Siempre resulta más cómo quedarnos en casa al calor de la estufa, que salirnos a la calle donde el frío enrojece nuestras narices.
Siempre resulta más fácil andar por caminos andados que no decidirnos a abrir caminos nuevos.
Siempre resulta más fácil hacer lo que hacen todos, que arriesgarnos a la experiencia de lo nuevo.
Pero ese no es el estilo de Dios.
A Jesús le resultaba más cómodo quedarse en casa ayudando en la carpintería.
A Jesús le resultaba más cómodo quedarse en casa al calor del amor de mamá María.
A Jesús le resultaba más cómodo vivir la experiencia de Dios con María y José.
A Jesús le resultaba más cómodo hablar de Dios con quienes vivían de Dios.
Y sin embargo:
Jesús se lanzó al agua.
Jesús se arriesgó a romper con lo viejo.
Jesús se arriesgó a no complacer a los demás.
Jesús se arriesgó a decepcionar a los demás.
Jesús no fue los que se quedó al calor de la estufa.
Por eso tampoco quiere que lo suyos vayan por el camino trillado de lo fácil.
Quiere seguidores capaces de arriesgarse ente fracaso. “Echen las redes”.
Quiere seguidores capaces de arriesgarse a lo difícil. “Mar adentro”.
Quiere seguidores capaces de arriesgarse donde está el peligro. “Mar adentro”.
Quiere seguidores capaces de arriesgarse a lo desconocido.
Quiere seguidores capaces de abrir caminos nuevos sin seguridad del éxito.
Pero quiere seguidores:
Que no se fíen solo de sus fuerzas.
Que no se fíen solo de sus posibilidades.
Quiere seguidores que se dejen empujar por la fe.
Quiere seguidores que se fíen de su palabra.
Quiere seguidores que no se queden calentándose ante la estufa.
Quiere seguidores que sean capaces de sentir el frío de los demás.
Quiere seguidores que sean capaces de la aventura entre aquellos que posiblemente los rechacen.
Es fácil nadar en la orilla.
Lo difícil es nadar donde la mar está brava.
Por eso me encantan esos que corren la Tabla y se enfrentan con olas enormes.
Y esa es la vocación del cristiano:
No quedarse en la estufilla del grupo de cada semana.
No quedarse a confesar su fe donde todos la confiesan.
No quedarse allí donde calienta el sol de la fe.
Juan Pablo II insistió en este texto, como una especie de eslogan para la evangelización del Tercer Milenio:
“Nos invita a recordar con gratitud el pasado”,
“a vivir con pasión el presente”
“y a abrirnos con confianza al futuro”.
Y nos pide que “nuestra peregrinación debe desentumecer nuestras piernas para el que camino que nos espera. Tenemos que imitar la intrepidez del apóstol Pablo: “Lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para alcanzar el premio al que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús! (Flp 13,14)
Vivimos en tiempos de dificultades.
Por eso vivimos en tiempos de riesgo.
Por eso vivimos en tiempos de valentía.
No son tiempos para cobardes.
Tampoco son tiempos para apoltronarnos.
Tampoco tiempo para quedarnos frustrados ante los fracasos.
Son tiempos para andar.
Son tiempos para arriesgarnos.
Son tiempos para fiarnos de la palabra de Dios, y “por tu palabra, echaré las redes”.
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