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viernes, 6 de abril de 2012

Viernes Santo (JN 18, 1-19,42) - Ciclo B: EXÉGESIS


Publicado por Parroquia San Vicente

DIOS HABLA

1ª lectura: Is 52, 13 - 53, 12
2ª lectura: Hb 4, 14-16; 5, 7-9
Evangelio: Jn 18, 1 - 19, 42


PRIMERA LECTURA

Ayer utilizamos una expresión brutal, “matarse por nosotros”. El texto de hoy nos lo comenta en toda su brutalidad. Un matarse además ‘sin lucimiento’, sin que parezca que hace nada extraordinario; al contrario, en el mismo anonadamiento, silencio, con que entrega su vida, en esa medida pensamos que se dirige a un destino perdido y sin sentido.

Sucede cada día entre nosotros. “Lo que más recuerdo de mi madre –me contaba ayer mismo un joven amigo- era cuando yo me encontraba mal y ella se levantaba para atenderme y luego se iba también a su cama…. porque estaba peor que yo. Y cuando le decían las que la visitaban;”Cuídate y no seas tonta, que te estás matando por los hijos”. Ella no atendía a nada. Lo hacía con toda consciencia”.

Así se describe al Siervo de Yahvé en Isaías. ‘Desfigurado no parecía hombre ni tenía aspecto humano’. ‘Como un hombre de dolores acostumbrado al sufrimiento’. Otra expresión que nos causa estupor porque mil veces la aplicamos a quienes la vida ha colocado a nuestro servicio en el trabajo, en casa, en las más humildes tareas… y nos pasa indiferente ‘porque él ya está acostumbrado’. Y lo decimos tan tranquilos para tranquilizarnos ‘los que no movemos un dedo para llevar la carga que cargamos sobre los demás’.

Estos poemas del Siervo de Yahvé son discutidos por una parte por presentar una visión tan diversa de la visión triunfalista de un hijo de David que se espera triunfante, glorioso; que si hoy sufre, mañana será reivindicado como Señor, como Jerusalén gozosa, como Sión sagrado. Es todo un cambio de orientación. El final será positivo para la justificación de ‘muchos’, para la reintegración en pueblo de Dios de multitudes que han perdido su condición de tales por su alejamiento del Señor. Lo incomprensible es que tal deba ser el camino para alcanzarlo.

Son estos extraños caminos del Señor que elige a los justos para llevar al peso de los pecados del mundo. Sólo desde la grandeza del amor pueden comprenderse esos caminos que el justo, el inocente, el siervo, el entregado, acepte ‘voluntariamente,(v7) el anonadamiento, el desprecio y el silencio y la injusta condena (v.8-9).

Pero la imagen tiene tal fuerza y es tan real en la vida que sigue manteniendo la fuerza suficiente como para prefigurar a Cristo y que hoy y siempre haya multitudes de personas que se entregan, conociendo las consecuencias, a un camino de amor que ha de llevarlos hasta la muerte. “Se matan de amor”. Terrible y maravilloso. Sólo un ejemplo. Pablo a los Tesalonicenses 2,8: “Tal afecto os teníamos que estábamos dispuestos a daros no solo el evangelio de Dios, sino nuestras propia vida ¡tanto os queríamos”.

TOMÁS RAMÍREZ



SEGUNDA LECTURA

El primer párrafo de estos dos es una exhortación a la confianza y seguridad, a la adhesión incondicional a la fe. Para ello se nos ofrece una motivación sin parangón: el que tenemos como mediador a nuestro favor al mismo Jesús Hijo de Dios.

Para animar a esta adhesión se apela también a nuestros propios sentimientos: Jesús Sacerdote no es alguien lejano o envuelto en ritos especiales, sagrados o misteriosos, sino alguien que nos comprende desde dentro, porque Él mismo ha experimentado, a pesar de ser Hijo, lo que es ser humano en toda la extensión de la palabra. Se "compadece" de nosotros porque ha "padecido con" nosotros (v.15). Podemos acercarnos a Dios, al "trono de la gracia" con toda confianza porque, sentado en él, hay alguien que nos ha aceptado absolutamente, nos entiende y nos acoge.

El autor quiere suscitar en nosotros este afecto y, para ello, mejor que hacer reflexiones o teorías nos pone delante la realidad del Hijo que ha pasado por donde nosotros pasamos. Se ha hecho semejante en todo a nosotros excepto en el pecado personal; y sin embargo... también ha sido afectado por las consecuencias del pecado humano. Su muerte es consecuencia de tal situación de pecado. Y puede, por ello, estar cerca de quienes, de un modo u otro, también se ven metidos en tal situación, aunque con una mayor responsabilidad personal.

