El texto que la Iglesia elige para contemplar el misterio de la Santísima Trinidad es un texto muy humilde, si lo que uno busca son definiciones, pero riquísimo, si uno lo toma como una puertita abierta para entrar en la relación íntima entre el Padre, Jesús y el Espíritu Santo.
Si utilizáramos la imagen de una Casa, el misterio de la Trinidad Santa, se nos revelaría como un Castillo infinito, tan grande que no lo podemos abarcar de un vistazo, pero como está lleno de puertas y ventanas abiertas, sí podemos entrar en su interior cuando queramos.
Al escribir esto me vino al corazón el Santuario de Nuestra Señora de Aparecida, donde hace 6 años “habitamos y trabajamos” durante 20 días. Es el más grande del mundo después de San Pedro y fue concebido a partir de esta idea de Casa de puertas abiertas. No hay foto que pueda dar cuenta de su grandiosidad y de su apertura: se puede entrar al Santuario por todas partes y está construido con paredes de piedra y vidrio y entradas de Tres puertas por los cuatro costados de la gran cruz. (Se puede hacer una visita virtual si uno busca en Google).
La Trinidad: una casa de puertas abiertas! Dice Von Balthasar:
“Dios no es una fortaleza hermética a la que nosotros, con nuestras máquinas de guerra (ascética, introspección mística, deberes morales… etc.), tendríamos que forzar, sino que, al revés, es una casa llena de puertas abiertas, a través de las cuales nosotros estamos invitados a entrar. En el castillo del “Con” (ser con otros) trinitario está preparado desde siempre un lugar para nosotros”.
La Trinidad: una casa de puertas abiertas con muchas habitaciones, una de las cuales tiene nuestro nombre y muchas comunes con el nombre de nuestra familia y de nuestros amigos.
La imagen de la Casa la usa Jesús: “En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones y Yo voy a prepararles un lugar”.
Sabiendo esto, que tenemos un lugarcito, cada uno puede tocar a la puerta del cielo y entrar a contemplar por donde el Espíritu lo “encamine”, como dice Jesús. Todo lo suyo es del Padre y todo en la Casa es para nosotros.
Lo que quiero comunicar es que en Dios todo es abierto, simple y para compartir. Que sea inagotable e inabarcable no quiere decir que uno se queda afuera, tratando de entender, sino que tiene que tener paciencia y humildad para ir gustando y meditando lo que pueda sintiendo que es una gracia y que en cada detalle o visión parcial, el Señor está entero.
¿A qué apunta esta reflexión? A salir de la discusión entre los que quieren explicar la Trinidad y nos dejan con la cabeza llena de silogismos abstractos y relaciones numéricas y los que borran de un plumazo toda la tradición y dicen que no se puede pensar nada porque no hay conceptos.
La Trinidad como casa de puertas abiertas invita a entrar a todos y a que todos podamos meditar y contemplar con provecho para nuestra vida personal y social. Puede pensar el misterio el teólogo especialista, que con su estudio respetuoso de los textos nos brinda el servicio de encaminarnos por el buen camino y evitar las falsas imágenes de nuestro Dios Trino y Uno que surgen a lo a lo largo de la historia. Actualmente una falsa es esta que considera que no se puede “decir nada”, que no hay Verdad, que la Vida es dinamismo y emoción puras y que todo lo que se ha dicho es “absurdo”. Contra eso, la teología nos habla de un estudio humilde y cuidadoso, que cree que Jesús es la Palabra y por tanto tiene lógica y se puede expresar en palabras, con tal de que sean las de Él, siempre humildes y abiertas a más Verdad, bajo la enseñanza del Maestro interior que es el Espíritu.
También puede contemplar el místico, que nos habla en lenguaje metafórico:
“¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro!
Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo,
Tu morada predilecta, el lugar de tu descanso.
¡Oh, Palabra de mi Dios! Quiero pasar mi vida escuchándote.
Quiero permanecer atenta a tus inspiraciones para que seas mi único Maestro.
¡Oh, mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita,
Inmensidad donde me pierdo!” (Beata Isabel de la Trinidad).
Al que a ti te amare, Hijo,
a Mí mismo le daría,
y el Amor que yo en ti tengo
ese mismo en él pondría,
en razón de haber amado
a quien Yo tanto quería (San Juan de la Cruz).
Contempla también a la Trinidad la gente sencilla. ¿Qué es ese deseo incansable de nuestro pueblo fiel, que pide una y otra vez la bendición, sino sed del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo? “Bendígame, padre” ¿Está bendecido (mostrándonos algún rosario o estampita)? “La bendición para mi hijito…”. La mística popular no es menos que eso: mística” (misterio), conocimiento vivencial de Dios, deseo de ser bendecido, tocado, envuelto por el manto de Dios.
