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jueves, 22 de marzo de 2012

Comentarios Biblícos y Pautas para la Homilia: V Domingo de Cuaresma (Jn 12,20-33) - Ciclo B


Publicado por Dominicos.org

Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre

Con este quinto domingo se abre la última etapa del itinerario cuaresmal. Seguimos acercándonos al sentido de la Semana Santa, celebración pascual que condensa la vida y la liturgia cristianas. Más aún, estamos en realidad ya tan próximos a ella que en el evangelio de este domingo podremos escuchar en boca de Jesús: “Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre”. El evangelista Juan nos ha hecho llegar un pasaje solemne y grave que refleja todo el dramatismo de la situación vivida por Jesús a las puertas del misterio pascual.

Fray Javier Martínez Real
San Gerónimo - Rep. Dominicana

Comentario Bíblico

Primera lectura: Jr 31,31 34.

Marco: El capítulo 31 forma parte de un conjunto que se ha convenido en llamar "Libro de la Consolación" que abarca los capítulos 30 31. Con las reformas de Josías, nació la esperanza en el regreso de los desterrados del 721 al reino de David restaurado. Este conjunto expresa esta esperanza: Yahvé ama aún al Israel del norte, traerá a los desterrados a sus tierras, con la unidad religiosa recuperada en torno a Sión. Este anuncio del regreso se extendió luego a Judá, al ser conquistado y deportado. Algunos oráculos posteriores y algunas glosas asocian a Judá con Israel, dando así al Libro de la Consolación su alcance definitivo y mesiánico: Israel y Judá serán reunidos, para servir en su tierra a Yahvé su Dios. Esta reunión del Israel dispersado será uno de los temas principales de los profetas del destierro (Deutero Isaías y Ezequiel) (BJ nota a 30). En este plan de Dios hay que leer nuestro fragmento.

Reflexiones:

1ª) ¡El Dios Fiel insiste una y otra vez!

Mirad que llegan días oráculo del Señor en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. Lo decisivo, lo que nos conduce más allá de todo lo que hasta entonces habían anunciado los profetas, es el anuncio de esta nueva alianza que Yahvé quiere establecer con Israel. Es evidente que se trata de algo muy distinto de esto otro: que Yahvé hubiera dicho que se acercaban días que de nuevo se acordará del pacto que había establecido con Israel. No, el pacto antiguo esta roto, e Israel está a los ojos de Jeremías sin ningún pacto o alianza. Lo determinante es que no se haga ningún intento (como por ejemplo en el Deuteronomio) para colocar a Israel sobre los antiguos cimientos. El nuevo pacto es precisamente eso, nuevo, e irá más allá que el antiguo en un punto esencial. No es que Dios se proponga ofrecer una nueva autorrevelación como en el Sinaí. Dios es Fiel y mantiene lo estipulado. Por su parte todo sigue adelante. El problema lo planteamos los hombres con nuestra actitud frente al pacto de Dios. La nueva alianza reemplaza a la antigua porque había sido rota y porque Israel no la aceptó. Pero Dios sigue adelante con su plan y proyecto salvadores. Esa es la garantía más auténtica que puede ofrecer a los hombres. Dios no se desdice. Afirmará Pablo: En cuanto a la elección son amados en atención a sus padres. Que los dones y la vocación de Dios son irrevocables...¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos (Rm 11,28.29.33)

2ª) ¡Dios sorprende: una alianza totalmente nueva!

No como la que hice con vuestros padres...Así será la alianza que haré con ellos: meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. La transferencia de la voluntad de Dios a los hombres se realizará de distinta manera. Si entendemos bien a Jeremías la novedad radicará en que la nueva alianza suprimiría el proceso de las locuciones divinas y escucha humana. Por el camino de la escucha de la voluntad de Dios, Israel no fue obediente. Yahvé utilizará, en su admirable pedagogía, otro proceso, otro intento de llegar al corazón del hombre al que quiere conducir a la verdad y a la salvación. Implantará su voluntad en el mismo corazón del hombre. Llegamos al fondo de una acariciada preocupación de Jeremías que llevó adelante en su ministerio: la religión del corazón. Las prácticas externas tienen valor en cuanto son proyección y reflejo de lo que anida en el corazón creyente y obediente a la voluntad de Dios. Es un paso importante en las relaciones del hombre con Dios que quiere llegar al corazón mismo donde se deciden las actitudes verdaderamente humanas. Un día Jesús plasmará esta intuición de Jeremías: Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarlo; sino lo que sale del hombre...Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones (Mc 7,15.21). Y la insistencia en el sermón de la montaña en entrar en la interioridad, porque allí es donde se da el más auténtico y válido encuentro entre Dios y el hombre: Y tu Padre que ve en lo secreto te lo recompensará (Mt 6,4.6.18)

Segunda lectura: Hebreos 5,7 9.

