En la historia de la humanidad ha habido muchas revoluciones. Ninguna es tan importante como la revolución del amor que se basa en la fraternidad, en el saber pensar en el otro.
Cuando estuve en la India, hace muchos años, una de nuestras hermanas me contó lo que habían iniciado para combatir el hambre existente en el lugar: Entregaban una cabra a una familia cuando ésta tenía una cría se la debía entregar a las hermanas y cuando estaba crecida, ellas la entregaban a otra familia. De este modo ellos no acaparaban para enriquecerse sino que tenían que pensar en sus hermanos que sufrían el hambre que a ellos mismos les había acosado. De este modo sacaron de la miseria a varias familias. Nadie podía ser egoísta porque entonces se rompía la cadena de la solidaridad y se evitaba el egoísmo tan propio del ser humano.
Nadie era rico en aquel poblado pero todos aprendieron lo que significaba compartir, el pensar en el otro en vez de acaparar para si. Continuaban siendo pobres pero tenían de que alimentar a sus hijos con la leche de sus cabras, porque, claro, las cabras tuvieron más de una cría y con su rebañito podían hacer quesos que vendían a otros poblados.
El dar enriquece, el acaparar empobrece. Lástima que nos cuesta tanto que esto penetre en nuestro corazón. Hagamos la revolución del amor al prójimo que es la revolución del amor a Dios.
Texto: Hna. María Nuria Gaza.
Publicado por Mi Vocaciòn
Cuando estuve en la India, hace muchos años, una de nuestras hermanas me contó lo que habían iniciado para combatir el hambre existente en el lugar: Entregaban una cabra a una familia cuando ésta tenía una cría se la debía entregar a las hermanas y cuando estaba crecida, ellas la entregaban a otra familia. De este modo ellos no acaparaban para enriquecerse sino que tenían que pensar en sus hermanos que sufrían el hambre que a ellos mismos les había acosado. De este modo sacaron de la miseria a varias familias. Nadie podía ser egoísta porque entonces se rompía la cadena de la solidaridad y se evitaba el egoísmo tan propio del ser humano.
Nadie era rico en aquel poblado pero todos aprendieron lo que significaba compartir, el pensar en el otro en vez de acaparar para si. Continuaban siendo pobres pero tenían de que alimentar a sus hijos con la leche de sus cabras, porque, claro, las cabras tuvieron más de una cría y con su rebañito podían hacer quesos que vendían a otros poblados.
El dar enriquece, el acaparar empobrece. Lástima que nos cuesta tanto que esto penetre en nuestro corazón. Hagamos la revolución del amor al prójimo que es la revolución del amor a Dios.
Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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