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domingo, 26 de mayo de 2013

El detalle en el amor: Domingo de la Santísima Trinidad (Jn 16, 12-15) - Ciclo C

No dejan de sorprenderme estas palabras de Jesús.
Les confieso que la primera pregunta que me surgió fue esta; ¿Cuánta gente ha entrado en serios conflictos con palabras semejantes? Imagina, por un momento, que alguien con quien tienes una relación muy estrecha te dice de repente “tengo muchas cosas más que decirte, pero no puedes entenderla ahora”.
Hay personas que frente a palabras como estas se hunden en un sinfín de preguntas y sospechas ¿Por qué no me lo puedes decir? ¿Qué me estás ocultando? ¿Crees que soy tonto/a que no podré comprenderlo? ¿Cuándo me lo dirás? ¿No me tienes confianza? …
Cuando alguien dice palabras como estas a otra persona es porque existe por ella un amor muy grande. Aunque también es cierto, que de la otra parte, debe existir una confianza enorme para que esas palabras no ocasionen conflicto alguno, ni desencadene un torrente de reclamos y sospechas.

Cuando afirmo que es el amor lo que lleva a alguien a decidir no revelar una verdad a otra persona no estoy justificando de ningún modo la mentira y el engaño. Porque cuando mentimos o engañamos a los demás y luego nos decimos a nosotros mismos, e incluso a otros, que es para el bien de la otra persona, sabemos perfectamente que en realidad es para salvar el propio pellejo…En la inmensa mayoría las mentiras que decimos a los demás no tienen como fin último su cuidado y protección, sino el propio cuidado. Queremos salvarnos a nosotros mismos…
Hay ocasiones, claro está, en las cuales decir toda la verdad puede traer un conflicto mayor del existente…Sobre todo cuando se percibe que el dolor y el daño que ocasionará será enorme. Pero no éste el caso que les deseo compartir.
Quiero decir que cuando amamos a otra persona la acompañamos para que acceda a su verdad más profunda. A esa verdad que la hará libre y que le permitirá vivir como hijo de Dios. No como esclavo de sus propios conflictos y miedos. Cuando amamos a alguien de verdad respetamos sus tiempos y sus procesos interiores aunque ello nos signifique un sacrifico mayor…
Cuando amas a alguien no juegas a ser Spartacus. Tampoco deseas destrozar, con la espada de la sinceridad y la transparencia, las máscaras y mentiras del otro vomitándole en la cara unas cuantas verdades que nadie se atrevió a decirles. ¡Crees que soportaría que alguien te dijera de una vez por todas toda tu verdad! Estoy seguro de que aunque seas Spartacus te sería imposible tolerarlo. La verdad es una experiencia muy fuerte y no hay corazón ni conciencia que pueda soportarla toda de una sola vez. Debe existir una preparación. Necesitamos ir acostumbrándonos a vivir en la verdad….
Por esto es que la verdad no se divorcia del amor. La verdad y el amor siempre van de juntos, como de la mano. De tal manera que así como una verdad sin amor produce un gran dolor, un amor que oculta la verdad poco a poco desfallece y acaba por languidecer…
En un conflicto personal podemos decir ¡Yo tengo razón en lo que te digo! Y no te equivocas. Tienes razón en lo que dices, pero eso no significa que hayas encontrado toda la verdad. La otra persona también tiene sus razones. Al igual que tú, el otro ha hecho sus propias reflexiones y ha sacado sus propias conclusiones… pero al igual que tú, no significa que haya llegado a la verdad.
La verdad no es altanera, sino humilde. No pretende imponerse sobre los demás, sino que seduce. La verdad nos abre poco a poco el entendimiento para que lleguemos a comprenderla. No escupe sus razones en la cara de nadie. A la verdad se accede luego de purificar el corazón de la avaricia de poseerla y de haber sincerado el propio corazón.
Hay algunos que odian la verdad y por eso quieren poseer siempre la razón. La razón es soberbia y pretende controlarlo todo. La verdad es humilde y no lucha por el poder. Quienes sienten que la verdad los humilla es porque no se quieren lo suficiente a sí mismos. El que se ama verdaderamente quiere conocerse, con sus luces y con sus sombras, porque intuye que hay un potencial enorme por desarrollar.
La verdad busca que la persona crezca en una relación cordial consigo misma y más auténtica con Dios y con los demás. …
La verdad que trae el Espíritu es el que nos revela quiénes somos en realidad. Nos hace descender a lo más profundo de nuestros infiernos para conocer la hondura de nuestra precariedad, no para humillarnos, sino para que podamos apreciar la magnitud del amor que Dios nos tiene. Si accediéramos a nuestras propias sombras o descendiéramos a las profundidades de nuestro corazón sin la asistencia del Espíritu, nos juzgaríamos a nosotros mismos con dureza e impiedad. Sin embargo, cuando es el Espíritu de Dios, que es el Amor, el que nos conduce a un mayor conocimiento de nosotros mismos somos capaces de acoger la acción misericordiosa que Dios nos ofrece.
El Dios Trino es el exceso de amor por el hombre…. Es la manifestación del Padre que nos atrae hacia Él, seduciéndonos poco a poco. Despertando el deseo de la íntima comunión con Él. El Hijo es la presencia que acompaña, como a los discípulos de Emaús, preguntándonos ¿Qué te preocupa? ¿Cuál es la causa de que camines triste y desanimado? ¿Cuál es el motivo de tu soledad y desesperanza? Y el Espíritu Santo, la fuerza que empuja hacia esa comunión de amor al que fuimos llamados. Es que nos va revelando, mientras vamos andando, quiénes somos, cuáles es nuestra verdadera identidad... Y todo esto para que la comunión que deseamos alcanzar en Dios, se vaya forjando poco a poco en una mejor comunión con nosotros mismos y con los hermanos. La verdad que nos trae el Espíritu es el que nos lleva a una auténtica comunión con el Padre por Jesucristo.
Hoy, que es el día en que celebramos este exceso de Amor inconmensurable que Dios tiene por el hombre, pidámosle que nos ayude ir transparentando día a día nuestra vida ante Él.

P. Javier Rojas sj
Publicado por El Evangelio en Casa

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