Marco: El contexto más próximo es la sección dedicada a relatar que Jesús es un pontífice fiel y compasivo (3,1 9,10) y es precisamente el final de dicha sección. Ciertamente Jesús es superior a Moisés, pero es un pontífice compasivo. El autor de esta carta exhortación afirma que Jesús quiso ser tentado en todo como nosotros menos en el pecado y sabemos que fue escrita para consuelo de los creyentes perseguidos que veían peligrar su fe; se les invita a la firmeza y esperanza, pero poniendo la mirada en Jesús que compartió en todo nuestra existencia.

Reflexiones:

1ª) ¡Jesús comparte nuestra existencia en todo!

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de
la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Estas palabras nos remiten a un acontecimiento de la vida histórica de Jesús profundo, desconcertante y admirable a la vez: la oración de Jesús en el huerto de los Olivos. Acaso conviniera recordar, iluminados por estas palabras del autor de la carta a los Hebreos, cómo en aquella ocasión Jesús sintió la profunda realidad humana de su encarnación real, auténtica, con todas las consecuencias (menos en el pecado). El autor de la carta a los Hebreos contempla gustoso al Jesús real, inmerso entre los hombres, cercano y creíble. Es necesario volver una y otra vez la mirada a estas realidades de la actuación de Jesús. Estoy convencido que el acercamiento de los hombres sería más posible. Ciertamente es el Señor, pero también quiso ser cercano y asumir en serio nuestra experiencia humana. No pudo caer en el pecado por dos razones fundamentales: la primera (dogmática), porque repugna a la Persona divina de Jesús; y la otra, porque Jesús es el modelo humano ejemplar, y el pecado no es humano ya que deshumaniza al hombre, destruye su profunda dignidad y destino.

2ª) ¡El sufrimiento que curte y abre caminos!

Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna. Estas expresiones han causado siempre extrañeza e incomprensión. ¿Cómo es posible aplicar estas expresiones a Jesús? la única respuesta válida, a mi entender, es leerlas a la luz del conjunto de la carta a los Hebreos: el autor se ha propuesto alentar la esperanza de los perseguidos enseñándoles a mirar a Jesús. Este ha padecido las tentaciones como nosotros y ha compartido los sufrimientos como nosotros para llegar donde ahora se encuentra, a la derecha de Dios. Los sufrimientos fueron fecundos. Lucas lo expresará de otra manera recogiendo palabras de Jesús resucitado en su diálogo con los discípulos de Emaús: ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria? ( Lc 24,26). Esa es la clave fundamental para desentrañar el sentido del sufrimiento, para madurar a las personas. El sufrimiento aceptado libre y generosamente nos curte, nos realiza, nos hace crecer.

Tercera lectura: Jn 12,20-33.

Nota: este evangelio puede sustituirse por el correspondiente del ciclo A: Jn 11,1-45.

Marco: Es el sexto episodio o escena: un signo y un largo discurso. Hay una diferencia con los otros episodios consistente en que signo y discurso están imbricados y no separados, como en otros casos. El tema central es afirmar que Jesús es la "resurrección y la vida".

Reflexiones:

1ª) Jesús, fuente de la vida para todos los hombres.

De los dos temas que predominan en Jn 2-12: luz y vida, éste último es el que predomina en el episodio actual. Y esto nos recuerda el c. 5 donde narración y discurso se centran en los temas de "dar la vida" y "juzgar". La obra de dar la vida se presenta en dos estratos o niveles: primero, quien oye y cree la palabra de Cristo posee ya la vida eterna; es lo mismo que pasar de la muerte a la vida. Ya estamos en el momento en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios y vendrán a la vida (5,24-25); segundo, llega el tiempo en que todos los que están en las tumbas oirán su voz y saldrán de ellas (5,28-29). También aquí está presente el bautismo: por medio de este sacramento el hombre recibe el don de la fe.

2ª) La Vida es una victoria real sobre la muerte.

La característica de este fragmento es afirmar que el don de la vida es aquí presentado expresamente como victoria sobre la muerte. Y todo esto se fundamenta en un hecho, en un acontecimiento: Cristo ha vencido a la muerte; simbólicamente, a nivel de "signo", resucitando a Lázaro. Este acontecimiento es un "signo" de su propia Resurrección, que será la respuesta definitiva, porque es una resurrección para siempre y fuente de esperanza viva para todos los creyentes.

3ª) Jesús es la resurrección y la vida.

