El amor es lo único en el mundo que no puede comprarse con dinero. La única gran riqueza que pertenece verdaderamente a cada persona. El único recurso capaz de volvernos inteligentes y verdaderamente humanos.
Resulta muy raro que estudiemos tantas cosas consideradas como vitales y que nos eduquemos tan poco en el amor. De esa fuerza asombrosa origina nuestra vida, pero demasiado a menudo crece en nosotros como una planta salvaje que, por falta de cuidados, se vuelve loca, muere o mata.
Creo con todas mis fuerzas que solo el amor permite crecer y evolucionar y que solo el amor es verdaderamente científico. Solo el amor es moderno y revolucionario. Solo el amor desarrolla y cura. Solo el amor nos vuelve justos, libres y humanos. Solo el amor da vida y ganas de vivir. Solo el amor nos hace felices. Solo el amor civiliza.
Si, por ejemplo, en la tierra queda todavía alguna esperanza para los pobres (que no son cantidad menor en la humanidad), esa esperanza se encuentra en el amor.
El amor no cuesta un centavo. Genera ideas, suscita audacia, estimula la creatividad, crea iniciativas y hace crecer alas. El amor lleva a realizar cosas aparentemente imposibles, a superar las más duras pruebas y a sufrir todo, hasta la misma muerte, salvo las cadenas.
El amor no humilla jamás, no miente jamás y jamás comete injusticias. Cuando se tiene amor no se conoce ni el orgullo, ni la vergüenza. Uno no se siente ni superior ni inferior.
El amor todo lo ilumina y todo lo embellece. El amor da fuerza y valor, elimina el miedo, transforma en valles fértiles los desiertos y convierte a todos los seres humanos en ciudadanos del universo. Todo es posible para todos aquellos y aquellas que aman.
Nada raro que hombres y mujeres que han hecho una profunda experiencia espiritual, sostengan con total seguridad que Dios es Amor. Dicen que si el mundo está lleno de sufrimientos y de muerte no es porque no haya Dios, y tampoco porque Dios no sea Amor, sino porque los humanos no hemos hecho del amor la razón de nuestra vida.
En nuestra escala de valores, el dinero, el poder, el saber, el hacer y el placer ocupan el primer lugar, mientras que el amor por los demás viene siempre en último lugar.
Pedimos amor para nosotros mismos, pero damos muy poco. ¡Cómo asombrarnos entonces de que la tierra esté tan llena de males y de injusticias!
Nuestro mundo pone ciegamente sus esperanzas en la ciencia y la tecnología para hacerse cada vez más libre y asegurarse un glorioso porvenir, pero pareciera que adonde el progreso material avanza, bien a menudo la capacidad de amar retrocede y nuevas esclavitudes surgen. No hay duda de que la ciencia y la tecnología son las grandes alas del navío del porvenir pero la única energía capaz de impedir que el mundo se dirija a su propia destrucción no podrá ser más que el amor.
El amor es el futuro del mundo.
¿No será acaso el amor aquella famosa “perla del dragón” que los antiguos chinos perseguían en su incansable búsqueda de la inmortalidad? ¿No será acaso esa “verdadera naturaleza” escondida en el fondo de nosotros mismos, de la que esos sabios hablaban con tanto fervor? ¿No será acaso la sustancia de ese “verdadero yo” que buscan tanto la moderna sicología como todas las espiritualidades? ¿No sería acaso el amor ese “tesoro” del que Jesús dice que vale la pena cualquier sacrifico para lograrlo? (Mt 13, 44-45)
Se diría que en el amor es allí donde cada persona se encuentra a sí misma en los planos individual y colectivo, y allí donde encuentra el Dào, o sea el sentido de la vida. Y que en el amor está el gran secreto de la evolución y de la historia, y, por qué no, la clave del misterio mismo de Dios y de la inmortalidad.
