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jueves, 5 de abril de 2012

Lugares de la Pasión


Señor, enséñame a amar como tú, entregando la vida (en lo poco y en lo mucho, día a día, a los míos…). Y a descubrir los cenáculos de mi vida, los espacios donde puedo estar con los míos, y amar hasta la extenuación, y compartir lo que soy y lo que sueño.
¿Tal vez no estaría de más contemplar, una vez, de nuevo, la verdad desnuda de un Jesús que abraza a todos, que se ríe de los que se autodenominan perfectos, que habla de un Dios que es padre?

El Cenáculo

“Al atardecer se puso a la mesa con los doce” (Mt 26,20)
Un lugar donde compartir una fiesta, tradiciones, y estrechar lazos con los tuyos. Un espacio en el que celebrar, pero no de una manera rutinaria, sino poniendo toda tu vida en la celebración…

En esa sala, comiendo con los tuyos tomas un pan que partes y un vino que compartes, y con ello estás expresando lo que es tu vida… y lo que puede ser la nuestra.

En esa sala te ciñes la toalla a la cintura y lavas los pies de los tuyos, porque los que aman lo hacen así, con absoluta entrega. En esa sala les hablas y les dices: “sois mis amigos…” (¿cómo se sentirían ante esa expresión de cariño?)

Y NUNCA SIN AMOR FUERON LOS NIDOS


Amor llena mis ojos,
que con amor yo quiero mirar todas las cosas.
Yo sé que si las miro con amor resplandecen;
yo sé que si las miro con amor se me entregan.
Jamás donde hubo amor los mundos se agotaron;
jamás donde hubo amor cesaron las palomas.
Y nunca sin amor fueron los nidos,
y si el nido no fuera la vida no sería.
¡Oh, qué gozo, los nidos, por tan desamparados!
¡Qué alegría saberlos, muy cerca de nosotros,
alzándose en el alba!
¡Qué alegría saberlos!
Amor llena mis ojos.
Iré dándote, amor, como a río invencible,
y nunca gota a gota, a manantiales.
Llegarás a lo seco,
llegarás a lo árido;
recorrerás la sed viva y eterna;
florecerán contigo las raíces
y del surco se dará lleno de flores.
Esmaltarás la tierra ¡toda! sin mesura,
y hasta el rincón más mísero y pequeño
tendrá el amanecer que le otorgaron.

Amor llena mis ojos;
que en la inmensa amapola de tu luz me derrame
sobre el reseco nido, y así los nidos sean

Ana Inés Bonnin Armstron


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Señor, enséñame a buscar sin desesperar. A no rendirme. A luchar por aquello que merece la pena. Enséñame a ser fuerte en los momentos en que mi vida se asemeje a ese huerto de olivos y pesadilla… a no rendirme.

El Huerto


Entonces Jesús fue con ellos a un lugar llamado Getsemaní”(Mt 26,36)
El lugar de la duda, de la oración desesperada, de la tormenta. El lugar de la noche atravesada por la indecisión. El lugar del miedo, y de la soledad…

En ese huerto tu oración habla de una lucha terrible, Jesús. ¿Entregarse o no? ¿Es tu vida un fracaso? ¿Huir o seguir hasta el final? ¿Qué sentido tiene todo esto? En ese huerto te veo tan humano, y al tiempo tan pleno… Tan inseguro, y sin embargo capaz de buscar claridad, y al final de acoger, perplejo y turbado, una situación que te desborda.

Tan solo… también yo a veces me siento solo, en medio de tormentas, y en busca de sentido... Descubrirte así, temblando, me hace sentirte extrañamente cercano. Y verte capaz de encontrar al Padre ahí es, ante todo, promesa y camino.

DIME QUE ERA VERDAD


Dime que era verdad aquel sendero
que se perdía entre la paz de un prado;
aquel otero puro que he mirado
yo tantas veces con candor primero.
Dime que era verdad aquel lucero
que se incendia casi a nuestro lado.
Di que es verdad que vale un mundo amado
y un cuerpo roto en un vivir sincero.
Di que es verdad que vale haber sufrido
y haber estado entre la mar sombría;
que vale haber luchado, haber perdido.
Haber vencido a la melancolía,
haber estado en el dolor, dormido,
sin despertar, cuando llegaba el día.

Carlos Bousoño

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Señor, enséñame a vivir con apertura de mente, a ver en lo profundo. A dejarme sorprender. A no instalarme definitivamente en convicciones que me dan seguridad, pero me alejan de mis hermanos. Ayúdame a estar siempre dispuesto a conocerte un poco mejor.

