Publicado por Claretianos Niebla
Existen en la vida incómodas situaciones de incertidumbre o de fracaso, impases sin salida a la vista. Quizá se ha ensayado todo sin haber conseguido nada. La vida pesa y se hace enigmática la pregunta sobre el sentido del vivir.
El evangelio de Marcos habla de dos situaciones límite en la persona de una mujer desahuciada y en la del padre que lucha por la vida de su hija, cuya muerte se le anunció mientras él llama al Maestro ¿Resignarse y darlo todo por perdido cuando se han agotado los medios humanos? Donde la limitación humana acaba puede empezar el poder de Dios. Es una posibilidad que debe ser tenida en cuenta. Jesús interviene con su poder donde los medios humanos se han agotado. La mujer queda curada y la niña muerta vuelve a la vida.
¿Tenemos derecho a pedir a Dios intervenciones de este tipo o nos es lícito programarle cuándo debe intervenir? A veces Dios obra prodigios visibles para no dejarnos perder la fe en la virtud de lo invisible, pero su ayuda recae sobre los que luchan y confían. Los que buscan soluciones de espaldas a él corren el riesgo de experimentar en solitario la ineficacia del esfuerzo. Dios y el hombre o “a Dios rogando…”.
El dolor es patrimonio de la humanidad limitada y debe ser un elemento enriquecedor de la vida considerada en su conjunto. Una vida hipotéticamente sin dolor sería más bien una maldición que una bendición; podría ser la señal de un distanciamiento de Dios más que de su amorosa presencia. «Porque eres acepto a Dios fue necesario que te llegara la prueba» (Tob 13, 13) «Yo corrijo a los que amo» (Ap 3, 19) «El Señor reprende y azota al que recibe por hijo» (Hb 12, 6) Puede parecer decepcionante y molesto, pero nunca es lícito prescribir a Dios cómo y cuándo debe hacer esto o aquello. Hay que invertir los términos: si Dios se comporta así ¿cómo debo pensar y actuar yo? Muchos milagros del evangelio sucedieron a distancia. En los sacramentos se pone Jesús en contacto inmediato. Allí hay trato personal, no cabe duda.
El evangelio de Marcos habla de dos situaciones límite en la persona de una mujer desahuciada y en la del padre que lucha por la vida de su hija, cuya muerte se le anunció mientras él llama al Maestro ¿Resignarse y darlo todo por perdido cuando se han agotado los medios humanos? Donde la limitación humana acaba puede empezar el poder de Dios. Es una posibilidad que debe ser tenida en cuenta. Jesús interviene con su poder donde los medios humanos se han agotado. La mujer queda curada y la niña muerta vuelve a la vida.
¿Tenemos derecho a pedir a Dios intervenciones de este tipo o nos es lícito programarle cuándo debe intervenir? A veces Dios obra prodigios visibles para no dejarnos perder la fe en la virtud de lo invisible, pero su ayuda recae sobre los que luchan y confían. Los que buscan soluciones de espaldas a él corren el riesgo de experimentar en solitario la ineficacia del esfuerzo. Dios y el hombre o “a Dios rogando…”.
El dolor es patrimonio de la humanidad limitada y debe ser un elemento enriquecedor de la vida considerada en su conjunto. Una vida hipotéticamente sin dolor sería más bien una maldición que una bendición; podría ser la señal de un distanciamiento de Dios más que de su amorosa presencia. «Porque eres acepto a Dios fue necesario que te llegara la prueba» (Tob 13, 13) «Yo corrijo a los que amo» (Ap 3, 19) «El Señor reprende y azota al que recibe por hijo» (Hb 12, 6) Puede parecer decepcionante y molesto, pero nunca es lícito prescribir a Dios cómo y cuándo debe hacer esto o aquello. Hay que invertir los términos: si Dios se comporta así ¿cómo debo pensar y actuar yo? Muchos milagros del evangelio sucedieron a distancia. En los sacramentos se pone Jesús en contacto inmediato. Allí hay trato personal, no cabe duda.
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