En la misma línea va el segundo texto (5,7-9). En un tono más expositivo, pero no demasiado diferente se nos recuerda un episodio de la Pasión, la oración del Huerto, en el cual Jesús aparece como un hombre total, con repugnancia grande ante la muerte inminente, pero también con total aceptación de los planes de Dios, que Él mismo ha asumido. Ora y pide ser liberado de su destino, como haría cualquiera de nosotros en circunstancias parecidas, pero acepta el resultado que Dios ha querido y previsto. "Aprende" aceptación y con ello nos resulta alguien también aquí cercano a nosotros mismos. Jesús no es un superhombre ajeno a las debilidades y sentimientos humanos,

Tampoco se olvida el punto final. Pasando por la muerte y la resurrección, Él es la causa de la salvación para todos quienes creemos en Él. No ha sido un sufrimiento en vano, sino ha abierto la posibilidad de comunicación con Dios.

La muerte de Cristo, pues, es un acontecimiento que nos lo acerca todavía más que otros de su vida, con los que está unido. Es, además, la manifestación absoluta del amor de Dios por los hombres y nos invita a responder de modo semejante y, al hacerlo así, a unirnos a Él y salvarnos.

FEDERICO PASTOR



EVANGELIO

CONTEMPLACIÓN DE JESÚS EN LA CRUZ

Bajo el sol abrasador de mediodía, colgado en la cruz, Jesús gritó: Tengo sed (Jn 19,28). Como solía hacerse, se le ofreció un vino agriado, muy común entre los pobres, que también se podía considerar vinagre, la bebida popular más barata para calmar la sed. El evangelista continúa: Cuando Jesús tomó el vinagre dijo: Está cumplido (está terminado).

El verbo empleado en el texto griego remite hacia atrás, al pórtico de la pasión, a la hora del lavatorio de los pies, cuyo relato introduce el evangelista subrayando que Jesús amó a los suyos hasta el extremo, hasta el final (Jn.13,1). El sustantivo empleado aquí en el texto griego es de la misma familia léxica que el verbo empleado en la cruz. En ambos casos se habla de final. Este final, este extremo cumplimiento, se alcanza en la cruz, en el momento de la muerte. Jesús ha ido realmente hasta el final, hasta el límite y más allá del límite; ha realizado la totalidad del amor, se ha dado a sí mismo.

El mismo verbo griego remite de nuevo hacia atrás, al pozo de Jacob, también bajo el sol abrasador de mediodía (Jn.4,6). En el decurso del relato y en conversación con sus discípulos, Jesús les dice: Mi alimento es terminar el trabajo del que me ha enviado (Jn.4,34). De nuevo el verbo terminar, pero en esta ocasión explicitando que lo que Jesús ha venido a terminar es un trabajo, y un trabajo que no comienza con él sino al que él da continuidad, un trabajo común de su Padre y de él, de Padre y de Hijo. Esto es lo que dirá rotundamente Jesús a la autoridad religiosa judía en 5,17: Mi Padre sigue trabajando y yo también trabajo.

En la cena previa a la cruz, Jesús se dirige a su Padre en estos términos: Yo he manifestado tu gloria en la tierra, llevando a término el trabajo que me encomendaste (17,4). De nuevo el verbo terminar y de nuevo la comunión de trabajo de Padre e Hijo.

¿Y cuál ha sido el trabajo de Jesús? Dos versículos más adelante tenemos la respuesta. He manifestado tu nombre a los hombres (17,6). Esto es lo que el lector del cuarto evangelio ha escuchado en los primeros compases del mismo: A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo único, que es Dios y vive en íntima unión con el Padre, nos lo ha dado a conocer (1,18).

El trabajo de Jesús ha consistido en darnos a conocer a Dios, en revelarnos a Dios, en hacernos ver quién y cómo es Dios. Trabajo denodado, costoso, arriesgado. Tanto como que su realización final es la cruz.

Miro hacia esa cruz y me quedo anonadado. Miro hacia esa cruz y, sin palabras propias, me apropio de las de los samaritanos que vivían cerca del pozo de Jacob: Tú eres verdaderamente el Salvador del mundo (Jn.4,42).

ALBERTO BENITO

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