Por José María Maruri, SJ
1.- Es de mal gusto hablar de la muerte, recordáis que a la funeraria se la cambió el nombre por Tanatorio, pero que la gente confundía con Sanatorio, y como allí no sana nadie, hubo que cambiarlo de nuevo a Servicios Funerarios. Al asesinato clínico se le llama Eutanasia, o sea Buena Muerte, de la que San José no es ciertamente el Patrono. Total que la muerte no se deja manejar fácilmente.
Sólo ha habido un hombre, el Señor Jesús, que ha mirado de frente a la muerte y la ha retado diciendo: “Yo soy la Resurrección” y resucitando ha demostrado que era verdadero su reto. Porque Él es el Viviente por su misma naturaleza y la muerte una pobrecilla que no tiene dominio ninguno sobre El.
2.- Por eso los ángeles se maravillan de esas olímpicas carreras que se dan María Magdalena y sus amigas, y luego Pedro y Juan de aquí para allá buscando al Señor en un sepulcro, buscándolo entre los muertos: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
No está aquí (¿Cómo va a estar en una tumba?) Ha resucitado, y se maravillan, porque ellos saben:
-que ese Jesús es el Verbo de Vida por el que todo existe y vive.-que es el Hijo de Dios Vivo-que dijo que Él podía dejar la vida y recobrarla de nuevo.-que afirmó que Dios no es Dios de muertos sino de vivos. Se maravillan los ángeles y comentarían en corrillos en el cielo la ceguedad de los discípulos de todos nosotros a los que eso de Resurrección y Vida Eterna se nos escapa.
3.- Y ese Jesús que ha dicho “Yo soy Resurrección” y ha probado que lo es, al mismo tiempo nos ha dejado dicho que el que cree en su Padre que le ha enviado a El, tiene vida eterna, que el que cree en el Hijo tiene vida eterna, que el que como su carne tiene vida eterna, y que el ha venido a repartir vida, vida abundante.
Que Él está tan lleno de vida que la reparte a nosotros a través de la Fe, de su carne comida, del agua que El dará y que saltará como manantial hasta la vida eterna.
4.- La resurrección de Jesús está íntimamente ligada a la nuestra, mientras aceptar la resurrección del Señor es más fácil, la vida eterna mía, mi vivir para siempre, ya es como la muerte que no se deja manejar fácilmente.
--Y es que todos tenemos la experiencia de muertes cercanas, de tumbas y de nichos, y hasta tal vez de reducción de restos, y todo eso juega en contra de nuestra propia vida sin fin.
--Y como no lo entendemos, saltamos al chiste y a la caricatura de los muertos peleándose por algún hueso o víscera transplantada el día de la Resurrección
Pero no es chiste lo que el Señor nos dice. El ni miente ni engaña, y con todas esas frases nos está diciendo que este mismo Yo que vivo y os estoy hablando, y ese mismo Tu que vives y me oyes o dormitas ese mismo ser con las características que nos distinguen a unos de otros, ese mismo TU y YO no tenemos fin, tuvimos principio, pero nuestro futuro está abierto a la eternidad.
La muerte y sus consecuencias están bloqueando nuestro corazón y nuestra mente y nos impide tener la experiencia espiritual e interna de esa continuidad entre lo que estamos viviendo y lo que vamos a vivir.
Nos perdemos en la estación de la muerte buscando el andén para transbordar, sin caer en la cuenta que en este viaje en que estamos embarcados no hay trasbordo, el mismo tren en que vamos montados nos lleva de Madrid a Paris sin bajarnos del tren en el apeadero de la muerte, es el mismo YO, un mismo tren.
Y la cabeza de tren, el día de la Resurrección de Jesús, empezó a entrar en la estación de la VIDA ETERNA y desde entonces los vagones han ido parándose uno a uno en aquellos andenes, y el vagón en que yo voy ya está pasando agujas y pronto parará junto al andén para que pueda bajarme.
Sólo ha habido un hombre, el Señor Jesús, que ha mirado de frente a la muerte y la ha retado diciendo: “Yo soy la Resurrección” y resucitando ha demostrado que era verdadero su reto. Porque Él es el Viviente por su misma naturaleza y la muerte una pobrecilla que no tiene dominio ninguno sobre El.
2.- Por eso los ángeles se maravillan de esas olímpicas carreras que se dan María Magdalena y sus amigas, y luego Pedro y Juan de aquí para allá buscando al Señor en un sepulcro, buscándolo entre los muertos: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
No está aquí (¿Cómo va a estar en una tumba?) Ha resucitado, y se maravillan, porque ellos saben:
-que ese Jesús es el Verbo de Vida por el que todo existe y vive.-que es el Hijo de Dios Vivo-que dijo que Él podía dejar la vida y recobrarla de nuevo.-que afirmó que Dios no es Dios de muertos sino de vivos. Se maravillan los ángeles y comentarían en corrillos en el cielo la ceguedad de los discípulos de todos nosotros a los que eso de Resurrección y Vida Eterna se nos escapa.
3.- Y ese Jesús que ha dicho “Yo soy Resurrección” y ha probado que lo es, al mismo tiempo nos ha dejado dicho que el que cree en su Padre que le ha enviado a El, tiene vida eterna, que el que cree en el Hijo tiene vida eterna, que el que como su carne tiene vida eterna, y que el ha venido a repartir vida, vida abundante.
Que Él está tan lleno de vida que la reparte a nosotros a través de la Fe, de su carne comida, del agua que El dará y que saltará como manantial hasta la vida eterna.
4.- La resurrección de Jesús está íntimamente ligada a la nuestra, mientras aceptar la resurrección del Señor es más fácil, la vida eterna mía, mi vivir para siempre, ya es como la muerte que no se deja manejar fácilmente.
--Y es que todos tenemos la experiencia de muertes cercanas, de tumbas y de nichos, y hasta tal vez de reducción de restos, y todo eso juega en contra de nuestra propia vida sin fin.
--Y como no lo entendemos, saltamos al chiste y a la caricatura de los muertos peleándose por algún hueso o víscera transplantada el día de la Resurrección
Pero no es chiste lo que el Señor nos dice. El ni miente ni engaña, y con todas esas frases nos está diciendo que este mismo Yo que vivo y os estoy hablando, y ese mismo Tu que vives y me oyes o dormitas ese mismo ser con las características que nos distinguen a unos de otros, ese mismo TU y YO no tenemos fin, tuvimos principio, pero nuestro futuro está abierto a la eternidad.
La muerte y sus consecuencias están bloqueando nuestro corazón y nuestra mente y nos impide tener la experiencia espiritual e interna de esa continuidad entre lo que estamos viviendo y lo que vamos a vivir.
Nos perdemos en la estación de la muerte buscando el andén para transbordar, sin caer en la cuenta que en este viaje en que estamos embarcados no hay trasbordo, el mismo tren en que vamos montados nos lleva de Madrid a Paris sin bajarnos del tren en el apeadero de la muerte, es el mismo YO, un mismo tren.
Y la cabeza de tren, el día de la Resurrección de Jesús, empezó a entrar en la estación de la VIDA ETERNA y desde entonces los vagones han ido parándose uno a uno en aquellos andenes, y el vagón en que yo voy ya está pasando agujas y pronto parará junto al andén para que pueda bajarme.
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