Solo el amor es verdaderamente joven y… eterno. Es y será siempre el mayor poder del mundo y su única riqueza verdadera.
Por Eloy Roy
Resulta muy raro que estudiemos tantas cosas consideradas como vitales y que nos eduquemos tan poco en el amor. De esa fuerza asombrosa origina nuestra vida, pero demasiado a menudo crece en nosotros como una planta salvaje que, por falta de cuidados, se vuelve loca, muere o mata.
Creo con todas mis fuerzas que solo el amor permite crecer y evolucionar y que solo el amor es verdaderamente científico. Solo el amor es moderno y revolucionario. Solo el amor desarrolla y cura. Solo el amor nos vuelve justos, libres y humanos. Solo el amor da vida y ganas de vivir. Solo el amor nos hace felices. Solo el amor civiliza.
Si, por ejemplo, en la tierra queda todavía alguna esperanza para los pobres (que no son cantidad menor en la humanidad), esa esperanza se encuentra en el amor.
El amor no cuesta un centavo. Genera ideas, suscita audacia, estimula la creatividad, crea iniciativas y hace crecer alas. El amor lleva a realizar cosas aparentemente imposibles, a superar las más duras pruebas y a sufrir todo, hasta la misma muerte, salvo las cadenas.
El amor no humilla jamás, no miente jamás y jamás comete injusticias. Cuando se tiene amor no se conoce ni el orgullo, ni la vergüenza. Uno no se siente ni superior ni inferior.
El amor todo lo ilumina y todo lo embellece. El amor da fuerza y valor, elimina el miedo, transforma en valles fértiles los desiertos y convierte a todos los seres humanos en ciudadanos del universo. Todo es posible para todos aquellos y aquellas que aman.
Nada raro que hombres y mujeres que han hecho una profunda experiencia espiritual, sostengan con total seguridad que Dios es Amor. Dicen que si el mundo está lleno de sufrimientos y de muerte no es porque no haya Dios, y tampoco porque Dios no sea Amor, sino porque los humanos no hemos hecho del amor la razón de nuestra vida.
En nuestra escala de valores, el dinero, el poder, el saber, el hacer y el placer ocupan el primer lugar, mientras que el amor por los demás viene siempre en último lugar.
Pedimos amor para nosotros mismos, pero damos muy poco. ¡Cómo asombrarnos entonces de que la tierra esté tan llena de males y de injusticias!
Nuestro mundo pone ciegamente sus esperanzas en la ciencia y la tecnología para hacerse cada vez más libre y asegurarse un glorioso porvenir, pero pareciera que adonde el progreso material avanza, bien a menudo la capacidad de amar retrocede y nuevas esclavitudes surgen. No hay duda de que la ciencia y la tecnología son las grandes alas del navío del porvenir pero la única energía capaz de impedir que el mundo se dirija a su propia destrucción no podrá ser más que el amor.
El amor es el futuro del mundo.
¿No será acaso el amor aquella famosa “perla del dragón” que los antiguos chinos perseguían en su incansable búsqueda de la inmortalidad? ¿No será acaso esa “verdadera naturaleza” escondida en el fondo de nosotros mismos, de la que esos sabios hablaban con tanto fervor? ¿No será acaso la sustancia de ese “verdadero yo” que buscan tanto la moderna sicología como todas las espiritualidades? ¿No sería acaso el amor ese “tesoro” del que Jesús dice que vale la pena cualquier sacrifico para lograrlo? (Mt 13, 44-45)
Se diría que en el amor es allí donde cada persona se encuentra a sí misma en los planos individual y colectivo, y allí donde encuentra el Dào, o sea el sentido de la vida. Y que en el amor está el gran secreto de la evolución y de la historia, y, por qué no, la clave del misterio mismo de Dios y de la inmortalidad.
Solo el amor es verdaderamente joven y… eterno. Es y será siempre el mayor poder del mundo y su única riqueza verdadera.
Por Eloy Roy
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