Por José María Maruri, SJ
1.- Es una escena de nuestra Guerra Civil. Allá por los años 1936 a 1939 del siglo pasado. Una mañana de niebla en el Pirineo catalán, un centinela oye en la penumbra del sueño, jadeo de mulos y estridencia y estridencias metálicas que se acercan por la tierra de nadie. Entre sueños esos ruidos se hacen más reales hasta que el centinela salta en pie, apunta con el fusil y grita con miedo:
--¿Quién va?
Y una voz bien conocida contesta:
--No tires, que soy Pepe, el ranchero que me he equivocado de camino.
Y aparecieron con las muy conocidas perolas y los cazos colgando.
--Vigilad es estar alerta, ni siquiera vale estar despierto. El motor tiene que estar en marcha y caliente, y la marcha metida, y el conductor a punto de soltar el embrague y pisar el acelerador a fondo.
--Vigilad es un doble grito de San Marcos a los que cansados de esperar la venida del Hijo del Hombre viven inmersos en un mundo que les atrae y a los que por creer la fecha inminente no se ocupan ya del hoy porque creen que ya no hay mañana.
--Vigilad porque nuestra sociedad se corrompe y huele mal, a pesar de los cosméticos de progreso. Y junto a esta palabra hay otra en la liturgia de hoy que llama la atención: “Nosotros somos la arcilla, tu el alfarero”.
--Vigilad. No dejéis que nadie os modele la arcilla, que Dios sólo debe modelar. No dejéis que os hagan a su capricho.
2.- En la parábola de hoy el dueño es el alfarero, que cuando ya iba a montar en el coche para partir, regresa y le dice al portero: vigila y diles a todos que vigilen.
--Vigilad y cuidad esa arcilla que dejo en vuestras manos. Arcilla aún blanda y dúctil, de la que puede salir una infancia y una juventud limpia, ilusionada, alegre, soleada, con altos ideales. Que no es la endurezcan y sequen con espectáculos, con revistas, con televisión, con enseñanza teledirigida.
--¡Vigilad! Que la acomplejante liberación sexual (nunca ha habido más complejo sexual que ahora que no se habla más que de sexo). O la liberación en el uso de la droga (como si fuese libertad poner entre rejas la energía libre de la voluntad) O la nacionalización del agnosticismo (propaganda antirreligiosa de guante blanco). Que nada eso convierta a nuestra juventud en masa amorfa, desilusionada, sin más ideal qua pan y circo, carne de cañón para nuestras nunca tan repletas cárceles.
--Vigilad para que la familia sea moldeada por Dios como centro de la vida humana, foco de calor y cariño, amparo de los primeros vuelos del joven fuera del nido, lugar de amor limpio, profundo y sacrificado. Que ese lugar no cercene la vida del hijo que iba a venir porque sea legal hacerlo, que no se convierta en lugar de pura convivencia lúbrica donde se cambia de compañero o compañera como se cambia de corbata. Que esa familia no dé oídos a insinuaciones médicas que se escuchan en los hospitales: que una sencilla inyección acabaría con tanto sufrimiento y sobre todo con tanto gasto y preocupación familiar.
--Vigilad para que se vuelva a la verdadera escala de valores donde sea el hombre, arcilla en manos de Dios, el que pese más que el dinero facilón, cuyas raíces, vaya usted a saber en que fraude, en que alijo de drogas, o en que venta de armas se meten. Que no sea verdad que todo hombre tiene su precio, que sea el valer personal y no el dedo poderoso el que conceda los puestos y los ascensos.
--Vigilad porque el alfarero volverá y nos pedirá cuentas a todos sobre qué sociedad construimos con la arcilla que dejó en nuestras manos.
--¿Quién va?
Y una voz bien conocida contesta:
--No tires, que soy Pepe, el ranchero que me he equivocado de camino.
Y aparecieron con las muy conocidas perolas y los cazos colgando.
--Vigilad es estar alerta, ni siquiera vale estar despierto. El motor tiene que estar en marcha y caliente, y la marcha metida, y el conductor a punto de soltar el embrague y pisar el acelerador a fondo.
--Vigilad es un doble grito de San Marcos a los que cansados de esperar la venida del Hijo del Hombre viven inmersos en un mundo que les atrae y a los que por creer la fecha inminente no se ocupan ya del hoy porque creen que ya no hay mañana.
--Vigilad porque nuestra sociedad se corrompe y huele mal, a pesar de los cosméticos de progreso. Y junto a esta palabra hay otra en la liturgia de hoy que llama la atención: “Nosotros somos la arcilla, tu el alfarero”.
--Vigilad. No dejéis que nadie os modele la arcilla, que Dios sólo debe modelar. No dejéis que os hagan a su capricho.
2.- En la parábola de hoy el dueño es el alfarero, que cuando ya iba a montar en el coche para partir, regresa y le dice al portero: vigila y diles a todos que vigilen.
--Vigilad y cuidad esa arcilla que dejo en vuestras manos. Arcilla aún blanda y dúctil, de la que puede salir una infancia y una juventud limpia, ilusionada, alegre, soleada, con altos ideales. Que no es la endurezcan y sequen con espectáculos, con revistas, con televisión, con enseñanza teledirigida.
--¡Vigilad! Que la acomplejante liberación sexual (nunca ha habido más complejo sexual que ahora que no se habla más que de sexo). O la liberación en el uso de la droga (como si fuese libertad poner entre rejas la energía libre de la voluntad) O la nacionalización del agnosticismo (propaganda antirreligiosa de guante blanco). Que nada eso convierta a nuestra juventud en masa amorfa, desilusionada, sin más ideal qua pan y circo, carne de cañón para nuestras nunca tan repletas cárceles.
--Vigilad para que la familia sea moldeada por Dios como centro de la vida humana, foco de calor y cariño, amparo de los primeros vuelos del joven fuera del nido, lugar de amor limpio, profundo y sacrificado. Que ese lugar no cercene la vida del hijo que iba a venir porque sea legal hacerlo, que no se convierta en lugar de pura convivencia lúbrica donde se cambia de compañero o compañera como se cambia de corbata. Que esa familia no dé oídos a insinuaciones médicas que se escuchan en los hospitales: que una sencilla inyección acabaría con tanto sufrimiento y sobre todo con tanto gasto y preocupación familiar.
--Vigilad para que se vuelva a la verdadera escala de valores donde sea el hombre, arcilla en manos de Dios, el que pese más que el dinero facilón, cuyas raíces, vaya usted a saber en que fraude, en que alijo de drogas, o en que venta de armas se meten. Que no sea verdad que todo hombre tiene su precio, que sea el valer personal y no el dedo poderoso el que conceda los puestos y los ascensos.
--Vigilad porque el alfarero volverá y nos pedirá cuentas a todos sobre qué sociedad construimos con la arcilla que dejó en nuestras manos.
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