Contemplamos también los que somos “clase media de la santidad” como decía Descalzo hablando de sus padres. Uso esta expresión con buen humor, para expresar a un grupo grande de cristianos que no somos teólogos pero nos gusta una buena teología, que no somos místicos pero gozamos de sus perlitas y tesoros, que no somos quizás de prender muchas velas a los santos, pero nos sentimos a gusto en medio de una peregrinación a Luján y tomamos gracia del manto de la Virgen si podemos… ( como hace ahora el Papa Francisco que en cada celebración toma gracia de la Virgen para asombro del comentarista italiano que lo narró por primera vez diciendo: “Atenzione! Adesso il santo padre… ¡toca la imagine de la Madona…!”).
Desde estas contemplaciones –sentidas como una puertita para entrar al misterio de Dios- me gusta en el evangelio de hoy la familiaridad con que Jesús habla del Espíritu y de nuestro Padre. Es lo mismo, nos dice. Que venga el Espíritu o que sea Yo el que les habla del Padre. Todo lo que es del Padre es mío. Y el Espíritu, todo lo que les diga, es nuestro. Él les hablará de lo que ha escuchado, les explicará mejor lo que yo les he ido mostrando en todo este tiempo.
La espontaneidad con que habla el Señor nos muestra cómo es la relación que tienen entre ellos Tres, relación en la que nos invitan a participar y a entrar.
¿Cómo la describiría?
Entre Ellos Tres hay una relación de cariño tan entrañable que no hacen más que hablar del Otro. Es como si Jesús nos dijera: “Miren, todo lo que aprecian en mí, agradézcanselo al Padre. El es la fuente de todo. Todo lo mío es suyo”. Y también: “hay cosas que Yo no llegué a explicarles, pero tranquilos, que el Espíritu les enseñará todo lo mío. El es “El Que Explica Mejor”, como cuando uno dice: “andá con fulano, que es mi amigo y sabe de esto más que yo”.
Entre Ellos Tres reina un Amor sin envidia, como decíamos que era lo característico para discernir nuestros amores, nuestras adhesiones a todo bien: si son amores sin envidia son del Espíritu. Si no, son cosa simplemente humana, o del mal espíritu. Pero “sin envidia” no sólo porque no tengan ese vicio, sino porque explícitamente se aman dando toda la gloria al otro. No sólo no hay para nada reivindicación de lo que “yo hice”, sino que cada uno deja en manos del otro la tarea de hacerle propaganda, por así decirlo. Del Marketing de Jesús se encargó el Espíritu. El Señor fue pura entrega, hasta el último Suspiro. Nada fue reclamo para sí, de ser comprendido o aceptado. Y el Marketing del Padre está todo en manos de su Hijo. Escúchenlo a Él, dice el Padre. Yo no tengo nada que justificar ni demostrar: todo está en manos de mi Hijo.
Entre Ellos Tres reina una amistad inquebrantable. Como entre amigos, todo se comparte y cualquiera puede tomar el protagonismo en cualquier momento sin que haga sombra a los otros ni se pueda ver alguna discrepancia. Comparte el mismo cartel con las mismas letras, diríamos.
Cariño entrañable, marketing a cargo del otro y protagonismo totalmente compartido, son una invitación a tomar conciencia acerca de cómo es que habita en nosotros esta Trinidad. Cuándo es que se hacen presentes y cuándo quedan enmudecidos o maniatados, como invitados de piedra a los que no les permitimos hablar en nuestra casa.
Cuando en una comunidad cada uno trabaja para sí mismo, cuando todos hacemos publicidad encubierta, cuando cuidamos tanto el propio protagonismo que no hacemos nada que no podamos cobrar ni dejamos de cobrar nada de lo que hacemos, la Trinidad se manda a guardar.
Cuando buscamos en cambio “los intereses de Cristo Jesús”, cuando nos jugamos por el verdadero bien de cada uno, no importa cómo quede nuestra imagen, cuando hacemos bien el bien y en eso gustamos nuestra paga, la Trinidad comienza a irradiar buena onda y surge en medio de la comunidad como un solcito del que todos se alumbran y calientan y al que todos cuidan más que a la propia vida. La señal es que la comunidad se convierte en casa de puertas abiertas para muchos, porque es reflejo de la Trinidad de puertas abiertas que la habita en su interior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario