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lunes, 6 de febrero de 2012

Evangelio Misionero del Día: 07 de Febrero de 2012 - V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO - Ciclo B


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 7, 1-13

Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar.
Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras, de la vajilla de bronce y de las camas.
Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?»
Él les respondió: «¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice:
"Este pueblo me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí.
En vano me rinde culto:
las doctrinas que enseñan
no son sino preceptos humanos".
Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres».
Y les decía: «Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente el mandamiento de Dios. Porque Moisés dijo: "Honra a tu padre y a tu madre", y además: "El que maldice a su padre y a su madre será condenado a muerte". En cambio, ustedes afirman: "Si alguien dice a su padre o a su madre: Declaro corbán -es decir, ofrenda sagrada- todo aquello con lo que podría ayudarte..." En ese caso, le permiten no hacer nada más por su padre o por su madre. Así anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido. ¡Y como éstas, hacen muchas otras cosas!»

Compartiendo la Palabra
Por Enrique Martinez, cmf

TRADICIÓN Y TRADICIONES DE NUESTROS MAYORES

Tengo que reconocer que el Evangelio de hoy «me cuesta» comentarlo. Sobre todo por la frase final: «Y como estas hacéis muchas». Claro: es perfectamente comprensible el ejemplo que pone Jesús, la tradición rabínica llamada «corbán», por la que se podían consagrar al Templo (=Dios) los propios bienes, y que bajo apariencia de ofrenda a Dios acababa siendo un método estupendo para no atender a los propios padres. También es comprensible que relativice las costumbres (más higiénicas que otra cosa) referentes a las purificaciones de manos, cubiertos, vasijas... Y que se queje de que se aferren a tradiciones y preceptos humanos: «las tradiciones de los mayores».
Mi problema está en cómo se traduciría esto a nuestra realidad histórica actual. Quiero decir: nuestra Iglesia da un valor considerable a la Tradición recibida y vivida desde los apóstoles hasta hoy, a lo largo de los siglos. Y ser fieles a esa Tradición (escrita con mayúsculas) es una garantía de fidelidad al mensaje de Jesús, de modo que no deformemos o apañemos el mensaje a nuestro antojo. Y está bien.
Hay también muchas tradiciones (con minúscula), costumbres, ideas, filosofías, ritos, estructuras... que se han mantenido en el tiempo, pero que no son «esenciales» para la fe: el modo de estructurarse la Iglesia, de celebrar los sacramentos, de interpretar el papado o el sacerdocio, el celibato...
Pero es bien difícil señalar con claridad cuáles son las tradiciones con minúscula (perfectamente cambiables, por mucho tiempo que lleven) y la Tradición con mayúsculas.
Un relato de E Galeano me hacía pensar que la mayor traición a los fundamentos primeros de cualquier obra (Iglesia, Congregación Religiosa, empresa, etc): es momificarlos y mantenerlos a toda costa. Precisamente la mayor fidelidad sería el intentar dar respuestas nuevas a problemas nuevos, a situaciones nuevas... desde la creatividad primera. Dice así el relato:

EL JUBILADO Y EL APRENDIZ DE ALFARERO
A orillas de otro mar, un alfarero se retira en sus años tardíos.
Se le nublan los ojos, las manos le tiemblan: ha llegado la hora del adiós.
Entonces ocurre la ceremonia de la iniciación: el alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza mejor Así manda la tradición entre los indios del noroeste de América: el artista que se va entrega su obra maestra al artista que se inicia.
Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoge sus pedacitos y los incorpora a su arcilla.
Eso es: romper la vasija... y construir otra con los pedacitos, incorporándolos a la arcilla. Pero cuando salimos de la poesía y el cuento, para bajar a la realidad....
Por ejemplo: Jesús rompió la división entre puro/impuro. No hay espacios, objetos, personas... sagradas, y otras que estarían «ajenas» a Dios, inapropiadas, sucias (así se veía a enfermos, pecadores, ciertas profesiones... ). Y ¿entonces? ¿Sería apropiado decir que algunos hermanos no son «puros», dignos, convenientes porque, por ejemplo, no están debidamente casados por la Iglesia, o por su orientación sexual? Pues no me atrevo a afirmarlo abiertamente. Pero tampoco a negarlo.
O cuando se razona (sin el menor asomo de duda) que la mujer no puede acceder al sacerdocio porque la Iglesia durante toda su historia (tradición/Tradición?) lo ha considerado así... y es «incambiable»? Sinceramente: no lo tengo claro. Y estoy seguro de que hacer preguntas como éstas provoca inquietud y nerviosismo en no pocos hermanos. Mis disculpas si es así. Simplemente he intentado ser sincero y compartir con vosotros lo que la lectura de este pasaje bíblico me ha suscitado.

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