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miércoles, 9 de mayo de 2012

Mística


Somos una mezcla de luz y barro, moldeados de a poco por las manos de Dios hasta quedar a su imagen y semejanza. Vemos su imagen a través de sus manos.

Édison Hüttner

Sol, sol. Noche, noche. En la colina de Taizé, voces unidas cantan en muchos idiomas, sin parar: veni, sancte spiritus... Adoramus te, o Christe..., sintonizando el amor que sembró el hermano Roger... Otras manifestaciones buscan el equilibrio de la mente y el cuerpo, como el yoga y la Gestalt-terapia, colocando piedras calientes en la base de la columna vertebral, y casas equilibradas con armonización Feng-Shui, con eneagrama de personalidad, método que practico desde El Escorial, España, meditando con hilos de humo de sándalo. Esto aporta beneficios e indica el camino de una antigua aspiración: ¿cómo responderle a la vida?

Entre luces y sombras algo grita. Es el Clamor del epulón (Lc 16,19-31). Grita para dar a conocer el consenso que se da por cierto en nuestros días: ¡apártate de las energías negativas, no te involucres en conflictos y situaciones que absorben tu esencia! Su consecuencia: toma distancia de ciertos lugares pues allí se escucha el pedido de auxilio del necesitado, mejor aún, múdate al valle del “portal de cristal”, allí está la paz, la “conexión”, el contacto con la naturaleza y todas las vibraciones del universo. Estos pensamientos arrastran. En el pasado, legiones de campesinos y guerreros fueron guiados por un principio fanático: tomar posesión de Jerusalén. Quizás para celebrar la victoria al lado de partículas del Signo Crucis, como si Jesús estuviese allí, de pie, esperando abrazarlos y ser adorado. Las “reliquias” de Jesús eran los cuerpos de los musulmanes y cristianos enterrados en el camino y en los muros de Jerusalén. Pero era posible celebrar, incluso en medio del desierto; uniendo las manos alcanzarían el espíritu de la “última cena”… En otras palabras, el idioma de amor que proferimos en oraciones a la luz de los vitrales en las capillas o frente a un altar, no puede ser distinto del lenguaje que usamos después, en la mesa de la comida.

A veces creemos que la mejor forma de elevar el alma y encontrar la savia de la vida interior está en ser como el Maestro que camina por las laderas de los cerros leyendo escritos, distante. No basta. Si el Maestro suplica al cielo y mira con ternura hacia la planicie, establecerá entre el cielo y la planicie una claraboya brillante por donde bajarán en llamas los caballos de Elías (2 Rs 2, 11ss.). Caminarán a su lado, tirando un arado de bronce, llevando la fuente de agua cristalina desde la cima de la montaña hasta el valle seco para que las madres laven las manitos de sus hijos amados. Después, dejará que los caballos corran por los campos verdes donde los nativos dicen que contemplan corceles negros galopando sobre las aguas del río.

Hay situaciones sin salida, en el límite de la vida. Este es un camino; a través de la nube gris se alcanza el azul infinito, la libertad plena.

*En 1997 fui misionario en el Amazonas. Me llamó la atención los gestos de un profesor de 4° básico de una escala de la red del municipio Benjamín Constant. El primer día de clases, a vuelta de vacaciones, el profesor notó que algunos alumnos le decían “loquito” a un compañero. Por eso el alumno no conseguía progresar en los estudios, se quedaba atascado. Sus ojos tenían un dolor incomprensible. En una de esas tardes, en el recreo, el profesor vio al niño en el patio del colegio abrazando a sus compañeros de modo original, diferente. Al final de la clase, el profesor se quedó con Raimundo en la sala para decirle que admiraba su actitud cariñosa, nunca vista en el colegio, y que olvidara la ofensa de los compañeros. Al día siguiente el profesor dejó la tiza sobre el pupitre y continuó el diálogo con todos sobre lo que realmente estaba sucediendo. También habló con los padres, para que ayudaran al colegio y a sus hijos. Algo cambió. Algunos alumnos empezaron a abrazarse en el patio del colegio, siguiendo el ejemplo de Raimundo. El descontento del colegio no era la nota baja, la reprobación del año, sino cuando hay un conflicto entre alumnos, profesores, padres… En los peores criminales las verdaderas armas son la ofensa, la provocación, el escarnio. El revólver, el dedo en el gatillo, es consecuencia de esta realidad presente en la comunidad educativa, vestida con la imitación de películas violentas. Si todos actuaran como el profesor y los padres, si escogieran buenas películas, si todos se abrazaran, no tendríamos suicidios ni muertes en los colegios.

** Un turista salió en busca de aventuras en templos e iglesias antiguas de Europa. En España se encantó con algunas cruces y las compró. Compró tres lindas Cruces de Caravaca; una plateada y dos doradas. La primera le había sido especial en toda su caminata, signo de misterio y poder. Parecía funcionar realmente. Al regresar a su país instalaría un altar para colocarla. Cuando llegó para ver nuevamente a sus familiares, sintió que algo andaba mal. La atmósfera de la casa había cambiado, estaba denso. Había discusiones y peleas. Y en ese momento los hijos ponen en juego este motivo a su favor: bueno, ya es la hora en que pasa el bus, no puedo volver cansado. El joven turista se quedó. En la noche, rezando, mirando su cruz plateada le pidió al Señor que pusiera los ojos en su casa. Que aquel dolor la sufriera él, que él la asumiera. Luego, antes del anochecer, se quedó un tiempo conversando con sus padres. Entrada la noche, colocó su cruz plateada debajo de la almohada. Al despertarse percibió una claridad en la pieza, una simple luz que llegaba hasta el sofá, centellando sobre la cruz plateada, que contemplaba, agradecido. Al partir, dejó su cruz. Su madre la puso sobre la cómoda de la pieza, con el retrato de toda la familia. La otra cruz se la regaló a su hermano. Se quedó con la última, la que había comprado en una promoción, una dorada; el angelito de la derecha que ayudaba a sostener la cruz no tenía las alitas.