La Casa de Caifás


“Los que lo habían arrestado lo condujeron a la casa del sumo sacerdote Caifás, donde se habían concentrado los letrados y los senadores” (Mt 26,57)
El lugar de la hipocresía, de la ceguera, de la tradición impuesta, de la incapacidad para imaginar alternativas. El lugar donde se quiere encorsetar a Dios en un libro, una ley o una historia… sin comprender que Dios desborda lo que percibimos… que es humano irlo descubriendo. Que el Abbá misericordioso es mucho más hondo que el juez de la ley. El lugar de los problemas imaginarios frente a los reales.

Ese Sanedrín que no te comprende, que te percibe como un hereje, como un blasfemo por tomar el nombre de Dios en vano, me recuerda tantos momentos en que en nuestra vida, en nuestras sociedades, y a veces, tristemente, en nuestra Iglesia, nos comportamos así… juzgando y prejuzgando. Instalados en unas convicciones que no nos permiten descubrir la gracia. Atados a una tradición que, en lugar de ser inspiración e historia, convertimos en una losa.

NO PERDAMOS EL TIEMPO


Si el mar es infinito y tiene redes,
si su música sale de la ola,
si el alba es roja y el ocaso verde,
si la selva es lujuria y la luna caricia,
si la rosa se abre y perfuma la casa,
si la niña se ríe y perfuma la vida,
si el amor va y me besa y me deja temblando.

¿Qué importancia tiene todo esto,
mientras haya en mi barrio una mesa sin patas, un niño sin zapatos o un contable tosiendo, un banquete de cáscaras, un concierto de perros, una ópera de sarna?
Debemos inquietarnos por curar las simientes, por vendar corazones y escribir el poema que a todos nos contagie.Y crear esa frase que abrace todo el mundo;
los poetas debiéramos arrancar las espadas, inventar más colores y escribir padrenuestros.
Ir dejando las risas en la boca del túnel, y no decir lo inti1no, sino cantar al corro;
no cantar a la luna, no cantar a la novia, no escribir unas décimas, no fabricar sonetos.
Debemos, pues sabemos, gritar al poderoso, gritar eso que digo, que hay bastantes viviendo debajo de las latas con lo puesto y aullando, y madres que a sus hijos no peinan a diario, y padres que madrugan y no van al teatro.
Adornar al humilde poniéndole en el hombro nuestro verso; cantar al que no canta y ayudarle es lo sano.
Asediar usureros y con rara paciencia convencerles sin asco.
Trillar en la labranza, bajar a alguna mina; ser buzo una semana, visitar los asilos, las cárceles, las ruinas; jugar con los párvulos, danzar en las leproserías.
Poetas, no perdamos el tiempo, trabajemos, que al corazón le llega poca sangre

Gloria Fuertes

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Señor, enséñame a desenmascarar los lugares en los que la tentación de lavarse las manos es fuerte. Los espacios en los que pesa más la comodidad que la necesidad de otros. Dame, señor, coraje para actuar en conciencia, según tu evangelio.

El Pretorio de Pilatos


“Llevan, pues, a Jesús a casa de Pilatos, al pretorio. Era temprano.” (Jn 18,28)
El lugar del poder… que no quiere problemas. El lugar donde, ante el conflicto, sale perdiendo el débil. Porque Pilatos no quería condenarte, pero prefiere lavarse las manos a enfrentarse a las autoridades judías. Prefiere la muerte de un inocente a los disturbios que harían tambalearse su posición. “A mí no me líes”.

Ese lugar en el que la estrategia termina llevando a la condena más injusta. En el que la política termina jugando con cartas manchadas de sangre. El lugar en el que se termina justificando todo en nombre de no se sabe muy bien qué valores, qué prioridades, qué justicia o qué paz.

CORAZÓN PARTIDARIO


Mi corazón, lo sabes,
no está con el que triunfa o que lo espera,
con el juramento mercader
que acecha el buen provecho,
se agazapa, salta sobre la utilidad, que es su querida,

busca ganancia en el abrazo,
obtiene renta de las mariposas y pone rédito a la luz,
cobra recibo por los amaneceres milagrosos,
por cambiante gracia del color
de una invisible rosa apresurada,
dulce y apresurada
como si fuese un hombre o una llama
o una felicidad humana: sí.

Mi corazón no está con el hombre que sabe
de la verdad todo lo necesario
para olvidar el resto de ella,
satisfecho del viento, poderoso del humo,
canciller de la niebla,
rey acaso, pero nunca de sí.

Carlos Bousoño


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Enséñame a tomar en serio las cosas serias, y a disfrutar con las cosas sencillas. No se trata de no saber disfrutar de la vida, pero sí de aprender a disfrutarla bien… Y no trivializar lo importante, sino respetar y vivir.

