñas. / Hay amigos que comparten tu mesa, / y te abandonan el día de la desgracia. / Cuando las cosas van bien, son como otro tú, / e incluso son amables con tus servidores; / pero si eres humillado, se ponen contra ti, / y se esconden de tu presencia. / (...) El amigo fiel es un apoyo seguro, / quien lo encuentra, ha encontrado un tesoro. / El amigo fiel no tiene precio, / su valor es incalculable. / El amigo fiel es un elixir de vida, / los que temen al Señor lo encontrarán. / El que teme al Señor orienta bien su amistad, / porque, según sea él, así será su amigo” (Sir 6, 5-17).
“Más valen dos que uno solo, pues obtienen mayor ganancia de su esfuerzo. Pues si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero, ¡ay del solo que cae!, que no tiene quien le levante. Si dos se acuestan, tienen calor; pero el solo, ¿cómo se calentará? Si atacan a uno los dos harán frente. La cuerda de tres hilos no es fácil de romper” (Qo 4, 9-12).
Hablando de su amistad con s. Basilio (330-379), dijo s. Gregorio Nazianceno (329-389) en la homilía del funeral de aquél: “Nos sentíamos asidos por un mutuo afecto (...), nos convertimos el uno para el otro en compañeros, comensales, hermanos (...). Ésta era nuestra emulación, no quien era el primero, sino quien permitía al otro de serlo. Parecía como si tuviéramos una sola alma en dos cuerpos. Aunque no hay que creer a quienes afirman que todo está en todos, en nosotros hay que creerlo indudablemente, porque realmente éramos el uno en el otro y con el otro”.
“No hay verdadera amistad sino cuando la anudas Tú, oh Señor, entre personas unidas a Ti con el vínculo del amor derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (s. Agustín, 354-430).
“Se puede comparar a una bestia quien no tenga a alguien con quien alegrarse en las horas alegres y llorar en las tristes; uno con quien desahogar lo que pasa en el corazón, al cual comunicar las ideas extraordinarias y sublimes que le vinieren. ¡Ay de quien está solo!: si cae, no tendrá quien le levante. Y está verdaderamente solo, quien no tiene un amigo” (bto. Aelredo de Rievaulx, 1109-1166).
“La amistad es lo más perfecto que existe en lo que concierne al amor” (sto. Tomás de Aquino, 1225-1274).
“Se os dirá que la amistad es inútil y que Dios basta. Pero, un medio excelente para poseer a Dios es el de hablar con sus amigos. Se saca de ello una gran ventaja. Yo lo sé por experiencia. Si no estoy en el infierno lo debo, después de Dios, a aquellas personas”; “Todos necesitamos un desagüadero” (sta Teresa de Jesús, 1515-1582).
“No hay nadie en el mundo que tenga más que yo un corazón tierno y capaz de amistad” (s. Francisco de Sales, 1567-1622).
“Un poco de amistad, es todo lo que a mi me falta” (s. Juan M. Vianney, 1786-1859).
“Si somos capaces de tener a Jesús como amigo, esto quiere decir que podemos tener como amigos a nuestros hermanos. Hay que tener amigos; es necesario poseer un corazón ejercitado en la amistad a nuestros hermanos para ser capaces de la soledad que nos conduce a Dios” (R. Voillaume, 1905-2003).
“Felices los amigos que se quieren lo suficiente para ser capaces de callar juntos” (Ch. Péguy, 1873-1914). Se trata entonces de un silencio que tiene un contenido, cuyo valor depende de las palabras que le han precedido. Se reconocen distintos, pero cercanos. No es el cara a cara; la mirada se dirige al horizonte que es al mismo tiempo común y libre para cada uno. La amistad es comunión y libertad (X. Lacroix).
“La amistad y el enamoramiento son dos cosas distintas. El enamoramiento aparece bruscamente. La amistad se consolida poco a poco, un encuentro detrás de otro, con el placer de estar juntos, con el aumento de la confianza. El enamoramiento es una pasión, amamos incluso a quien no nos ama. La amistad, en cambio, puede existir solamente si es recíproca. El enamoramiento se coloca más allá del bien y del mal. Podemos amar incluso a una persona mala, que nos hace sufrir. La amistad, al contrario, es un sentimiento moral. No podemos ser amigos de alguien que nos trata mal, que nos engaña o traiciona. Cuando veo a una persona de la cual estoy enamorado se acelera la palpitación de mi corazón. Cuando veo al amigo estoy contento, sereno. Los enamorados tienden a la fusión, ejercen una presión el uno sobre el otro. Los amigos, en cambio, se tratan como dos señores y cada uno tiene el máximo respeto por el otro y su mundo personal y social. Cuando me enamoro no soporto el estar mucho tiempo lejos de la persona amada, el tiempo no pasa nunca. Los amigos, en cambio, pueden permanecer lejanos mucho tiempo y, cuando se encuentran, continúan el diálogo desde el punto en que lo habían dejado meses atrás. El amor es celoso. Si la persona que amo me dice que ama a otra persona yo enloquezco de dolor. Si un amigo me cuenta que se ha enamorado de alguien y que parte con él o ella para un viaje alrededor del mundo, estoy contento de su alegría” (F. Alberoni, 1929- ).
Quisiera concluir con la famosa “Carta a un amigo” del gran poeta argentino J. L. Borges (1899-1980):
“No puedo darte soluciones para todos los problemas de tu vida, ni tengo respuestas para tus dudas o temores; pero puedo escucharte y buscarlas junto contigo. No puedo cambiar tu pasado ni tu futuro; pero cuando me necesites estaré junto a ti. No puedo evitar que tropieces; solamente puedo ofrecerte mi mano para que te sujetes y no caigas.
Tus alegrías, tus triunfos y tus éxitos no son míos; pero disfruto sinceramente cuanto te veo feliz. No juzgo las decisiones que tomas en la vida; me limito a apoyarte, a estimularte y a ayudarte si me lo pides. No puedo trazarte límites dentro de los cuales debes actuar, pero sí te ofrezco el espacio necesario para crecer. No puedo evitar tus sufrimientos cuando alguna pena te parta el corazón; pero puedo llorar contigo y recoger los pedazos para armarlo de nuevo. No puedo decirte quién eres, ni quién deberías ser; solamente puedo quererte como eres y ser tu amigo. En estos días oré por ti.
En estos días me puse a recordar a mis amistades más preciosas. Soy una persona feliz: tengo más amigos de lo que imaginaba. Eso es lo que ellos me dicen, me lo demuestran. Es lo que siento por todos ellos. Veo el brillo en sus ojos, la sonrisa espontánea y la alegría que sienten al verme. Y yo también siento paz y alegría cuando los veo y cuando hablamos; sea en la alegría o sea en la serenidad.
En estos días pensé en mis amigos y amigas y entre ellos apareciste tú. No estabas arriba, ni abajo, ni en medio. No encabezabas ni concluías la lista. No eras el número uno, ni el número final. Lo que sé es que te destacabas por alguna cualidad que transmitías y con la cual desde hace tiempo se ennoblece mi vida. Yo tampoco tengo la pretensión de ser el primero, el segundo o el tercero de tu lista. Basta que me quieras como amigo. Entonces entendí que realmente somos amigos. Hice lo que todo amigo: oré y le agradecí a Dios que me haya dado la oportunidad de tener un amigo como tú. Era una oración de gratitud, porque tú le has dado valor a mi vida.
Jorge Luis Borges.

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