*** Conocí a una alumna ciega en un curso de fisioterapia. Estudió el contenido de los curso de Humanismo y obtuvo la nota más alta. Con toda seguridad hará un buen trabajo atendiendo a sus pacientes.

De a poco aprendemos a creer en nuestros propios huesos, en la carne profunda. Entre la luz y la sombra existe algo intenso, como el encuentro de la noche con pétalos blancos esparcidos en el suelo, del sol con la rosa. Que en ciertos momentos el alcanzar la elevación espiritual más profunda no está en el camino luminoso, cuando escuchamos la música del revuelo fresco de las alas de los ángeles a nuestro alrededor. Alégrate, porque un ángel puede estar a tu lado y defenderte, abrir la puerta de la prisión, indicar el camino, o quizás tú mismo puedes ser un hermano entre ellos y el pueblo. Sin embargo, en ciertos momentos, el camino de luz se encuentra a través del camino del miedo, cuando ponemos nuestra propia alma en riesgo, luchando solos contra un demonio. Cuidado, algunos se transforman en demonios sin posesión. Son fuertes. Pasan año tras año cometiendo atrocidades, creando una sociedad en forma de triturador gigante. Siguen siendo fuertes hasta que se les obstruye (…) mientras en los campos de concentración muchos inocentes murieron con “pijamas listados”; a menudo se escucha decir: él está con un demonio. No es así. Es porque perdió el empleo, fue explotado e insultado indignamente, víctima de confabulaciones injustas, muere al enfrentar al triturador gigante, buscando su libertad y la de los otros.

Muchas veces nos llega la noticia: Anoche falleció... (Billie Holiday, Elvis Presley, Elis Regina, Amy Winehouse...) Todo indica que la causa sería una sobredosis, un cóctel de sustancias tóxicas… Sigue el turno fantástico: señoras y señores, el mundo está de luto. ¿Qué mundo? La verdad duele cuando preguntamos: ¿por qué la abandonó su amigo?, ¿sus fans? ¿Qué sucedió con los padres de los jóvenes drogados de Cracolandia, de la ciudad de Sao Paulo? Especialmente debieran preguntarse a sí mismos las compañías de cine, la prensa e Ibope –metáforas de ángeles y demonios.

Parece que vamos contra el sentido del tránsito en el mundo, dividido entre cielo y tierra, entre el puro, el abstemio y el pobre que vive bajo el puente, el preso, los ciegos, los anencéfalos porque dicen que fueron abandonados por Dios. Serán borrados del planeta. Existe un torrente que arrastra a las personas, pero si nos damos cuenta, hay algo en el espacio en blanco entre las letras más allá de la piel del mundo: (…) Daniel y sus dos amigos bailaron en el fuego alabando las obras del Señor en medio de la fresca brisa traída por un cuarto hombre. Era un ángel enviado (Dn 3, 1-30); cuando Saúl entró en una gruta cayó en manos de David. Cuando existe venganza en ambos lados, cualquier camino es engañoso. Por lo tanto, en las encrucijadas, el mundo puede cambiar. Al tirar la espada al suelo, David anuló el antiguo proverbio: De los impíos saldrá la impiedad. Saúl creó un nuevo presagio: ¿Quién es el hombre que encontrando a su enemigo, lo deja irse tranquilamente? (I Sm 24, 3-21); Edith Stein, a quien habían echado de una universidad, presa en las redes del poder, alcanzó sabiduría en el Carmelo y santidad en el martirio, confiando, con phänomenologie y la cruz.

Al confiarnos y contemplarnos profundamente, nos liberamos de males y temores, del veneno, como lo demostró Moisés: para quienes fueron mordidos, el antídoto para la curación se consigue contemplando la propia serpiente hecha en bronce y colgada en un asta erguida en el desierto (Nm 21, 7-9), en el sufrimiento de la noche oscura, unimos las piezas, ángeles sin cabeza, iluminamos penumbras de antiguas iglesias, se restituye el mosaico, también en otros cuadros, cuando la alegría y la bondad se transforman en materia prima para modelar la figura de su belleza y de su fiesta –encendiendo para siempre el amor con que fueron criados, nos liberamos de la mentira y de las armas, de los muros y del fuego, de la ceguera, y dirigimos la mirada para ver cosas aún no vistas, de otro mundo, en este mundo, como revela un poeta cuyo nombre se ha olvidado: caminando exhausto en medio de la multitud al final del día, encontré una mirada, y en esta mirada, descansé.

Somos una mezcla de luz y barro, moldeados de a poco por las manos de Dios hasta quedar a su imagen y semejanza. Vemos su imagen a través de sus manos. ¡Entonces imaginen! Más personas contemplando humillados en la arena del mar, con hambre de justicia, de pan, de paz verdadera. Pasarán por la tempestad y encontrarán el cielo azul, admirando la espuma blanca del mar estrellándose contra el bronce de la proa del espléndido barco… Al anochecer, a la orilla del mar, cenarán pescado y pan asados, con lechuga, aceitunas, arroz y adornos de arreglos florales… canciones con saludos y abrazos, como el Resucitado que celebra en nosotros una fiesta sin fin, como decía Santo Atanasio. Por tanto, buscad primero el Reino de Dio y todo lo demás les serán añadidas (Mt 6,24-34).

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Édison Hüttner. Facultad de Teología de la PUCRS, Porto Alegre (Brasil).

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