Por ello el centro de interés de todo el conjunto es subrayar fuertemente que Jesús es "la resurrección y la vida". Esta declaración solemne aparece en un diálogo denso entre Jesús y Marta. Estas creen en la resurrección de los muertos, como lo creen lo fariseos. Esta familia parece que compartía la fe farisea en la resurrección. Ella piensa en la resurrección final. Pero Jesús el asegura que aquella se adelantará en el plano de los signos en la resurrección de su hermano. Pero esta resurrección anticipada, sólo en el plano de signo, revelará la forma y la realidad de la resurrección para todos los que crean en El. Jesús responde con el signo y con el discurso a la gran pregunta: ¿Qué sentido definitivo tiene la existencia humana? ¿es un camino abierto a una vida definitiva? ¿es un camino cerrado? Con este acontecimiento y su explicación Jesús sale al encuentro del grave problema que pesa sobre la humanidad. Él es la resurrección y la vida como oferta para todos los hombres.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)


Pautas para la Homlía
La hora de Jesús.

“Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre”. En el evangelio de Juan la hora es, ciertamente, un momento, un tiempo, pero no uno cualquiera, sino el tiempo crucial, el de la cruz, que también es el de la glorificación y elevación de Jesús.

“Padre, líbrame de esta hora. Pero si para esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre”. El evangelista presenta la hora de Jesús bajo el signo de la obediencia radical, la misma que permite al autor de la Carta a los Hebreos resumir el conjunto de la vida de Jesús: “aprendió, sufriendo, a obedecer” (No es que el sufrimiento haya sido el medio para aprender la obediencia, sino la consecuencia de ésta).

Toda la historia de Jesús, en efecto, ha sido obediencia a Dios, una aceptación libre y fiel de su voluntad. Jesús ha hecho de toda su vida un servicio a la causa de su Padre. Se ha entendido a sí mismo en función del anuncio de la presencia y de la vocación de crecimiento de la comunidad de hermanos que reconocen a Dios como el Padre común: una realidad y un proyecto que él llamaba el Reino de Dios.

La obediencia de la muerte de Jesús es la obediencia de su vida entera. Los intentos de ridiculización, las calumnias, los proyectos de captura, los intentos de lapidación... esas y otras hostilidades padecidas le permitieron ser muy conciente del desenlace que conocemos: captura, interrogatorio, juicio, tortura y ejecución. No hubo, sin embargo, fuerza humana capaz de apartar a Jesús de la causa de su Padre. Optó por la obediencia total y coherente, la dispuesta a asumir las más graves consecuencias, aquella que sabe abrazar incluso cruz. Pero fue la lógica de los poderosos –no la de Dios– la que abocó a Jesús a la muerte. Fueron ellos quienes le pusieron en la tesitura de tener que elegir entre su propia vida y la obediencia a Dios y los que, finalmente, acabaron por colgarlo de un madero.

El grano que muere es fecundo.

Jesús se ha entendido a sí mismo en función de su Padre y, por eso mismo, de sus hermanos. Toda su vida, de hecho, ha sido la del ser-para-los-demás y ha consistido en un des-vivirse por ellos; des-vivirse para dar vida, para que todos tengamos vida verdadera, la de los hijos de Dios y hermanos de nuestros hermanos. El desvivirse de la cruz de Jesús es el desvivirse de su vida entera.

Más aún, Jesús está convencido de que la única forma de dar vida consiste en dar la propia vida. Por eso dice: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”. Un compositor caribeño cantaba: “La vida no vale nada si no es para perecer por que otros puedan tener lo que uno disfruta y ama”. Ese es el sentido de la vida y muerte de Jesús: des-vivirse para dar vida, hacer de la propia vida un servicio a las vidas de los demás. He ahí la hora de Jesús.

La hora del juicio.

He ahí también la hora del juicio porque “ahora va a ser juzgado el mundo”. Des-vivirse por los demás es la medida del ser humano. Se ha dicho que él es la medida de todas las cosas y, en algún sentido, cierto es. También lo es que la medida del ser humano es la donación de sí mismo porque “está hecho para el don”, como decía Benedicto XVI en Caritas in veritate. Pilato no era profeta, desde luego, pero acertó, aunque sin pretenderlo con aquello del “Ecce homo”: Jesús es el hombre cabal porque ha vivido para su Padre y, por eso mismo, para sus hermanos.

Esa es la vara de medir en cristiano. Sabemos de sobra que se encuentran en circulación otras pautas de evaluación. No faltan quienes piensen que el valor de una persona depende de su prestigio, de su riqueza, de su poder, de su vigor, de su belleza... No es ese el criterio de juicio de los cristianos, por la sencilla razón de que no es el criterio del Dios de Jesús: el que sólo se ama a sí mismo se pierde, el que vive sólo para sí mismo vive una vida arruinada. Jesús ganó la vida porque la vivió para los demás. ¿Estaremos ganándola también nosotros?

Fray Javier Martínez Real
San Gerónimo - Rep. Dominicana

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