Por Josetxu Canibe
A la pregunta de unos fariseos “¿cuál es el mandamiento principal de la ley?”, Jesús les responde: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”. Y el segundo mandamiento es similar: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Remacha la respuesta añadiendo: “Estos dos mandamientos sostienen la ley entera y los profetas”: ¡Tan importante es el amor!. Ciertamente lo es. Pero ¿de qué amor hablamos?. No es fácil entenderse. He aquí algunas anotaciones. En primer lugar, hay muchos amores que parecen amores, pero que no encierran más que ansia de dominio, es decir, autoafirmación del yo a costa del otro o de los otros. Puro egoísmo. La prueba no falla: amor es buscar el tú antes que el yo.
Esta semana un famoso intelectual polaco ha dado una conferencia titulada “¿Tiene futuro la solidaridad?”. No es necesario recordar que la solidaridad es uno de los nombres del amor y el que se dude de si tiene futuro es peligroso. Molmann decía recientemente que la característica cultural más peligrosa de nuestro tiempo es la apatía, es decir, el déficit de pasión, de deseo. Una apatía, que, según él, se manifiesta en tres tipos de fenómenos relacionados entre sí: olvido del sufrimiento ajeno, ausencia de compasión e incapacidad de padecimiento por algo que ayude a vivir a los demás. En resumen, el olvido del sufrimiento ajeno y la ausencia de compasión equivalen a falta de amor. Existe otro amor: el romántico, el cual “nace con una sonrisa, crece con un beso y acaba con una lágrima”. No cabe duda que este amor está muy bien, pero no basta.
En unos versos inolvidables de Lope de Vega se describe un tipo de amor:
“Desmayarse, atreverse, estar furioso,/
áspero, tierno, liberal, esquivo,/
alentado, mortal, difunto, vivo,/
leal, traidor, cobarde, animoso,/
no hallar, fuera del bien, centro y reposo,/
mostrarse, alegre, triste, humilde, altivo,/
…esto es amor. Quien lo probó lo sabe”.
Si habéis asistido a alguna boda, seguro que habéis escuchado esta página de San Pablo. “El amor es paciente, es afable; el amor no tiene envidia, no se jacta, ni se engríe, no es grosero, ni busca lo suyo, no se exaspera ni lleva cuentas del mal, no simpatiza con la injusticia, simpatiza con la verdad. Disculpa sin límites, se fía siempre, espera siempre, aguanta siempre”.
Lo anterior nos advierte los distintos matices del amor –y más que matices- que entraña la palabra “amor”. Por ello interesa concretar más para no caer en la confusión. He aquí algunas anotaciones: el amor que emerge en la parábola del buen samaritano se distingue porque el samaritano piensa más en el otro, en el herido, que en su persona. Con lo cual cumple una de las notas más relevantes del amor: sentirse poseído por el otro.
Las pruebas, las muestras del amor auténtico consisten, como dice la primera lectura de hoy, en que no se oprime, ni se veja al forastero, ni se explota a los huérfanos, ni a las viudas, los dos grupos sociales más débiles de entonces. Jesús afirma “amar a Dios y amar al prójimo”, pero añade “como yo os he amado”. Ahí está el secreto: en dar la vida no precisamente de golpe, pero sí en el día a día. Para que no nos quedemos en la superficie, en el juicio final proclamará:”porque tuve hambre y me distéis de comer. Estaba desnudo y me vestisteis”. La sabiduría popular lo ha resumido muy acertadamente: “obras son amores”.
Por otro lado, hoy celebramos la jornada misionera del DOMUND (domingo mundial de la propagación de la fe) bajo el lema:”Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo” – “Honan bialtzen zaituet”. Jesús no vino a condenar, ni a engañar, ni a explotar, sino a acompañar, a salvar, a hacer el bien, a dar sentido a nuestras vidas. Hace pocos días fueron secuestradas dos voluntarias españolas en Kenia donde estaban atendiendo a un campo de refugiados inmenso. Los misioneros no están alistados en una ONG, ni son propiamente cooperantes, pero realizan muchas de las tareas, que desarrollan las ONGs. No obstante, al igual que Jesús tienen como misión principal el dar a conocer, el anunciar el mensaje de Jesús.
Nuestra sociedad está enredada actualmente en una crisis cruel. Pero no olvidemos que muchas de las zonas donde trabajan nuestros misioneros/as sufren una crisis permanente mucho más severa. Por otra parte, cuando hablamos de misiones, no
pensemos solo en Asia o en África. En nuestros ambientes hay gentes que no conocen nada del evangelio. Al menos viven como si no le conocieran. También estas personas necesitan de apóstoles.