El Palacio de Herodes


“… y al saber que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes, que se encontraba por entonces en Jerusalén” (Lc 23,7)
El lugar de la risa floja, la fiesta y la despreocupación. El lugar de la alegría superficial. El circo en el que todo es etéreo, instantáneo, entretenido. “anda, Jesús, haz un milagrito”, “demuestra tu poder…” Esa corte caprichosa me resulta curiosamente actual.

Es el lugar en el que lo divertido y lo trágico se confunden. Donde lo superficial se come a lo auténtico, y lo frívolo disimula lo atroz. El lugar donde la vida ajena no es más que otro entretenimiento para alimentar un hambre insaciable…

ESPEJISMO


Tú eres un espejismo en mi vía.
Tú eres una mentira de agua
y sombra en el desierto. Te miran
mis ojos y no creen en ti.
No estás en mi horizonte, no brillas
aunque brilles con una luz de agua...
¡No amarras aunque amarres la vida!...
No llegas aunque llegues, no besas
aunque beses... Reflejo, mentira
de agua tus ojos. Ciudad
de plata que me miente el prisma,
tus ojos... El verde que no existe,
la frescura de ninguna brisa,
la palabra de fuego que nadie
escribió sobre el muro... ¡Yo misma
proyectada en la noche por mi
ensueño, eso tú eres!... No brillas
aunque brilles... No besa tu beso...
¡Quien te amó sólo amaba cenizas!...

Dulce María Loynaz


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Señor, enséñame, en los Gólgotas de este mundo, a seguir apostando, gritando y proclamando la VIDA, tu Evangelio, tu promesa… Que aprenda, en estos lugares, a dar la vida (que no es morir, sino vivir de una forma concreta, arraigado en un amor capaz de intuir los vínculos profundos que nos unen).

El Gólgota


“Cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, los crucificaron a él y a los malhechores” (Lc 23,33)
Ese monte de cruz, amor y llanto. Un lugar cargado de densidad. En él está el amor fiel y atravesado de una madre, la fidelidad de un discípulo y el coraje de aquellas que no abandonan; la esperanza herida de un ladrón bueno y el rencor ciego de un mal ladrón; el reconocimiento asombrado de un centurión, la burla incrédula de quienes no son capaces de comprender y piden pruebas; la indiferencia de quienes se reparten tus ropas; y, sobre todo, una muerte que es consecuencia de una forma de vida; una entrega que se fue haciendo de gestos, palabras, y obras; una vida que, pese a la apariencia de fracaso, va a explotar imparable; una entrega confiada en las manos de un Dios que, siendo misericordia, no puede dejar de serlo aunque todo haga pensar lo contrario.

Jesús Crucificado


Muerto en el yeso muerto,
hablas, vivo, y convocas
nuestras vidas,
Señor Crucificado.
Entre el cielo y la tierra,
distendido, Tú reinas,
bajando en un abrazo
sobre todo castigo,
echado en un lamento
contra toda esperanza,
volando en la victoria
conquistada en la muerte.
Guitarra, tus costillas, grito y canto.
Manos y pies, clavados y en camino.
Caída, en alta dádiva, la fraterna cabeza.

Amor inapelable, más fuerte
que la muerte.
¡Jesús Crucificado

Pedro María Casaldáliga

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Señor, enséñame a esperar. A creer en las promesas, en tus promesas. Enséñame a sentir que, aunque no lo vea, la losa que cubre tantas realidades está a punto de romperse. Dame fe, Señor

El Sepulcro


Lo descolgó, lo envolvió en una sábana y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca…” (Lc 23,53)
El espacio del silencio y de la espera. En el que parece que nada ocurre, (pero algo está germinando). El lugar del cansancio y cierta rendición. De una quietud callada.

Hay muchos espacios en nuestro mundo que se asemejan a este. Muchos lugares donde parece que se palpa la derrota… Pues bien, ese sepulcro en el que yace la Vida a punto de estallar, en el que la Palabra espera para volver a ser proclamada con estruendo, es hoy icono de esperanza para todas esas realidades vencidas y atravesadas, que siguen esperando que se haga la luz.

LA HIJA PRÓDIGA

¿Qué me queda por dar, dada mi vida?
Si semilla, aventada a otro surco,
si linfa, derramada en todo suelo,
si llama, en todo tenebrario ardida.
¿Qué me queda por dar, dada mi muerte
también? En cada sueño, en cada día;
mi muerte vertical, mi sorda muerte
que nadie me la sabe todavía.
¡Que me queda por dar, si por dar doy
—y porque es cosa mía, y desde ahora
si Dios no me sujeta o no me corta
las manos torpes — mi resurrección...!

Dulce María Loynaz de Castillo




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