Preguntémonos si nuestro amor es de maquillaje o de verdad: a quiénes amamos, por qué amamos. Y no olvidemos que nuestra tierra es también tierra de misión.
Esta semana un famoso intelectual polaco ha dado una conferencia titulada “¿Tiene futuro la solidaridad?”. No es necesario recordar que la solidaridad es uno de los nombres del amor y el que se dude de si tiene futuro es peligroso. Molmann decía recientemente que la característica cultural más peligrosa de nuestro tiempo es la apatía, es decir, el déficit de pasión, de deseo. Una apatía, que, según él, se manifiesta en tres tipos de fenómenos relacionados entre sí: olvido del sufrimiento ajeno, ausencia de compasión e incapacidad de padecimiento por algo que ayude a vivir a los demás. En resumen, el olvido del sufrimiento ajeno y la ausencia de compasión equivalen a falta de amor. Existe otro amor: el romántico, el cual “nace con una sonrisa, crece con un beso y acaba con una lágrima”. No cabe duda que este amor está muy bien, pero no basta.
En unos versos inolvidables de Lope de Vega se describe un tipo de amor:
“Desmayarse, atreverse, estar furioso,/
áspero, tierno, liberal, esquivo,/
alentado, mortal, difunto, vivo,/
leal, traidor, cobarde, animoso,/
no hallar, fuera del bien, centro y reposo,/
mostrarse, alegre, triste, humilde, altivo,/
…esto es amor. Quien lo probó lo sabe”.
Si habéis asistido a alguna boda, seguro que habéis escuchado esta página de San Pablo. “El amor es paciente, es afable; el amor no tiene envidia, no se jacta, ni se engríe, no es grosero, ni busca lo suyo, no se exaspera ni lleva cuentas del mal, no simpatiza con la injusticia, simpatiza con la verdad. Disculpa sin límites, se fía siempre, espera siempre, aguanta siempre”.
Lo anterior nos advierte los distintos matices del amor –y más que matices- que entraña la palabra “amor”. Por ello interesa concretar más para no caer en la confusión. He aquí algunas anotaciones: el amor que emerge en la parábola del buen samaritano se distingue porque el samaritano piensa más en el otro, en el herido, que en su persona. Con lo cual cumple una de las notas más relevantes del amor: sentirse poseído por el otro.
Las pruebas, las muestras del amor auténtico consisten, como dice la primera lectura de hoy, en que no se oprime, ni se veja al forastero, ni se explota a los huérfanos, ni a las viudas, los dos grupos sociales más débiles de entonces. Jesús afirma “amar a Dios y amar al prójimo”, pero añade “como yo os he amado”. Ahí está el secreto: en dar la vida no precisamente de golpe, pero sí en el día a día. Para que no nos quedemos en la superficie, en el juicio final proclamará:”porque tuve hambre y me distéis de comer. Estaba desnudo y me vestisteis”. La sabiduría popular lo ha resumido muy acertadamente: “obras son amores”.
Por otro lado, hoy celebramos la jornada misionera del DOMUND (domingo mundial de la propagación de la fe) bajo el lema:”Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo” – “Honan bialtzen zaituet”. Jesús no vino a condenar, ni a engañar, ni a explotar, sino a acompañar, a salvar, a hacer el bien, a dar sentido a nuestras vidas. Hace pocos días fueron secuestradas dos voluntarias españolas en Kenia donde estaban atendiendo a un campo de refugiados inmenso. Los misioneros no están alistados en una ONG, ni son propiamente cooperantes, pero realizan muchas de las tareas, que desarrollan las ONGs. No obstante, al igual que Jesús tienen como misión principal el dar a conocer, el anunciar el mensaje de Jesús.
Nuestra sociedad está enredada actualmente en una crisis cruel. Pero no olvidemos que muchas de las zonas donde trabajan nuestros misioneros/as sufren una crisis permanente mucho más severa. Por otra parte, cuando hablamos de misiones, no
pensemos solo en Asia o en África. En nuestros ambientes hay gentes que no conocen nada del evangelio. Al menos viven como si no le conocieran. También estas personas necesitan de apóstoles.Preguntémonos si nuestro amor es de maquillaje o de verdad: a quiénes amamos, por qué amamos. Y no olvidemos que nuestra tierra es también tierra de misión.
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